Tomado de Vamos a Cambiar el Mundo
REPORT
Two intellectual powerhouses from South America, Gudynas and
Acosta make the case for a new way of understanding human fulfillment,
authentically Latin American in origin with indigenous roots—the idea of
el Buen Vivir. We cannot translate their ideas “the good life” or
“quality of life,” both thoroughly Western concepts, and we must hope
that el Buen Vivir, with its entire notion of well living, fulfillment
and plenitude in connection with other humans and the elements of the
landscape becomes incorporated into a healthy and sustainable idea that
replaces development. Gudynas and Acosta make the case that these ideas
are emerging from their indigenous roots and have been a big part of
the political, social and economic success of the “new left,” as
evidenced by their foundational role in the constitutions of Bolivia and
Ecuador.
Introducción
Las perspectivas recientes sobre educación ambiental y educación para
la sostenibilidad de muy variadas maneras se enfocan en el “desarrollo
sustentable”. Buena parte de la discusión queda centrada, por lo tanto,
en cuestiones como determinar las condiciones ecológicas para el
desarrollo, generar un desarrollo “verde” o alentar una sensibilidad
ambiental. De alguna manera puede entenderse que esas posturas son
reformas ambientales al desarrollo.
En cambio, otra manera de enfocar estas cuestiones es promover
simultáneamente una crítica sustancial sobre la idea misma de
“desarrollo”. En otras palabras, admitir que un tránsito a la
sustentabilidad implica cambios radicales en las ideas que hoy son
aceptadas sobre el desarrollo.
Un proceso de este tipo está en marcha en algunos países y
movimientos en América Latina. Se está observando una renovación de la
crítica al desarrollo, donde uno de sus componentes proviene de las
preocupaciones ambientales. Pero esta nueva reflexión ofrece la
particularidad de ir hasta las raíces culturales de las concepciones de
desarrollo, y una vez allí, entiende que las alternativas se encuentran
más allá de esas ideas. Son, por lo tanto, críticas al desarrollo donde
se termina abandonando la idea convencional de “desarrollo”.
El presente artículo ofrece un resumen de algunas de estas
discusiones, y en especial aquellas que están enfocadas en las
alternativas que ahora se conocen como “Buen vivir” o “Vivir Bien”. Las
secciones que siguen reproducen un artículo que hemos publicado
recientemente (Gudynas y Acosta, 2011).
Nuestro objetivo es revisar algunos aspectos claves de la actual
construcción de las ideas sobre Buen Vivir como crítica al desarrollo.
Se repasan algunas posturas críticas al desarrollo, ubicando a las ideas
sobre el Buen Vivir como una respuesta a varios de esos
cuestionamientos. Se analizan los componentes que explican la
construcción de las ideas de Buen Vivir, comentándose sobre sus
formulaciones en las nuevas Constituciones de Bolivia y Ecuador.
Paralelamente, indicamos que estas ideas recuperan posturas claves
ancladas en los conocimientos saberes propios de pueblos indígenas. Sus
expresiones más conocidas remiten a Ecuador y Bolivia; en el primer caso
es el Buen Vivir o sumak kawsay (en kichwa), y en el segundo, en
particular el Vivir Bien o suma qamaña (en aymara) y sumak kawsay (en
quechua). Finalmente, se avanza en la idea del Buen Vivir como una
plataforma política para la construcción de alternativas al desarrollo.
El Buen Vivir, en tanto concepto plural y en construcción, discurre
en el campo de los debates teóricos, pero también avanza en las
prácticas, sea en aquella de los pueblos indígenas y en los movimientos
sociales, como en la construcción política, dando sus primeros pasos en
las recientes constituciones de Bolivia y Ecuador. Más allá de la
diversidad de posturas al interior del Buen Vivir, aparecen elementos
unificadores claves, tales como el cuestionamiento al desarrollo
entendido como progreso o el reclamo de otra relación conla
Naturaleza.
ElBuen Vivir no es, entonces, un desarrollo alternativo más
dentro de una larga lista de opciones, sino que se presenta como una
alternativa a todas esas posturas.
La crítica y la permanencia del desarrollo convencional
Las ideas contemporáneas sobre el desarrollo comenzaron a
formalizarse en la década de 1940. Es habitual presentar como referencia
el discurso de 1949 del presidente de Estados Unidos, Harry Truman,
donde se presenta la idea del desarrollo como sucesivos avances en la
linealidad del progreso. El desarrollo es definido también en relación a
su contracara, el subdesarrollo; la primera situación se observaría en
los países industrializados, cuyos regímenes de gobierno y sus patrones
culturales se deben convertir en el ejemplo a seguir por los países del
sur (véase, por ejemplo, a Sanchs, 1992, y Rist, 2002).
De esta manera, América Latina junto a otras regiones, debían aplicar
un conjunto de políticas, instrumentos e indicadores para salir del
“subdesarrollo” y llegar a aquella deseada condición del “desarrollo”. A
lo largo de estas últimas décadas, casi todos los países han intentado
seguir ese supuesto recorrido. ¿Cuántos lo han logrado? Muy pocos. En
realidad, lo que se observa en el mundo es un “mal desarrollo”
generalizado, existente inclusive en los países considerados como
desarrollados. José María Tortosa va más allá, afirmando que “el
funcionamiento del sistema mundial contemporáneo es «maldesarrollador»”
en su propia lógica, ya que está basado en una idea de “eficiencia que
trata de maximizar los resultados, reducir costes y conseguir la
acumulación incesante de capital” (en el sentido de Tortosa, 2008).
Por cierto que existe cierta heterogeneidad dentro del amplio campo
del desarrollo contemporáneo. De hecho, por lo menos desde la década de
1960 comenzaron a sumarse distintas visiones críticas inconformes con
las posturas de un progreso lineal, con reclamos en el terreno social y
ambiental (véase la revisión de Unceta, 2009). Los objetivos y medios
para avanzar en el desarrollo difieren entre escuelas de pensamiento y
diversos autores, las que quedan bien ejemplificadas por Tortosa (2008)
al recordar que van desde las “versiones más economicistas que lo
identifican con el crecimiento del PIB a las más complejas del
desarrollo a escala humana, necesidades básicas, nuevo orden
internacional, desarrollo humano, ecodesarrollo o codesarrollo”.
Entre esas corrientes se encuentran las críticas ambientales, y al
menos desde 1980, el desarrollo sostenible como concepto. Si bien sus
posturas originales, la sustentabilidad requería una reformulación
sustancial del desarrollo, pero al pasar el tiempo, esta idea se
diversificó en corrientes muy diversas, incluyendo aquellas que quedaron
en un mero intento de reformas instrumentales del desarrollo para
relanzarlo como crecimiento económico.
La diversidad de posiciones alrededor del desarrollo s muy clara en
el caso latinoamericano, lo que explica la “azarosa biografía” de la
idea de desarrollo en la región, cambiando “muchas veces de identidad y
de apellido, tironeado entre un consistente reduccionismo economicista y
los insistentes reclamos de todas las otras dimensiones de la
existencia social. Es decir, entre muy diferentes intereses de poder”,
al decir de Aníbal Quijano (2000). Inicialmente sus promesas fueron
movilizadoras, agrega Quijano, “pero fueron eclipsándose en un horizonte
cada vez más esquivo y sus abanderados y seguidores fueron enjaulados
por el desencanto”.
A su vez, la región también jugó un papel importante en generar
revisiones críticas sobre el desarrollo convencional, tales como el muy
conocido estructuralismo inicial de Raúl Prebisch, los diferentes
énfasis en la teoría de la dependencia, hasta posiciones más recientes,
como el neo-estructuralismo de CEPAL. Estas posturas heterodoxas y
críticas encierran una importancia considerable, pero también han
adolecido de algunas limitaciones. Por un lado, sus cuestionamientos no
lograron alcanzar los núcleos conceptuales de la idea de desarrollo
convencional entendido como progreso lineal, y en particular expresado
en términos del crecimiento económico. Por otro lado, cada una de ellas
generó una ola de revisiones pero que no lograron sumarse y articularse
entre sí; si bien generaban un pico en los cuestionamientos, poco
después éstos comenzaban a languidecer y las ideas convencionales
volvían a retomar el protagonismo. Este tipo de procesos explica que a
pesar de las diversas posiciones críticas sobre el desarrollo que se
acumularon sobre todo en la década de 1970, desde el dependentismo a los
llamados a un “otro desarrollo”, de todas maneras el núcleo básico
desarrollista persistió, y se acentuó bajo las reformas de mercado de
inspiración neoliberales de las décadas de 1980 y 1990.
Crítica y cansancio
A partir de fines de la década de 1990, los cuestionamientos parecen
potenciarse entre sí, en particular como reacción frente al
reduccionismo de mercado. La confianza en el desarrollo se resquebraja
en las décadas de 1980 y 1990. Por un lado, las posturas neoliberales
consideran que éste no es un proceso a construir o planificar, sino que
resulta de dejar actuar libremente al mercado. La temática del
desarrollo parece reducirse en el ámbito académico y en la gestión
gubernamental.
Por otro lado, las promesas de los planes, programas y proyectos de
desarrollo, no se concretan. Los problemas de pobreza y desigualdad en
el continente persistían, y los beneficios anunciados por el desarrollo
no lograban cambios sustantivos en las economías nacionales o locales.
Es más, en algunos casos, los emprendimientos que se anunciaban como
disparadores del desarrollo, en realidad tenían efectos contrarios,
especialmente diversos impactos sociales y ambientales.
No pretendemos decir que fracasaron todos los emprendimientos que han
invocado metas del desarrollo. Pero sí deseamos puntualizar que ello
sucedió en muchos casos, y que hay actores sociales claves que
reaccionan negativamente o están defraudados por ese tipo de iniciativas
(más allá de la validez o no de esas posiciones). De hecho, se han
montado redes ciudadanas para denunciar y alertar sobre algunos de esos
efectos negativos (y en muchas de ellas, las cuestiones ambientales
tienen un papel central).
En este estado de cosas, apenas resumido en los párrafos precedentes,
se formalizan los cuestionamientos del postdesarrollo, entendiéndolo
como una reconstrucción y crítica de la base conceptual, las prácticas,
las instituciones y los discursos del desarrollo (véase por ejemplo,
Escobar, 2010). Estas críticas calan mucho más profundamente, en tanto
conciben que los problemas no radican en las mediaciones o
instrumentalizaciones de diferentes opciones de desarrollo, sino que es
necesario ir a las bases conceptuales, incluso ideológicas o culturales,
en las que se sustenta el desarrollismo convencional. Es así que muchos
de aportes de las corrientes heterodoxas antes mencionadas, en realidad
enfocan “desarrollos alternativos”, mientras que es necesario generar
“alternativas al desarrollo”.
Las controversias sobre el desarrollo, sus pretendidos éxitos como
sus reconocidos fracasos, por distintos medios, desembocaron en la
retracción a esa temática, tal como se adelantó arriba. Es un escenario
que hemos calificado en otras oportunidades como un “cansancio” con las
ideas convencionales sobre el desarrollo.
El regreso de las alternativas al desarrollo
Apelando una vez más a un apretado resumen, es posible señalar que en
los albores del siglo XXI, el estilo de desarrollo neoliberal comienza a
agotarse, y se suceden recambios políticos en varios países, cuya
expresión más nítida ha sido la llegada al poder de la nueva izquierda o
progresismo sudamericano. Sin duda los procesos en juego son diversos, y
los tonos de cada uno de los nuevos gobiernos también es distinto, pero
en todo ellos se comparte un rechazo al reduccionismo neoliberal,
buscar el rencuentro con los sectores populares, la defensa del
protagonismo del Estado, y acciones más enérgicas en la lucha contra la
pobreza.
Paralelamente, ganaron un nuevo protagonismo los aportes de los
pueblos indígenas. Sus aportes incluyen diversos cuestionamientos al
desarrollo, tanto en los planos prácticos como en los conceptuales. Bajo
algunos saberes indígenas no existe una idea análoga a la de
desarrollo, lo que lleva a que en muchos casos se rechaza esa idea. A su
vez, el desarrollo convencional es visto como una imposición cultural
heredera del saber occidental, por lo tanto las reacciones contra la
colonialidad en los saberes implica un distanciamiento del
desarrollismo. Cuestionamientos de ese tipo están más allá de cualquier
corrección instrumental de una estrategia de desarrollo (con lo cual,
por una vía independiente y distinta, de todos modos se observan
analogías con la crítica post-desarrollista).
Finalmente, a inicios del siglo XXI también se refuerzan otras
vertientes contestatarias del desarrollo. Destacamos entre ellas las
alertas sobre el deterioro ambiental ocasionado por los patrones de
consumo occidentales, y los crecientes signos de agotamiento ecológico
del planeta.La Tierrano tiene la capacidad de absorción y resilencia
para que todos repitan el consumismo propios de los países
industrializados. El concepto de desarrollo convencional no brinda
respuestas adecuadas a estas alertas.
Procesos de este tipo explican el regreso de la problemática del
desarrollo, y en particular aquellas que buscan una alternativa al
desarrollo. Esto es, alternativas en un sentido más profundo, que buscan
romper con bases culturales e ideológicas del desarrollo contemporáneo,
y apelar a otras imágenes, metas y prácticas. En este contexto, ciertas
ideas originadas en los saberes tradicionales andinos, enfocadas en el
bienestar de las personas y defensoras de otro tipo de relacionalidad
con el ambiente, rápidamente lograron incidir en el debate sobre el
desarrollo, y se constituyen en nuevas alternativas a éste. Este es el
espacio ocupado por las ideas englobadas bajo el rótulo de “Buen Vivir”
(un resumen en inglés en Gudynas, 2011b).
El Buen Vivir, tal como se entiende en el presente artículo, es un
concepto en construcción, bajo distintas confluencias que van desde
aquellas promovidas desde la reflexión académica a las prácticas de los
movimientos sociales. Este resulta de una recuperación de saberes y
sensibilidades propias de algunos pueblos indígenas, que eran tanto una
reacción contra el desarrollismo convencional, como una apuesta a una
alternativa sustancial. De esta manera se apartaba de las ideas
occidentales convencionales del progreso, y apuntaba hacia otra
concepción de la vida buena, incluyendo una especial atención ala
Naturaleza. Sibien, el Buen Vivir no puede ser simplistamente asociado
al “bienestar occidental”, tampoco rechaza algunos aportes
contemporáneos que parten del saber occidental, en especial aquellas
corrientes críticas y contestarias como las que ejemplifica el
ambientalismo o feminismo.
Es también un concepto que está dando sus primeros pasos en los
marcos normativos nacionales de algunos países, y en la planificación y
gestión estatal. Seguidamente se analizan algunos de estos componentes.
El Buen Vivir en las nuevas Constituciones andinas
Las ideas del Buen Vivir lograron formalizarse en las nuevas
constituciones de Bolivia (aprobada en 2009) y Ecuador (2008). Como se
adelantó arriba, el concepto está anclado en saberes y sensibilidades de
algunos pueblos indígenas. En el caso ecuatoriano, se expresa bajo la
idea del sumak kawsay en kichwa, que ha sido defendido e invocado a lo
largo de los últimos años, hasta cristalizar políticamente en el proceso
constituyente de 2007 y 2008 (más abajo se citan los números de los
artículos de cada Constitución).
En Bolivia, la idea de la “vida buena” también tiene viejos
antecedentes, aunque su formulación como suma qamaña en aymara, es
posiblemente mucho más reciente (Uzeda, 2009). De la misma manera, la
idea se formalizó en la nueva Constitución de Bolivia, y fue además
asociada a otros conceptos análogos que son defendidos desde otras
nacionalidades indígenas.
En el caso dela Constitución de Ecuador, esta idea es presentada como
un derecho. Integra los “derechos del Buen Vivir”, que también incluyen
un amplia variedad de otros derechos (tales como a la alimentación,
ambiente sano, agua, comunicación, educación, vivienda, salud, energía,
etc.), donde existen correspondencias entre ellos y el sumak kawsay. En
la formulación ecuatoriana estos derechos no están jerarquizados, y por
lo tanto se complementan en un mismo plano. Por lo tanto los derechos
del Buen Vivir ocupan la misma jerarquía que esos otros conjuntos de
derechos, y a su vez, este conjunto tiene un correlato en una sección
dedicada a las responsabilidades.
Seguidamente se indican dos campos principales de acción en un mismo
nivel de jerarquía: por un lado el “régimen del Buen Vivir”, y por el
otro, el “régimen de desarrollo”. Este último es definido como “el
conjunto organizado, sostenible y dinámico de los sistemas económicos,
políticos, socio-culturales y ambientales, que garantizan la realización
del Buen Vivir, del sumak kawsay” (artículo 275). Se postula una
directa vinculación entre las estrategias de desarrollo y los derechos;
el “Buen Vivir requerirá que las personas, comunidades, pueblos y
nacionalidades gocen efectivamente de sus derechos, y ejerzan
responsabilidades en el marco de la interculturalidad, del respeto a sus
diversidades, y de la convivencia armónica con la naturaleza” (art.
275). Este régimen de desarrollo debe atender una planificación
participativa, y se expresa en las áreas del trabajo, y de las
soberanías alimentaria, económica y energética. En paralelo, el régimen
del Buen Vivir incluye las cuestiones de inclusión y equidad (por
ejemplo, educación, salud, vivienda, cultura, etc.) y biodiversidad y
recursos naturales.
Como la formalización ecuatoriana coloca al Buen Vivir en el plano de
los derechos, su satisfacción requiere de cambios sustanciales en las
estrategias de desarrollo. De esta manera, las estrategias de
“desarrollo” en el uso clásico de la palabra, deben ser rediseñadas de
nueva manera para asegurar el Buen Vivir.
En el caso de la nueva Constitución de Bolivia (2009), las
referencias al Buen Vivir aparecen en la sección sobre las bases
fundamentales del Estado. Allí, al abordarse los principios, valores y
fines del Estado (art. 8), se “asume y promueve como principios
ético-morales de la sociedad plural: ama qhilla, ama llulla, ama suwa
(no seas flojo, no seas mentiroso ni seas ladrón), suma qamaña (vivir
bien), ñandereko (vida armoniosa), teko kavi (vida buena), ivi maraei
(tierra sin mal) y qhapaj ñan (camino o vida noble).” En este caso se
observa una mayor amplitud cultural, en tanto se postulan concepciones
del Buen Vivir de varias tradiciones indígenas además de la aymara,
tales como quechua y guaraní.
Estos principios del Buen Vivir se presentan en paralelo, y con la
misma jerarquía, que otros principios clásicos, tales como unidad,
igualdad, inclusión, dignidad, libertad, solidaridad, reciprocidad,
respeto, equidad social y de género en la participación, bienestar
común, responsabilidad, justicia social, etc. (también incluidos en el
artículo 8).
A su vez, estos principios son vinculados directamente con la forma
de organización económica del Estado, donde también se apuntan algunos
cambios en el camino del desarrollo. En efecto, se sostiene que el
“modelo económico boliviano es plural y está orientado a mejorar la
calidad de vida y el Vivir Bien” (art. 306). Por ejemplo, se postula un
ordenamiento económico plural, vinculado a principios como la
solidaridad y reciprocidad. Aquí también, el lograr “Vivir Bien en sus
múltiples dimensiones”, requiere cambios económicos sustantivos, como
atender a la generación de producto social, redistribución justa de la
riqueza, industrializar los recursos naturales, etc. (art. 313).
De este breve repaso surgen varias similitudes en la presentación del
Buen Vivir en estas constituciones. En los dos casos, la idea del Buen
Vivir está directamente vinculada con saberes y tradiciones indígenas.
Por lo tanto, hay un esfuerzo deliberado de volver a hacer visibles
saberes y concepciones que han estado ocultadas y sojuzgadas por largo
tiempo. También se busca otro desarrollo, apuntando a un cambio profundo
en las economías y en otra postura frente al mercado. El mercado por sí
solo no es la solución, tampoco lo es el Estado, de donde el Buen Vivir
apunta a relaciones dinámicas y constructivas entre el mercado, la
sociedad y el Estado. Se busca construir una sociedad con diversidad de
distintos tipos de mercados, para no tener una sociedad mercantilizada.
No se quiere una economía controlada por monopolistas y especuladores,
pero tampoco se promueve una visión estatista a ultranza de la economía.
Pero también hay diferencias importantes entre las propuestas
boliviana y ecuatoriana. En el caso de Bolivia, el suma qamaña y los
demás conceptos asociados, son principios ético-morales y no aparecen
como derechos, tal como sucede en la Constituciónecuatoriana. Están
enfocados en delimitar los marcos para una sociedad que se define como
plurinacional. Incluso se puede argumentar que estos principios
ético-morales serían una de las fundamentaciones de esa
plurinacionalidad, y el Buen Vivir es entonces una condición que puede
expresarse de diferente manera en cada una de ellas.
La Constitución de Ecuador, en cambio, el sumak kawsay es presentado a
dos niveles: como el marco para un conjunto sustantivo de derechos, y
como expresión de buena parte de la organización y ejecución de esos
derechos, no sólo en el Estado, sino en toda la sociedad. Es una
formalización de mayor amplitud y más precisa, ya que el sumak kawsay
aparece dentro del conjunto de derechos y a la vez como contrapeso a un
nuevo régimen de desarrollo. En cambio, en el texto constitucional
boliviano ese vínculo entre suma qamaña y los derechos no es explícito;
por ejemplo, no hay una referencia a este concepto en la sección de los
derechos fundamentales. A su vez, en el texto boliviano, el suma qamaña
es claramente presentado como una de las finalidades del Estado. En
cambio, enla Constituciónecuatoriana el Buen Vivir aparece en un alto
nivel de la jerarquía, y desde éste se derivan muchos derechos.
La dimensión plurinacional es más fuerte en el caso boliviano que en
el ecuatoriano. A la inversa, los aspectos ambientales son mas
sustantivos en la formulación ecuatoriana, donde se reconocen los
Derechos de la Naturaleza (arts.71 a74), mientras que el texto boliviano
es más ambiguo, ya que algunos artículos defienden el mandato del Estado
de industrializar los recursos naturales (por ejemplo en el art. 9).
La relación con la Naturaleza es un aspecto clave en la construcción
del Buen Vivir. Por esa razón, la propuesta ecuatoriana ofrece muchas
más posibilidades al reconocerse quela Naturaleza es sujeto de derechos.
Esta es una postura biocéntrica que se basa en una perspectiva ética
alternativa, al aceptar valores intrínsecos en el entorno.La
Constitución boliviana no ofrece una postura biocéntrica, y sus mandatos
de industrialización de los recursos naturales queda atrapado en las
ideas clásicas del progreso basadas en la apropiación dela Naturaleza.
Expresiones y facetas del Buen Vivir
El examen de los textos constitucionales de Bolivia y Ecuador sirve
para ilustrar varios de los aspectos actualmente en consideración en la
construcción del Buen Vivir. Un punto clave que resulta de esa
experiencia es que el Buen Vivir representa una alternativa al
desarrollo, y por lo tanto expresa una de las respuestas posibles a las
críticas sustanciales del postdesarrollo. Eso se refleja en aportes
diversos, que van desde el cuestionamiento a las visiones cartesianas
sobre el mundo por Dávalos (2008), o al rechazo al desarrollo
convencional desde la mirada indígena por Huanacuni Mamani (2010). De
esta manera, el Buen Vivir no sería un conjunto de “desarrollo
alternativos”, sino que una exploración de alternativas a la idea misma
del desarrollo, sus expresiones en la gestión y política, su
institucionalidad y sus discursos de legitimación.
El Buen Vivir recupera la idea de una buena vida, del bienestar en un
sentido más amplio, trascendiendo las limitaciones del consumo
material, y recuperando los aspectos afectivos y espirituales. Esta
dimensión se expresa en subrayar la “plenitud de la vida” (según la
analista aymara Choque, 2006), y en la austeridad y el rechazo de vivir
“mejor” a costa de otros (a juicio de Albó, 2009). También se incorporan
algunas ideas clásicas, tales como asegurar que las “libertades,
oportunidades, capacidades y potencialidades reales de los individuos se
amplíen y florezcan” (Ramírez, 2010).
Además de estos y otros aspectos comunes, el Buen Vivir tiene
especificidades culturales propias. Es así que encontramos el sumak
kawsay que es propio de la cultura kichwa, de su historia y de su
contexto ecológico; lo mismo sucede con el suma qamaña, que es una
elaboración ajustada a la circunstancia de los aymara de Bolivia. Estas y
otras formulaciones poseen sus particularidades propias, y si bien se
comparten elementos comunes entre todas ellas, cada una de ellas refleja
sus propias circunstancias históricas, sociales y ambientales.
Para ilustrar este punto es apropiado repasar algunos aspectos, en el
sentido de Buen Vivir como una “plataforma” de encuentro de diferentes
posturas (Gudynas, 2011a). En el caso del suma qamaña, uno de sus
proponentes más visibles es el intelectual aymara Simón Yampara (por
ejemplo, Yamapra, 2001). Sus aportes, entre otros puntos, concibe el
suma qamaña como un amplio bienestar basado en una armonía entre las
dimensiones material y espiritual, y que en buena medida depende de un
contexto comunitario y ambiental, representado en el ayllu andino.
A su vez, el sumak kawsay ecuatoriano, según uno de los líderes
históricos del movimiento indígena ecuatoriano, Luis Macas (2011), se
corresponde entre varios aspectos, con el espacio comunitario, en donde
existe reciprocidad, convivencia conla Naturaleza, responsabilidad
social y consenso.
También se invoca el ñande reko de los guaraníes, cuya acepción más
rigurosa invoca a un modo de ser. Bajo ese concepto se incluyen diversas
virtudes de la buena vida, tales como la libertad y la felicidad, y que
están orientadas a la búsqueda de la “tierra sin mal”. Se pueden seguir
sumando otros conceptos similares desde otros saberes indígenas a los
que se comentaron arriba, como puede ser el küme morgen de los mapuches
de Chile, las ideas de la buena vida de los achuar (Amazonía
ecuatoriana), los kunas (Panamá), y así sucesivamente se pueden sumar
otras concepciones.
Queda en claro, por lo tanto, que el Buen Vivir es un concepto plural
(podría hablarse de “buenos vivires” o mejor sería decir “buenos
convivires”), donde por ejemplo el sumak kawsay no es idéntico al ñande
reko, ya que éstos y los demás, tienen especificidades propias de cada
cultura. El Buen Vivir no puede ser reducido al sumak kawsay o al suma
qamaña de los Andes, sino que ideas similares se encuentran en distintas
culturas indígenas, y también en algunas criollas, o como resultado de
hibridizaciones contemporáneas recientes (Gudynas, 2011a, b). Es más,
como se mencionó antes, el suma qamaña de Bolivia parece ser una
formulación reciente de un grupo de intelectuales aymara. Esto no
implica un aspecto negativo para el Buen Vivir desde nuestra
perspectiva, y por el contrario es una de sus facetas positivas, ya que
expresa el dinamismo propio de un concepto en construcción, donde
interactúan saberes tradicionales con nuevas miradas, las cuales
permiten redefinir identidades hacia el futuro.
Esto permite despejar otro malentendido usual con el Buen Vivir, al
despreciarlo como una mera aspiración de regreso al pasado o de
misticismo indigenista. Al contrario, el Buen Vivir expresa
construcciones que están en marcha en este mismo momento, donde
interactúan, se mezclan y se hibridizan saberes y sensibilidades, todas
compartiendo marcos similares tales como la crítica al desarrollo o la
búsqueda de otra relacionalidad conla Naturaleza.
El Buen Vivir también recibe aportes de algunas tradiciones
occidentales que han cuestionado distintos presupuestos de la modernidad
dominante. Entre ellas se encuentran posturas éticas alternativas,
donde se reconocen los Derechos dela Naturaleza, los aportes del
feminismo como reacción a la dominación de base patriarcal, las nuevas
conceptualizaciones en áreas como la justicia y el bienestar humano y
muchas de las críticas al desarrollo.
En efecto, el desarrollismo convencional también recibió una crítica
sustantiva desde “dentro” del saber occidental. Muchas de esas
corrientes heterodoxas fueron marginalizadas, y en algunos casos
combatidas desde los saberes convencionales. Aquí aparecen posturas
ambientalistas muy conocidas, destacándose la defensa del biocentrismo
desde la “ecología profunda” (Arne Naess, 1989). Es evidente que la
sensibilidad ambiental en el suma qamaña o el sumak kawsay tiene
semejanzas claves con críticas ambientalistas que han existido al
interior de la tradición cultural. Una situación similar se puede
describir para algunas críticas feministas, y en especial ecofeministas.
De esta manera, el Buen Vivir posee muchas afinidades con las
corrientes “super-fuertes” del desarrollo sostenible, donde se reconocen
los valores intrínsecos dela Naturaleza.
Otros análisis sobre el Buen Vivir incluso lo presentan como una
re-elaboración del socialismo clásico, con un toque de republicanismo
(es el caso de Ramírez, 2010).
Se puede retrucar que esta diversidad hace que el concepto de Buen
Vivir se vuelva demasiado difuso, y que la solución radicar en encontrar
una versión “verdadera” u “objetiva”. Unos podrían considerar que ese
“verdadero” Buen Vivir es el suma qamaña, mientras que otros lo ven como
una reforma sustantiva de la izquierda socialista. Pero este intento
deja en evidencia las dificultades en pretender que existe una sola
definición, o que sea posible acordar una versión esencialita, una
“receta”, del Buen Vivir. Sea por sus ventajas como desventajas, el Buen
Vivir es un concepto plural, tanto por su matriz cultural, como por la
necesidad de ajustarse a diferentes marcos ambientales.
De esta manera se arriba a otra particularidad del Buen Vivir: es un
espacio de encuentro de diferentes culturas, tanto aquella del sumak
kawsay como las de feministas o biocéntricos. No es un mero ejercicio
multicultural o de yuxtaposición de culturas, sino que es un encuentro
intercultural, entendiendo que existe un plano de igualdad entre
distintas culturas, pero que a la vez opera un decolonialidad en admitir
la superioridad de los saberes europeos.
Siguiendo este razonamiento, el Buen Vivir puede ser entendido como
una plataforma de encuentro de diferentes maneras de entender el mundo, y
nuestro papel en éste. En otras palabras, es una plataforma para el
debate político sobre las alternativas al desarrollo, donde si bien
existe una diversidad y superposición de distintas posturas, de todos
modos hay elementos críticos en común. Entre ellos destacamos otra
relación conla Naturaleza, la descolonización de los saberes, otra ética
para reconocer y asignar valores, el abandono de las pretensiones de
instrumentalización y manipulación del entorno. Este espacio político
discurre con un talante de encuentro, diálogo e interacciones entre
diferentes saberes y afectos, y que de esa manera configuran comunidades
ampliadas. Entendemos que es una plataforma política, entendiendo la
“política” en su sentido más amplio, como el debate público que realizan
sujetos sobre el bien común, buscando trascender lo que venía siendo
descrito como desarrollo.
El cuestionamiento a la Modernidad
Es importante advertir que este amplio conjunto de alternativas, sea
aquellas originadas en saberes indígenas, como el sumak kawsay, o las
que cuestionaban desde dentro al saber occidental, como la ecología
profunda, de una manera u otra están poniendo en discusión varios de los
cimientos de la Modernidad de origen europeo. En efecto, la crítica al
desarrollo convencional y la búsqueda de alternativas pone en entredicho
posturas tradicionales, tales como las que conciben ala Naturalezaa ser
dominada y manipulada por el ser humano, o la fe en el progreso
material. Estas y otras ideas, en sus formulaciones actuales tienen un
origen en el renacimiento, en posiciones como las de Francis Bacon o
René Descartes. El mandato baconiano de una ciencia que “torture a la
Naturaleza, como lo hacía el Santo Oficio dela Inquisicióncon sus reos,
para conseguir develar el último de sus secretos…” (citado en Arrojo,
2010), se ha convertido en uno de los cimientos ideológicos del
desarrollismo contemporáneo.
Por lo tanto, cuando el Buen Vivir cuestiona radicalmente las bases
conceptuales del desarrollismo actual, simultáneamente pone en
entredicho la Modernidadde origen europeo. No son suficientes las
reformas o ajustes al programa baconiano – cartesiano. Los “desarrollos
alternativos” enfrentan limitaciones concretas en sus capacidades para
resolver las problemáticas contemporáneas. Estas críticas determinan que
el Buen Vivir, desde su pluralidad, represente exploraciones para ir
más allá de las ideas de desarrollo propias dela Modernidad. Esto refuerza
aquí la importancia de los saberes y sensibilidades indígenas, ya que
esa pluriculturidad ofrece mejores posibilidades en poder salir del
espacio de lo moderno.
Uno de los terrenos concretos de estas tensiones tiene lugar
alrededor del extractivismo, la apropiación intensa y masiva de recursos
naturales, con altos impactos sociales y ambientales. Ese estilo de
desarrollo (que incluye la minería, petróleo y monocultivos), se está
expandiendo en casi toda América del Sur, y en muchos casos bajo el
empuje de los gobiernos progresistas. Las reacciones ciudadanas y el
debate alrededor de esos emprendimientos con frecuencia expresan el
reclamo por adentrarse en un sendero del Buen Vivir, frente a los
efectos negativos que ocasionan esas actividades.
En este campo, las tensiones no son sólo instrumentales, tales como
el manejo de la contaminación petrolera o minera, sino que es una
disputa en las formas de entender el desarrollo y de buscar
alternativas. Un buen ejemplo lo constituye el “Plan Nacional para el
Buen Vivir, 2009-2013” del Ecuador. Debe ser bienvenida la presentación
de un plan, y que éste no se organice bajo la idea convencional del
desarrollo, sino que apunte al Buen Vivir como meta, incluyendo
propósitos como poder remontar la dependencia del extractivismo actual.
Pero el problema es que al elaborar las mediaciones concretas, el plan
vuelve a caer en instrumentos y procesos similares al desarrollo
convencional, incluyendo mantener el extractivismo tanto minero como
petrolero, y todos sus impactos sociales y ambientales. Se genera así
una contradicción inevitable, en tanto se busca una alternativa al
extractivismo pero se acepta más extractivismo como intento para
alcanzarla.
Una plataforma compartida para un concepto en construcción
Finalicemos reconociendo que en el mundo actual se comprende,
paulatinamente, la inviabilidad global del estilo de vida dominante. Sus
límites políticos, económicos, sociales y ambientales, se vuelven
evidentes. La discusión debería dejar de centrarse en la validez de esas
advertencias, para pasar a abordar la ponderación de las alternativas
de salida.
Bajo ese grave contexto, el Buen Vivir, emerge desde sociedades
marginadas históricamente, y se proyecta como una plataforma para
discutir alternativas conceptuales, pero también respuestas concretas
urgentes, a los problemas que el desarrollismo actual no resuelve. Es
tanto una crítica al desarrollismo como un ensayo de alternativas. Es un
cuestionamiento que abandona la idea convencional de desarrollo, y no
intenta reformarlo. En cambio se lo quiere trascender.
El crecimiento material no es la única vía a la que debería darse
necesariamente prioridad. A escala global, la concepción del crecimiento
basado en inagotables recursos naturales y en un mercado capaz de
absorber todo lo producido, no ha conducido ni va a conducir a las metas
que promete del desarrollismo. Entretanto, ese recorrido está generando
serios problemas sociales, como comunidades desplazadas o pobreza
persistente, y un creciente deterioro ambiental, tanto a escalas locales
(como sucede con la deforestación o erosión de suelos), como a escala
planetaria (expresada en el cambio climático). El Buen Vivir se ha
convertido en un fértil campo de construcción y análisis que permite
abordar esta complejidad.
Con el Buen Vivir se ha renovado la crítica al desarrollo, pero se ha
ido mucho más allá, ya que se quiere superar la idea convencional del
progreso (en su deriva productivista) y del desarrollo (en tanto
dirección única y lineal). Esto lo coloca más allá del “desarrollo
sostenible”, en tanto se pone en cuestionamiento la idea de un
“desarrollo” posible. Es por esto que este proceso de elaboración de
propuestas, siempre que sean asumidas activamente por la sociedad y no
se circunscriban a unos cuantos textos académicos, permiten proyectarse
con fuerza en los debates que se desarrollan en el mundo.
Este concepto plural, en construcción, que cierra la puerta a las
recetas y manuales, así como a los dogmatismos y a los comisarios
políticos, es una plataforma de debate político en el camino de crear
una libertad sustantiva y efectiva para todos y todas.
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