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La resultante es que asistimos no a una guerra sino a un entrecruzamiento de conflictos: la revolución siria frente a la barbarie del régimen de Assad, apoyado por Irán y Rusia; la revuelta sunita contra el régimen confesional y revanchista instalado por los Estados Unidos en Irak; el combate de los kurdos por su autodeterminación nacional, haciendo frente (pero no solo) al Estado turco; la guerra que Daesh lleva ya contra todos, pero que apunta principalmente a las dos fuerzas progresistas organizadas como son los revolucionarios sirios laicos y los resistentes kurdos; y, desde el mes de agosto en Irak y septiembre en siria, la intervención armada de Estados Unidos y de su coalición que intentan, con grandes dificultades estabilizar la situación, en aras a restaurar a más largo plazo un orden que preserve sus intereses.
Jean-Philippe Divès, en L´Anticapitaliste, nº 59, noviembre 2014.
Sin embargo, los enfrentamientos que sacuden esta región implican a muchos más actores que a esos tres, por muy importantes que sean. La revolución que permanece viva y tiene muchos rostros -social, democrática y nacional-, hace frente a una contrarrevolución también multiforme, que engloba tanto a los regímenes de la zona como a las grandes potencias imperialistas, al laico Al-Sissi como a los reaccionarios fanáticos religiosos de Daesh... o de Israel. A lo que se añaden los conflictos de interés que oponen entre si a Estados y camarillas burguesas, sin olvidar la intervención de otro imperialismo, Rusia, sin la que el régimen de Bachar al-Assad no habría podido sobrevivir frente a la insurrección popular.
No una, sino varias guerras
El caos que reina en Irak y Siria, dos países cuyas estructuras estatales han volado en pedazos y que amenaza de extenderse a otras partes (comenzando ahora por Líbano) es fruto, fundamentalmente, de dos factores. Las consecuencias catastróficas de las intervenciones imperialistas, en primer lugar las guerras americanas en Irak, se han combinado con el ascenso pero también con las dificultades actuales de las revoluciones árabes. Y esto se produce en una región estratégica (por sus pozos de petróleo) y particularmente frágil, con fronteras en gran medida artificiales dibujadas por la descolonización, con regímenes basados en minorías confesionales y puestos en pie con el apoyo de los imperialistas. Una región en la que existen potencias regionales (Irán, Arabia Saudita, Turquía) en ascenso y en competencia entre sí...
Las contradicciones de la intervención estadounidense
La nueva intervención militar de Estados Unidos (y de sus aliados, entre ellos Francia en posición subordinada con solo tres aviones Rafale) cambia la situación. Hasta hoy, la administración Obama mantiene que su acción no irá más allá de “ataques” aéreos destinados a debilitar las fuerzas de Daesh (sobre armadas en material, principalmente... americano, capturado en las bases de un ejército iraquí en descomposición) y de apoyar a quienes resisten sobre el terreno. Pero en los círculos dirigentes de Estados Unidos, numerosas voces señalan ya que esto probablemente no bastará y que la implicación de las tropas de tierra se volverá tarde o temprano inevitable. Poco tiempo después de la retirada americana de Irak, se pone así en pie un nuevo engranaje que podría propagar el fuego en vez de apagarlo, arrastrando a la primera potencia mundial a otra guerra de larga duración.
De hecho, las contradicciones del imperialismo estadounidense son profundas y múltiples. Traumatizado por sus derrotas militares en Afganistán e Irak, solo se ha implicado por obligación, a regañadientes. Su principal aliado en la región, el Estado turco (segunda fuerza militar convencional de la OTAN), defiende sus propios intereses cuando se niega a intervenir en su frontera sur y mantiene el bloqueo de Kobane, impidiendo la llegada de refuerzos kurdos de Turquía: todo ocurre como si Erdogan considerara al Estado Islámico como un mal menor frente a la amenaza que representan para él el PKK y su organización hermana en Siria, el PYD (Partido de la Unión Democrática) que dirige la resistencia de Kobane. A la inversa, en estos momentos se asiste a un comienzo de alianza militar entre el nacionalismo kurdo radical y los Estados Unidos que, es cierto, en este contexto hacen lo mínimo/1. Esta configuración improbable, que no puede explicarse sin tener en cuenta las complicaciones extremas de la situación política y militar, no deja de estar cargada de peligros para el movimiento nacional y la izquierda kurdos.
¿Recuperar a Assad?
Igualmente, el gran enemigo de ayer para los Estados Unidos (y que hoy lo sigue siendo para Turquía), Bachar al-Assad, parece volverse ahora casi presentable. Sin embargo, fue él quien dio la primera ayuda a lo que luego llegó a ser Daesh, liberando de sus prisiones a centenares de militantes y cuadros islamistas radicales tras el comienzo de la insurrección popular de 2011, con el objetivo de dividir, desacreditar y debilitar a ese movimiento democrático de masas. Hoy, el régimen sirio se aprovecha de la focalización mundial sobre Kobane para multiplicar los bombardeos sobre las ciudades y barrios en manos del Ejército Sirio Libre, y continúa asesinando impunemente a miles de personas.
Contrariamente a alguna de sus declaraciones, Obama y Hollande no han hecho nada en absoluto para ayudar al ESL. Hace poco, tras la toma por Daesh de la ciudad de Deir Ezzor, los aviones estadounidenses bombardearon, se dice que por error,... los funerales de tres oficiales del ESL asesinados por los yihadistas, matando a 16 de los participantes, entre ellos mujeres y niños. Según el New York Times del 14 de octubre de 2014, citando un informe de la CIA, la creación por los Estados Unidos de un campo de entrenamiento para las fuerzas sirias en Jordania sigue aún en estado de proyecto y una de las condiciones puestas por Washington a una iniciativa así es que las unidades que allí serían formadas pasaran luego a combatir... exclusivamente a Daesh; es decir, que actuaran como simples peones de los planes americanos. El 22 de junio, con ocasión de una reunión en El Cairo con el dictador egipcio Al-Sissi, John Kerry (el “Secretario de Estado” estadounidense, equivale al Ministro de Exteriores), afirmaba que “desaconsejaba a las naciones árabes enviar ayuda financiera incluso a la oposición moderada de grupos sunitas en Sira”pues ese apoyo “podría ser utilizado para ayudar a la insurrección que se desarrolla en Irak”.
Pero ha sido el propio Barack Obama quien, el pasado junio, desveló las razones profundas por las que las “democracias” occidentales han optado hasta ahora por abandonar a la rebelión siria a su suerte. En declaraciones hechas en junio pasado en la emisión televisada CBS This Morning, de las que se informa en el blog del militante anticapitalista australiano Michael Karadjis/2, señalaba que aunque su gobierno había -supuestamente- “pasado mucho tiempo intentando trabajar con una oposición moderada en Siria”, los envíos de armas no servirían para nada “puesto que tienes campesinos, dentistas, gentes así, que no han combatido nunca antes de levantarse frente a un oponente tan implacable como Assad. La idea de que estarían de repente en condiciones de derrocar no solo a Assad sino a yihadistas muy entrenados, si solo les enviáramos algunas armas, es algo fantasioso”.
Se puede traducir por: ¡ ni hablar de apoyar -más allá de las palabras- una revolución popular, hecha por gente corriente y por tanto tan incontrolada como incontrolable !
La cuestión kurda y el PKK
La determinación y el coraje de las y los combatientes del PYD y del PKK, primero en la zona de los montes Sinjar en Irak, donde salvaron de una masacre casi segura a decenas de miles de yezidíes y de cristianos/3, luego en la defensa de Kobane, asediada por fuerzas yihadistas ampliamente superiores y bloqueada del otro lado de la frontera por los tanques turcos, han suscitado la admiración del mundo entero. A pesar de un armamento rudimentario, se han mostrado como los únicos capaces de frenar al Daesh sobre el terreno. Al hacerlo, han ganado para su causa a la opinión pública internacional y hecho insostenible que Estados Unidos, que en esos mismos momentos bombardeaban en Irak y otros lugares de Siria, continuara sin hacer nada. Otra cosa son los llamamientos del PYD y del PKK a un refuerzo de la colaboración militar, incluso una alianza duradera con Washington y Occidente para derrotar a Daesh, un planteamiento que podría in fine debilitar más que reforzar al movimiento nacional kurdo.
En cualquier caso, su resistencia militar y su penetración en la escena política han resituado como nunca la cuestión kurda en el centro de la atención. Traicionados por las potencias occidentales en la conferencia de Lausana de 1923, los kurdos habían sido divididos entonces entre cuatro Estados (o, en aquellos momentos, protectorados imperialistas británico y francés), Turquía, Siria, Irak e Irán. Los kurdos son, junto a los palestinos, el gran pueblo sacrificado de Medio oriente. Desde hace decenas de años no dejan de reclamar su autodeterminación y de combatir a los regímenes locales -no sin que estos últimos hayan utilizado, unos contra los otros, las líneas de división nacionales y políticas que existen entre las diferentes guerrillas.
Su movimiento más poderoso es el PKK, basado en Turquía donde en los años 1990 realizó una larga guerra contra el Estado central, que pretendía negar la existencia misma de un pueblo kurdo. El PKK ha “enlazado” en Siria con el PYD así como en Irán con el PJAK (Partido por una vida libre en Kurdistán). Fundado como una corriente nacionalista que se reclamaba del “marxismo leninismo”, durante mucho tiempo adepto de los métodos verticalistas y expeditivos que son propios de la casi totalidad de los movimientos de guerrilla, el PKK ha conocido estos últimos años importantes evoluciones. Ha retirado de su programa la fundación de un Estado nación que reuniera a las diferentes componentes del pueblo kurdo, un objetivo cuya precondición era la destrucción de las estructuras estatales en las que este pueblo está hoy encerrado. La ha sustituido por concepciones inspiradas en el teórico anarco-ecologista estadounidense Murray Bookchin (desaparecido en 2006) llamadas “confederalismo democrático” o “municipalismo libertario”, que ponen el acento no ya en un proyecto estatal sino en una construcción por abajo a través de un proceso de federación de administraciones locales. Esta sería la concepción que el PYD aplicaría hoy en los tres cantones de Rojava (norte kurdo de Siria, en el que está Kobane) donde ejerce su administración.
La conversión ideológica del PKK y la experiencia de Rojava son objeto de interpretaciones diversas: muy entusiastas por parte de sectores internacionales del movimiento anarquista y de la ecología política; más comedidas cuando provenienn de organizaciones kurdas minoritarias (en general de izquierdas) que afirman seguir siendo objeto de prácticas represivas en Rojava, así como de la oposición y de la izquierda sirias que reprochan al PYD su reticencia y su retraso en colaborar con ellas contra el régimen de Bachar al-Assad.
Sería poco responsable enarbolar y propagar a distancia, sin un conocimiento suficientemente profundo, opiniones definitivas. Hay que escuchar y respetar al PKK y sus organizaciones hermanas. También hay que tener en cuenta que los anticapitalistas revolucionarios han hecho en la historia, a veces a su costa, la experiencia de “modelos” que, a fin de cuentas, resultaban no ser exactamente lo que algunos esperaban. En cualquier caso, la administración PYD-PKK presenta, con toda evidencia, aspectos eminentemente progresistas, aunque solo fuera en el plano (decisivo en esa región del mundo) de la emancipación de las mujeres y de una coexistencia democrática entre todos los grupos étnicos, todas las creencias o no creencias religiosas.
Abajo Daesh, abajo el imperialismo...
La experiencia de Rojava y la resistencia de Kobane, pero también la que prosigue en Alepo, Homs o Damasco (nuestros compañeros y compañeras de la Corriente de la Izquierda Revolucionaria en Siria señalan que las coordinadoras revolucionarias locales, que intentan de nuevo federarse, permanecen sobre bases democráticas y laicas), muestran que en esta región no hay solo barbarie, sino también pueblos que continúan luchando, incluso en condiciones dificilísimas.
“Abajo Daesh, abajo el imperialismo; Kobane solidaridad” gritaba el cortejo del NPA en la manifestación parisina del 18 de octubre pasado, organizada por las organizaciones kurdas de Francia. El apoyo a los pueblos en lucha es, en efecto, indisociable de la denuncia de la intervención y de las intenciones imperialistas. Pasa, a través de los métodos tradicionales de la solidaridad militante del movimiento obrero, exigiendo que el PKK sea retirado de las listas de organizaciones “terroristas” establecida por la Unión Europea y los Estados Unidos, demandando al gobierno francés la apertura de nuestras fronteras a todas las y los refugiados, así como por el apoyo -sin propagar ilusiones hacia los gobiernos imperialistas- a la demanda acuciante de los combatientes sirios y kurdos de disponer de armas eficaces para luchar contra Assad y contra el Daesh.
Notas
1/ El 23 de octubre, en el marco de una conferencia de prensa celebrada con ocasión de su reunión con el presidente lituano, Erdogan respondía así a una pregunta sobre la ayuda militar estadounidense a los defensores de Kobane: “¿Considera este acto Turquía de forma positiva? No. Los americanos lo han hecho a pesar de Turquía. El PYD y el PKK son lo mismo. Se lo he dicho a Obama en nuestra conversación telefónica. Hoy incluso el PKK combate allí en las filas del PYD. Por tanto la ayuda que das al PYD va a una organización terrorista”. Al mismo tiempo parecería que bajo la presión de Washington, Ankara ya ha aceptado finalmente dejar pasar refuerzos, no del PKK sino enviados por el PDK (en el poder en el territorio kurdo autónomo de Irak), un viejo aliado de los Estados Unidos.
2/ Ver http://mkaradjis.wordpress.com/2014... iraq-and-syria-the-struggle-against-the-multi-sided- counterrevolution/
3/ Mientras que los “peshmergas” kurdos iraquíes del gobierno autónomo (neoliberal, corrupto y proimperialista) de Massoud Barzani habían huido a la desbandada.
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