viernes, 22 de mayo de 2020

El Movimiento de los Pueblos contra el terricidio

Aun conformando únicamente un 5% de la población mundial, las comunidades indígenas repartidas por el globo son las encargadas de defender el 82% de la biodiversidad del planeta. Esta defensa se encuadra dentro de una lucha que, aparte de tener que continuar condenando las estructuras por las que desde tiempos de la colonización se sitúa a las mujeres indígenas en el más bajo escalón de la sociedad, cada día se enfrenta a las acciones de un número creciente de multinacionales, muchas de ellas españolas. 

Por María Eugenia García Nemocon, de Trawunche Madrid, apoyo al Pueblo Mapuche y del grupo Internacional de Anticapitalistas
Recogido de ContraelDiluvio

Este artículo incluye el relato en primera persona y las conclusiones de María Eugenia García Nemocon, que asistió en representación de las organizaciones Trawunche Madrid, Ecologistas en Acción y Feministas por el clima, al Campamento climático: Pueblos contra el terricidio, organizado por el Movimiento de mujeres indígenas por el buen vivir. Este movimiento, que lleva organizando desde 2015 a mujeres de 36 naciones indígenas que habitan Argentina, entre las que se encuentran, entre otras comunidades del pueblo wichí o comunidades mapuche, convocó en febrero de 2020 este campamento en el lugar donde se planea la construcción de la presa hidroeléctrica «La Elena». Este artículo incluye un relato en primera persona de lo acontecido entre los días 7 al 10 de febrero en los que se desarrolló el campamento, que culminó el 11 con una marcha en Esquel, en la Patagonia Argentina, a la que se unieron cientos de personas para denunciar las condiciones a las que son sometidas los pueblos indígenas y el extractivismo rampante en la zona.

El movimiento de mujeres indígenas por el buen vivir


En defensa de la vida y los territorios y en contra de los ataques continuos contra éstos, el Movimiento de mujeres indígenas por el buen vivir planteó el Campamento climático: Los pueblos contra el terricidio como un espacio de combate ante la situación de destrucción del planeta en la que nos encontramos, ante esta crisis global y eco social. El campamento es en sí un instrumento dentro de la lucha continua contra las estructuras bajo las que estos pueblos en todas las latitudes están viviendo el despojo, la aniquilación física y de sus culturas, la destrucción de sus cosmovisiones y de la vida de todos los seres con los que han convivido en comunión ancestralmente. Frente a esta realidad, los gobiernos locales lo único que hacen es defender, apoyar y promover los proyectos de las empresas nacionales y transnacionales que ejecutan este despojo.

Las mujeres y disidencias indígenas, organizadas en este movimiento, están padeciendo en sus territorios -cuerpos y territorios-tierra- las consecuencias del cambio climático, fruto de un modelo extractivista y de explotación de los recursos naturales del cual ellas no sólo no se benefician sino que condenan y rechazan. Ante esta situación, la convocatoria de campamento se realizó con intención de llegar a consensuar una agenda global de resistencia y lucha. Así, desde los pueblos por sus derechos y por las prioridades ambientales, recuperar y compartir conocimientos y saberes, siempre a través del reconocimiento de la plurinacionalidad de los actuales estado nación con límites impuestos.
«Para los mapuches, el kultrun [*], es el latido del corazón de la tierra. Cada golpe marca el tiempo de vida, en el espacio celeste que habitamos y que nos habita».
Del libro El tren del olvido, de Moira Millán.

sábado, 16 de mayo de 2020

Defender el territorio en Honduras: «Guapinol libertad», Guapinol somos tod@s

«Guapinol libertad», Guapinol somos tod@s

Txema Abaigar  y  Rocío Sánchez *

No es una excepción: cualquiera que siga la realidad sobre los países de América Latina, la que «no sale» en las televisiones europeas, sabe que la vida de l@s defensoras/es ambientales en muchos de esos países está en peligro. Cuando no son paramilitares ultraderechistas que hablan de «la patria» mientras sirven con plomo a multinacionales, a oligarquías nacionales explotadoras o a gobiernos corruptos o a ejércitos que con «falsos positivos» (1), cubren sanguinarios expedientes, pues lo son por la represión judicial, vinculada a los intereses de saqueo de los anteriores…

HONDURAS O «LO MÁS TERRIBLE SE APRENDE ENSEGUIDA…»  

En Honduras «funcionan» muy engrasadamente dichos paramilitares, judicatura al servicio de la extorsión de los citados poderes fácticos o, cuando lo requiere, se utiliza la pobreza, recurriendo al sicariato, para acabar con quienes quieren acabar con la pobreza y la desigualdad. Podríamos explicarlo más detalladamente o, incluso, con datos pormenorizados… pero basta con conocer que en este país centroamericano, esos intereses combinados decidieron acabar con una lideresa reconocida mundialmente por la defensa del territorio y que, por ello, recibió el Premio Goldman (un Nobel del Medio Ambiente) y que, supuestamente, recibía protección de la Comisión Interamericana de DDHH (CIDH)… y lo hicieron: asesinaron a Berta Cáceres Flores la madrugada del 3 de marzo de 2016. Berta es hoy todo un símbolo nacional e internacional; y que, a pesar de ello y de la presión internacional, solo han recibido condena los asesinos materiales, mientras los intelectuales siguen impunes. Pues, dicho esto, se entienden mejor muchas otras situaciones que, como el caso de Berta, pero menos conocidas internacionalmente, se han estado dando en los últimos años o (con algunos breves interregnos) en los últimos decenios de transición entre «república bananera» a «narcoestado» (2). Y estas situaciones se reproducen cada vez que un sector de la población se levanta contra una injusticia en la que están implicados actores gubernamentales y privados. Éstos son también culpables de que estos casos se desconozcan medios, think tank, gobiernos cómplices, trasnacionales beneficiarias, organismos internacionales «permisivos» con un gobierno salido del fraude electoral: el de JOH en Honduras, etc. (3).