La cuestión migratoria es el espejo más grande donde la vieja Europa puede descubrir sus miserias. El grupo de Visegrado que integran Polonia, República Checa, Eslovaquia y Hungría hace punta contra las cuotas de reubicación de refugiados. Pero es en este último país donde más avanzó el gobierno. El próximo 2 de octubre irá a un referéndum donde el electorado deberá responder a la pregunta del derechista primer ministro Viktor Orban: ¿Quiere que la Unión Europea disponga, sin el consentimiento del Parlamento, sobre el asentamiento de ciudadanos no húngaros en Hungría? Casualidad o no, ese primer domingo de octubre también se harán de nuevo las elecciones anuladas en Austria donde el Partido de la Libertad del ultraderechista Norbert Hofer tiene chances de imponerse. La fecha se percibe en el horizonte como un momento clave que puede robustecer la tendencia xenófoba que domina el continente.
Las cuatro naciones que integran el grupo de Visegrado (por el nombre de una ciudad bosnia donde se reunió por primera vez) ingresaron a la Unión Europea en 2004. Ese año fue cuando más se amplió la zona euro. Sumó diez países con nuevos derechos y deberes. En septiembre del 2015, la UE no pudo consensuar un documento sobre cuotas migratorias. La crisis de los refugiados se había agravado. Una votación de los por entonces 28 miembros -Gran Bretaña abandonó la Unión en junio último- estableció los cupos para desplazados por las guerras en Irak y Siria, sobre todo. Eslovaquia, República Checa, Rumania y Hungría perdieron porque se pronunciaron por la negativa. Y Polonia, la única que votó a favor pero a regañadientes, suscribió el documento con varios cambios.
Orban y su gobierno van ahora contra esa decisión. Hungría ya está en campaña y la prensa refleja la decisión del Estado de ganar el referéndum. Medios como EU Observer y Euronews han publicado las preguntas que se le formulan a un electorado que viene votando no solo a Orban y su partido Fidesz. También a la ultraderecha del Jobbik, tercero en las últimas elecciones y que propuso rehabilitar a Miklós Horthy, gobernante aliado de la Alemania de Hitler.
“¿Sabía que los atentados de París fueron cometidos por inmigrantes?” “¿Sabía que Bruselas (sede de la UE) quiere asentar en Hungría un número de inmigrantes equivalente a una ciudad? No importa que en los ataques terroristas del 13 de noviembre a la capital francesa, seis de los nueve yihadistas fueran ciudadanos locales o belgas. Tampoco que la cuota de refugiados que la UE votó para Hungría ascienda a apenas 1.294 personas. Es cierto que han ido varios miles más hacia sus fronteras. Lo prueba la política antiinmigrante de Orban que decidió levantar un muro a lo largo de la frontera de 175 kilómetros que comparte con Serbia.
La faena de construir la muralla fue exigida a 900 soldados. Del ensamblado de los bloques que permitieron vallar la frontera se ocuparon presos de las cárceles húngaras. Una paradoja que puso blanco sobre negro la crisis migratoria. También se agravaron las penas para quienes decidan ingresar de manera ilegal en Hungría. Al que lo intente le pueden caber hasta cinco años de prisión. Y acaso hasta que deba colaborar con la extensión del muro hacia el linde con Croacia.
Pero hay más medidas de este tipo que decidió el gobierno húngaro. Ahora aplica una reforma que hizo a su ley migratoria. Detiene a los desplazados y los traslada a una zona gris más allá de sus fronteras donde carecen de asistencia. Ocurrió con un grupo de seiscientos el 5 de julio. También lo hizo subiéndolos a trenes en mayo pasado hasta el límite con Austria. Los cuatro mil militares que colocó junto a los alambres de púa y las murallas fueron un disuasivo adicional. El país construyó una especie de línea Maginot y Orban se congratula de ello. Sobre el referéndum dice que quien vote a favor del “no” lo estará haciendo “por la independencia de Hungría”.
El líder del Fidesz no se diferencia demasiado de lo que piensan sus aliados. El polaco Jaroslav Kaczynski, líder del ultraconservador partido de gobierno, Libertad y Justicia, dijo que los refugiados transportan “parásitos que portan enfermedades contra las que están inmunizados en sus países pero no en Europa”. En línea con esta visión del problema, el presidente de la República Checa, Milos Zeman, comentó en la última navidad: “se puede sentir compasión por aquellos refugiados ancianos o enfermos y por los niños, pero no se puede sentir lo mismo por aquellos que deberían volver a su patria a enfrentarse a los yihadistas”. No extraña entonces que en noviembre pasado, el alto comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos Zeid Ra’ad Zeid Al Hussein, denunciara el trato “degradante” que sufren los desplazados en la República Checa.
La idea de pertenecer a la Unión Europea con todos sus beneficios unió a los países del este en su momento. Pero hoy, cuando están gobernados por partidos conservadores o ultraderechistas que siguen creciendo en el electorado, no están cómodos con las cuotas migratorias. La integración política, un mercado común, la utilización del euro y el libre desplazamiento de sus ciudadanos, para Hungría y sus aliados son incompatibles con aceptar esa deuda social que consiste en recibir a los refugiados.
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