A cinco años de la llegada fraudulenta a la presidencia de Enrique Peña Nieto, el gobierno mexicano se encuentra desesperado por dinamizar una economía estancada desde el inicio de esta administración y que a pesar del impulso y lo prometido con las 11 reformas estructurales de corte neoliberal, su aplicación se ha enfrentado con la inclemencia del mercado internacional, por un lado, y con la resistencia de los sectores populares y de trabajadores, por el otro.
Emilio Téllez Contreras, de la OPT (Organización Política del Pueblo y los Trabajadores/as) y miembro de la CSR
En este sentido, el segundo ciclo de profundización neoliberal que preparó el presidente Felipe Calderón (2006-2012) con la militarización del país y que trató de implementar Peña ha sido un rotundo fracaso, pues no sólo el dinamismo económico se ha debilitado sino que el régimen de la llamada “transición democrática”, encabezado por una élite ligada a los intereses de América del Norte ha sufrido un profundo descrédito por las constantes violaciones a los derechos humanos, la corrupción, el asesinato de periodistas y la desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa perpetrada por el ejército y elementos del narcotráfico. Además, la sumisión del gobierno federal ante la administración de Donald Trump, quien no se detiene en la implementación de medidas antiinmigrantes, ha profundizado esta crisis de larga duración.
La dislocación de la economía de México frente a las relaciones mercantiles regionales se muestra como una posibilidad. El desprecio de Trump y de Justin Trudeau hacia nuestro país es notorio en las negociaciones del Tratado de Libre Comercio (TLC) que se llevan a cabo justo ahora y nuestra histórica dependencia a Norteamérica hace incapaz al gobierno mexicano de responder de manera soberana. El Plan B de Peña Nieto parece apuntar simplemente a reorientar las importaciones hacia los países emergentes.
En este contexto y rumbo a 2018, nos enfrentamos desde ahora a un complejo proceso preelectoral lleno de incertidumbres y oportunidades. Las reformas neoliberales de Peña Nieto que inundaron de malestar, violencia, impunidad y sangre al país, han tenido que sortear, como dijimos, grandes dificultades para ser aplicadas y en esta coyuntura prácticamente todos los partidos políticos representativos del régimen atraviesan procesos de reacomodo (el Partido de la Revolución Democrática, que se dice de izquierda, y el Partido Acción Nacional, neoliberal y conservador, serán aliados en la capital de la república) y de crisis políticas internas, además de un fuerte cuestionamiento por la corrupción dentro de sus filas que se manifiesta en forma de escándalos cada vez más comunes. Pero sobre todo se hacen cada vez más notorios los grandes movimientos de presupuestos, como el escandaloso desvío de casi 8 mil millones de pesos, que prepara el terreno para una fraudulenta campaña electoral.
Navegando en estos vaivenes, el partido de Andrés Manuel López Obrador crece en votos e influencia también entre grandes contradicciones políticas y luchas intestinas entre figuras locales, como la que estalló durante la disputa por la candidatura de MORENA al gobierno de la Ciudad de México, entidad donde el Movimiento Regeneración Nacional (Morena) se perfila como el favorito. Ante este crecimiento se hace más notorio que los partidos del régimen cierran filas para enfrentarlo, pues lo ven como un peligro frente a las mayorías sociales hartas en busca de una alternativa. Incluso, Peña desde el gobierno ha llamado a serenarse y a no votar por “posibles peligros populistas”.
Pero la novedad en las próximas elecciones es la aparición de una candidatura indígena, lanzada por el Congreso Nacional Indígena (CNI) y el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) como alternativa no sólo electoral, sino sobre todo como un referente de las luchas de resistencia que no se sienten representadas por Morena y López Obrador, pero llamando sobre todo a organizarse durante y tras las elecciones, utilizando estás para irrumpir en la “fiesta de los de arriba”, es así que han decidido por ello hacer frente a las restricciones legales para presentarse como una alternativa política con derecho a participar en los comicios.
El sentido de presentar una candidatura con una orientación no electoral, no es por tanto acumular votos sino hacer oír la voz de los pueblos a través de una vocera que representará al Concejo Indígena de Gobierno conformado por más de 130 comunidades, naciones y tribus originarias. Esta propuesta, definida abiertamente como anticapitalista y antipatriarcal, busca crear organización desde abajo, construir otra forma de gobierno partiendo del ejemplo de los pueblos indígenas, que ya asumen en muchos casos formas de gobiernas propias, y se propone avanzar con el objetivo de detener las políticas neoliberales.
Combatir el despojo como la idea articuladora de la lucha por el territorio, la cultura, el trabajo, los derechos y la vida, y la puesta en marcha de redes de apoyo a la candidatura, es un primer paso que abona a la apertura de una opción política distinta que apueste por construir a contrapelo de la institucionalidad del Estado mexicano.
La lucha indígena anticapitalista, representada sobre todo por el EZLN, sigue siendo una de las expresiones de la izquierda más importantes en nuestro país. Sus posiciones políticas, identificables normalmente con el autonomismo, han sido una historia de encuentros y desencuentros con otras expresiones de la izquierda radical, donde los estilos, las posiciones y las valoraciones de las distintas corrientes han imposibilitado conjuntar de manera duradera proyectos diversos.
En esta ocasión no se trata de un frente o agrupación de izquierdas para construir un referente nuevo, como sucedió en 2006 con La Otra Campaña, de hecho, la candidatura no la encabezarían los zapatistas, sino los pueblos originarios articulados en el CNI a través de sus representantes. Si la unidad política y estratégica contra el régimen y su crisis se genera en la lógica de la conformación de espacios de convergencia con otras expresiones políticas, movimientos sociales y resistencias con el presupuesto de la lucha anticapitalista y las demandas populares contra el despojo, es muy posible que se avance en la práctica en una de las tareas por las que la izquierda anticapitalista ha sido desplazada por la izquierda institucional, la falta de una expresión política nacional que ayude a abrir paso a la organización del descontento y las resistencias.
El panorama político cambia muy rápidamente, y las distintas luchas se toparán con la incapacidad de López Obrador de detener el fraude electoral que ya se prepara o a las políticas neoliberales mismas. Frente a una creciente crisis del régimen que muestra cada vez mayor dificultad para responder y renovarse desde sus filas, el subterfugio de las candidaturas independientes se está volviendo contra el neoliberalismo. Es fundamental por ello, en estos momentos de cambio de panorama, sentar las bases para una alternativa política y social en un sentido de ruptura para que un nuevo bloque social de cambio emerja.
No hay comentarios:
Publicar un comentario