Suzanne Goldenberg, en The Guardian, 10.02.2005. Traducción: VIENTO SUR
Los científicos defienden categóricamente que no se pongan en marcha ahora proyectos de geoingeniería y que ésta encierra demasiados riesgos como para que jamás pueda considerarse una alternativa a la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero que provocan el cambio climático. Sin embargo, afirman también que conviene iniciar ya la investigación sobre tales tecnologías no probadas para conocer mejor sus riesgos y no vernos empujados a lanzar experimentos de reversión climática ante posibles emergencias.
Con esto, un tema que hasta ahora era marginal en la ciencia del clima ha pasado a acaparar la atención de todo el mundo, pese a las repetidas advertencias de la Academia de que la reducción de la contaminación por dióxido de carbono (CO2) sigue siendo la mejor medida disponible para hacer frente al cambio climático. “El hecho de que los científicos piensen en intervenciones tecnológicas debería concienciar a todo el mundo de que hace falta que tomemos ahora mismo más medidas para reducir las emisiones, que es la manera más eficaz y menos arriesgada de combatir el cambio climático”, ha declarado Marcia McNutt, presidenta del comité de Geoingeniería Climática de la Academia y exdirectora del Instituto Geológico de EE UU. A la pregunta de si imaginaba un tiempo en que los científicos acabaran aceptando algunas de las propuestas estudiadas por el comité, ha respondido: “Bueno, espero que no.”
Esta semana, tanto la Casa Blanca como los líderes de las comisiones parlamentarias han sido informados de las conclusiones del informe. Bill Gates, entre otros, señala que la tecnología, que todavía no existe más que en modelos de ordenador, tiene un potencial enorme y ha financiado actividades de investigación en Harvard. El informe afirma que los centros de investigación científica deberían iniciar una investigación coordinada. Sin embargo, la geoingeniería sigue siendo sumamente arriesgada y confiar en un “hachazo” planetario en vez de reducir las emisiones de CO2 es “irresponsable e irracional”, dice el informe.
Los científicos han examinado dos propuestas tecnológicas de escala planetaria para contrarrestar el cambio climático: extraer mediante succión las emisiones de CO2 fuera de la atmósfera, es decir, eliminar el CO2, e incrementar la cantidad de luz solar reflejada fuera de la Tierra para devolverla al espacio, o sea, modificar el albedo/1. La modificación del albedo mediante la inyección de dióxido de azufre en la atmósfera para incrementar la cantidad de partículas reflectantes y por tanto la cantidad de luz solar reflejada de vuelta al espacio exterior se considera la propuesta de lejos más peligrosa. Juguetear con la reflectividad no haría más que enmascarar los síntomas del cambio climático, señala el informe. No contribuiría en nada a reducir las emisiones de gases de efecto invernadero. El mundo tendría que comprometerse a seguir modificando el albedo durante siglos, o de lo contrario asistir de nuevo a la llegada impetuosa del cambio climático.
“Es difícil dar marcha atrás una vez te has embarcado en un mecanismo de modificación del albedo. Si das un paso atrás, dejas de enmascarar los efectos del cambio climático y das vía libre de forma más bien abrupta a los efectos acumulados”, ha declarado Waleed Abdalati, antiguo director científico de la Nasa que forma parte del panel que ha redactado el informe. Es más, la modificación del albedo podría alterar el clima por nuevas vías adicionales que no tendrían vuelta de hoja. “El cambio climático no retrocede, sino que va por caminos distintos”, ha añadido.
Según McNutt, los resultados de estas tecnologías son demasiado impredecibles a escala planetaria. También teme que podrían provocar conflictos, ya que los efectos de tales intervenciones climáticas variarían enormemente en un lugar y otro del planeta. “Puede que Kansas estuviera contenta con la respuesta, pero tal vez el Congo no, debido a los cambios de pluviosidad. La cosa podría ir peor en el Ártico, y además no pondría remedio a la acidificación de los océanos”, ha añadido. “Hay muchas razones por las que se podría considerar que un mundo con el albedo modificado no supone una mejora.”
El informe también advierte de que prometer una rápida solución al cambio climático alterando el planeta puede desalentar los esfuerzos por reducir las emisiones de gases de efecto invernadero. “El mensaje es que la reducción de las emisiones de CO2 es de lejos la vía preferible para afrontar el problema”, ha declarado Raymond Pierrehumbert, climatólogo de la Universidad de Chicago, miembro del comité que ha escrito el informe. “Atenuar la luz del sol incrementando la reflectividad de la Tierra no debe considerarse un sucedáneo barato de la reducción de las emisiones de dióxido de carbono. Es una tercera, cuarta o quinta opción, muy endeble y distante. Está muy abajo en la lista de cosas que uno tiene ganas de hacer.”
No obstante, ahora la geoingeniería ha entrado en la lista. El cambio climático puede precipitar situaciones de emergencia climática –como una pérdida generalizada de cosechas– hasta tal punto que los gobiernos podrían verse tentados de intentar este tipo de intervenciones a gran escala. “La probabilidad de que finalmente se planteen esfuerzos desesperados por contrarrestar los daños causados por el cambio climático aumenta con cada año que pasa sin que se haga algo por controlar las emisiones”, dice el informe. En este caso, sería mucho mejor estar preparados para tales eventualidades impulsando la investigación desde ahora mismo. El informe acepta que se estudien tecnologías como la de extraer el CO2 de la atmósfera, pues considera que en general no encierran muchos riesgos, aunque su coste sería prohibitivo.
El informe descarta la idea de sembrar el océano de limaduras de hierro para provocar un fuerte crecimiento del plancton que absorba el CO2, pero considera que las tecnologías de extracción del CO2 pueden incluirse en la lista de posibles respuestas al cambio climático. Esta tecnología supondría capturar el CO2 y bombearlo a alta presión en el subsuelo, algo similar a la técnica que se está ensayando actualmente en un pequeño número de centrales térmicas de carbón. Claro que extraer el CO2 del aire es mucho más complicado que capturarlo en una central térmica, que según el informe ya tiene de por sí un coste prohibitivo. Pero sigue siendo una opción. “Creo que es muy probable que finalmente esta tecnología llegue a formar parte del arsenal de armas que utilicemos contra el cambio climático”, ha declarado Michael Oppenheimer, climatólogo de la Universidad de Princeton, quien no ha participado en la redacción del informe.
Una de las conclusiones importantes del informe es sin duda que traza una línea entre las dos tecnologías: la eliminación del CO2 y la modificación del albedo. Los riesgos y beneficios potenciales de una y otra están diametralmente opuestos, opina Ken Caldeira, un científico de la atmósfera del Departamento de Ecología Global de la Carnegie Institution y pionero de la geoingeniería, miembro también del comité que ha redactado el informe. “La principal preocupación con respecto a la eliminación del CO2 estriba en el coste”, ha declarado. “No suscita ninguna clase de dilemas existenciales globales de nuevo tipo. El principal propósito de la investigación es hacerla más asequible y asegurar que sea aceptable desde el punto de vista del medio ambiente.”
En el caso de la modificación del albedo, sin embargo, el problema es el riesgo que conlleva. “Muchas de esas ideas son relativamente baratas”, ha señalado. “La cuestión no es el coste directo. La cuestión es ¿qué secuelas negativas tendrá?” Existe el temor de que tales intervenciones pudieran tener consecuencias no deseadas e incluso peores que el cambio climático, como malas cosechas y hambrunas generalizadas o choques entre países por el control del cielo. No obstante, Caldeira aduce que tiene sentido estudiar ya ahora esas posibles consecuencias. “Si existen soluciones mágicas, pero que no van a funcionar, sería bueno saberlo de antemano y descartarlas, de manera que luego no se actúe precipitadamente en una situación de emergencia”, ha añadido.
La inyección de dióxido de azufre en la atmósfera podría hacer que bajaran las temperaturas, al menos según unos modelos de ordenador y ciertas experiencias reales tras importantes erupciones volcánicas, pero el enfriamiento sería temporal y no contribuiría para nada a rectificar la química de los océanos, que se ha desbaratado al absorber aquellas emisiones. “Mi opinión sobre la modificación del albedo es que es como administrar analgésicos a alguien que precisa una operación para extirparle un tumor”, ha afirmado Pierrehumbert. “Es hacer caso omiso del problema. El problema sigue creciendo pese a todo y pronto o tarde reaparecerá y sufrirás de nuevo.”
Nota:
1/ El albedo es el porcentaje de luz solar reflejada desde la Tierra al espacio exterior.
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