Orsola Casagrande, en Gara
Treinta y cinco cadáveres envueltos en mantas, colocados lado a lado
en un sendero de montaña cubierto de nieve. Son las últimas víctimas de
la guerra de Turquía contra los kurdos. Una guerra olvidada por
Occidente, interesado en presentar a Turquía como un modelo.
Miércoles por la noche, F-16 de la Aviación turca y aviones no tripulados (la última compra de las Fuerzas Armadas de Ankara) bombardearon objetivos cerca de una aldea llamada Roboski (Ortasu en turco) en la frontera con Irak. Los testigos afirman haber sentido olor a quemado, carne quemada. Los habitantes de Roboski descubrieron enseguida el lugar, a pesar de la nieve. Seguros de lo que iban a encontrar.
Miércoles por la noche, F-16 de la Aviación turca y aviones no tripulados (la última compra de las Fuerzas Armadas de Ankara) bombardearon objetivos cerca de una aldea llamada Roboski (Ortasu en turco) en la frontera con Irak. Los testigos afirman haber sentido olor a quemado, carne quemada. Los habitantes de Roboski descubrieron enseguida el lugar, a pesar de la nieve. Seguros de lo que iban a encontrar.