Ante los atentados perpetrados en París el viernes 13 de noviembre, desde Anticapitalistas condenamos la barbarie y nos solidarizamos con quienes la sufren. Vaya por delante nuestro mensaje de apoyo y empatía a las personas afectadas y nuestra indignación y rabia ante lo sucedido.
Comunicado de Anticapitalistas, 14 de noviembre de 2015
El objetivo del terrorismo no es otro que crear un estado permanente de terror, odio y desconfianza generalizado entre la población. Si la respuesta pasa por recortes de libertades, menos democracia y nuevas violaciones de los Derechos Humanos, habrán cumplido su objetivo. Responder al odio con más odio y al terror con más terror es entregarles la victoria a los terroristas y retroalimentar la barbarie.
Quienes pretenden criminalizar a todo un grupo social por el simple hecho de compartir origen geográfico, fenotipos raciales o supuesto sustrato cultural común, caen en la misma ceguera y en el mismo esquema de confrontación de bloques y choque de civilizaciones que impulsa la derecha xenófoba. El mal llamado Estado Islámico ni es Estado ni es islámico, pues nada comparte con los más de 1.500 millones de musulmanes que hay en todo el mundo y que desde el primer momento están condenando estos y otros atentados similares. Hoy el foco está en París, pero cabe recordar que la mayoría de víctimas de la barbarie yihadista, en sus diferentes versiones y fracciones, son los propios musulmanes. El fanatismo religioso, sea del tipo que sea, es siempre enemigo del pueblo, como también lo son el imperialismo o las políticas racistas.
De la misma forma que criticamos las reacciones automáticas y simplistas, criticamos los análisis mecanicistas y unilaterales. El imperialismo occidental no es la única causa del fanatismo religioso ni de los atentados que este perpetra, aunque contribuye decididamente a seguir girando una rueda de acción/reacción mortífera y otorga una coartada política a quienes, en ambos bandos, tienen interés en apuntalar un mundo de bloques cerrados y enfrentados que dividen a los pueblos y a las clases trabajadoras. Los yihadistas se crean en las mezquitas radicalizadas y minoritarias, pero también en las cárceles, en los barrios deprimidos por el paro y la pobreza, en los escombros de los bombardeos.
Las intervenciones militares exteriores se suman a la política exterior comercial y económica de las grandes potencias con los países del Sur Global, a los muros y CIEs de la Europa Fortaleza, a los modelos de integración racial por asimilación y a las políticas de austeridad que, en todo el mundo, provocan pobreza, desigualdad y guerras. Ese es el caldo de cultivo del fanatismo. Combatirlo pasa por vaciarlo, no por verter aún más líquido incendiario.
Cerrar fronteras, suspender las libertades civiles, militarizar el espacio público, endurecer el Código Penal y agitar el odio racial es el verdadero programa del terrorismo. La perpetuación del Estado de Emergencia o los pretendidos Pactos Antiterroristas que no atacan las causas, sino solo los efectos, son solo soluciones cosméticas de cara a la galería, cuando no nuevas vueltas de tuerca en la espiral de terror global. La solidaridad es la ternura entre los pueblos, no la connivencia con quienes provocan el horror y alimentan la espiral de violencia. Por eso nos preocupa que la respuesta a estos atentados pase por reforzar los mismos valores y prácticas que buscan instaurar. O que se utilice esta matanza para criminalizar aún más a las y los refugiados que están llegando a Europa y que vienen precisamente huyendo del fundamentalismo religioso y del odio y muerte que genera.
Que los atentados de París se conviertan en el “11S europeo” no dependerá tanto del número final de víctimas sino de las reacciones y consecuencias políticas que se deriven. El ciclo de guerra global permanente, recortes de libertades y políticas racistas abierto desde 2001 explica en gran medida los ataques de París y debería suponer una lección para este nuevo desafío. Todavía estamos a tiempo. Sin embargo, las principales fuerzas políticas en Francia, España y Europa ya hablan de “la guerra del siglo XXI” y responden en clave de unidad nacional, seguridad policial y odio racial. Más que una respuesta, parece un programa electoral y de gobierno de la derecha más reaccionaria. Si dejamos que los Le Pen y Sarkozy de cada país lideren la respuesta contra el terror, solo encontraremos más odio y terror. El recuerdo de la guerra de Iraq y la gestión de los atentados del 11M en Madrid por parte del Gobierno de Aznar deberían servirnos como ejemplo.
Si las bombas consiguen vaciar las calles y quebrar la vida en común, la represión y el odio ocuparán el vacío. No es la hora del miedo ni de esconderse en casa, dejando el terreno libre a quienes, desde uno y otro lado, quieren levantar muros de desconfianza entre las clases populares. Es la hora del pueblo, de crear comunidades vivas, abiertas y solidarias. Porque allí donde hay gente organizada, no entra el fanatismo ni el odio, lleve etiqueta yihadista o neofascista. Solo cabe una respuesta: más democracia, más derechos, más comunidad. Nuestro más firme rechazo a todas las formas de odio y a quienes las alimentan desde cada bando solo es equiparable a nuestra más firme solidaridad y apoyo a quienes las sufren y a quienes las combaten. Solo el pueblo salva al pueblo. Solo los pueblos salvan a los pueblos.
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