Grecia está en el disparadero. Por Tsipras. Por Varufakis. Por su deuda pública. La Unión Europea ha convertido el dinero heleno en una cuestión, prácticamente, de existencia. El flamante Gobierno de Syriza defiende que para poder empezar a recuperar el país es necesario un nuevo acuerdo con los acreedores. Bruselas se cierra en banda y se niega a cambiar sus reglas del juego. Tiras y aflojas que terminarán en una reunión de encorbatados que decidirá en los próximos días el futuro de unos once millones de personas.

Alemania, como líder indiscutible de la política comunitaria, acude a los diferentes encuentros de los ministros de Finanzas de la eurozona con una posición firme. No a una quita de la deuda. No a renunciar a la austeridad. Mientras, las calles griegas ofrecen una imagen "casi de posguerra", como comenta Emilio Silva, periodista y uno de los fundadores de la Asociación de la Memoria Histórica, tras su visita a Grecia con motivo de las elecciones que encumbraron a Alexis Tsipras. "El deterioro es brutal", añade Silva, que se encontró con un país destrozado tras sucumbir a "la trampa de la Unión Europea”.
La Troika reclama a Grecia 316.900 millones de euros, lo que supone el 185% de su PIB, algo de todo punto impagable
La cita en Berlín entre el encargado de las finanzas alemanas, Wolfgang Schäuble, y su homólogo griego, el descorbatado Yanis Varufakis, evidenció el desacuerdo entre dos países que miran hacia lados opuestos. El entendimiento entre ambos Gobiernos está a 316.900 millones de euros de distancia, el precio de los planes de la Troika. El Ejecutivo heleno, el recién llegado, está ahogado por una deuda que alcanza ya el 185% del PIB griego. El alemán, sin embargo, no perdona ni un céntimo de un programa de "ayudas" montado a su antojo. Pero, realmente, ¿quién debe a quién?