viernes, 27 de febrero de 2015

27 de febrero de 1953: los Aliados perdonaron a Alemania gran parte de su deuda. Y a Grecia, ¿para cuándo?

Éric Toussaint entrevistado por Hervé Nathan, para el semanario francés Marianne.

Tomado de CADTM. Traducción: Griselda Piñero

Marianne.- El partido Syriza, al llegar al poder ha actualizado el tema de la anulación de las deudas de Alemania durante el Acuerdo de Londres, hace sesenta y dos años (el 27 de febrero de 1953). Ahora se destapa que la República Federal podría deber una suma considerable al Estado griego… ¿En qué consiste esa demanda?

Éric Toussaint.- En realidad se habla de dos deudas diferentes. La primera corresponde al empréstito forzoso que los ocupantes nazis impusieron a las autoridades griegas entre 1941 y 1944. Una suma de 476 millones de reichmarks (la moneda alemana de la época), lo que quería decir que los ocupados pagaban los gastos de la ocupación. Ese préstamo jamás fue devuelto desde entonces. Si se aplicase un tipo de interés moderado, del orden del 3 por ciento (%) anual, a esa deuda se llegaría a una suma considerable, entre 12.000 y 15.000 millones de euros actuales. Una suma que podemos comparar con los 15.000 millones de euros que Berlín —en esa época al 4,5 (%)— aceptó prestar a Grecia en el año 2010, en el primer memorándum. Ahora el Estado alemán es el acreedor de Grecia por 15.000 millones de euros Recordemos que la República Federal Alemana no fue obligada a asumir las indemnizaciones de guerra a los países ocupados por los ejércitos del III Reich. Y entre éstos, Grecia fue uno de los más destruidos, con Polonia y la Unión Soviética, mucho más que la destrucción que sufrió Francia, Bélgica y Países Bajos. Si se sumara el préstamo de 1941 más las reparaciones de guerra, Alemania sería la deudora de una suma considerable, entre 100.000 y 200.000 millones de euros, o sea, uno o dos tercios de la deuda griega pública actual…

Es enorme, y uno se pregunta hasta dónde esa «deuda alemana» es una realidad para los griegos.

Grecia jamás renunció formalmente a cobrar esa deuda. En la conferencia de Londres de 1953 en la que se trató la deuda de Alemania, las reparaciones de la Segunda Guerra Mundial se trasladaron al tratado de paz entre Alemania y sus vencedores, hipotético en plena Guerra Fría con el bloque soviético. En 1981, cuando Grecia se integró en la Comunidad Económica Europea (que luego sería la Unión), su gobierno, dirigido por el PASOK, quiso dejar de lado la cuestión, particularmente porque el país se beneficiaba de importantes fondos estructurales europeos. Pero la crisis de 2010 y las normas muy duras impuestas a los países por los prestamistas, entre ellos la Alemania de frau Merkel, han actualizado la cuestión hasta el primer plano del escenario político griego, por lo tanto, ¡bien real!

Marianne.- Un tratamiento muy diferente del que se había aplicado a la RFA…

Éric Toussaint. Sí. Cuando se realizó la conferencia de Londres, los acreedores de la joven República Federal Alemana consideraron la deuda acumulada desde los años 20 y 30 (incluidas las que se habían emitido en reemplazo de las reparaciones de guerra de 1914-1918, establecidas por el tratado de Versalles) y las contraídas entre 1945 y 1953. Los signatarios, esto es, los aliados occidentales (Estados Unidos, Francia, Reino Unido…) no sólo redujeron la deuda (intereses y capital) de Bonn un 62,5 %, sino que también crearon las condiciones para que la Alemania Federal se reconstruyera lo más rápidamente posible. Los reembolsos no debían superar nunca el 5 % de los ingresos por exportaciones, la tasa de interés oscilaría entre el 0,5 % y el 5 % y la deuda se podía pagar en parte con moneda alemana, el deutschemark, que entonces tenía muy poco valor para los pagos internacionales. En la práctica eso significaba que los países acreedores, Francia, Bélgica, Países Bajos, Estados Unidos sólo podían utilizar esos pagos para comprar productos… alemanes. Participaron así a la rápida reconstrucción de los grandes grupos alemanes, Thysen, Siemens, IG Farben…, los mismos que habían participado en el esfuerzo de guerra nazi. La deuda les abría mercados… En fin, los litigios con los acreedores tenían que solucionarse en tribunales alemanes. Es casi lo contrario de lo que la Unión Europea, el BCE y el FMI han impuesto a Grecia.

Marianne.- Es verdad, pero el acuerdo de Londres se inscribía en un marco jurídico e ideológico mucho más amplio de reconstrucción de la Europa occidental…

Éric Toussaint.- Había que reconstruir Alemania lo más rápidamente posible para que constituyera una muralla frente al bloque soviético. Se pusieron los medios para levantar a los países aliados: no solamente la anulación de las deudas de Alemania, sino también por parte de Estados Unidos respecto a las deudas de Francia, Bélgica, Reino Unido, etc. Se suman a ello las donaciones: 13.000 millones dólares de la ayuda del 
plan Marshall (unos 100.000 millones de dólares actuales). Ese gesto provenía de una reflexión del gobierno de Roosevelt antes de la liberación de Europa sobre la oportunidad de distribuir donaciones o préstamos. Los estadounidenses se decantaron por las donaciones. Eso evitaría que los países europeos se vieran obligados a exportar sus productos a Estados Unidos para obtener los dólares indispensables para el pago de sus deudas. Era una medida generosa, pero proteccionista. Así, las empresas americanas no verían irrumpir en su país los productos europeos. Con las donaciones, por el contrario, podían vender sus máquinas, herramientas, cadenas de montaje, productos agrícolas a los europeos del oeste, salvaguardando así el pleno empleo que Estados Unidos había alcanzado en 1942. De hecho, la apuesta hizo ganar a todo el mundo hasta mediados de los años 1950. La lección de esa época es que la prosperidad se debe compartir.

Marianne.- ¿Es lo que se llama un círculo virtuoso?

Éric Toussaint.- Sí. Se habían aplicado las lecciones terribles del Tratado de Versalles y de los errores de los años 20, ilustrados por John M. Keynes. Fue también una época de regulación. En 1944 se creó el FMI para asegurar la estabilidad de los intercambios monetarios y el control de los movimientos de capitales; el 
Banco Mundial para permitir la financiación de las economías en despegue. Esto es lo que generaría los «Treinta Gloriosos»: unos años de expansión y de pleno empleo en el mundo occidental, mientras que ahora la Unión Europea sufre, en cambio, una espiral descendente aplicando políticas restrictivas, instituyendo como dogma el equilibrio presupuestario, la reducción de los ingresos salariales, la irrevocabilidad de las deudas, y empujando a las economías más fuertes a desarrollarse en detrimento de sus socios más débiles. Pero ¿por qué los alemanes se aferran a esas políticas cuando su fracaso es patente en Grecia?

Si Angela Merkel prosigue con esa lógica es porque considera que Europa, con Alemania en el centro, debe ser más competitiva que Estados Unidos, China o los demás 
países emergentes a escala mundial: Rusia, Brasil, India. No tiene más perspectiva que proseguir con la reducción de salarios y la precarización de la mano de la obra, en su país y sus alrededores. Matteo Renzi, en Italia, y François Hollande, en Francia, no lo discuten. Copian poco o mucho las reformas Harz que destruyeron el modelo social alemán a partir de 2003-2005: en Italia, con la ley sobre el trabajo, en Francia con la ley Macron. Solamente piden un poco menos de esfuerzo presupuestario.


Pero ¿es realmente hábil la política de los dirigentes de Syriza, que quieren negociar con la Unión Europea, llevar a los alemanes al pasado, a la segunda guerra mundial. ¿No es decirles: debéis pagar por vuestras responsabilidades?

El pueblo alemán no es responsable del nazismo. No existe una «deuda colectiva» de los alemanes. En cambio, no se puede admitir que Angela Merkel y Wolfgang Schäuble presenten sus exigencias con los griegos como una política generosa. Con la crisis griega, el coste de los préstamos del Estado a 10 años de Alemania ha pasado de 3,4 % en 2010 a 0,4 % en 2014. Es decir, un – 75 %, lo que permite a Alemania ahorrar 63.000 millones de euros. Todo eso porque los mercados ya no quieren correr riesgos y se abalanzan sobre los bunds. Eso también es verdad para Francia. Las autoridades alemanas, el BCE o el FMI, cuya directora general, Christine Legarde, afirma: «una deuda se paga», manipulan la opinión pública. Michel Sapin también lo hace, más amablemente. La cuestión es movilizar a los ciudadanos para mantener a Grecia de rodillas. Los dirigentes conservadores quieren infligir una derrota a Tsipras para evitar que los españoles elijan a Podemos a fines de este año. 


Algunos economistas falsifican la historia pretendiendo que Grecia se encuentra en el origen de la crisis de la zona euro. Es verdad que Grecia es el eslabón más débil de la cadena, pero es la misma zona euro que estaba, y lo sigue estando, mal concebida. Desde la introducción del euro se reemplazaron unas transferencias muy importantes desde los países del Norte hacia los países del Sur (Portugal, Grecia, Italia, España) por unos préstamos de los grandes bancos de los grandes países (Alemania, Francia, Italia…) hacia los países de la periferia. Los bancos se precipitaron sobre los préstamos inmobiliarios inflando la burbuja especulativa, que finalmente estalló. En 2012, se reestructuró la deuda griega y se reemplazaron los préstamos bancarios por empréstitos de los contribuyentes europeos. Y ese dinero —240.000 millones de euros— sirvió para reembolsar en primer lugar a las instituciones financieras de los países del Norte…

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