Angela Davis *, en The Guardian. Traducido por Progreso Semanal. Tomado de KaosenlaRed
La pura persistencia de la muerte de jóvenes negros a manos de la policía contradice la suposición de que estas son aberraciones aisladas. Trayvon Martin en la Florida y Michael Brown en Ferguson, Missouri, son solo los más conocidos de incontables personas negras muertas por la policía o por parapoliciales durante la administración Obama. Y ellos, a su vez, representan un flujo constante de violencia racial, tanto oficial como extralegal, desde las patrullas de esclavos y el Ku Klux Klan, hasta la práctica contemporánea de perfiles raciales y los actuales “vigilantes”.
Hace más de tres décadas, Assata Shakur obtuvo asilo político en Cuba, donde desde entonces ha vivido, estudiado y trabajado como miembro productivo de la sociedad. A principios de la década de 1970, Assata fue acusada falsamente en numerosas ocasiones en Estados Unidos y vilipendiada por los medios. La presentaban en términos sexistas como la “madre gallina” del Ejército Negro de Liberación, el cual a su vez era retratado como un grupo con insaciables tendencias violentas. Colocada en la lista de Los Más Buscados del FBI, fue acusada de robo a mano armada, robo de banco, secuestro, asesinato e intento de asesinato de un policía. Aunque se enfrentaba a 10 procesos judiciales diferentes, y ya había sido declarada culpable por los medios, todos los juicios, excepto uno –el caso como resultado de su captura– terminó con un veredicto de absolución, jurado disuelto por desacuerdo o desestimación por el tribunal. Bajo circunstancias muy cuestionables, finalmente fue condenada como cómplice en el asesinato de un policía estatal de Nueva Jersey.