Entre los días 19 y 21 de febrero se desarrollarán en Madrid unas jornadas por un Plan B para Europa.
Comunicado de Anticapitalistas
Un llamamiento que, encabezado por gente como Varoufakis, Ada Colau o nuestro compañero Miguel Urbán, pretende construir una Europa alternativa. En este evento convergerán iniciativas como la Conferencia Plan B organizada por Jean Luc Mélenchon, Oskar Lafontaine y otros en París, y también el DieM25 lanzado por Yannis Varoufakis el 9 de febrero en Berlín.
Poco más de un año del triunfo de Syriza en Grecia, y pocos meses después de su dramática capitulación al chantaje de la troika, hay varias tareas urgentes para aquellos que seguimos creyendo en la necesidad de acabar con la austeridad y avanzar hacia un modelo económico alternativo. Para ello es necesario, en primer lugar, que el movimiento antiausteridad haga balance de su estrategia y aprender de los errores cometidos en el último período. Y es que debemos sacar lecciones claves de la “experiencia griega”: ¿es acaso posible negociar con la troika sin tomar medidas de fuerza, que están al alcance de los gobiernos, como una suspensión del pago de la deuda (reconocido por informes de la UNCTAD como la única manera efectiva que tiene un país un país deudor de hacer comenzar un proceso de reestructuración) o la declaración de una parte de la deuda como ilegítima (cuestión para la cuál el comité de la Verdad impulsado por Zoe Konstantopoulou proveyó todos los argumentos económicos, legales, políticos y morales necesarios)?, ¿qué podemos hacer ante el chantaje de la liquidez impuesto por el BCE? Ante ello, es preciso abordar un debate que está ya abierto en la izquierda europea: ¿puede una salida del euro en un país como Grecia ser una opción preferible progresista si la toma un gobierno dispuesto a poner la economía al servicio de su población como sugiere el economista Costas Lapavitsas? Éste un debate abierto que la izquierda debe abordar, sin prejuicios ni tabúes, si realmente quiere hacer frente al chantaje de la troika. Un debate que, obviamente, requiere de una evaluación de todas las opciones disponibles.
Pero el caso griego nos pone también delante de un espejo del que no podemos escapar: la falta de un movimiento internacional efectivo de apoyo al gobierno griego facilitó el escenario que condujo a la firma del tercer memorándum en Grecia. Evidentemente, parte de la responsabilidad la tuvo este propio gobierno que prefirió no alentar tal movimiento en otros países, prefiriendo tratar de buscar aliados entre los gobiernos de otros países europeos, y no queriendo aparecer como una fuente de desorden ni alimentar las resistencias en otros países. Consideramos que esto es un error flagrante: cualquier negociación con el enemigo ha de darse en condiciones de una negociación de fuerza, y un movimiento organizado que exigiese en todo Europa justicia para el pueblo griego podría haber sido un arma poderosa para imponer sus reivindicaciones. Es deseable, si en un futuro próximo volvemos a tener un gobierno de izquierda dispuesto a enfrentarse con la troika, tengamos una sólida red europea capaz de brindar su apoyo desde todas las esquinas del continente. Debemos entender que, más allá de la posibilidad de ruptura con las instituciones europeas (incluyendo la moneda si así lo exige la situación), lo fundamental es desarrollar una estrategia internacionalista que una fuerzas contra un adversario que se organiza precisamente a escala europea.
Por ello, el objetivo de esta convocatoria no puede quedarse en un debate político o estratégico: tenemos también la obligación de construir un movimiento a escala europeo contra la austeridad, las deudas ilegítimas y odiosas y por la democracia. Vamos tarde en esta tarea, es cierto. Desde el combate que, fundamentalmente en Francia, se alzó contra el Tratado Constitucional europeo hemos asistido a la desarticulación de los movimientos sociales con una dimensión impugnatoria del modelo de construcción de la UE. Desde el estallido de la crisis del capitalismo financiero y la aplicación del austericidio impulsado por las élites europeas esta “ausencia” ha dejado el campo libre para la materialización del proyecto neoliberal para Europa en toda su crudeza. Así, mayoritariamente, las respuestas políticas y sociales a los golpes tecnocráticos de las instituciones europeas se han circunscrito al ámbito nacional-estatal. Y en ese espacio han ganado la batalla los discursos, hegemonizados por la extrema derecha, del retorno a los repliegues identitarios y autocráticos. Pero algunas izquierdas, lamentablemente, también han sucumbido a esa tentación.
Estas respuestas, sin embargo han mostrado límites evidentes en el combate contra el monstruo de la Europa del capital y, además, han servido en muchas ocasiones para reforzar las ideas xenófobas y excluyentes ya de por sí impulsadas por la propia UE. Pero si algo ha quedado claro en los últimos años es que la maquinaria burocrática y la arquitectura institucional y financiera de la UE es el problema. En este sentido, la victoria electoral de Syriza nos permitió albergar tantas expectativas como desilusiones posteriores. Pero dejó clara una lección que conviene tener presente a fuego: la lucha de clases en el actual escenario institucional se expresa en los Estados y naciones, pero su resolución sólo puede ser a escala (cuanto menos) europea. Es en el marco europeo donde se expresan los límites y las posibilidades de articular resistencias reales al neoliberalismo y al gobierno de la deuda y la austeridad. El golpe financiero orquestado desde las instituciones comunitarias al pueblo griego muestra hasta qué punto solo un cambio real en la correlación de fuerzas a escala europea puede permitir poner en marcha estrategias de cambio real de las políticas neoliberales. La UE es la guerra, pero Europa es la respuesta a muchos de nuestros dilemas.
Pero basta de lamentos. Es hora de pasar a la acción y volver a tejer espacios reales de coordinación entre distintos movimientos. Organizaciones sociales, ecologistas, feministas, políticas y sindicales que estamos luchando por salir de la asfixia de la deudocracia, de una austeridad sin fín y sin límites debemos unir fuerzas construyendo un movimiento real que nos permita construir una Europa de la democracia, la soberanía, los derechos y los pueblos. Sin ninguna ilusión en una UE que ha dado suficientes muestras de su naturaleza constitutiva irrefundable. Pero imaginando y avanzando hacia un nuevo proyecto europeo de y para las clases populares, sin centro y sin periferias, sin dobles velocidades. Frente a esto, es urgente demostrar que los movimientos sociales europeos somos capaces de continuar el combate, aprendiendo de los errores y así avanzar hacia un nuevo capítulo en la lucha contra el gobierno de los mercados financieros y la deuda.
En Anticapitalistas lo tenemos claro. En febrero tenemos una cita imprescindible en Madrid, donde podremos debatir en persona con muchos de los protagonistas de estos procesos de debate y movilizacón. Pero esta lucha es de largo aliento. Este nuevo movimiento europeo, aún por construir, debe hacerlo también desde abajo. Por eso, el encuentro de Madrid debe ir seguido por la creación de comités de apoyo e iniciativas locales, territoriales y sectoriales que acompañen este proceso. No hay tiempo que perder.
Por ello, el objetivo de esta convocatoria no puede quedarse en un debate político o estratégico: tenemos también la obligación de construir un movimiento a escala europeo contra la austeridad, las deudas ilegítimas y odiosas y por la democracia. Vamos tarde en esta tarea, es cierto. Desde el combate que, fundamentalmente en Francia, se alzó contra el Tratado Constitucional europeo hemos asistido a la desarticulación de los movimientos sociales con una dimensión impugnatoria del modelo de construcción de la UE. Desde el estallido de la crisis del capitalismo financiero y la aplicación del austericidio impulsado por las élites europeas esta “ausencia” ha dejado el campo libre para la materialización del proyecto neoliberal para Europa en toda su crudeza. Así, mayoritariamente, las respuestas políticas y sociales a los golpes tecnocráticos de las instituciones europeas se han circunscrito al ámbito nacional-estatal. Y en ese espacio han ganado la batalla los discursos, hegemonizados por la extrema derecha, del retorno a los repliegues identitarios y autocráticos. Pero algunas izquierdas, lamentablemente, también han sucumbido a esa tentación.
Estas respuestas, sin embargo han mostrado límites evidentes en el combate contra el monstruo de la Europa del capital y, además, han servido en muchas ocasiones para reforzar las ideas xenófobas y excluyentes ya de por sí impulsadas por la propia UE. Pero si algo ha quedado claro en los últimos años es que la maquinaria burocrática y la arquitectura institucional y financiera de la UE es el problema. En este sentido, la victoria electoral de Syriza nos permitió albergar tantas expectativas como desilusiones posteriores. Pero dejó clara una lección que conviene tener presente a fuego: la lucha de clases en el actual escenario institucional se expresa en los Estados y naciones, pero su resolución sólo puede ser a escala (cuanto menos) europea. Es en el marco europeo donde se expresan los límites y las posibilidades de articular resistencias reales al neoliberalismo y al gobierno de la deuda y la austeridad. El golpe financiero orquestado desde las instituciones comunitarias al pueblo griego muestra hasta qué punto solo un cambio real en la correlación de fuerzas a escala europea puede permitir poner en marcha estrategias de cambio real de las políticas neoliberales. La UE es la guerra, pero Europa es la respuesta a muchos de nuestros dilemas.
Pero basta de lamentos. Es hora de pasar a la acción y volver a tejer espacios reales de coordinación entre distintos movimientos. Organizaciones sociales, ecologistas, feministas, políticas y sindicales que estamos luchando por salir de la asfixia de la deudocracia, de una austeridad sin fín y sin límites debemos unir fuerzas construyendo un movimiento real que nos permita construir una Europa de la democracia, la soberanía, los derechos y los pueblos. Sin ninguna ilusión en una UE que ha dado suficientes muestras de su naturaleza constitutiva irrefundable. Pero imaginando y avanzando hacia un nuevo proyecto europeo de y para las clases populares, sin centro y sin periferias, sin dobles velocidades. Frente a esto, es urgente demostrar que los movimientos sociales europeos somos capaces de continuar el combate, aprendiendo de los errores y así avanzar hacia un nuevo capítulo en la lucha contra el gobierno de los mercados financieros y la deuda.
En Anticapitalistas lo tenemos claro. En febrero tenemos una cita imprescindible en Madrid, donde podremos debatir en persona con muchos de los protagonistas de estos procesos de debate y movilizacón. Pero esta lucha es de largo aliento. Este nuevo movimiento europeo, aún por construir, debe hacerlo también desde abajo. Por eso, el encuentro de Madrid debe ir seguido por la creación de comités de apoyo e iniciativas locales, territoriales y sectoriales que acompañen este proceso. No hay tiempo que perder.
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