El
pasado 29 de noviembre, mientras en muchas ciudades y pueblos
solidarios del mundo se conmemoraba el Día Internacional de Solidaridad
con el Pueblo Palestino coincidiendo con la fecha del año 1947 en la que
se aprobó en las Naciones Unidas la resolución 181 sobre la partición
de Palestina, la Asamblea General de la ONU votaba con 138 votos a favor
y 9 en contra el reconocimiento de Palestina como estado observador no
miembro de esta institución.
Si bien para la Autoridad Nacional
Palestina (ANP) y para su presidente, Mahmoud Abbas, esta circunstancia
era motivo de celebración por el "éxito" de una empresa para la que se
habían realizado grandes esfuerzos diplomáticos, es obligado preguntarse
qué significado tiene en el contexto geopolítico actual, tanto dentro
como fuera de las ya de por sí mermadas fronteras de los Territorios
Palestinos Ocupados. Cabe hacerse esta pregunta porque lo que ha
supuesto una victoria para la ANP y, en especial, para la facción
política de Al Fatah a la que Abbas representa, es la cara de una moneda
cuya cruz sigue sufriendo el pueblo palestino en su totalidad, y nos
referimos aquí tanto a los más de 4 millones de personas que habitan en
la Palestina ocupada (Jerusalén Este, Cisjordania y Gaza), como al
millón y medio de árabes que viven en los territorios ocupados en el 48,
así como a los 6 millones de refugiados palestinos en el mundo.
La ANP justifica su
estrategia porque el estatus de observadora le permitiría iniciativas de
denuncia en tribunales internacionales, pero con ese paso renuncia de
facto al derecho al retorno de los más de 6 millones de refugiados
dispersos en el mundo. A esto hay que sumar el desgate que sufre,
además, entre su población por el papel de represora que juega en las
múltiples manifestaciones y microintifadas que se producen de manera
recurrente. En este contexto, es importante citar también que Hamas ha
celebrado su 25 aniversario de manera espectacular en la Franja de Gaza,
tras resistir el enésimo ataque durante las primeras semanas de
noviembre, manteniendo así viva la llama de la resistencia y la no
cesión ante Israel. A pesar de ello, estas dos fuerzas políticas se
complementan y sus constantes treguas responden a la preocupación de una
revuelta de los sectores juveniles sin afiliación política a uno u otro
bando. El miedo a un estallido acorde con las situaciones conocidas en
Túnez o Egipto obliga a las dos organizaciones a repartirse tácticamente
el poder y a mantener un equilibrio de fuerzas que ponga difícil que la
situación se les desborde.
Precisamente, y en lo que al escenario
exterior se refiere, ha sido fundamental el impacto en Oriente Medio y,
por tanto, en el Estado de Israel, de las rebeliones contra las
tiranías en el mundo árabe (cómplices en mayor o menor medida con el
estado sionista), las cuales con unos procesos revolucionarios populares
que reclaman pan, libertad y justicia social han hecho ver al mundo que
las revoluciones no son patrimonio exclusivo de occidente. A su vez,
países, organizaciones de muy diverso carácter y gentes solidarias del
mundo se van sumando, sin prisa pero sin pausa, a la campaña lanzada en
2005 por 171 organizaciones de la sociedad civil palestina organizada
para boicotear, desinvertir y sancionar a Israel mientras no cumpla con
el Derecho Internacional; la campaña BDS, que suma victorias en todo el
mundo, es hoy la punta de lanza de la solidaridad internacionalista con
la causa palestina.
También el pasado 29 de noviembre, en
Portoalegre (Brasil), se daban cita el grueso de las organizaciones
sociales más representativas de toda la Palestina histórica y de la
diáspora en el marco del Foro Social Mundial 'Palestina Libre'. Durante
los 4 días del Foro se habló, sobre todo, de las campañas de huelga de
hambre de los presos palestinos, del carácter colonial del estado de
Israel y de extender la campaña de 'Boicot, Desinversiones y Sanciones'
por toda Latinoamérica. El aterrizaje de una delegación de la ANP en su
estrategia de "estar en misa y repicando" hizo que no se pudiera llegar a
una declaración final consensuada. Mientras la campaña internacional
por el BDS va extendiéndose como una gota de aceite al calor de
organizaciones con un marcado propósito de internacionalizar el
conflicto al estilo de la campaña contra el apartheid sudafricano,
pareciera que Abbas y la ANP estuvieran quemando, a la desesperada, su
último cartucho.
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