LOS ÚLTIMOS COMICIOS LOCALES DIERON EL GOBIERNO DE LA CIUDAD AL PROGRESISTA DE MAGISTRIS
Hablamos con Giuliano, de las Brigadas de Control Popular que han ejercido de observadores en las últimas elecciones municipales.
Davide Angelilli, Nápoles. En Diagonal
Además de ser una de las ciudades más fascinantes del mundo, Nápoles es la capital simbólica del sur de Italia. En la última década, esta ciudad se ha identificado en el imaginario popular como un lugar donde habita la violencia y la criminalidad y donde se ubica el centro de poder de la Camorra, la organización mafiosa que opera en esta región italiana. Publicado en el 2006 y traducido en todo el mundo, el libro Gomorra, del conocido escritor italiano Roberto Saviano, ilustra cómo el sistema económico de la Camorra se fundamenta en el control de la ciudad napolitana con la finalidad de gestionar los flujos de mercancías que llegan a Europa desde distintas partes del globo.
"Camorra y Estado no son dos actores antagónicos; más bien actúan en la misma dirección"
Así, Nápoles ha venido a ser sinónimo de peligrosidad por la red de actividades criminales y mafiosas que se articulan en sus espléndidas calles históricas, sus plazas encantadoras y en la mágica atmósfera que abraza sus barrios. Sin embargo, esta visión parcial de la compleja sociedad partenopea esconde una increíble vivacidad cultural y social que caracteriza la ciudad. Una vivacidad que en los últimos tiempos se está transformando en un sólido proyecto político basado en la participación popular y en la democracia participativa.
En las últimas elecciones del pasado 19 de junio, diferentes movimientos populares de la ciudad han apoyado la candidatura del alcalde Luigi De Magistris, que ganó holgadamente las elecciones, confirmando su liderazgo al frente de la ciudad para otros 5 años de legislatura. Unos días antes de la votación, desde Barcelona, la “alcaldesa del cambio”, Ada Colau, apoyó públicamente a Luigi de Magistris, y señaló a Nápoles como una ciudad fundamental para construir otro Mediterráneo posible.
Tras la figura de Luigi De Magistris se ha consolidado un proceso progresista y transformador que apuesta enérgicamente por la democracia participativa como antídoto a la criminalidad difusa, pero también a la injusticia del modelo capitalista neoliberal. Un ejemplo de este resurgimiento que sacude la ciudad han sido las Brigadas de Control Popular: comités que han vigilado el funcionamiento democrático de las dos rondas de votaciones electorales, impidiendo un fenómeno tan difuso como determinante en Nápoles: la compraventa de votos. Esta estrategia de control popular ha demostrado mediáticamente como esta infame acción es manejada por los partidos conservadores, con el apoyo de parte del crimen organizado. Una iniciativa de “antimafia social”, entonces, promovida por jóvenes, mujeres, estudiantes, trabajadores y desocupados que militan en el centro autogestionado Je so’ Pazzo: un viejo manicomio ocupado que se ha convertido en una “Casa del popolo” al servicio del barrio y de todos los sectores populares. Uno de los protagonistas de este espacio, Giuliano (30 años), nos explica lo que está pasando en esta rebelde ciudad del Mediterráneo y porqué su significado es de gran interés para todos los movimientos de izquierda.
"Juntos podemos ejercer control sobre los poderes legales e ilegales que parecen existir desde siempre en nuestra ciudad"
El control popular ha sido históricamente una reivindicación del movimiento obrero para una redistribución de las relaciones de poder, por ejemplo, en la producción económica. ¿Cómo nació la idea de realizar un control popular sobre las votaciones de un ayuntamiento tan importante como Nápoles?
La idea nació de una doble necesidad. La primera, y quizás la más obvia a los ojos de quien mira desde el exterior, fue la necesidad de controlar el proceso electoral para evitar y denunciar fraudes. Especialmente en el sur de Italia, y sobre todo para la elección de las administraciones comunales, hay mecanismos sucios, compraventa de votos, clientelismo... Nuestra función fue la de impedir todo eso y parcialmente, lo conseguimos. La segunda idea fue construir un rol protagónico para el pueblo. El proceso electoral es el que, entre todas las actividades políticas, fomenta más la delegación del poder. Es decir, cada cuatro años pones una papeleta y todo termina ahí. Nosotros/as pensamos diferente. Pensamos que el pueblo tiene que ser protagonista de la política.
Entonces, quisimos comunicar al pueblo que juntos/as podemos ejercer control sobre los poderes legales e ilegales que parecen existir desde siempre en nuestra ciudad. Y la participación en la iniciativa de control popular nos demuestra que hay una amplia voluntad para acabar con todos estos mecanismos. Pero el control popular fue también una promesa. Es como si hubiéramos dicho a todos los candidatos: hoy en día estamos aquí y mañana también seguiremos controlando tu trabajo de representante de los intereses populares. El control popular no termina con las elecciones, el control popular debe ser activado en los puestos de trabajo, en los territorios, en los hospitales…
Una forma de luchar contra el poder mafioso mediante la lucha social y la organización popular…
Cabe precisar que nuestra iniciativa no fue una iniciativa por la legalidad del Estado contra la ilegalidad de la camorra. Camorra y Estado no son dos actores antagónicos; más bien actúan en la misma dirección. Hay condiciones sociales que permiten a la “camorra” estar arraigada en muchos barrios. Si no hay liberación a través de la educación, ¿cómo podemos pensar que cada uno pueda aceptar pasivamente estar en los últimos puestos de la sociedad para siempre? La camorra funciona también como estado social, ofrece trabajo, dinero, protección... Pero, no es un “anti-Estado”, ni “otro Estado”. Es un capitalismo con rostro criminal. Muchas veces los hombres de la camorra son los encargados de asegurar que los/as trabajadores/as no luchen por sus derechos. Si alguien decide protestar tiene que enfrentarse no solamente a la patronal, sino también a la posible violencia de la camorra.
¿El lema de vuestra lucha política y social es Potere al popolo? ¿Qué queréis decir realmente con esta idea de poder popular?
Poder popular significa que el pueblo decide. No vemos al pueblo como un niño que necesita ser controlado por un padre autoritario. El pueblo conoce sus problemas, sus debilidades, sus potencialidades. Al mismo tiempo, entre la gente hay un océano de desconfianza, resignación, resentimiento. No hacemos ninguna idealización del “pueblo”. No es perfecto, pero tampoco es una manada de ovejas. Nuestra labor como sujeto político debería ser dar espacio y organicidad a las exigencias que vienen desde abajo, articulándolas junto al pueblo. Por otro lado, crear poder popular significa también construir organismos que permitan la máxima democracia posible, y la efectividad de las decisiones. Es una dialéctica difícil, un equilibrio que siempre va cambiando. No hay fórmulas, a lo sumo referencias útiles. Por ejemplo, lo que está pasando en Venezuela desde 1999 puede ser una inspiración. Pero nuestra tarea es una creación original, “ni calco, ni copia” de ninguna experiencia ocurrida en otra latitud.
Título de una conocida canción napolitana, “Je so Pazzo” quiere decir “yo estoy loco”. ¿Por qué habéis dado este nombre a vuestro proyecto?
“Je so pazzo” es el nombre de una canción arraigada en la tradición napolitana. Su autor, Pino Daniele, está también en el corazón de esta ciudad. Y nuestro proyecto tiene la ambición de estar inscrito en la historia de esta ciudad y en sus tradiciones. Elegimos esta canción suya porque el sitio que ocupamos en marzo de 2015 fue un hospital psiquiátrico penitenciario, donde fueron encarcelados/as centenares de “locos/as”. Muchos de ellos/as fueron anarquistas, comunistas, luchadores/as sociales o simplemente personas que habían osado a rebelarse en contra de la autoridad. Hemos aprendido a conocer muchas de estas historias, de su dolor y sufrimiento. Porque nosotros/as también estamos locos/as. Porque hemos ocupado un sitio administrado por la policía penitenciaria, protagonista de violencia y también masacres en las cárceles italianas. Porque hemos iniciado un proceso de transformación de los espacios físicos, con el objetivo de construir libertad donde había prisión, alegría donde había dolor… De convertir la recuperación de espacios abandonados en un proceso de transformación social, política y económica de la ciudad. Sí, es verdad, estamos locos/as, somos soñadores/as. Como decía Lenin, es preciso soñar, pero a condición de creer verdaderamente en nuestros sueños, de estudiar con atención la vida real, de confrontar nuestra atenta observación con nuestros sueños. Y, entonces, trabajar escrupulosamente hasta hacer de estos sueños una concreta realidad.
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