Isabel de Gonzalo y Rubén Iglesias, militantes de Izquierda Anticapitalista
El evento ha buscado crear espacios de reflexión y construcción colectiva, que permitan impulsar y recuperar modelos de vida en el campo basados en lógicas diferentes a las que impone el sistema capitalista neoliberal. Además, ha pretendido articular y organizar las alternativas y luchas políticas necesarias para enfrentarse a él desde el medio rural.
El Programa desarrollado ha sido muy amplio y diverso y ha intentado abarcar, de una forma integral, las principales problemáticas que afrontan las personas que, día tras día, luchan por sostener el ámbito rural en el que trabajan y viven. Entre otros, los temas tratados en los diferentes grupos de trabajo han girado en torno a la reflexión y análisis sobre:
- otros modelos de producción agraria fundamentados en la agroecología, sustentables social, económica y ecológicamente;
- la gestión integral del territorio, para que éste no caiga en manos de los intereses del mercado, sino que permita un desarrollo local y comunitario que no esquilme los ecosistemas y que esté al servicio de las personas y no del capital;
- la lucha permanente por la igualdad de género y la urgente necesidad del cambio de los valores patriarcales que estructuran también las sociedades rurales;
- las economías solidarias y alternativas, como mecanismo de resistencia frente a la lógica impuesta por el agronegocio y las grandes cadenas de distribución de alimentos;
- el acceso a los servicios públicos y el efecto del desmantelamiento actual de los mismos sobre los medios rurales;
- los retos para el relevo generacional y la integración de personas jóvenes en el campo como posibilidad real y opción de futuro;
- el impulso de nuevas formas de relaciones humanas basadas en la participación, la cooperación y la acción colectiva;
- el respeto, la revalorización y el rescate de las culturas campesinas;
- la educación liberadora como medio para construir conocimiento de forma crítica y reflexiva, integrando diferentes tipos de saberes y reconociendo los procesos de aprender haciendo;
- la defensa de la biodiversidad y de los bienes comunes que se encuentran en el punto de mira de la especulación y de la privatización;
- las políticas públicas de (no) apoyo al mundo rural y a la agricultura como herramientas de los intereses financieros y económicos, en detrimento de los intereses de las personas y el respecto y conservación de la naturaleza.
En definitiva, el Foro ha querido sembrar semillas de resistencia, aunando las voces de diferentes organizaciones, personas y colectivos para gritar de forma conjunta que, frente a la depredación del sistema capitalista y el modelo agroindustrial que promueve, que lleva mucho tiempo comprometiendo seriamente el derecho a la alimentación y el futuro del mundo rural, existen otras formas de organización, de producción y de relación que deben ser impulsadas.
Este grito se llama Soberanía Alimentaria y reivindica el derecho de cada pueblo a definir sus políticas agrarias y alimentarias a la vez que promueve una agricultura local, sostenible y de base campesina. Además, impulsa la lucha para que los bienes comunes naturales, tierra, agua y semillas, vuelvan a estar en manos campesinas y por que el comercio internacional de alimentos sea accesorio a la producción local, justo y se mantenga al margen de la especulación financiera, principal culpable de las últimas crisis alimentarias que cuestan la vida a millones de personas.
En la actualidad, campesinos y campesinas de todo el mundo siguen siendo expulsados de sus tierras, apropiándose de ellas grandes terratenientes y empresas transnacionales. Este proceso de acaparamiento creció de manera significativa en África, Latinoamérica, Asia, Oceanía y Europa del este a partir de las crisis alimentarias de los años 2007 y 2008.
Desde los movimientos por la Soberanía Alimentaria se exige a los gobiernos e instituciones internacionales que pongan en marcha un verdadero proceso de Reforma Agraria Integral, que ponga la tierra al servicio de las personas que la trabajan –y alimentan al mundo– y dejen de lado ideas preconizadas por el Banco Mundial, tales como la “reforma agraria asistida por el mercado”. Dichas ideas no hacen más que profundizar el problema, amenazando el derecho a la alimentación, condenando a sufrir el desempleo generalizado y el éxodo a las poblaciones rurales y campesinas, lo que, a su vez, contribuye a alimentar los círculos de pobreza y conflictos sociales y a la pérdida de conocimientos, prácticas agrarias sustentables e identidades culturales.
El agua tampoco se libra del camino neoliberal de la privatización, excluyendo a muchas personas campesinas de su libre uso, bajo la excusa de una gestión más eficiente, que no es más que otra mercantilización de un bien común natural.
En cuanto a las semillas, según datos del año 2008, el 67% del mercado mundial de semillas estaba en manos de 10 empresas, y sólo una, Monsanto, controlaba el 27%. Estas empresas, que se hacen llamar de “las ciencias de la vida”, se han apropiado de la agrobiodiversidad existente en el planeta, fruto del conocimiento y trabajo de selección y mejora de las semillas llevado a cabo por campesinas y campesinos durante milenios, patentándolas y privatizándolas. La primacía en el uso de semillas industriales por medio de leyes en beneficio del agronegocio, ha llevado a la desaparición de miles de variedades agrícolas y a la dependencia casi absoluta de las multinacionales por parte de agricultores y agricultoras.
A dicha apropiación sobre los bienes naturales se suma el control absoluto que ejercen las grandes cadenas de distribución sobre el mercado de alimentos. La alternativa de la Soberanía Alimentaria busca transformar las relaciones de poder establecidas en la cadena agroalimentaria, fuertemente inequitativas e injustas, donde las grandes empresas de la distribución acumulan ingentes ganancias y concentran la capacidad de decisión, manejando a su antojo los procesos de producción y consumo. Este modelo excluye y oprime al campesinado, condenándolo a la desaparición, pero también a las personas consumidoras, privándolas del derecho a decidir, arriesgando su salud y vulnerando su seguridad alimentaria.
Por último, dentro del panorama descrito, las mujeres campesinas son las que se enfrentan a una problemática, si cabe, aún más compleja, pues ellas, además de los efectos del capitalismo, tienen que luchar contra los que les impone el sistema patriarcal y las relaciones de poder inequitativas que éste conlleva. Además, es posible hablar de una problemática global, en la que las mujeres ligadas al campo, están generalmente discriminadas en tres ámbitos específicos: la invisibilización de su trabajo efectivo global, donde se reconoce su trabajo reproductivo –cuya valoración social es insuficiente–, pero su trabajo productivo no computa ni es visibilizado; la desigualdad en el acceso a los recursos productivos, tales como la tierra, la formación o las ayudas públicas; y la menor participación y representación en espacios organizativos agrarios o del ámbito rural. Por ello, desde la Soberanía Alimentaria se deben incluir también los planteamientos feministas que abogan por la transformación social en clave de género.
Por todo lo mencionado hasta aquí, organizaciones como La Vía Campesina vienen fomentando la lucha por la Soberanía Alimentaria desde hace más de 15 años, articulando las propuestas y reivindicaciones de los movimientos campesinos del Sur y del Norte. De esta manera, se rompe la tradicional división entre lo que el actual orden mundial ha dado en llamar países desarrollados y países subdesarrollados, situando a las personas campesinas en un lugar común, marcado por los efectos devastadores de las políticas agrarias y comerciales internacionales.
Pero todavía queda mucho por hacer. Y quizá uno de los mayores retos sea romper con otra dicotomía que estructura nuestro mundo. Se trata de la división urbano/rural que coloca en dos extremos, pareciera que opuestos, a personas y organizaciones que, sin embargo, tienen mucho en común. De hecho, es importante que se articulen los movimientos que surgen del campo con aquellos que pivotan sobre los ámbitos urbanos, de manera que la transformación social buscada, en la que los medios rurales sigan estando vivos y las personas en las ciudades puedan ejercer libremente su derecho a la alimentación, se impulse desde todos los frentes afectados. Las personas que consumimos, tenemos gran responsabilidad en lo que ocurre en otros eslabones de la cadena agroalimentaria, empezando por el sostenimiento de las grandes superficies distribuidoras que, además, destruyen las economías locales y los comercios de barrio –que, por supuesto, generan mucho más puestos de trabajo que los que demandan los super e hipermecados–.
Por último, es necesario hacer hincapié en que el modelo productivo globalizado se ha desvelado como absolutamente incapaz de terminar con el problema del hambre y de la inseguridad alimentaria en el mundo, además de hacerse cada vez más patentes sus perniciosos efectos sobre el medio ambiente. Lo cual, resulta altamente contradictorio con el incremento de la productividad impulsado desde la llamada Revolución Verde . Por tanto, es claro que no se trata de un problema técnico-productivo, sino de una cuestión política asociada a un sistema genocida y explotador: el sistema capitalista.
¡¡Actuemos!!
Notas(i) La Plataforma Rural se ha configurado como un movimiento social que aglutina a numerosos grupos, experiencias locales, personas militantes del medio rural etc. Más allá de las organizaciones que formalmente la componen, ha logrado representar socialmente una alternativa política al declive del medio rural del Estado español. Para más información ver: http://www.plataformarural.org/
(ii) Movimiento internacional que agrupa a millones de campesinos y campesinas, pequeños y medianos productores, pueblos sin tierra, indígenas, migrantes y personas trabajadoras agrícolas de todo el mundo. Agrupa en torno a 150 organizaciones locales y nacionales en 70 países de África, Asia, Europa y América. Para más información, ver: http://viacampesina.org/es/
(iii) Proceso de industrialización de la agricultura, impulsado desde el final de la II Guerra Mundial pero con mayor fuerza desde la década de 1960. El modelo promovido está basado en un enfoque productivista dirigido al mercado, fundamentado en el paradigma científico positivista, en el uso de agrotóxicos, en la hipertecnificación de la actividad y en la concentración de la tierra, y que no integra otras variables tales como la social o la ambiental. Dichos parámetros encajan con la idea que vincula el desarrollo con la producción “sin límites”.
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