Comunicado de Anticapitalistas. Foto: Jesús Rodríguez, de Anticapitalistas y Katerina Sergidou, de Unidad Popular (LAE), en un mitin en Atenas de esta coalición.
En estos nuevos comicios nos jugamos mucho todos aquellos que seguimos pensando que es posible construir otra Europa alejada del Austeritarismo y los recortes, en donde podamos hacer realidad el "Austerexit". Podemos decir que en Grecia se sigue escribiendo la historia de Europa. Y en esta historia, los movimientos populares y la izquierda se enfrentan a la dura decisión de posicionarse en unas elecciones de apoyar a una fuerza política en ruptura con Syriza, la Unidad Popular.
En escasos ocho meses, Syriza ha pasado de combatir la austeridad a gestionarla lo "mejor posible", postergando si no abandonando la perspectiva de aplicación del programa por el que fue elegida en Enero. Por ello no representa ya el anhelo de cambio de las clases populares para mejorar sus condiciones de vida. Es claro que en estos meses las fuerzas antiausteridad han sufrido derrotas políticas, debemos sacar lecciones y prepararnos mejor para el siguiente combate pero bajo ningún pretexto podemos ser cómplices de la organización planificada de la resignación.
Para obtener la reestructuración de la deuda que quería obtener de Bruselas, el equipo de Tsipras tendría que haber empezado por utilizar medidas de fuerza que efectuaran una presión real sobre la troika, empezando por una moratoria de los pagos (análoga a la que las propias instituciones han efectuado sobre Grecia) y un control de capitales que evitase la sangría que ha llevado al país a una situación crítica, medida que finalmente se vio obligada a adoptar ante el chantaje del BCE. Las buenas palabras y la reivindicación de democracia no fueron suficientes para doblegar a unos acreedores preocupados precisamente en demostrar su dominio sobre el pueblo rebelde. El gobierno Syriza ha sido así víctima de los acreedores, pero también de su propia estrategia, que le ha condenado a la derrota.
En escasos ocho meses, Syriza ha pasado de combatir la austeridad a gestionarla lo "mejor posible", postergando si no abandonando la perspectiva de aplicación del programa por el que fue elegida en Enero. Por ello no representa ya el anhelo de cambio de las clases populares para mejorar sus condiciones de vida. Es claro que en estos meses las fuerzas antiausteridad han sufrido derrotas políticas, debemos sacar lecciones y prepararnos mejor para el siguiente combate pero bajo ningún pretexto podemos ser cómplices de la organización planificada de la resignación.
Para obtener la reestructuración de la deuda que quería obtener de Bruselas, el equipo de Tsipras tendría que haber empezado por utilizar medidas de fuerza que efectuaran una presión real sobre la troika, empezando por una moratoria de los pagos (análoga a la que las propias instituciones han efectuado sobre Grecia) y un control de capitales que evitase la sangría que ha llevado al país a una situación crítica, medida que finalmente se vio obligada a adoptar ante el chantaje del BCE. Las buenas palabras y la reivindicación de democracia no fueron suficientes para doblegar a unos acreedores preocupados precisamente en demostrar su dominio sobre el pueblo rebelde. El gobierno Syriza ha sido así víctima de los acreedores, pero también de su propia estrategia, que le ha condenado a la derrota.
Aceptar aplicar un memorándum diseñado para humillar al pueblo griego no puede ser en ningún caso una vía posible para romper con la austeridad. Aplazar la aplicación de un programa rupturista, a la supuesta “democratización” de la Unión Europea o incluso, de la eurozona, es no querer contemplar de frente lo que estas instituciones tienen de instrumentos autoritarios respecto a los países del sur. Esto no tiene nada que ver con moralismos, sino con una visión estratégica realista: no podrá haber ruptura con el neoliberalismo sin ruptura con unos tratados que llevan la primacía del capital financiero en el ADN.
En esta situación, hubiera sido deseable que mediante una discusión democrática en el interior de Syriza, este partido pudiera decidir el curso de la acción que quería proponerle a los griegos: sometimiento a los dictados de las instituciones acreedores, o ruptura con estas. Sin embargo, con la decisión de convocar elecciones antes de que el congreso del partido pudiera dirimir el futuro curso y programa de la organización, Tsipras impuso de facto la aplicación del tercer memorándum como programa electoral de Syriza, obligando así a la ruptura de quienes sigue considerando inaceptable la capitulación. Junto con los diputados de la Plataforma de Izquierda, el apoyo de figuras como Manolis Glezos o Zoe Konstantopoulou representa la coherencia y la dignidad democrática de una lucha decidida contra la dominación neoliberal.
Anticapitalistas sigue comprometida con aquellos proyectos antiausteridad que dijeron no al memorándum en el pasado referéndum, proseguir con la unidad de un proyecto político en torno a estos ejes, que se apoye en la organización de las clases populares para su defensa. En definitiva, un proyecto que cierre el paso a aquellos que, con los recortes y la entrega de los recursos y el esfuerzo de los griegos a beneficios espúreos, sirven a las oligarquías griegas y a las grandes corporaciones financieras europeas, cuyos intereses encarnan los actuales dirigentes de las instituciones europeas.
La izquierda anticapitalista tiene que acompañar los procesos de radicalización popular. La ruptura de Syriza y la reivindicación de un programa rupturista por parte de la Unidad Popular es la expresión de este proceso y debemos acompañarlo, reivindicando la visión internacionalista necesaria para un proceso de ruptura con las instituciones neoliberales de la UE.
Sabemos que para que esta ruptura sea viable, es necesario también reactivar la movilización social en Grecia y avanzar en la autoorganización de las clases populares en la resistencia contra la austeridad. Pero también de una disputa consecuente por el poder gubernamental, piedra de toque para emprender un proceso de transformación social que dispute el poder de clase.
El combate en Grecia contra la dominación financiera es también un combate por la soberanía y por la independencia respecto al régimen austeritario en que se ha convertido la eurozona. Desde luego que el combate debe ser internacionalista y el campo de batalla es europeo, puesto que el adversario se organiza también a nivel europeo. Pero librar esa batalla no puede querer decir aceptar el yugo de unas instituciones que actualmente son el instrumento de opresión, dominación y extorsión de las clases populares griegas.
Por ello desde Anticapitalistas creemos que es fundamental luchar contra la organización de la desesperanza a nivel Europeo que puede suponer la gestión del tercer rescate por parte de Syriza, por eso queremos dar nuestro apoyo a UNIDAD POPULAR (LAE) que representa la continuación del proyecto anti-austeridad que hace solo unos meses ilusionó a los pueblos de Europa.
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