Michel Warchawski, en Presse-toi à gauche. Traducción: Faustino Eguberri para VIENTO SUR
Las últimas provocaciones israelíes han tenido lugar en la Explanada de las Mezquitas, el lugar más sensible para los palestinos y palestinas (y para mil quinientos millones de musulmanes de todo el mundo) bajo la forma de exhibiciones arrogantes por parte de varios ministros y diputados de la derecha en el poder, y la profanación de Al Aqsa por las fuerzas de la policía israelíes.
Si persiste la obstinación de llamar a los acontecimientos actuales “Intifada”, es muy probable que se la llamará la “Intifada de los cuchillos”, es decir, una larga serie de iniciativas individuales en la que hombres y mujeres, jóvenes en su mayor parte, atacan a soldados o civiles israelíes con un cuchillo, un cutter o incluso un destornillador. Saben que arriesgan su vida, tanto más cuanto que Netanyahu y sus esbirros han llamado a la población a armarse y a disparar sobre quienes atacan a los judíos: “disparar a matar” según han insistido. Como indica Gideon Levi en el Haaretz del 11 de octubre, se trata de ejecuciones sumarias de cualquiera que levante la mano contra un judío. Habiéndose confirmado esta práctica salvaje durante los últimos días, toda agresión palestina a un israelí, civil o militar, se convierte de hecho en una operación suicida.
Es importante subrayar que estos actos suicidas no son cosa de militantes organizados y no son decididos por ningún movimiento nacional palestino; es, por otra parte, lo que explica la incapacidad de los servicios de información para prevenir estos ataques: una joven se levanta por la mañana, coge un destornillador y ataca a un israelí, en uniforme o no, sabiendo que tiene todas las posibilidades, o casi, de dejar en ello su vida. Es una ilustración del estado de desesperación de la población palestina que ha perdido toda forma de ilusión sobre el “proceso de paz”.
Es una ilustración también del aislamiento creciente de Mahmud Abbas en relación a su pueblo, continuando sus estériles gesticulaciones diplomáticas cuando no hay ningún interlocutor, o más bien, cuando ante él se encuentra un gobierno cuya intransigencia y comportamiento provocador le hacen quedar en ridículo.
La comunidad internacional, por su parte, hace llamamientos de forma escandalosa al “fin de la violencia por las dos partes”, y se guarda mucho de utilizar los medios de que dispone para imponer al Estado colonial israelí la puesta en práctica de las resoluciones que adopta regularmente a la vez que continúa tratando a Israel como un aliado fiable y un socio con el que se pueden hacer negocios.
No hay comentarios:
Publicar un comentario