Como surge el ISIS, como se financia, quiénes hacen la vista gorda (1)
El ISIS nació al calor de la ocupación y la fragmentación de Irak. El desmantelamiento de las fuerzas armadas iraquíes por parte de EEUU contribuyó a su fortalecimiento. Y la guerra siria fue clave para su crecimiento.
Turquía y Arabia Saudí, aliados de Occidente, son territorios epicentros de la financiación del ISIS. Turquía ha permitido el flujo de camiones que cruzan la frontera cargados de petróleo procedente de los campos sirios controlados por el "Estado Islámico"
El ISIS ha debilitado y mantenido ocupados a enemigos de Israel, Turquía y Arabia Saudí
Olga Rodríguez, en Eldiario.es. Foto: Abu Baker Al Bagdadi se convirtió en líder del Daesh (ISIS) en 2010. Iraquí arrestado en Faluya e internado en Camp Buca
Los inicios de lo que después sería el ISIS
Los antecedentes que dieron lugar al ISIS surgen en el contexto de la ocupación de Irak. Tras la toma del país por las tropas británicas y estadounidenses (y españolas hasta 2004), se formaron diversos grupos armados para luchar contra los invasores.
Entre ellos aparece la autodenominada organización de la base yihadista en Mesopotamia (procedente de Jamaa al Tawhid wal-Jihad, nacida en 1999), conocida en la prensa como Al Qaeda en Irak. Posteriormente se uniría a otros grupos bajo el nombre primero de Consejo de Muyaidines y después, en 2006, Estado Islámico de Irak.
El contexto en Irak
Miles de iraquíes fueron detenidos en cárceles secretas estadounidenses, donde recibieron torturas diarias. Algunos arrestados desaparecían para siempre. Otros reaparecían años después devastados por las torturas, y con una sobrevenida, inquebrantable y extremista fe religiosa.
Tras la ocupación EEUU desarticuló inmediatamente las Fuerzas Armadas iraquíes, criminalizó el partido Baaz e integró a milicias sectarias en las nuevas fuerzas de seguridad iraquíes para luchar contra la resistencia. Fomentó las divisiones y entrenó a integrantes de milicias policiales que sembraron el terror.
Fue lo que se llamó los escuadrones de la muerte, comandos que arrestaron a miles de jóvenes suníes, muchos de los cuales aparecían semanas después muertos en las calles de ciudades como Bagdad, con orificios de bala en la cabeza, pies o pulmones, con huesos rotos, cráneos aplastados, piel quemada o arrancada, signos de descargas eléctricas u ojos fuera de sus órbitas.
Cientos de miles de familias huyeron del país. En tan solo unos meses más de cinco millones de iraquíes se convirtieron en refugiados. Dos millones y medio de ellos se instalaron en Siria.
En poco tiempo Irak, que había sido un país donde muchos chiíes y suníes convivían juntos, donde un elevado porcentaje de los matrimonios eran mixtos, donde no había grandes tensiones sectarias, se convirtió en un infierno. Muchos antiguos integrantes de las Fuerzas Armadas desmanteladas compartieron celda con miembros de grupos religiosos que iban radicalizándose a medida que aumentaba la violencia y la represión.
El grupo de la cárcel de Camp Bucca
Abu Baker Al Bagdadi, que se convertiría en 2010 en el líder del Estado Islámico de Irak, fue arrestado por los estadounidenses en 2004 en la ciudad de Faluya, duramente golpeada por las fuerzas de ocupación, que bombardearon viviendas, mercados, escuelas, hospitales y emplearon fósforo blanco, un armamento letal que abrasa la piel de sus víctimas. El dolor provocado en aquella ciudad es recordado hasta día de hoy por sus habitantes.
Al Bagdadi fue enviado a la cárcel de Camp Bucca, donde las torturas estaban a la orden del día. Algunos se empaparon allí de las doctrinas más extremistas y desvirtuadas del Islam, como el wahabismo. De aquella prisión saldrían muchos hombres listos para integrar las filas del Estado Islámico (ISIS o Daesh).
Las revueltas en Irak
En 2010, en un Irak totalmente roto, irrumpió un movimiento pacífico de protesta contra el gobierno central, que tomó fuerza tras el estallido de las revueltas en Túnez o Egipto en 2011.
Entrevisté por aquél entonces a uno de los organizadores de aquellas manifestaciones iraquíes, Udai Al Zaidi, hermano del famoso periodista que arrojó un zapato a George Bush y fue encarcelado por ello. Al Zaidi, chií, se manifestaba en Irak con miles de suníes y chiíes más, contra un gobierno al que tachaban de corrupto y sectario.
El gobierno de Al Maliki, aferrado al poder, reprimió aquellas multitudinarias protestas empleando balas contra los manifestantes, y apoyado por el Ejército estadounidense. Murieron cientos de personas y miles fueron encarceladas.
El 'Estado Islámico' en Siria
La represión gubernamental iraquí contra todo tipo de queja o protesta aumentó y llevó al extremismo a algunos sectores de la oposición.
Lo mismo ocurrió en Siria, donde las revueltas habían estallado en marzo de 2011. El 'Estado Islámico' de Irak envió una delegación a Siria en agosto de 2011, cuando la guerra civil siria ya estaba en marcha, tras el aplastamiento de las revueltas por Bashar al Assad.
El líder del 'Estado Islámico' de Irak, el clérigo Al Bagdadi, formateado tras su paso por la cárcel de Camp Bucca y la guerra, anunció en 2013 la creación del 'Estado Islámico' de Irak y Levante (Siria).
El auge del ISIS
En 2014 el 'Estado Islámico' se hizo fuerte en Siria e Irak. Miles de hombres del ISIS, armados y protegidos con humvees y tanques, tomaron varias ciudades iraquíes sin apenas resistencia.
Contacté entonces con algunos antiguos efectivos de las fuerzas armadas iraquíes desmanteladas por EEUU y de varios grupos de la resistencia iraquí. En un momento en el que ellos mismos habían ganado posiciones en territorio iraquí, se hacían la siguiente pregunta:
¿Interrumpimos nuestra lucha contra nuestro enemigo, el gobierno de Al Maliki [apoyado por EEUU], para luchar contra el Estado Islámico, superior en número y fuerza a nosotros, o nos unimos al Daesh, a pesar de nuestras diferencias, para evitar ser derrotados?
La respuesta elegida por muchos fue la segunda. Prefirieron ser cómplices que enemigos.
Quién les iba a decir a algunos oficiales de las fuerzas del laico Baaz iraquí en 2003 que años después combatirían mano a mano con yihadistas extremos que proclamaban un Califato y dictaban las normas más violentas y medievales en nombre de un distorsionado e instrumentalizado Islam.
La toma de más territorio
Grupos suníes de diversa procedencia, solo unidos por un enemigo común, terminaron integrando las filas del Daesh. Tomaron varias ciudades iraquíes y llegaron muy cerca de Bagdad. Apenas encontraron resistencia por parte del ejército iraquí, marcado por la corrupción:
“Los militares se fueron corriendo, no había aviones, no había nada que los parara. Para ser sincero, los únicos que hicieron algo para detener [al Daesh] fueron los militares iraníes y las milicias chiíes”, confesaba recientemente el exministro de Defensa iraquí Ali Allawi en un documental de Al Jazeera.
Desvincular Irak como contexto y desarrollo del Daesh sería hacer un análisis cojo de su evolución. En 2014, tras la toma de un amplio territorio en Irak, el Daesh proclamó el Califato del Estado Islámico de Irak y Siria, controlando un espacio similar al de Jordania. A sus filas se unieron chechenos, musulmanes procedentes de los Balcanes, del norte de África y de Asia.
En agosto de 2014 llegó la respuesta internacional. Obama prometió acabar con el Daesh, y una alianza militar integrada por EEUU, Arabia Saudí, Emiratos o Jordania empezó a bombardear focos supuestamente controlados por el grupo terrorista.
La vista gorda y la financiación
El Daesh ha sido visto por algunos actores regionales -Israel, Turquía, Arabia Saudí, etc- como un arma potencial contra Irán. Ha mantenido débil al régimen chií de Irak y ha tenido ocupados a grupos enemigos de Israel, como Hezbolá, que lucha en Siria contra diversos grupos de la oposición, entre ellos el Daesh.
Turquía, integrante de la OTAN, ha hecho la vista gorda ante el Daesh. El primer ministro Erdogan ha querido ver en movimientos islamistas radicales una forma de detener tanto la influencia chií en la zona como a los kurdos. Ha permitido el paso de yihadistas por su frontera, ha bombardeado a las YPG kurdas -unidades de protección popular- cuando se suponía que esos ataques tenían que dirigirse al Daesh, y ha permitido el flujo de camiones que cruzan la frontera cargados de petróleo procedente de los campos sirios controlados por el ISIS.
De ese modo cree evitar la posibilidad de una soberanía de los kurdos -que están luchando contra el Daesh- junto a su territorio.
La compra de petróleo en el mercado negro turco ha sido uno de los modos más eficaces de financiación para el Daesh, junto con el cobro de grandes sumas de dinero por el rescate de algunos secuestrados.
También recibe apoyo económico de individuos saudíes ante los que el régimen de Riad hace la vista gorda. Esas personas entregan dinero al Daesh y hacen lobby por él, presionando para que otros lo apoyen.
La guerra contra el terror
Los aliados de EEUU en Siria en la coalición que bombardea el país han sido entre otros la monarquía absolutista de Arabia Saudí, que sigue consintiendo el apoyo al Daesh desde su país.
Washington y los saudíes también operan juntos, con Emiratos, en la coalición que bombardea Yemen, donde están creando más caldo de cultivo para el terrorismo con ataques como el que el pasado septiembre mató a 131 personas e hirió a cientos más.
Las matanzas como la de París son habituales en Oriente Próximo y Medio, ya sea por ejércitos o por grupos terroristas. La llamada guerra contra el terror, la estrategia de las bombas y las intervenciones, se ha mostrado ineficaz: lejos de menguar, el terrorismo y la violencia crecen.
François Hollande decía el sábado que la masacre de París es un acto de guerra. En realidad Occidente participa en una contienda desde que se involucró en Afganistán armando a los muyaidines que devinieron en los talibanes. Luego llegarían Irak, Libia, Siria, Yemen… Pero al ser guerras que se libran lejos de nuestras fronteras, solo nos acordamos de ellas cuando algún macabro eco llega a nuestros territorios.
El paso al frente de Francia, el crecimiento del ISIS, las injerencias (2)
Este artículo es la segunda parte de: "Cómo surge el ISIS, cómo se financia, quién hace la vista gorda"
La dominación extranjera, al servicio de intereses ajenos a la población local, nunca fue bien percibida en Oriente Próximo. Las injerencias y operaciones militares actuales tampoco lo son.
En los últimos años París ha querido situarse en 1ª línea de la geopolítica, impulsando operaciones militares en Libia o Malí, con consecuencias nefastas.
Con cada bomba, con cada discurso desafiante, con cada retórica racista, el Daesh ganará nuevos adeptos
Olga Rodríguez, en ElDiario.es
El
paso al frente de Francia
Dijo Hollande que la masacre de París es un acto de
guerra, pero lo cierto es que Francia lleva participando en guerras desde hace
tiempo.
En los últimos años nuestro país vecino ha querido
situarse en primera fila de la geopolítica, en busca de una mayor influencia
internacional. Para ello abanderó la defensa de la intervención militar en
Libia, de la mano del filósofo Bernard-Henri Levy, quien ayer mismo pedía, en
una huida hacia adelante, más tropas en el terreno sirio y más guerra.
Con la excusa de liberar una ciudad de las garras del
ejército de Gadafi, una coalición militar liderada por Francia y Reino Unido
-con compañeros de dudosa reputación- armó en 2011 a grupos yihadistas y a
individuos que antes habían participado en la guerra contra EEUU en Afganistán.
Aquella operación prosiguió durante meses y no paró hasta
que Francia y EEUU asesinaron extrajudicialmente a Gadafi. Fue llamativo que
ambos países se disputaran, cual botín, la autoría de un asesinato que violaba
la ley internacional.
“Llegamos,
vimos, murió”
Libia quedó fragmentada y dividida en milicias armadas
por Occidente, algunas de ellas extremistas. No importó. Hillary Clinton no
pudo evitar aquello de “llegamos, vimos y murió”, comentando
el asesinato de Gadafi. El salvaje oeste volvía a ser reivindicado. ¿Para qué
hay cárceles y tribunales cuando se puede ejecutar a alguien sin más?
Libia se convirtió en arsenal de yihadistas armados que
participarían en el horror actual que vive tanto ese país como Siria.
Francia también impulsó una intervención militar en Malí en 2013, enviando tropas galas al
terreno.
Los
papeles en Siria
Desde 2011 varios servicios secretos occidentales, así
como unidades especiales de EEUU, estuvieron presentes en Siria, estudiando a
qué grupos de la oposición apoyar y armar.
Ya en 2012 escribí en el libro “Yo muero hoy. Las
revueltas en el mundo árabe” cómo Francia o Reino Unido, así como Arabia Saudí,
Emiratos o Qatar, estaban ofreciendo apoyo logístico, militar o de inteligencia
a diversos grupos “rebeldes”, algunos de ellos yihadistas.
La apuesta de Obama fue la estrategia del desgaste: dejar
que los bandos implicados se debilitaran entre ellos, apoyando a determinados
grupos de la oposición pero sin facilitar armamento pesado y evitando un
desenlace.
En 2014 comenzó una campaña de bombardeos aéreos por EEUU
y aliados del Golfo y en septiembre de este año se unió Francia. No es la
primera vez por tanto que aviones franceses atacaban posiciones del
Daesh.
Irán y Rusia estuvieron presentes respaldando al régimen
de Bashar al Assad, que no dudó en golpear duro en sus bombardeos sobre zonas
urbanas en un intento por acabar con la oposición, a costa de muerte y
destrucción, lo que contribuyó al aumento del extremismo.
El
Daesh en Siria
Con la llegada a Siria de una delegación del “Estado
Islámico” de Irak en agosto de 2011 se puso en marcha el “Estado Islámico” de
Irak y Siria, que se asentó en varias áreas suníes del país, algunas de ellas
cercanas a la frontera de Turquía, donde han operado los servicios secretos
turcos, que han hecho la vista gorda ante las idas y venidas de los yihadistas.
Como apuntaba en la primera parte de este artículo, varios actores regionales
se han beneficiado de la existencia del ISIS.
En 2013, tras la toma de algunas ciudades importantes de
Irak, el ISIS se hizo fuerte y popular entre algunos sectores de jóvenes
musulmanes marcados por la guerra o por la desafección. A ello ha contribuido
su sofisticada campaña propagandística a través de Internet.
Sykes-Picot
El ISIS ha proclamado en un vídeo que Sykes-Picot se ha
acabado, y muchos en la región opinan que estamos ante un segundo Sykes-Picot.
El acuerdo de Sykes-Picot, llamado así por el apellido de
sus dos valedores, fue suscrito de forma secreta en 1916, en la I Guerra
Mundial, entre Francia y Reino Unido. A través de él ambas potencias se
repartían el control de Oriente Medio en caso de una victoria militar: Francia
ejercería su influencia sobre los actuales Siria y Líbano, y Reino Unido sobre
Transjordania (la actual Jordania y Cisjordania), Palestina e Irak.
Así lo acordaron y así se hizo, a pesar de que sus
promesas a la población local habían sido otras. La independencia ansiada por
los árabes cayó en saco roto. Sykes-Picot convirtió antiguas provincias del
Imperio otomano en países, dibujó fronteras a su antojo y repartió un suculento
pastel entre París y Londres.
El
papel de Francia en la zona
Desde 1920 y hasta la década de los 40 Francia ejerció su
control sobre la Gran Siria, que comprendía lo que hoy conocemos como Líbano y
Siria. En Líbano se impuso un sistema de reparto de poder en función de la
confesión religiosa fomentado por París, interesado en beneficiar a los
cristianos.
Ese sistema estableció la presencia en el Parlamento de
seis cristianos por cada cinco musulmanes, a pesar de que estos eran mayoría en
el país. Aquello estableció una división de facto entre las diferentes
religiones.
“La Cruz sobre la Media Luna”
En Siria Francia también ejerció su mandato imponiendo
sus intereses, violando la independencia que el rey Faisal I había declarado en
1920 y declarando Siria como su “colonia”.
El oficial francés Goraud comandó sus tropas hasta
Damasco, ocupó la ciudad y aplastó una revuelta popular contra el mandato de
París, en la batalla de Maysalum. Tras ello, Goraud se dirigió a la tumba de
Saladino, la pateó y, según se le atribuye hasta hoy, dijo:
“Despierta, Saladino. Hemos regresado. Mi presencia aquí
consagra la victoria de la Cruz sobre la Media Luna”.
A pesar de la represión francesa, en los siguientes años
se sucedieron varias revueltas en Siria y Líbano en contra de la dominación
extranjera. Es importante tener en cuenta cómo esta lleva siendo percibida
desde hace décadas.
Las
injerencias
En 1948, en territorio vecino a Siria, nacería el Estado
de Israel, auspiciado por la ONU, las potencias occidentales y la URSS y con la
oposición de los países árabes de la zona, que veían peligrar sus propios
territorios.
Cuatro años antes, cuando dos rabinos habían ido a la
Casa Blanca pidiendo un Estado judío en Palestina al presidente Roosvelt, este
dijo: “Pensando en ello, dos hombres, dos hombres sagrados, vienen aquí a
pedirme que permita que millones de personas sean asesinadas en una yihad”.
También entonces Hannah Arendt explicó su oposición al
sionismo alegando que las políticas judías en Palestina dependerían de la
protección de las grandes potencias. Y así ha sido. Occidente ha seguido desde
entonces tomando partido por la ocupación israelí, que sigue en Cisjordania,
Jerusalén Este, Gaza y los Altos del Golán de Siria.
La permisividad de Occidente con semejantes políticas, en
comparación con sus castigos a los árabes, tiene sin duda consecuencias que
habría que valorar.
La era colonial en Oriente Próximo y las injerencias
-como el golpe de Estado de la CIA y Reino Unido contra el gobierno democrático
iraní de Mossadeq- desembocaron en la creación de organizaciones árabes de
resistencia armada o, en el caso iraní, en la revolución islámica del 79.
En los años setenta los movimientos árabes seculares
dominaban la escena, pero empezaron a crecer algunos grupos religiosos
islámicos, impulsados y apoyados por regímenes conservadores que querían
menguar la influencia de ese nacionalismo árabe laico predominante hasta
entonces.
El punto de inflexión
Y llegamos de nuevo al punto de inflexión: la guerra de
Afganistán en los años ochenta y los integristas islámicos que recibieron armas
y financiación de EEUU o Arabia Saudí para combatir a la URSS en suelo afgano.
Al mismo tiempo Israel invadía Líbano, lo que provocó la
creación de Hezbolá, que en 1983 perpetró un enorme atentado suicida contra el
cuartel de los marines estadounidenses en Beirut y contra un puesto de mando
francés.
A la vez en Palestina estallaba la primera Intifada y, al
calor de la represión israelí, surgió la oganización de resistencia armada
palestina Hamás. También nacían la Yihad Islámica y grupos extremistas
egipcios.
Pocos años después en Argelia, excolonia francesa, se
producía un golpe de Estado para impedir que el Frente Islámico de Salvación,
que había ganado las elecciones en primera vuelta, pudiera gobernar. De ese
modo nació el GIA, Grupo Islámico Armado, que protagonizó uno de los primeros
atentados yihadistas registrados en Francia.
Todo aquello supuso la consolidación del islamismo y el
extremismo en los grupos armados que luchaban o por la independencia, o contra
la ocupación, o simplemente ya por la yihad. El remate final lo pusieron la
invasión de Afganistán en 2001, la ocupación de Irak en 2003 y el
infierno que provocaron.
En 2006 nuevamente Occidente no quiso reconocer al
ganador de unas elecciones democráticas cuando Hamás arrasó en los territorios
palestinos. Posteriormente en 2013 en Egipto un golpe de Estado respaldado por
sectores occidentales derrocó al gobierno de los Hermanos Musulmanes elegido en
las urnas e instauró una fuerte represión, lo que ha provocado que algunos
jóvenes egipcios, radicalizados, hayan viajado a Siria para unirse a la guerra.
Lo mismo ha ocurrido en Siria, donde la guerra y la
represión solo han engendrado fanatismo y dolor.
Con
cada intervención...
El exgeneral estadounidense Wesley Clark dijo hace unos
meses que “EEUU usó el Islam radical para luchar contra los soviéticos en
Afganistán. Rogamos a los saudíes que pusieran dinero; y lo hicieron”.
También este año un antiguo enviado especial de la ONU,
Lakdar Brahimi, que trabajó en Irak y Afganistán, atribuyó la emergencia del
ISIS a la invasión de Irak:
“No había justificación para la guerra de Irak y todos
pagamos las consecuencias”.
Las guerras en las que Occidente lleva años involucrado
no solo no han parado el terrorismo, sino que este ha aumentado.
Con cada bomba sobre determinadas zonas de Siria, con
cada discurso desafiante, con cada retórica racista, el ISIS ganará nuevos
adeptos no solo en Oriente Próximo, sino también en barrios deprimidos de
Europa como en el que vivía uno de los terroristas de París.
Este escrito es un simple repaso, poco completo porque
este formato lo impide, pero suficiente para mostrar que, a pesar de lo que
algunos insinúan en programas y tertulias, el extremismo violento que se ejerce
en nombre del Islam no procede de ningún ADN connatural a una religión o a
una etnia; que no surge por ciencia infusa de la nada; que todo tiene un
contexto político e histórico. El fanatismo del Daesh es espeluznante y la
responsabilidad del mismo es solo de quienes lo practican. Pero ese horror no
surge de la nada. Para buscar soluciones a los problemas hay que analizar sus
causas.
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