Luciano Andrés Valencia, autor de La transformación interrumpida (2009) y Páginas socialistas (2013) y de numerosos artículos en prensa y libros colectivos. Publicado en ARGENPRESS y Rebelión
Por ello no es de extrañar que el primer debate en torno al tema se diera tempranamente a fines del siglo XVIII. Thomas Jefferson, que participó como representante del Estado de Virginia en la Declaración de la Independencia de los Estados Unidos (1776) y mas tarde fue el 3º presidente del país entre 1801 y 1809, editó en 1799, mientras se desempeñaba como vicepresidente, un libro titulado Notes on the State of Virginia. Allí publicó los resultados de las mediciones climáticas que venía realizando desde el año de la Declaración de la Independencia, consignando todo tipo de fenómenos y anomalías climatológicas. Así llegó a la conclusión que “se está produciendo un cambio en el clima de manera notoria. Los inviernos son mucho mas moderados. Las nieves son menos frecuentes y menos copiosas. A menudo no se encuentran por debajo de las montañas mas de uno o dos días, y muy rara vez una semana. Los ancianos me cuentan que la tierra solía estar cubierta de nieve unos tres meses al año y los ríos que rara vez no se congelan en invierno, ahora casi nunca lo hacen. Este cambio ha producido fluctuación entre el calor y el frío, en la primavera de este año, lo cual es fatal para las frutas” (1).