Tino Brugos, en Viento Sur
En una conferencia de su propio
partido, el AKP, Tayip Erdogan señaló: “Si es necesario pedir disculpas en nombre del estado, pediré disculpas … pido disculpas”.
Se trata de un asunto polémico y novedoso porque toca un tema tabú en
la política e historiografía de Turquía: las diversas masacres que
ocurrieron en los inicios del siglo XX coincidiendo con el final del
Imperio Otomano. La consolidación de la nueva Turquía se hizo en torno a
un nacionalismo agresivo y excluyente que llevó al exterminio de las
diferentes minorías existentes hasta entonces en la región: armenios,
asirios, griegos de la región del Ponto –todos ellos cristianos- y
también kurdos y alevís, de confesión islámica, pero no asimilables por
el turquismo.
Hasta hoy este asunto constituye el pecado original de Turquía, que
rechaza afrontar con sinceridad histórica su propio pasado y orígenes.
La historiografía turca presenta los hechos como acontecimientos
trágicos ocurridos en el contexto de la I Guerra Mundial y años
posteriores así como en la necesidad de luchar contra el atraso de unos
sectores dominados por el feudalismo y la intransigencia religiosa. En
definitiva, como un mal necesario para impulsar la entrada en la época
moderna. Lo chocante del asunto es que estamos hablando de unos hechos
que se cobraron cerca de dos millones de víctimas y que la mayoría de
historiadores califican de genocidio.
De todas las matanzas de esa época llama la atención de forma
especial la sufrida por el pueblo armenio que causó un número de
víctimas que diferentes fuentes sitúan entre un millón y millón y medio,
cifras que Turquía niega de forma sistemática. Algunos parlamentos han
reconocido oficialmente este asunto como un genocidio pero Turquía se
niega a calificarlo como tal alimentando una polémica que se acerca al
centenario y que ha dado como resultado un número ingente de trabajos
políticos y académicos solo superado por los estudios referidos al
Holocausto del pueblo judío durante la II Guerra Mundial.
En todo caso el tema tiene una trascendencia que traspasa los límites
académicos ya que la presión de la diáspora armenia ha logrado mantener
vivo el debate durante este largo período de tiempo con éxitos
significativos y porque la Unión Europea ha impuesto este reconocimiento
como una condición para avanzar en el proceso de integración de Turquía
en las instituciones europeas. De ahí que las declaraciones de Erdogan a
propósito de lo ocurrido en Dersim (rebautizado como Tunceli en lengua
turca) tengan una importancia significativa. Se trataría de un paso
adelante aunque claramente insuficiente a la vista de las limitaciones
con las que se ha pronunciado la palabra perdón.
Falsas disculpas
Sin embargo las palabras de Erdogan pueden inducir a error si no se
tiene en cuenta el conjunto de las mismas y el contexto del país puesto
que ha matizado que “si alguien tiene que pedir disculpas y
enfrentarse a esta tragedia no es el AKP ni el Gobierno del AKP, sino el
CHP, responsable de este episodio sangriento, así como los diputados
actuales del CHP y el presidente del CHP (Kemal Kiliçdaroglu), que
proviene de Tunceli”. De este modo ha dejado claro que el debate en
torno a las masacres sólo es un elemento más a utilizar tácticamente
para desgastar a su principal rival parlamentario, el CHP, partido
heredero de Mustafá Kemal, protagonista de las matanzas.
El Partido Republicano (CHP) sostiene la vigencia de los principios
fundamentales del kemalismo: independencia, neutralismo, unidad y
centralización. Es profundamente laico lo que le convierte en el rival
más importante del islamismo moderado y occidentalizador que encarna
Erdogan. Si a esto se añade que el Ejército turco se identifica
plenamente con estos postulados y que viene mostrando una desconfianza
clara con respecto a las aspiraciones finales del AKP se entiende
enseguida que la jugada está en otro sitio. Erdogan intenta trasladar el
acontecimiento a la historia para restar legitimidad tanto al CHP como
al Ejército. Las victimas y los hechos son el telón de fondo de esta
representación. De este modo abre una nueva línea de enfrentamiento con
el kemalismo, responsable del proceso de modernización de Turquía a lo
largo del siglo XX a costa de eliminar la presencia del Islam en la vida
política del país.
La reacción del CHP no se ha hecho esperar. Su diputada Sabahat
Akkiraz ha puesto en duda la sinceridad de la disculpa de Erdogan y ha
citado múltiples atrocidades contra kurdos alevíes en otros momentos de
la historia turca. Así, ha recordado el asesinato de 111 personas, en su
mayoría alevíes, por militantes ultraderechistas respaldados por el
Estado en la provincia de Kahranmaras en 1978 y la muerte de 35
intelectuales en 1993 en la masacre de Sivas a manos de un grupo
islamista durante un festival cultural aleví. “Los alevíes siguen
siendo objeto de discriminación a nivel estatal”, ha dicho Akkiraz, que
ha agregado que sus festividades religiosas son ignoradas de manera
rutinaria “¿Cuántos alevíes han sido ascendidos a subsecretarios,
gobernadores o directores? Has expulsado a esta gente del Gobierno”, ha espetado Akkiraz a Erdogan.
Otro factor a tener en cuenta es el hecho de que el actual presidente
del CHP, Kemal Kiliçdiroglu, es originario de Tunceli, una de las pocas
zonas donde el AKP no ha logrado ganar las elecciones. En la última
convocatoria electoral el CHP obtuvo el 56% de los votos frente al 16%
del AKP, un resultado totalmente atípico en comparación con los
obtenidos en el resto del país exceptuando las provincias kurdas.
Tunceli (Dersim) sigue siendo un territorio singular en el que la
población aleví (de origen chiita) muestra un comportamiento diferente.
En efecto, los alevís se han sentido presionados siempre para que se
encaminen hacia la ortodoxia sunnita, algo que han rechazado de diversos
modos a lo largo de la historia. El laicismo republicano se convirtió
para ellos en un baluarte que les permitía practicar sus ritos en
privado sin tener que soportar la ortodoxia sunnita partidaria de una
única versión islámica. Esto ha permitido que los discursos
izquierdistas laicos tengan una acogida favorable, lo cual facilitó la
implantación en la zona de las opciones políticas revolucionarias en las
décadas finales del pasado siglo.
Por lo demás, el CHP no mantiene ninguna posición de revisión de su
propio pasado. En un debate parlamentario del año 2009, el diputado del
CHP manifestó que los sucesos de Dersim fueron la respuesta a una
amenaza terrorista. No es de la misma opinión el presidente del CHP en
Diyarbakir (capital de la zona kurda de Turquía), Muzaffer Deger, quien
al hilo de la actual polémica, salió en defensa del perdón por lo
ocurrido en Dersim en 1938. La respuesta contundente vino de su propio
partido al ser cesado de sus funciones de forma fulminante. El CHP se
mantiene fiel a la ortodoxia y está dispuesto a polemizar con Erdogan
desde el presente pero no a cuestionar los hechos ocurridos en el
pasado.
Para probar los límites del discurso de Erdogan con referencia a
Dersim, el CHP contraatacó señalando que este reconocimiento es el
anticipo de un cambio de postura oficial con respecto al genocidio
armenio. El vicepresidente del CHP, Gürsel Tekin, acusó a Erdogan de “poner dinamita en los pilares de la unidad de la nación con esta declaraciones, retórica y lenguaje”. Pero Erdogan no cayó en la trampa y manifestó su indignación por esta calumnia anunciando que está dispuesto “a poner en su sitio”
a quien intente relacionar sus declaraciones sobre Dersim con un cambio
en la postura oficial con respecto a la cuestión de los armenios. Así
pues, parece claro que no existe voluntad de proceder a una reevaluación
del pasado republicano por parte de los dos partidos turcos
mayoritarios más allá de polémicas puntuales que tienen como objetivo el
desgaste mutuo.
El origen de la polémica
Los debates historiográficos y la lucha por la memoria histórica son
un elemento importante en Turquía y entre las víctimas de las minorías
afectadas. Esta lucha por la verdad histórica pasa por la recuperación
del pasado a través del testimonio de las víctimas para desmentir una
versión oficial que distorsiona lo ocurrido y, al mismo tiempo, abrir un
debate sobre los valores en los que se asentaron los pilares de la
actual República Turca surgida tras la derrota de la I Guerra Mundial y
la crisis final del Imperio Otomano.
Sin embargo no es una tarea sencilla ya que durante decenios la
estabilidad política turca se ha cimentado en un discurso nacionalista
homogeneizador basado en el turquismo, de tal modo que todos aquellos
sectores que no se han dejado asimilar han sido excluidos cuando no
exterminados físicamente. La nueva Turquía se construyó en medio de un
complicado proceso histórico que abarca desde la firma del tratado de
Sevres hasta el definitivo de Lausana que puso punto final a los
enfrentamientos en 1923. Para entonces las diversas comunidades de
confesión cristiana ya habían sido prácticamente destruidas (armenios,
asirios y griegos). A partir de entonces el proceso de asimilación
afectó a las diversas comunidades islámicas con diferentes identidades
étnicas o religiosas. De este modo, casi sin percepción, la cuestión
armenia que se debatía en Anatolia oriental se deslizó hacia una
cuestión kurda y aleví que llega hasta nuestros días.
Entre 1921 y 1938 se produjeron múltiples rebeliones contra la nueva
República laica. En las mismas se encuentran diferentes motivaciones:
resistencia de base religiosa al nuevo modelo laico, incipiente
nacionalismo kurdo, resistencia aleví a renunciar a su tradicional
autogobierno, colaboración entre nacionalistas kurdos y armenios frente
al poder turco. Lo cierto es que esas revueltas se produjeron de forma
aislada sin conectar unos sectores con otros lo que facilitó la derrota y
masacre de sus protagonistas Koçgiri 1921, revuelta del Sheik Said en
1925, rebelión de Ararat en 1930 y Dersim en 1937-38 son los jalones que
permiten la definitiva consolidación de un nuevo modelo de nación,
basada en los valores turcos, laicos y occidentalizadores impuestos
siempre por la fuerza. Diversos informes hablan de decenas de miles
víctimas a lo largo de este sangriento proceso que los historiadores
kurdos y armenios no dudan en calificar de genocida.
Pese a que han pasado ya más de 80 años, el tema sigue siendo un
verdadero tabú en Turquía. Aún así, con los cambios producidos en los
últimos decenios se han podido abrir algunas grietas por las que han
entrado debates intelectuales y políticos que han alimentado la
necesidad de estudiar y reevaluar esos acontecimientos. Este es el
contexto en el que aparece la actual polémica sobre los hechos ocurridos
en Dersim en 1938.
Dersim 38 Hatirlamak (Recordando Dersim 1938)
En los últimos años se han publicado algunos trabajos sobre los
acontecimientos ocurridos en Dersim en 1937 y 1938. Sin embargo ha sido
la iniciativa dirigida por Çayan Demirel, natural de Dersim que además
perdió a 54 familiares en la masacre, titulada Dersim 38 Hatirlamak
(Recordando Dersim 1938) la que inició toda la polémica. Se trata de un
documental basado en el testimonio de 146 entrevistas, efectuadas en 20
provincias como símbolo de la dispersión impuesta por el estado a los
supervivientes. En el mismo se reproducen los testimonios de
supervivientes, se plantea el tema de las matanzas y las deportaciones
posteriores, así como reflexiones sobre si el estado debe restituir las
propiedades confiscadas a los descendientes y una valoración acerca de
si se trató de una operación planificada con antelación o si fue el
resultado de una operación militar que intentaba atajar una rebelión
anterior. Todos estos asuntos son importantes porque las conclusiones
definitivas pueden abrir paso a reflexiones que cuestionan aspectos
esenciales de la estabilidad del país.
El documental se terminó en 2006 después de tres años de rodaje.
Desde entonces el Ministerio de Cultura y Turismo ha boicoteado el
trabajo haciendo imposible su proyección (incluso en festivales
cinematográficos en Turquía) y su distribución en DVD. Las razones
esgrimidas por el ministerio para su censura son las siguientes: “proteger
el orden público, la moral pública, proteger la salud espiritual y
física de los menores y jóvenes, su no-uniformidad con el honor humano.”
Tras un periplo por diferentes instancias judiciales, el caso de Dersim
38 se encuentra actualmente en el Tribunal Supremo de Apelaciones, por
lo que el documental, que ha sido premiado en diferentes festivales
internacionales, todavía no puede verse en Turquía. Un claro ejemplo de
cómo funcionan todavía las cosas en Turquía.
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