Ecosocialismo o barbarie
Como viene siendo demasiado habitual en estas citas, basta recordarla Cumbre de Copenhague de 2009 o Cancún en 2010, terminan convirtiéndose en un agónico y triste espectáculo. La escenificación de un ejercicio de diplomacia internacional que por desgracia tiene más de performativo que de negociación; extendiendo una horas extras la reunión, celebrando reuniones de emergencia entre los líderes de los grandes países, etc. Todo ello para terminar presentando unas conclusiones encabezadas por declaraciones del tipo “Se intentó hasta el último momento. Esto es todo lo lejos que hemos podido ir. Es el mejor acuerdo posible”; aunque sea un acuerdo que no responde ni a las advertencias de la comunidad científica ni a las demandas sociales para hacer frente a la amenaza que supone el cambio climático.
La disyuntiva ya no es cuánto tiempo más podemos seguir así antes de que tenga consecuencias. La disyuntiva es qué consecuencias estamos dispuestas a asumir como sociedades. Porque cuánto más tardamos en dar respuesta, mayores son los impactos ambientales y sociales y más improbable resulta no superar en 2ºC grados la temperatura de aquí a finales de siglo. Por no hablar de lo que nos alejamos del objetivo de no superar el grado y medio reclamado por los estados insulares y países menos desarrollados.
1. El cambio climático es consecuencia del modelo económico actual caracterizado por dos factores: la dependencia energética de los recursos fósiles y la necesidad intrínseca de crecer. Un modelo que funciona sólo a base de quemar petróleo en la industria, el transporte, la agricultura, el ocio, la vivienda, etc. y que ha provocado la acumulación en la atmósfera de los llamados gases de efecto invernadero, principalmente el dióxido de carbono (CO2), que impiden que las radiaciones infrarrojas que emite el planeta salgan al espacio y, por tanto, hacen subir la temperatura del planeta. Un modelo basado en una lógica de necesidad de crecimiento constante: crecer para salir de la crisis, crecer para crear empleo que no ha hecho más que acelerar las emisiones en las últimas décadas.
2. Rebajando los compromisos. De Kioto a París. En la COP21 se negocia un protocolo que sustituya al Protocolo Kioto que entró en vigor en 2005 y cuyo objetivo era reducir para 2012 el 5% de las emisiones con respecto al año 1990. No obstante, los retrocesos son varios. El primero, la pérdida de un tiempo que no podemos permitirnos perder. El Protocolo de Kioto establecía obligaciones para el período 2008-2012, pero el acuerdo que se apruebe en París se aplicará a partir de 2020 con lo cual se han dejado ocho años entre medias para que “cada cual haga lo que quiera a su manera” que se ha traducido en laissez faire, laisser passer. El segundo, el cambio de lógica en la definición de los compromisos pasando de la responsabilidad “cuánto hay que reducir en total, cuánto toca por país” al ofrecimiento “esto es lo que voy a reducir como país, esto es lo que hay”. En Kioto, si bien algunos países como EEUU decidieron no asumir su parte y no lo ratificaron, las obligaciones de reducción de emisiones se repartieron en función de las responsabilidades comunes pero diferenciadas de cada país. En cambio, en el nuevo acuerdo se opta porque cada país voluntariamente ofrezca compromisos de reducción de emisiones y luego ya se verá cuánto suman. Con los compromisos actuales encima de la mesa se está muy lejos de mantenerse en 2ºC grados, el resultado es que la temperatura a final de siglo subirá de un mínimo de 2,7ºC grados hasta 4 grados, según las distintas fuentes. En tercer lugar, la discusión sobre la obligatoriedad. A pesar de que es cada país quien define los objetivos de reducción de emisiones -en lugar de responder a criterios científicos de responsabilidad y/o capacidad de reducción-, la cuestión de si los compromisos son vinculantes o no se prevé que sea uno de los puntos más complicados en la Cumbre de París. Es decir, los objetivos que voluntariamente presentan los países pueden terminar siendo de cumplimiento voluntario. Y, a pesar de ello, probablemente el día de después tengamos que leer en los periódicos declaraciones de varios de los ministros o primeros ministros como las que se pronunciaron ya en Copenhague, cuando, por ejemplo, Obama dijo “Hoy hemos logrado un avance significativo y sin precedente. Por primera vez en la historia, todas las principales economías se han unido a fin de asumir su responsabilidad de actuar y enfrentar la amenaza del cambio climático. Hoy hemos logrado un avance significativo y sin precedente.”
3. Y el Estado Español: El gran suspenso aunque se diga que ha aprobado el examen. El reparto de compromisos realizado en el seno de la UE para cumplir con el Protocolo de Kioto permitió al Estado Español aumentar las emisiones en un máximo de un 15% para el período 2008-2012 y lo ha cumplido justito, justito. De hecho lo ha cumplido gracias a la crisis económica que ha ralentizado la economía y a la compra por valor de más de 800 millones de euros de derechos de emisión, un mecanismo de flexibilidad que permite contaminar más pagando dinero. No obstante, las emisiones de gases de efecto invernadero en el Estado español han vuelto a repuntar y crecen más que la propia economía. En 2014 aumentaron un 1,1% respecto a las de 2013 y por primera vez desde que comenzó la crisis en el año 2008. Datos que no son sólo nefastos de cara a renovar compromisos en la COP21, sino la muestra de que se han desaprovechado estos años para mejorar en eficiencia y ahorro y apostar por otro modelo energético.
4. Hay alternativas: Cambiemos el sistema y no el clima. Agricultura ecológica y de producción cercana en lugar de la agroindustria y los transgénicos. Autoconsumo y producción de electricidad renovable con posibilidad de revertir a la red el sobrante en lugar de depender de las grandes eléctricas fósiles y usureas con el déficit tarifario. Transporte público, peatonal y ciclista en lugar de la dependencia del auto. Reparto del trabajo y la riqueza, en lugar del reparto de la precariedad y la miseria. Las soluciones existen, sólo falta extenderlas a gran escala. Soluciones que no sólo reducen las emisiones sino que mejoran nuestra calidad de vida.
5. Desde Anticapitalistas expresamos nuestro compromiso con esta agenda y nos sumamos a las movilizaciones que tendrán lugar el sábado 28 y el domingo 29 de noviembre en favor del clima y en particular al llamamiento que han lanzado distintas organizaciones y plataformas en París pidiendo que se mantengan las movilizaciones previstas parar el fin de semana y se levanten las prohibiciones.
En estos momentos más que nunca decimos: Para evitar lo impensable debemos comprometernos a hacer lo que parece imposible.
Anticapitalistas, 26 de noviembre de 2015
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