Brais Fernández y Raúl Camargo, del movimiento Anticapitalistas. 29/01/2015
No era una decisión fácil. Por una parte, es obvio que no tomábamos esta decisión con entera libertad, aunque sí con plena conciencia de su significación. Un sector de Podemos, actualmente en la dirección, ha generado una situación paradójica: mientras “perseguía” a Izquierda Anticapitalista por ser un partido, construía un partido fuertemente vertical, con Secretario General, con una fracción-marca llamada Claro que Podemos como mayoritaria dentro de los órganos de dirección. Al final, Podemos termina constituyéndose como estructura partidaria clásica, mientras que el “partido original”, Izquierda Anticapitalista, se transforma en movimiento, buscando adaptar su forma organizativa a los nuevos tiempos. Una ironía hegeliana: lo que aparece como nuevo envejece rápido, mientras que lo presuntamente viejo se renueva. Una aclaración, antes de proseguir. Abandonar la forma jurídica partido no significa abandonar el agrupamiento en base a unas ideas comunes. Seguimos, somos cada vez más y queremos organizar un movimiento más amplio, abierto, por el socialismo y la democracia.
En este último y a la vez primer Congreso, el debate fundamental trató sobre estrategia revolucionaria y sobre las formas que adquiere el movimiento rea de los y las de abajo. ¿Cómo podemos contribuir a construir brechas, posibilidades de cambio radical, partiendo de la situación concreta? Nuestra hipótesis se construye partiendo de los procesos reales de la lucha de clases. Así pues, dos experiencias nos resultan particularmente reveladoras: la experiencia griega, con su dialéctica entre lucha social en las calles y centros de trabajo, combinada con el asalto electoral articulado por SYRIZA, y la experiencia del 15M en el Estado Español, con sus innovadoras formas de auto-organización y movilización popular que son la estructura en la que se inspiran los Círculos de Podemos.
En resumen: nuestra tarea es contribuir a la victoria electoral de Podemos, construyendo Poder Popular, es decir, espacios de base que permitan democratizar la sociedad, avanzar en la gestión social de lo común, repartiendo la riqueza entre los que la generan. Este es un momento histórico excepcional, en el cual hablar de cambio no es una abstracción, sino una necesidad latente. También sabemos que las potencias no se realizan solas: sin militancia comprometida, organizada, formada, implantada en los barrios y en la realidad de las clases populares, no hay transformación posible; a lo sumo, renovación de élites. Por eso nuestro movimiento es un movimiento activista, militante, que busca construir hegemonía, no una corriente de partido o una estructura electoral.
También ha habido un análisis de los límites con los que nos hemos encontrado estos años. Está claro que el modelo de partido anticapitalista amplio que hemos construido se ha topado con ciertos límites que nos han hecho reajustar nuestra perspectiva. En primer lugar, porque el 15M generó formas de politización nuevas, que no miraban a las organizaciones de la izquierda radical (y mucho menos, a la izquierda institucional), como referencia. Luego, que la agudización brutal de la crisis capitalista nos obliga a repensar las líneas entre anti-neoliberalismo y anti-capitalismo, entendiendo que los procesos de ruptura que implican a las grandes mayorías sociales, las decisivas para cambiar la historia, parten del rechazo a la austeridad y la falta de democracia. Reactualizar el movimiento para adaptarlo al programa político que hoy puede abrir grietas irreconciliables con el capital; toda hipótesis tiene que ser ratificada, rectificada y retomada desde la práctica.
Muchos debates y muchos combates por explicar. Seguimos siendo de izquierdas, no en el sentido simbólico o identitario (una palabra sin práctica no dice nada), sino porque aprendemos y nos reclamamos de una tradición política y cultural que fue abrazada por millones de personas, los mismos que consiguieron los derechos que hoy nos arrebatan, pero sin dejar de ser conscientes de que “izquierda”, igual que “comunismo” (sin duda, la palabra que mejor nos define, si las palabras no fueran contaminadas por la historia), han sido muchas veces palabras usadas para intereses indignos; ayer ,de vez en cuando, justificaban dictaduras, a veces hoy se recorta desde la izquierda.
Salimos de este congreso más fuertes y con más retos. Este es un desnivel característico de la época en la que nos movemos: nuestras tareas y posibilidades son más grandes que nunca, nuestros medios siguen siendo escasos proporcionalmente para afrontarlas. Estos próximos años serán decisivos para comprobar si somos capaces de compensar ese desnivel. De momento, avanzamos.
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