Esta contribución se ha escrito para la revista de DEA (Izquierda obrera internacionalista) de Grecia. Si bien es larga, no pretende abordar todos los aspectos del tema. Además, se trata de esos artículos que jamás se terminan de escribir, que deberá ser reelaborado una y otra vez. Su objetivo es ante todo estimular la reflexión colectiva en torno a las enseñanzas del éxito y del fracaso de la creación del NPA (Nuevo Partido Anticapitalista).
En lo que respecta a las izquierdas radicales europeas, el debate se refiere fundamentalmente a las grandes experiencias que han marcado la actualidad política y electoral contemporánea; empezando por Grecia (Syriza), el Estado español (Podemos), Portugal (Bloco de Esquerda) o, también, Die Linke en Alemania, Rifondazione en Italia y la RGA (Alianza Rojiverde) en Dinamarca, etc. Lo que, evidentemente, está justificado. Sin embargo, también merecen ser analizados otros intentos de "construir algo nuevo", aun cuando hayan conocido un éxito mucho menor o más temporal. Nos ofrecen elementos para el análisis en relación a situaciones nacionales muy diferentes.
Lo importante es que el intento de "construir algo nuevo" sea o haya sido real y no cosmético. Es lo que pasó con el NPA francés el año 2009. Es cierto que la iniciativa solo fue impulsada por la Liga Comunista Revolucionaria (LCR), pero autodisolviéndose en un congreso extraordinario. Sabíamos -al menos algunos de nosotros- que pasábamos el Rubicón: que llegase lo que llegase, no habría vuelta atrás posible. Lo que vino después demostró que eso era bien cierto.
La propia LCR había sido un marco de reagrupamientos; había conocido fusiones, no sólo escisiones. Pero continuaba siendo una organización con "fecha de nacimiento", identificada con la radicalización de los años 1960-1970.
En Francia, en el pasado reciente, todos los intentos de construir una representación política "contemporánea" de las luchas populares a través de bloques unitarios han fracasado (a diferencia de Portugal o Grecia). Ni partido obrero basado casi en su totalidad o ampliamente en un movimiento sindical de lucha de clases, como en Corea del Sur o Brasil (el PT en sus orígenes). Ni escisión a la izquierda del PC o de la socialdemocracia que transforme de forma duradera la dinámica de la radicalidad. Tampoco un amplio movimiento social "desbloqueando" la situación e iniciando una nueva dialéctica del tipo "indignados-Podemos".
Tras un largo impasse, la LCR decidió emprender una vía inédita: la reconstrucción de abajo hacia arriba lanzando un llamamiento tanto a los individuos como a sectores militantes y organizaciones que lo desearan para crear un nuevo partido anticapitalista. Este llamamiento tuvo un eco muy favorable: Jean-Luc Mélenchon/1 comprendió que había llegado el momento de abandonar el Partido Socialista (PS), creando el Parti de Gauche (PG). Las dos "formas de hacer" fueron muy diferentes; el NPA debía nacer de un proceso constituyente que implicaba al conjunto de colectivos locales. El interés está en que desde 2008-2009 podemos comparar dos experiencias; una más novedosa, el NPA; la otra, más clásica, el Front de Gauche constituido por el PCF, el PG y diversas formaciones que actualmente forman Ensemble!.
En noviembre de 2008, a petición de la revista sudafricana Amandla!, escribí un artículo sobre las razones que nos llevaron a constituir la nueva organización de forma tan poco habitual/2. Desde entonces han pasado 7 años: suficiente para una mirada retrospectiva.
En el análisis que va a continuación doy mucha importancia a la cuestión de la relación entre generaciones políticas. Por lo tanto, me parece útil precisar a partir de qué "punto de vista" lo veo. En 1965-1966, siendo estudiante, me afilié a la Cuarta Internacional y participé en la fundación de la Juventud Comunista Revolucionaria (después LCR). A partir de 1973, durante una veintena de años, milité a nivel internacional. En 1993, de vuelta en Francia, tuve diversas responsabilidades pero jamás me reintegré a los órganos de dirección nacional. Por tanto, tengo una mirada a la vez interna (medio siglo de continuidad) y externa (dos decenios en los que prácticamente no viví las transformaciones moleculares, después bastante radicales, de mi organización).
Fui favorable al proyecto NPA y sigo pensando que, efectivamente, se debía intentar esta aventura inédita.
Los debates en y sobre el NPA se focalizan a menudo sobre las opciones tácticas (fundamentalmente electorales). Daré un ejemplo, aunque estas cuestiones son siempre complejas, muy concretas por definición y difíciles de aprehender para quien no conoce bien el contexto nacional y, por otra parte, los problemas fundamentales no están ahí. Son muchas y muy variadas las tácticas que se han puesto en pie a la izquierda del PS, tanto por el Front de Gauche, como por el PCF, el PG, Ensemble! o el NPA (sin hablar de organizaciones más pequeñas). Sin embargo, todos estos colectivos asisten hoy a la crisis de sus proyectos.
I. "Construir algo nuevo", una necesidad
Si en la LCR quisimos de verdad "construir algo nuevo" es porque teníamos conciencia de la radicalidad del cambio de época y de sus implicaciones en los procesos de construcción de los partidos. Sin embargo, quizás no medimos hasta qué punto esto era verdad y hasta qué punto si los factores subyacentes tenían una dimensión universal, adquirían a veces formas particularmente agudas en Francia (o en Europa).
Duración del "interludio". En el marco de la Cuarta Internacional, de la que la LCR era la sección francesa, así como en relación con otras corrientes, mi generación había emprendido un importante trabajo de reflexión sobre las lecciones estratégicas de nuestra experiencia militante dos decenios después de nuestra entrada en actividad /3. Aun sabiendo que la LCR no era más que el embrión o el núcleo del futuro partido revolucionario, esperábamos poder mantener vivas las enseñanzas de los años 1960-1980 hasta que la próxima crisis le diera una determinada actualidad, para analizar el presente sin perder la memoria del pasado. La nueva crisis llegó, pero el interludio había durado mucho tiempo. Por mi parte, yo no me di cuenta más que tras el fallecimiento de Daniel Bensaid (2010), cuya estatura y autoridad política eran grandes. Quedó evidente que era el árbol que por su gran envergadura ocultaba la ausencia del bosque. La continuidad evolutiva de un pensamiento marxista y de un compromiso radical se había roto en Francia, puede incluso que más que en otros países europeos. Solamente un año después de su fundación, la desaparición de Daniel constituyó una gran pérdida para el NPA.
Ruptura referencial. Entre nosotros, teníamos la costumbre de decir que éramos la "última generación de Octubre" (1917-1949) que, de forma muy natural, se había inscrito en el ciclo de luchas abierto por las revoluciones rusa y china. Tras la descomposición de la URSS, la quiebra del estalinismo, el aburguesamiento creciente de la social-democracia, la relación de las nuevas generaciones militantes con la historia ya no era la misma. En su gran mayoría, hacían tabla rasa del pasado. En cierta medida, la preciosa experiencia de los foros sociales mundiales y de las resistencias a la globalización capitalista constituyó una nueva "experiencia histórica fundadora", vivida en común a escala internacional. Ella nos permitió salir del aislamiento (terrible al inicio de los años 90), retomar la nobleza del internacionalismo e impulsar numerosas redes, pero la experiencia se agotó antes de que pudiéramos abordar colectivamente las grandes cuestiones estratégicas del momento.
El orden neoliberal. Aún no hemos terminado de pagar el precio de la derrota sufrida por nuestra generación. La globalización capitalista y el orden neoliberal han desarticulado los espacios ciudadanos, fragmentado las conciencias (el individualismo contra lo colectivo), deshecho el tejido social, desmantelado las políticas públicas y ha "confrontado" las identidades de unos contra otros. El juego institucional ha cambiado. Antes, cuando el movimiento obrero plantaba tres millones de personas en las calles, el gobierno francés daba satisfacción a determinadas reivindicaciones. Ahora ya no ocurre esto y las burocracias sindicales no han sabido responder a esta nueva intransigencia, de la misma forma que no han sabido, ni querido, poner los medios necesarios para la organización de la gente precaria.
A mediados de los años 90 nacieron nuevos movimientos sociales: asociaciones de parados y paradas, de la gente sin-papeles, por el derecho a la vivienda, en defensa de los "sin voz ni techo", las dinámicas de las luchas de mujeres (1995)/4... La izquierda política, radical, tenía que integrar en su software las implicaciones de estas transformaciones ideológicas, sociales, institucionales… Y eso no era evidente. Exigía, especialmente, desplegar una nueva práctica social, lo que resulta mucho más difícil que, simplemente, cambiar de orientación.
Formación social. En Europa, el cambio necesario de la práctica social se anunciaba particularmente complejo. Los movimientos populares de un país "tipo" del tercer mundo están confrontados a las mismas transformaciones de paradigma que los nuestros, a veces con rupturas generacionales más profundas que aquí (sobre todo entre una generación de la lucha armada y la siguiente); pero, por el contrario, existe más continuidad en el trabajo de organización social: sus "barrios populares" (chabolismo, sector informal), por ejemplo, existían y continúan existiendo: y ahí, están implantados. Para muchos países europeos, entre ellos Francia, la discontinuidad en este terreno resulta abrumadora. Ninguna organización disponía de la capacidad y tradición para organizar a la gente en paro de larga duración, a la gente precaria, a los barrios, a la nueva gente pobre urbana. Era necesario aprender y para aprender, querer hacerlo.
¿Construir un partido? En Francia, como en otros paises, existe un rechazo fuerte hacia los partidos, en particular entre la juventud radicalizada. Nosotros hicimos un llamamiento a la construcción de un nuevo partido y, en ese contexto, parecía que ese era un criterio selectivo importante. No obstante, estamos obligados a reconocer que para mucha gente la misma noción de partido se había convertido en algo tan vago que no constituía una base muy sólida. Para su fundación, las puertas del NPA estaban totalmente abiertas. Quien quería venir, entraba. No creo que podríamos haberlo hecho de otra manera. Nos beneficiamos de una dinámica en expansión, de un momento "optimista" tras el extraordinario eco de la campaña presidencial del candidato de la LCR, Olivier Besancenot. Algunos pensaron que podíamos ocupar todo el espacio político a la izquierda del PS (lo que era totalmente ilusorio) y que los éxitos electorales se seguirían dando; pero cuando se desarrollaba el congreso de fundación del NPA, la coyuntura ya se había invertido. Habría que construir el partido a contra-corriente, con una competencia inesperada a la "izquierda de la izquierda" (el PG de Jean-Luc Melenchon) y muchos enemigos dispuestos a todo para que fracasáramos. Ahora bien, jamás se puso sobre la mesa ni se discutió colectivamente de forma seria la cuestión fundamental: ¿cómo pasar del "partido posible" (teniendo en cuenta, sobre todo, la conciencia) al "partido necesario", teniendo en cuenta un futuro que se anunciaba tormentoso y que lo fue aún mucho más de lo que pensaban los más clarividentes de entre nosotros en aquellos momentos?
¿Especificidad francesa? Fin de los bloques, globalización capitalista, restricción creciente de espacios democráticos, transformaciones geopolíticas, nacimiento de nuevos imperialismos, así como de nuevas extremas derechas, crisis de "identidades" y de la "ciudadanía"… Retrospectivamente, el cambio de período aparece más radical aún de lo que lo habíamos percibido en un principio y la emergencia de lo nuevo a la izquierda más compleja. Para nosotros con un problema mayor como telón de fondo. De 1995 a 2010 en Francia conocimos importantes oleadas de luchas sociales. La mayor parte de ellas, fueron derrotadas. Se reflejaron (con retraso) en el plano electoral: derrota de la derecha, éxito electoral de Olivier Besancenot, después de Jean-Luc Mélenchon (con el precedente de Arlette Laguiller), pero sin nada que se corresponda con el movimiento Indignados en cuanto a su naturaleza y su impacto.
Existen pocos países europeos en los que se hayan dado luchas de tanta amplitud y con tan poco impacto "renovador", duradero. Hay elementos que lo explican, como un sistema de protección social que, si bien está sometido a constantes ataques, ha permitido que el incremento de la precariedad haya sido más progresivo. En Francia, incluso actualmente, el nivel de paro se reduce en función del nivel de estudios: no existe un paro masivo entre las y los "parados con diploma" como en España (o en Marruecos). Está claro que las cosas cambian: la gran ofensiva contra el código laboral o el estatuto del funcionariado está en marcha tras una seria de derrotas sufridas por el movimiento social.
Un día esto va a "explotar". Para Olivier Besancenot, "actualmente lo que falta en Francia, más allá de la forma que pueda adoptar (huelgas, manifestaciones, ocupaciones…) es la irrupción de la cuestión social al primer plano. Existen (…) manifestaciones, movilizaciones, y pueden ser victoriosas. Pero están muy controladas y son demasiado clásicas… (…) Hoy en día, echamos cruelmente en falta esta irrupción (…) pero llegará de una forma u otra. La cuestión es prepararse a ello, estar listos para cuando se desencadene. La lucha que encarnará esta irrupción no se decreta. Pero los elementos para la irrupción existen. Por tanto, el problema está ahí: por el momento, incluso en las formas de contestación, estamos en una dinámica de lo más clásica, repetitiva. Y cuanto más comprimidos estamos, cuanto más reprimidos, más contenidos, el estallido será mayor; y estallará en todos los sentidos" /5.
Generaciones. La acumulación de fuerzas, de implantación, de experiencias prácticas, de vínculos sociales exige tiempo y, por consiguiente, continuidad entre distintas generaciones de militantes. Esta continuidad fue rota por las razones que he explicado más arriba y, también, por razones políticas que venían de más lejos, específicas de Francia. Los británicos tuvieron a Margaret Thatcher, nosotros tuvimos a François Mitterrand. Tanto mejor, nos diréis. No está claro. Después de ser elegido en base al "programa común" PS-PCF que hoy en día parece de un izquierdismo irresponsable (y contrario a todos los tratados de la Unión Europea), el régimen dio un giro hacia el "rigor" en 1983. Entonces, un gobierno de izquierda, socialista con participación comunista, con la aureola de haber derrotado a la derecha en el poder en los 25 años precedentes, comenzó a introducir el orden neoliberal. Fue muy eficaz para desarbolar las resistencias. Los años 80 representan un "agujero" para el reclutamiento de nuevos cuadros en la extrema izquierda. Un agujero que no solo fue cuantitativo. Comparado con el pasado, se trata de un período en el que la gente se compromete de forma parcial, medida. Los sindicatos de estudiantes ya no "producen" radicalidad política. Incluso en nuestras filas, el rechazo al "modelo del 68" fue grande. Sin embargo, el "modelo" que le remplazó se va a mostrar completamente inadecuado frente a la gravedad de la crisis contemporánea de la sociedad.
La LCR, después el NPA, son organizaciones en las que la renovación generacional en la dirección fue muy efectiva; el "joven cartero" Olivier Besancenot era el símbolo evidente. Se trataba de una cualidad. Sin embargo, esta fractura generacional pesó en la crisis que sacudió al NPA un año después de su fundación. Evidentemente, la solución no era que los "viejos" mantuvieran el control de los engranajes de la dirección. En un artículo retrospectivo, Roger Martelli (antiguo cuadro "refundador" del PCF y actualmente en Ensemble!), analizando la experiencia del Front de Gauche, concluye que, efectivamente, la perpetuación de "lo viejo" les ha ido fatal: "Avanzar, es renunciar. Lo nuevo no llegará más que a través de nuevas generaciones"/6. A este respecto, la comparación de las experiencias del NPA y del FdG es interesante.
¿Recomposición? Para concluir esta primera parte, echemos una mirada retrospectiva a la percepción de los "posibles" que teníamos entre manos cuando llamamos a constituir el NPA. Inmediatamente después de los dos éxitos significativos en la campaña presidencial de Olivier Besancenot, sabíamos que teníamos que movernos; a diferencia de Lutte Ouvrière tras el éxito de Arlette Laguiller. Abrirnos era nuestra responsabilidad. Abrirnos significaba tomar en consideración el cambio de época. Decíamos "Nuevo período, nuevo programa, nuevo partido", sin querer, con ello, enterrar las lecciones fundamentales de los decenios pasados. Pero pensábamos en un "nuevo período" más que en el "fin de una época". Trazábamos una línea optimista entre las grandes huelgas de 1995, el aliento altermundialista, la emergencia de militantes de nueva generación capaces de hacer frente a la represión (contra el G8 en Génova en 2001) y la victoria del NO al primer proyecto de la "Constitución" europea (2005).
Asistimos a una ola ascendente de resistencias, con aspectos de verdad importantes, mientras que en la realidad la relación de fuerzas entre las clases se degradaba profundamente. Además, los éxitos electorales nos hacían entrar, en Francia, en la "gran política"; sin embargo, vista la realidad de nuestra organización y de su implantación social, como decimos aquí, "pétions plus haut que notre cul" (éramos muy pretenciosos). Había que aprovechar el momento, pero eso no iba a durar. Para nosotros, la crisis financiera de 2007-2008 debía dar un impulso al anticapitalismo; de hecho se trató más bien de una "ocasión perdida": el llamamiento a poner fin a la dictadura de las finanzas transformando el sistema bancario en un servicio público acabó siendo marginal, lo que nos debería de haber puesto la mosca detrás de la oreja.
De ese modo sobreestimamos la "prometedora" dinámica de la recomposición a la izquierda de la izquierda y no tomamos conciencia de las contradicciones a las que íbamos a estar confrontados: recomponerse en un período de retroceso. El optimismo conduce fácilmente al triunfalismo, a no prestar la atención necesaria a los problemas de la unidad, a las cuestiones políticas de fondo, a las de organización, a las de la dirección…
II. Éxito, estancamiento, regresión
Al inicio, el proceso de fundación constituyó un verdadero éxito, confirmando que el proyecto respondía a una inquietud real, a una esperanza. El NPA llegó a tener 9 000 cotizantes (lo que necesariamente no significa militantes). Los trabajos para el congreso fundacional fueron verdaderamente serios. Se aprobaron principios políticos de referencia y estatutos provisionales. A todos los niveles, en los órganos de dirección no podía haber más del 50 % de antiguos miembros de la LCR.
La extensión numérica, geográfica y social en relación a la LCR era significativa. Hubo equipos político-sindicales y "personalidades" con los que manteníamos relaciones desde hacía tiempo que no quisieron participar en la aventura; pero otros, que conocíamos menos, se implicaron. El resultado fue una gran heterogeneidad. Cada colectivo estaba marcado por su contexto militante local y la historia propia de su organización. Los grupos e individuos (en particular, las "personalidades") llegaban con sus particularismos, sus esperanzas e, incluso, con sus ambiciones: a menudo, esperaban que el NPA diese una dimensión nacional a su campo y método de intervención. Algunos apostaban por preservar un alto nivel de éxito electoral, considerando (de forma bastante ilusoria) los éxitos electorales de Olivier Besancenot y de la LCR como la referencia mínima a superar. Fueron muchos y muchas quienes carecían de cualquier experiencia partidaria previa. La disolución de la LCR, por otra parte, iba a "independizar" a sus fracciones y corrientes internas.
Esta heterogeneidad de partida era inevitable dada la naturaleza del proceso constituyente del NPA. Yo suelo utilizar, sin connotación negativa, la imagen de un saco de patatas (los grupos) y de lentejas (los individuos). El saco era de buen tamaño, pero en cada situación conflictiva, se corría el riesgo de perder patatas y lentejas. So pena de perder progresivamente en esencia, era necesario ganar en coherencia, colectivización, unidad y nivel de compromiso. Para hacerlo, la dirección del NPA volvió a confiar ampliamente en la dinámica "salvadora" evocada más arriba, derivando hacia el espontaneísmo organizativo.
Elecciones. Poco después de su fundación, el NPA se vio confrontado a su primera prueba electoral: elecciones al Parlamento europeo. Los elementos tácticos (políticos) eran complicados. El Parti de Gauche y el NPA estaban en fase de lanzamiento, de autoafirmación más o menos triunfalista. Ahora bien, la cuestión de las alianzas o de la cohabitación entre partidos no se plantea de la misma forma en relación a esta institución que en el parlamento nacional "normal". Así, la LCR, en 1995-2005, se pudo integrar con sus dos representantes en el grupo de la GUE-NGL, en la que también se encontraban LO y el PCF (mientras que en Francia nos oponíamos al PCF en lo que se refiere a la participación en el Gobierno).
En aquella época -la GUE.NGL estaba entonces presidida por Francis Wurtz (del PCF)- la LCR pudo desarrollar sin obstáculos su actividad; a veces, con el apoyo del grupo. Yo mismo, habiendo sido empleado por el grupo, pude trabajar estrechamente con Wurtz, especialmente en el marco de los Foros sociales. Evidentemente, el fondo de la cuestión es que el Parlamento europeo no es un verdadero parlamento con un verdadero gobierno enfrente. Su funcionamiento es muy particular (lo que nos llevó un tiempo comprenderlo…). Pero ¿quién lo sabía en Francia? Para el común de los mortales, las elecciones europeas se inscribían en la continuidad de las legislativas o de las presidenciales.
Pensar una política unitaria en función de aspectos específicos de las instituciones europeas era legítimo, pero semejante acuerdo habría sido percibido como la "matriz" para las siguientes citas electorales. Por ello, el NPA puso la independencia en relación al PS y a un gobierno "social-liberal" como condición para llegar a la unidad; sobre todo de cara a las elecciones posteriores. Lo que le llevó a ser violentamente acusado de sectario y perder la batalla. ¿Se equivocó al plantear esa cuestión? Todo el mundo sabe hoy en día que (en lo fundamental) el Front de Gauche se ha desarticulado precisamente en torno a la cuestión de la relación con el PS.
Nos faltó poco /7 para haber logrado una o dos diputadas/os europeos, lo que, en términos de credibilidad, habría cambiado el patio. Sin embargo, en ese ámbito, incluso cuando se está a punto de llegar, si no se llega, se pierde. El atractivo del NPA para sectores militantes o "personalidades" de izquierda se vio afectado.
Una ocasión perdida. La preocupación de la dirección del NPA (como la del FdG y, antes, de la LCR) se centró en el campo electoral y las alianzas políticas a la izquierda de la izquierda. Una visión, a mi entender, muy politicista y electoralista (incluso, cortoplacista) de las prioridades. La fundación del NPA permitió multiplicar los puntos de acceso a los "barrios populares", ofreciéndonos la ocasión de comenzar a compensar una de nuestras grandes debilidades en el terreno de la implantación social. Hubiéramos podido haber reunido todos esos "puntos de acceso": centros de gente en paro y precaria, centros de mujeres agredidas, equipos médicos o de enseñantes en las "zonas difíciles", animadoras y animadores de los centros culturales o trabajando en la protección legal de la juventud, trabajadores y trabajadoras sociales, comités antirracistas, movimiento "sin-papeles" o sin-techo, así como sus apoyos, etc. Planteando el intercambio de experiencias, el análisis de las reivindicaciones de las y los habitantes de esos barrios/8, sistemas de ayuda mutua para superar las dificultades propias en ese campo de actividad, a qué colectivos vincularse (las asociaciones esperaban que el NPA les aportase su apoyo para ayudarles a repolitizar desde el interior las zonas siniestras a causa del abandono o del clientelismo /9…
No se hizo nada de eso. El NPA tiene una comisión de intervención en los centros de trabajo -la CILT (en crisis)- cuando una gran parte del asalariado (gente en paro, la gente precaria…) ya no puede organizarse a través de esa única vía, o fundamentalmente a través de ella. En cuanto a la comisión "barrios populares", concibió su actividad como "temática" (sobre todo, el antirracismo…). Es decir, no existía ninguna estructura para pensar y ayudar a la organización común, local de la población trabajadora de los barrios populares en relación con las exigencias (muy sociales) planteadas por sus habitantes, mientras que la exterioridad en relación a estas poblaciones (que viene de lejos) constituye una de las principales debilidades de la izquierda radical.
Aviñón. El precio de estas ocasiones fallidas aumentó mucho cuando estalló la "crisis de Aviñón". Un colectivo, AJCREV, animado por Abdel Zahiri, se había sumado al NPA en Aviñón. De cara a las elecciones regionales de 2010, en la lista electoral de Vaucluse se integró una candidata que portaba el velo, Ilham Moussaid. A excepción casos muy locales marginales, semejante candidatura constituyó un notición en Francia, no porque en las elecciones francesas no haya presencia de descendientes de inmigrantes, sino porque normalmente no llevan velo. Esto nos lleva tanto a la historia específica de la inmigración en Francia como al grado de secularización del país (ningún gran partido tiene una referencia religiosa explícita a pesar del peso muy real de una derecha católica muy reaccionaria).
Era previsible que esa candidatura focalizaría la atención nacional. Me encontraba en Paquistán cuando un periódico local anunció la noticia. Los camaradas pakistanís me preguntaron: "¿Es correcto?". Les respondí: "La que nos va a caer". Ilham se convirtió de la noche a la mañana en la "cara" más conocida del NPA tras Olivier. Sin embargo, la organización no estaba preparada para ello: sus militantes conocieron su candidatura por la prensa. Sarkozy quería "comunitarizar" las elecciones; nosotros, por el contrario, queríamos centrarlas en la cuestión social. ¡Ocasión perdida! Nuestros numerosos enemigos multiplicaron sus malas artes, nos crucificaron; pero también se nos plantearon muchas cuestiones correctas, entre ellas el sentido del velo en relación a la emancipación de la mujer; cuestiones para las que no teníamos respuestas pensadas y colectivas.
Olivier Besancenot defendió con uñas y dientes la candidatura de Ilham. En una entrevista reciente, recuerda ese período, señalando que "Una parte de la comunidad musulmana […] nos tenía enfilados a cuenta de Ilham. Éramos sospechosos, incluso en esos medios, de haber querido instrumentalizar esta cuestión. […] Las preguntas que la gente nos hacía en los barrios populares tenían que ver con lo que podíamos hacer conjuntamente sin pasar necesariamente por el "criterio" religioso. […] En efecto, una pista para salir de ese dilema podría ser la construcción de alianzas, no con quienes pensamos que son representantes de un cuerpo cultural y religioso preestablecido, sino con los propios actores, tal y como existen en los barrios populares" /10. Uno de los problemas era que el proyecto de AJCREV era precisamente entrar en esos barrios a través de la religión (musulmana) /11. Ilham no se presentó a las elecciones porque había dirigido una lucha popular y, por otra parte, portaba velo; sino porque el velo encarnaba ese proyecto político. Una vez que ese proyecto político se acabó en Aviñón, Ilham Moussaid abandonó el NPA… y se quitó el velo.
Opresiones. Más que partir de la realidad de los barrios populares, el enconado debate abierto en el seno del NPA a cuenta de esta experiencia fue muy ideologizado (y emocional). Hubo todo tipo de posiciones, desde "Aleja la religión de mi vida; Ni campanarios ni minaretes", hasta presentar el burka (velo integral) como símbolo de la lucha por la emancipación de la mujer. Sea cual fuera la posición defendida en los miles (?) de correos, en las decenas de escritos, solo un puñado de textos proponían una argumentación elaborada en torno a las cuestiones clave: cómo articular el combate contra las diversas opresiones (racistas, sexistas, sociales…), cómo concebir la laicidad en Francia /12. Todo ello desembocó en un congreso nacional absolutamente caótico. Un verdadero trauma.
A un nivel inferior, el debate de esa época tuvo una dimensión internacional (¿son antiimperialistas los talibanes?) /13. Esperemos que sobre esta cuestión, las cosas se hayan aclarado. En relación al resto, las líneas de fractura no se han superado y atraviesan casi a todas las corrientes constituidas en el NPA. Más allá de las declaraciones de intención, la jerarquización de las opresiones (entre antirracismo y anti-sexismo, por ejemplo) sigue operando y haciendo problemática la defensa de todas las opresiones.
Personalización. Nuestro sistema presidencial ha llevado hasta el no va más la personalización del juego electoral. Ni siquiera existe la vicepresidencia: la mística francesa quiere que se trate de la relación directa de un hombre (hasta ahora jamás ha habido una mujer) con el pueblo. La personalidad y la capacidad política de Olivier Besancenot dieron a la LCR, y después al NPA, una envergadura política inhabitual. No obstante, él renunció a convertirse en el eterno candidato (como Arlette Laguiller) o a identificar el porvenir del pueblo nación a su persona (como Jean-Luc Melenchon). Evidentemente, sobre el fondo de la cuestión tiene razón. En mayo de 2011 anunció que no se presentaría a las elecciones presidenciales de 2012. Vista la situación que existía en la organización, esta decisión abrió la crisis de dirección en el NPA y precipitó la crisis que venía incubándose. Teniendo como vara de medir el barómetro electoral, una parte notable de antiguos cuadros de la LCR llegaron a la conclusión que hacia delante el futuro estaba del lado de Melenchon y en el interior del FdG.
Escisión. El NPA conoció una hemorragia militante perdiendo dos tercios de sus miembros nominales. Había nacido una nueva organización, pero estaba claro que no era la que habíamos ambicionado. Se abrió la crisis rompiendo en dos el núcleo central de la dirección proveniente de la LCR y de los equipos militantes de calidad. Habiendo perdido toda esperanza en el NPA, un ala minoritaria de la organización se suma al FdG en tanto que Gauche Anticapitaliste (GA) en un principio y después en el colectivo Ensemble! Pero… el proyecto del FdG también ha entrado en una grave crisis. En cuanto a Ensemble!, está atravesada por contradicciones (entre ellas el islamismo y el electoralismo) puede que más explosivas que en el NPA.
De hecho, el núcleo de dirección de la GA abandonó la perspectiva de construcción de una organización "radical" independiente, que, sin embargo, formaba parte de la identidad de la LCR y en la que el NPA sigue pensando siempre. Sin embargo, hay elementos comunes entre "su" crisis y la "nuestra", sobre todo en lo que respecta a la ruptura entre dirección y colectivos militantes. Las direcciones tienen su historia propia, hasta el punto de que los colectivos locales se desenvuelven por su propia cuenta, independientemente de las instancias nacionales. Aquí el problema no es solo "político" si se reduce la política a orientaciones formales. Sin embargo, todo es político si se considera que las llamadas cuestiones de organización y de compromiso forman parte de ello.
III. Compromiso y funcionamiento
La ley de la gravedad electoral. Que la historia del FdG gire en torno a las elecciones es normal vistos sus orígenes y sus objetivos centrales. Que ocurra lo mismo en la dirección del NPA resulta más extraño. Paradoja: el cartero Olivier Besancenot que fue nuestro mejor candidato (realmente excelente) vive la política, fundamentalmente, en relación a lo social y resiente con inquietud la fuerza de atracción del electoralismo: “La cuestión electoral es omnipresente en Francia y resulta sofocante. No se trata tan solo de que vaya a monopolizar la vida política durante los meses previos a la elección, o incluso todo el año previo, sino que lo hace todos los días. La situación política francesa se ve abrumada por este electoralismo de todas las maneras posibles, incluida la manera en que se utilizan los resultados de los sondeos. De modo que el problema, desde el punto de vista de un proyecto emancipatorio, radica en cómo salir de esta especie de temporalidad política, en cómo crear otro espacio, otro tiempo, otro calendario, lo que no significa necesariamente que haya que llamar al boicot. Pero si logramos crear un movimiento de masas con otras fuerzas, capaz de zafarse de esta presión electoral y de atacar a los partidos de la burguesía en otro plano, entonces podemos pensar en presentarnos en nombre de un proyecto más general”/14.
Las corrientes, fracciones y bloques en el NPA se definen ante todo en relación a los retos electorales, al terreno electoral: qué "perfil" presentar, qué candidaturas, qué tipo de alianzas, qué consigna de voto… Esto nos remite, es verdad, a prácticas locales más "abiertas" o más "cerradas", a una visión diferente del papel que nuestra organización puede desempeñar actualmente. Simplificando: participar prioritariamente en la construcción de iniciativas amplias (sobre la cuestión del clima, contra el estado de excepción y la privación de la nacionalidad…) o definirse ante todo afirmando en cada ocasión el "programa anti-capitalista". En todas ellas hay cuestiones de fondo. El problema es que se formulan en relación a las elecciones a pesar de que cada vez estamos más y más marginalizados en ese terreno: se endurecen las condiciones para poder participar en las elecciones, faltan los medios financieros, el Front National capta el rechazo a la "clase política"…
El predominio de las fracciones. Queríamos que el NPA fuera un crisol, integrando la aportación histórica de las diversas tradiciones revolucionarias (marxismo "crítico", libertaria…). Los principios de referencia aprobados en el congreso fundacional tenían que haber sido un punto de partida y las "indefiniciones" (el NPA no se declara marxista) superadas a través de una síntesis, pero la comisión programa no funcionó jamás. Por otra parte, se integraron organizaciones que no tenían ninguna intención de participar en un proyecto común, sino que querían construirse aprovechando el espacio construido por el NPA. Poco a poco, el juego de las fracciones ha terminado por minar y paralizar a la dirección.
La causa está en la forma de elegir la dirección. En el NPA, el comité ejecutivo está compuesto en proporción a los votos obtenidos en el congreso por las distintas tendencias. Estas tendencias se perpetúan, convirtiéndose en fracciones (cuando no lo eran desde el principio). Un cuadro puede encontrarse en la dirección nacional por la única razón de haber sido la figura ideológica dominante de su corriente, con lo cual es capaz de escribir comunicados, pero no de dirigir una implantación. Esta lógica interna, que ya estuvo presente en los últimos años de la LCR, se desarrolló más aún en el NPA.
Las fracciones son conservadoras. Para sobrevivir, necesitan imponer una y otra vez los mismos debates, aquellos a través de los que se constituyeron. Si la reflexión parte sobre otras bases (lo que resulta indispensable), explotan. Así pues, bloquean la respiración política y democrática de una organización. La primera consecuencia de ello es el inmovilismo. Una parte de la dirección del NPA teoriza ahora esta situación: nuestra organización sería en realidad (o debería convertirse) en un "frente" compuesto por "revolucionarios"; la negación misma del concepto de crisol. A esto se puede responder en la organización con el rechazo del derecho a las tendencias, incluso temporales, identificadas todas como fracciones destructivas.
La cuestión del crisol también se planteó en el FdG: ¿podían existir adhesiones individuales y un funcionamiento colectivo para integrarlas? La respuesta fue negativa. El FdG quedó preso de su dependencia en relación al juego electoral de los partidos que lo fundaron, de la burocracia cegetista y de la abrumadora personalidad de Jean-Luc Melenchon.
¿Revolucionario? La independencia en relación al PS y la voluntad de construir una oposición de izquierda al gobierno de Hollande son cuestiones pertinentes en la situación política francesa, fundamentales para un posicionamiento político sólido. A otro nivel, la alternativa "antiliberal" o "anticapitalista" también: tiene implicaciones concretas en el presente. La cuestión no es solo "programática". Actualmente el "rechazo" al sistema es profundo. El partido que queremos construir puede y debe dar respuestas a ello. Por el contrario, la diferenciación formal, que defienden algunos, entre "anticapitalista" y "revolucionario" no lo es. Como tampoco lo es el repetir sin cesar el catecismo revolucionario olvidando que la pedagogía no es el arte de la repetición.
En el fondo, hay que huir de las palabras. En efecto, actualmente no es posible construir organizaciones "revolucionarias" en Francia (y ¿en Europa?), en el sentido real del término.
Un partido no se define solo por su programa, por muy importante que sea el mismo, sino también por su práctica real (que puede estar muy lejos de las intenciones que proclama). Una práctica embrionariamente revolucionaria, incluso otorgándole a ese término un sentido muy modesto, no puede desplegarse sin un contexto político-social suficientemente favorable. Por tanto, la "vida cotidiana" de un miembro de un partido radical es diferente de la de un miembro de un partido reformista. Fue así en los años 1960-1970, pero no después. Puede que un día se de el caso.
Compromiso. La organización revolucionaria constituye, aquí y ahora, un horizonte; lo que no quiere decir que podamos continuar como si nada. Con la crisis, el incremento de la precariedad y el Estado represivo, el "modelo" francés de militantismo "a la carta" de los años 80-90 ha caducado. Cuando la represión cae sobre los movimientos sociales, cuando la inseguridad generalizada engulle cada vez a sectores más amplios de la población, cuando los desastres humanitarios se multiplican en el mundo y la crisis ecológica global se hace realidad, es imposible mantener el ritmo cotidiano sin condenarse a la marginalidad, sin abdicar.
El problema se planteó de una forma particular desde el lanzamiento del NPA. Ningún miembro del núcleo de dirección salido de la LCR y de la generación que encarnaba este proyecto quiso ser permanente a tiempo completo. No se trata de juzgar a las personas -es más fácil tomar determinadas decisiones con 20 años que con 40- sino de un problema colectivo. No podemos depender de la "dinámica". Sin ella no es posible nada importante; pero sin política de organización, la dinámica por sí misma tampoco resuelve nada.
Era imposible "pilotar" la construcción del NPA sin un equipo mínimo que se comprometiera al 200 % y que permitiera al colectivo de dirección funcionar de forma eficaz. Evidentemente, convertirse en permanente a tiempo completo, incluso durante un tiempo limitado, tiene consecuencias para el futuro. Sin embargo, está claro que estamos en un período en el que ser "radical" exige compromisos militantes a largo plazo.
Una parte de la juventud se compromete de ese modo, sin "medir" las consecuencias: los "zadistas", por ejemplo, se instalan allí donde hay una "zona a defender" contra "un gran proyecto inútil" y algunos se convierten en nuevos campesinos (en Notre Dame des Landes), como en los año 70 en Larzac. Nosotros, a través de nuestros colectivos locales, estamos con ellos en esas luchas. Sin embargo, los “zadistas” muestran una gran desconfianza hacia los partidos.
Reevaluar. La crisis del NPA ha puesto al descubierto la grave crisis que incubaba una LCR sin aliento. En cualquier caso, la crisis hubiera estallado, incluso si no nos hubiéramos planteado "construir algo nuevo". Un intento rico en enseñanzas a pesar de que haya concluido con un fracaso significativo. La escisión de 2011 constituyó un punto de inflexión: la división afectó a su ampliación, abriendo un espacio mayor a los componentes sectarios de la organización. Marcó un antes y un después.
El NPA "bis" actual está horadado de contradicciones. Es verdad que siempre existe un "espacio objetivo" que podría ocupar en el panorama político francés y que ninguna otra organización le disputa. Pero sólo lo ocupa parcialmente, debido a la falta de iniciativa de la dirección nacional. Las fracturas son profundas, pero continúa existiendo un precioso capital militante que no puede dilapidarse y que se revitalizará cuando llegue una coyuntura más favorable para las luchas. Lo que importa, en esta perspectiva, es avanzar nuevas reflexiones a propósito de cuestiones importantes como la implantación social, el funcionamiento y el compromiso, el fortalecimiento de las redes militantes en un período defensivo, sin contar tanto con las elecciones.
Notas:
1/ Antiguo senador y ministro, Jean-Luc Melenchon formó parte del ala izquierda del Partido Socialista hasta el Congreso de Reims de 2008.
3/ Trabajo colectivo que tuvo su continuidad en la "Escuela de Ámsterdam" en el Instituto Internacional de investigación y formación (IIRF) del que me ocupé entre 1982 y 1993.
4/ Ver Josette
7/ Es necesario superar el 5 % en una región para lograr un escaño.
8/ Ver, por ejemplo, los barrios populares de Marsella; http://www.europe-solidaire.org/spip.php?article35710, o las propuestas de ACLEFEU
10/ Op. Cit.
11/ Jacques Fortin en http://www.europe-solidaire.org/spip.php?article19216
14/ Op. Cit.
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