lunes, 7 de julio de 2014

Australia, la tierra prometida… para los no aborígenes

En el Territorio del Norte, zona rica en recursos minerales, la economía crece para todos, menos para los habitantes originarios. El futuro boom de la minería tampoco derramará beneficios para ellos.

Gerry Georgatos, Australia. Tomado de Desinformemonos

El Territorio del Norte y el gobierno australiano ofrecen oportunidades sin precedentes a las empresas mineras y, al mismo tiempo, hacen muy poco por la mayoría de los pueblos originarios empobrecidos. Los hombres de los Primeros Pueblos del territorio tienen una esperanza de vida de 52 años, mientras que sus contrapartes viven 30 años más.

Este territorio australiano está ganando atención internacional como una oportunidad por su riqueza en recursos. Con una población total de apenas 250 mil personas, un territorio no “desarrollado” en su mayor parte y derechos sobre la tierra que se pueden evitar fácilmente, las empresas mineras tienen el acceso fácil. Sin embargo, un tercio de la población son los Primeros Pueblos, y ellos no disfrutan los beneficios de la riqueza de recursos – de los que deberían ser soberanos. Sus hombres están encarcelados en tasas que asustan: el 83 por ciento (%) de la población carcelaria se compone de integrantes de los Primeros Pueblos, mientras la detención juvenil de los mismos llega al 98 % del total.

Una encuesta anual del Instituto Fraser sobre empresas mineras y de exploración informa que el Territorio del Norte se encuentra al borde de vivir un auge de la minería. El ministro de Minas y Energía del Territorio, Willem Westra van Holthe, señaló que la región “encabezó la categoría australiana que mide la calidad y facilidad de acceso a la base de datos del gobierno”. El índice de Atracción de Inversiones del Instituto clasificó al Territorio como el segundo a nivel nacional. “A nivel mundial, estamos en el lugar 6 de 112 provincias en el Índice de Potencial de Prácticas Mineras, basado en el potencial minero bajo las leyes ambientales vigentes”, presumió el ministro Van Holthe.

Con la determinación del gobierno del primer ministro Tony Abbott para eliminar cientos de normas y dispositivos de regulación, el Territorio se convierte en “bienes raíces de primera” para las empresas extractivistas más grandes.

Van Holthe señaló que su gobierno está comprometido con el crecimiento de la industria minera, pero muchos se preguntan, especialmente con los retrasos en los acuerdos de derechos sobre la tierra, si los beneficios llegarían a los pueblos originarios. Los críticos apuntan que si el trato será parecido al que se desarrolló en la última década en Australia Occidental con su boom de minería, los pueblos no saldrán beneficiados.

De acuerdo con Van Holthe, más de 110 millones de dólares australianos se invirtieron en la exploración de recursos en el año pasado en el Territorio, pero los críticos cuestionan: ¿cuánto se invirtió en los Primeros Pueblos del Territorio?

En 2013, el ex primer ministro Kevin Rudd remató una gira relámpago por el extremo superior del Territorio con una llamada a relajar los requisitos con el fin de que prosperen las empresas multinacionales de minería; sin embargo, como cualquier otro político, evitó mencionar al 30 % de la población del Territorio que enfrenta grandes dificultades, en doceava economía más grande del mundo.

En ese momento, el primer ministro Rudd pidió más subsidios para los inversores y los trabajadores en el territorio, pero no habló de hacer frente a la situación de desventaja de los Primeros Pueblos. Alegó que las personas que viven en el Territorio del Norte tienen una situación más difícil que el resto de Australia. Quienes lo tienen más complicado son los Primeros Pueblos del Territorio, no la población no aborigen, que está en el segundo lugar de los salarios más altos en la nación, después de Australia Occidental. Irónicamente, las dos economías de mayor crecimiento son el Territorio del Norte y Australia Occidental, pero en ambas los Primeros Pueblos sufren más. Estas dos jurisdicciones padecen las tasas de falta de vivienda más altas, pobreza más extrema generalizada, tasas de encarcelamiento más altas y porcentaje más elevado de suicidios –ya sean niños, jóvenes o adultos-. Estos Primeros Pueblos cuentan con la mayor mortalidad infantil, y mueren más jóvenes que en el resto de la nación. Sin embargo, sus economías prosperan.

La Oficina de Estadísticas de Australia indica que la edad promedio de muerte de los hombres indígenas en el Territorio del Norte es de 52 años, y este índice de mortalidad no ha mejorado en los siete años de la aplicación de la “Intervención”[i] [1].

En 2013, un informe parlamentario del Territorio del Norte reportó aumento de suicidios de jóvenes – chicos y chicas- con una edad promedio más baja cada año. La tasa de mortalidad infantil de los Primeros Pueblos del Territorio es de 13 muertes por cada mil nacidos vivos, más de tres veces mayor que la de los no aborígenes.

El ex primer ministro Rudd tuvo razón en cuanto a que la vida es dura en el Territorio, pero tenía que precisar para quién. La economía crece al doble que la de Victoria y Nueva Gales del Sur. La tasa de empleo se encuentra en niveles récord, pero no para los Primeros Pueblos. Tiene el doble de creación de empleo que en Australia Occidental, pero los aborígenes no son parte de esto; es como si hubiera un sistema de castas y los primeros pueblos fueran los intocables.

La ex ministra del gobierno para Asuntos Indígenas, Jenny Macklin, estuvo seis años al frente de la institución pero falló en darles prioridad a los Primeros Pueblos, a pesar de que afirma públicamente lo contrario. Durante su periodo, la falta de vivienda se incrementó. Existen 49 personas sin hogar por cada 10 mil australianos, pero la falta de vivienda entre los indígenas está en cerca de 200 por cada 10 mil.

Macklinm, henchida de arrogancia, declaró: “No se equivoquen. Ha habido progreso en materia de vivienda, educación y seguridad de las comunidades”. Agregó que “establecimos objetivos muy ambiciosos para cerrar la brecha entre los australianos aborígenes y no aborígenes,  y empezamos a hacer las inversiones sin precedentes que se necesitaban para revertir años de falta de dinero. Por primera vez en la historia de nuestra nación, tenemos un plan integral para abordar los desequilibrios con los pueblos indígenas”.

Macklin afirma que en la vivienda se hizo “una gran diferencia”, debido a la promesa de gastar 5.5 mil millones de dólares en diez años – sin embargo, más de la mitad de esta cantidad se la embolsaron los contratistas y administradores, y poco fue efectivamente entregado. En seis años se construyeron menos de 2 mil “nuevas” casas, y menos de  6 mil  “remodeladas” en comunidades remotas. Al visitar muchas de estas regiones se puede constatar que se trata de casas baratas de segundo nivel, hay muy pocas de ladrillos, son pequeñas y con tendencia a la aglomeración de habitantes. Los municipios siguen vacíos en servicios e infraestructura adecuados. Y a todo lo que se le dio una palmada, donde se puso una baldosa, una tabla o un poco de estaño, se le llama “remodelación”.

Los no aborígenes siguen pasándola razonablemente bien en todos los ámbitos y las multinacionales cosechan los beneficios. Barbara Shaw, habitante del Territorio, acusó: “Ellos dijeron que la intervención fue para parar los abusos, y que disminuirían el alcoholismo y la violencia doméstica, pero todo lo que he visto es racismo y desempoderamiento de nuestro pueblo.

“Es la política vieja de asimilación de nuevo, para controlar la forma en que vivimos. El gobierno y muchas ONG no indígenas se hacen cargo de los activos y las responsabilidades de nuestras organizaciones, tanto en los grandes centros urbanos como las comunidades remotas, y nos obligan a cumplir con políticas que no toman en cuenta la cultura aborigen ni nuestras obligaciones”.

Mick Estens, también poblador del Territorio, detalla que “a pesar de las muchas señales que advierten a la gente que el grog (bebidas alcohólicas) está prohibido en la zona, la evidencia es que  la brutal intervención del Territorio es fallida. Las señales están por todas partes, pero la gente es gente. Se puede ver a  grupos de personas obligadas a beber sólo en las calles, en las cercanías de los arbustos, porque no pueden hacerlo en su comunidad. En estas condiciones, el acto de beber se tiñe de soledad, alienación y, por tanto, consumo excesivo de alcohol. La bebida se convierte en compañera, en lugar de un compromiso social dentro de la comunidad -que mitiga la bebida.

“Paso cuatro cruces donde los borrachos son atropellados y muertos –dos de ellos este año-, unos esposos forzados a salir a la calle para disfrutar una copa y que dejaron a sus hijos con los abuelos para no volver jamás.

“No hay duda de que el gobierno de Australia prestó más atención a su participación en la guerra de Afganistán de lo que hace con las comunidades aborígenes. Doce años de participación en Afganistán y 40 muertes de soldados australianos más tarde, a un costo que el gobierno dijo que fue de más de 7.5 mil millones de dólares estadunidenses, es un tipo de compromiso que los pueblos aborígenes nunca hemos conocido de nuestros gobiernos. Han construido más de 200 escuelas en Afganistán y entrenaron a sus militares para que pudieran disfrutar de lo que los australianos viven, la libertad –la misma que muchos pueblos indígenas todavía no tienen-”.

El Territorio puede ser lucrativo y atractivo para las empresas extractivas del mundo, pero no se lo digan a los primeros pueblos. Habrá una gran cantidad de notas de prensa sobre la filantropía de esas empresas mineras, pero los críticos señalan que jamás han visto que con ellos venga una reducción de las desventajas de los pueblos, ni que se reduzca la brecha entre los privilegiados y los marginados.


[i] [2] Respuesta de Emergencia Nacional en el Territorio del Norte (también conocida como “la intervención”) se supone era un conjunto de cambios en la provisión de bienestar, aplicación de la ley, la tenencia de la tierra y otras medidas, introducidas por el gobierno federal de Australia bajo John Howard en 2007 para hacer frente a las acusaciones de rampante negligencia en las comunidades aborígenes del Territorio del Norte.

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