Tsipras ante el "colapso ". La movilización general del 4 de febrero y sus implicaciones
En islas como Rodas, Corintia y otras más pequeñas, las movilizaciones tuvieron una dimensión desconocida hasta ahora: el activismo radical de los agricultores. No se pudo inaugurar la tradicional feria en Salónica. La policía se vio desbordada y el espacio de la feria fue ocupado por campesinos encolerizados. Según diversos reportajes, incluso la propia policía no se veía muy motivada.
En general, y según el instituto de estudios sindicales, el índice de participación en la huelga propiamente dicha se situó entre el 50 y el 55% en el sector de la enseñanza y en la función pública local, cifra que es necesario comparar con el 10 y el 15% de la huelga de enero. En Atenas, la manifestación reunió entre 60.000 y 80.000 personas. Como es habitual, Pame, la organización de masas del KKE (PC), se manifestó aparte, reuniendo cerca de 20 000 personas. La composición de la movilización, los sectores que participaron en él, muestra la emergencia de un bloque social que se opone a las medidas gubernamentales. Las fuerzas de la derecha harán todo lo posible por quebrar esta dinámica. Pero para sectores enteros de la sociedad, lo que está en juego es su supervivencia. La determinación de los agricultores, o de quienes ven que sus pensiones se pueden reducir de 1000 a 600 euros, es cada vez más firme.
Es cierto que el futuro de estas movilizaciones no se parece a las de 2011 que tenían en perspectiva un gobierno de izquierdas. Y es ahí donde convergen la cuestión social y la política; es decir, la puesta en pie de un programa de transición creíble a partir de las necesidades sociales, que las haga converger en términos de derechos y de expresión política, lo que, necesariamente, pasa por su carácter negativo. Es decir, por plantearse como objetivo el derrocar al gobierno "Tsipras2" [el segundo gobierno de Tsipras, formado en julio de 2015 tras la expulsión del gobierno de quienes votaron en contra del rescate, ndr] que aparece como la mediación para implantar el Tercer Memorándum. A menudo, los partidarios de la autonomía de lo social no comprenden esta fase negativa, que forma parte integral de la lucha de clases, en la que la construcción de un bloque social (con una militancia arraigada en una experiencia nueva, porque el contexto político y sus características en términos de temporalidad y en la configuración de lo fundamental de las fuerzas actuales, más allá de la inercia histórica, es nuevo) se basa en iniciativas políticas de organizaciones que entran en sintonía con las distintas pulsiones que existen en una sociedad brutalizada. La intervención en torno a ellas puede, al menos de forma parcial, permitir su amalgama y hacerlas converger para poner en cuestión, en el fondo, las leyes y decretos que, tanto de hecho como en su desarrollo, son fruto del Tercer Memorándum. Esto conlleva una desestabilización directa de los pilotos "nacionales" e "internacionales" del ajuste del memorándum. Según una reciente encuesta, Tsipras se sitúa en el 15% de intención de voto, lo que muestra su debilitamiento.
A esto se le añaden los debates estratégicos sobre "¿qué hacer hacia delante?" para bloquear la aplicación del memorándum y, a través de estas resistencias, elaborar un plan de urgencia que defina las líneas fuertes que se integren en una perspectiva global. Una perspectiva determinada por una crisis institucional y económica europea y una situación de guerra. Un término y una realidad que tienen una resonancia particular en Grecia, no solo bajo el impacto de la tragedia de una crisis como la del derecho a la vida de la gente refugiada sino, también, del papel de Grecia en el dispositivo de la OTAN y de sus alianzas con el Estado sionista, promovido por el ministro de defensa, Kammenos, por no citar la historia, que aún está presente en la memoria, de los conflictos sociales de una dureza extrema que han forjado el presente reciente del país.
La construcción y el desarrollo de la Unidad Popular (UP) pasan, a la vez, por la integración de esas experiencias de lucha, su participación en la reflexión sobre las mismas (desde las asambleas preparatorias de la movilización a las del balance, analizando la situación y señalando los desafíos futuros) y los debates y diálogos internos necesarios para la reconstrucción de una representación de los objetivos políticos que vayan más allá del derrocamiento del gobierno Tsipras2. Lo que conduce al inicio de la desintegración de los fundamentos institucionales europeos.
De ahí la importancia de la convergencia práctica de la izquierda radical griega -en particular de la UP y sus componentes- con fuerzas análogas, por no decir similares, dispuestas a participar activamente en los conflictos sociales y políticos que están a la orden del día, en numerosos países de Europa. No se trata de debates académicos, sino de la confluencia de praxis reflexivas de actores colectivos y organizados -para retomar un término a la moda y a menudo sesgado porque neutraliza el punto de vista político-ideológico. Un reencuentro que camine hacia una actividad que dé sentido a la acción y a la representación que pueden darse "los de abajo" en sus luchas para un futuro diferente. No se trata de la repetición de un "horizonte de espera" formula que se hizo famosa en los años 1990.
Es a través de esos pasos, que se presentan como retos permanentes, como se puede ir forjando una conciencia de clase, que también se forja en el enfrentamiento con la clase dominante y sus expresiones políticas y gubernamentales, así como con su programa y sus proyectos. Poniendo a la cabeza de Nueva Democracia (ND) a Kyriakos Kotsotakis (elegido presidente de ND el 10 de enero de 2016), las clases dominantes griegas tratan de responder a la crisis abierta de liderazgo que padecen desde 2011-2012. El futuro del gobierno Tsipras2 está en gran parte determinado por la recomposición de los liderazgos políticos de las clases y fracciones de las clases dominantes en liza; una recomposición que se realizará bajo el fuego de batallas multiformes. (C.-A. Udry)
De las elecciones del 20 de septiembre a la huelga del 4 de febrero
Antonis Ntavanellos
En las elecciones del 20 de septiembre de 2015, la plana mayor de Tsipras -con la generosa ayuda de los acreedores y la clase dominante del país, que carecía de "líder"- logró el éxito de sus sueños: la exclusión del parlamento de la UP, la supervivencia electoral de ANEL (Griegos independientes, cuya figura pública es Panos Jammenos, ministro de Defensa), la entrada en el parlamento de los "tontos útiles" de Vassilis Lecentis (Unión de centristas), la fragmentación de la cólera social contra el tercer memorándum y la casi extinción de la dinámica socio-política del NO que se expresó en el referéndum del 5 de julio de 2015, que se traduce en la abstención… En aquel momento, muchos análisis contemplaban a Tsipras como "hegemon" (una especie de soberano dominante) y a Syriza como un partido con futuro.
Éramos pocos quienes insistíamos -sobre todo y para bien: la dirección de la UP- sobre algunos elementos de inestabilidad en la situación política general:
1. Que las elecciones del 20 de septiembre fueron una usurpación. Usurpación favorecida por un elemento clave: no estaban definidas las medidas concretas del Tercer Memorándum y no se podían evaluar su efectos.
2. Que la promesa de un programa paralelo gestionado por el Gobierno Syriza-ANEL (para contrarrestar los efectos del Memorándum realizada por Tsipras durante la campaña) suscitaba tanto la desorientación como ilusiones; más aún debido al recrudecimiento de las condiciones de vida cotidianas.
3. Que la aversión del electorado hacia Nueva Democracia actuaba a favor de Maximou (residencia gubernamental).
Sin embargo, este panorama iba a cambiar en los próximos meses y asistiríamos a una nueva ola de descontento social en cuanto se presentaran las primeras medidas reales recogidas en el acuerdo del 13 de julio firmado en Bruselas por Tsipras y Euclide Tsakalotos, actual ministro de finanzas. Entre ellas, la contrareforma de la Seguridad Social, que aparecía como la más importante.
En base a ello consideramos que entrábamos en un período marcado por la inestabilidad política y enfocamos y planificamos nuestra intervención política con la orientación de consolidar la perspectiva de luchas sociales y políticas que no tardarían en llegar.
Se trataba de una previsión, a la izquierda de Syriza, que iba a contracorriente de la representación mayoritaria. Pero cuando apenas han transcurrido cinco meses, en febrero, esta apreciación se ha visto confirmada bastante más de lo que apuntaban nuestras previsiones.
La plana mayor de Tsipras se encuentra ante el grave riesgo de una crisis incontrolable, de un hundimiento real. El debate abierto sobre "la ampliación" del bloque parlamentario/1 que sostiene al gobierno con la participación de Leventis, de To-Potami (El rio) e, incluso, del PASOK; el debate abierto sobre una ampliación mayor que integraría a Nueva Democracia en una fórmula de gobierno de unidad nacional o, incluso, la posibilidad de nuevas elecciones (¡las cuartas en menos de 12 meses!) demuestra la gravedad de esta inestabilidad. Como ha recordado Zoe Konstantopoulou (expresidenta del Parlamento), Tsipras mismo había defendido que medidas tales como la contrareforma de la Seguridad Social de Giorgios Katrougkalos (Ministro de trabajo, de la solidaridad y de la Seguridad Social) no podrían ser impuestas mas que a través de un gobierno de unidad nacional o de una dictadura/2… Un partido como Syriza, a pesar de su transformación neoliberal, no puede llevar a cabo de forma "normal" y continua una restricción tan reaccionaria de los derechos democráticos y sociales y, más en concreto, de la Seguridad Social. Estas medidas no pueden sino alimentar la crisis entre quienes continúan en Syriza, incluso entre las y los electos a nivel municipal, regional o nacional.
El movimiento
En el trasfondo de la crisis gubernamental se encuentra la expresión inmediata de un movimiento de masas en defensa de la Seguridad Social. Los recientes admiradores de Tassos Giannitsis (a la cabeza de Hellenic Petroleum Co SA, de diciembre de 2009 a noviembre de 2011, después ministro del interior del llamado gobierno técnico de Lucas Papademos del 11 de noviembre 2011 al 18 mayo de 2012) no deberían olvidar su precipitado fin, ni el de Kostas Simitis/3 que se ha retirado (incluso como diputado del Pireo) tras haber sido, hasta ahora, el líder todopoderoso de la "modernización"…
La masiva participación en las manifestaciones (de entrada, de profesiones liberales -abocados, investigadores, científicos, médicos, etc.-, después de empleados de las administraciones, de los puertos, aeropuertos, banca, justicia…, las escuelas que tenían prevista la movilización para el 3 de febrero) sitúan al gobierno ante un panorama de riesgo, dado que el movimiento en defensa de la Seguridad Social y el cargarse el plan de Katrougkalo entra en el terreno de lo posible.
Los lacayos del sistema presentan "análisis" que subestiman la importancia de estas movilizaciones. El "automatismo social" es decir, la desconexión entre el movimiento social y sus repercusiones y expresiones políticas conoce de nuevo días de gloria y esta vez está impulsado por corrientes de "izquierda".
Nos dicen que los trabajadores independientes, que los empleados de las administraciones y los agricultores no constituyen grupos homogéneos y, por lo tanto, están sometidos a un tipo de fragmentación automática propio de fuerzas centrípetas incontrolables.
Sabemos, desde siempre, que existen abogados, ingenieros y agricultores ricos. También sabemos que existen direcciones político-sindicales que apoyaron el SI en el referéndum del 5 de julio de 2015 y que actualmente aceptan el Tercer Memorándum; pero están obligadas a participar en las manifestaciones y buscar la posibilidad y la forma de llegar a un acuerdo con Katrougkalos para reducir el cabreo de la base social de sus propias organizaciones.
Esta constatación da pie a nuevas tareas para la izquierda radical, que tiene que mermar la influencia de estas direcciones adaptacionistas, cooptadas por el poder bajo diversas formas. La Unidad Popular trabaja en esa dirección. Pero ello no cambia en nada el hecho de que la movilización de los llamados trabajadores independientes y de los agricultores tiene una importancia decisiva. En el movimiento de masas real jamás ha existido la pureza química…
El segundo argumento tiene que ver con la supuesta no-participación, en las movilizaciones, de las y los asalariados. Estas líneas están escritas antes de la huelga general del 4 de febrero y desconocemos aún la amplitud de la respuesta que dará la clase obrera a estos disecadores de cadáveres. Pero la atmósfera política previa a la huelga es evidente: la conjunción en la calle de los trabajadores y trabajadoras con los agricultores y los profesionales liberales o los empleados y empleadas de las administraciones públicas hará aumentar la presión sobre el gobierno a un nivel que tiene todos los rasgos de convertirse en una pesadilla. Y, evidentemente, nadie tiene el derecho de subestimar la importancia de las resistencias obreras anteriores aunque fueran de menos envergadura: las iniciativas de ADEDY (sector público) y algunos sindicatos sectoriales que abrieron la vía para que ahora se transforme en una especie de gran boulevard. La fuerza del movimiento de base es el factor en el que tendríamos que fijar toda nuestra atención.
La política
En estas condiciones el gobierno tiene un problema adicional. Los acreedores -que tienen sus propios problemas en el contexto de la prolongación de la crisis internacional- no conceden ningún "alivio". Las directivas que vienen de Europa exigen que el programa se aplique; es decir, exigen que el apoyo político al gobierno se amplíe. Solo que, en esta ocasión, resulta bastante improbable que den su visto bueno a nuevos movimientos tácticos (nuevas elecciones a corto plazo), que conlleven el riesgo de retrasar la aplicación del memorándum e incrementen los factores de inestabilidad más allá de las fronteras griegas.
Tsipras admite que busca un "consenso nacional". La posibilidad de ampliar el gobierno permaneciendo como primer ministro exige encontrar aliados más allá de Leventis, To Potami y el PASOK, que les gustaría aceptar jugar ese papel pero que no permiten dar la imagen de una ampliación política seria. Y el escenario de una verdadera unidad nacional, con la participación de Nueva Democracia, plantea la cuestión de descartar a Tsipras y su papel como símbolo de un período.
¿Existen en Syriza fuerzas que a favor esta eventualidad y que se propongan como alternativa parcial a Tsipras?
Estos impasses nos llevan, de nuevo, a la posibilidad de nuevas elecciones. En el pasado, Alexis Tsipras reprochó al ala izquierda de su partido que buscara "escaparse". (referencia a los debates y enfrentamientos en Syriza, tanto en relación a las votaciones en el Parlamento -dado el rechazo de las y los electos de Syriza al acuerdo del 13 de julio, por una parte, y sobre las modalidades y la fecha de las elecciones, por otra). Ahora es probable que tenga necesidad de elecciones para escapar a un desplome vergonzoso. Pero esta vez, esa táctica no va a resultar fácil: no contará ni con el consenso de los acreedores, ni con la cooperación de las estructuras del aparato gubernamental y de los sectores dominantes. Además, la victoria de Syriza en unas elecciones está lejos de estar garantizada.
Las condiciones cambian rápidamente. En este contexto, la izquierda radical tiene que intervenir y participar con todas sus fuerzas para que las luchas salgan victoriosas y derrotar la contrarreforma. Para echar por tierra el Tercer Memorándum y convertir en papel mojado el acuerdo del 13 de julio en Bruselas. Se trata de defender los derechos sociales, los del proletariado en un sentido amplio y los de sus aliados (desde los agricultores hasta los sectores de las clases intermedias) trasladando la factura al conjunto de los ricos y dominantes.
Notas:
1/ La dirección de Syriza gubernamental ha organizado reuniones con parlamentarios de Syriza para lanzarles este mensaje: si votáis contra las leyes que derivan del III Memorándum, tendréis que renunciar a vuestro escaño y trasmitírselo a otro a cambio de recibir una indemnización. (Réd. A l’Encontre)
2/ En una entrevista publicada en el diario económico francés La Tribune, el 20 de enero, Giorgios Katrougkgalos afirma: "El Memorándum nos obliga a efectuar economías del orden del 1% del PIB; es decir, 1,7 mil millones de euros. Actualmente nos faltan 600 millones para alcanzar este objetivo. Estamos planteando a los acreedores que acepten financiarlos mediante el incremento de las cotizaciones salariales a la patronal para evitar una nueva reducción de pensiones. La patronal griega aceptó esta idea, porque comprende que un recorte de las pensiones tendría una efecto recesivo sobre la economía. El 52% de las familias griegas reciben ayudas por parte de las y los pensionistas y la pensión media ya se vio reducida en un 40%. No hay más margen de maniobra para nuevos recortes." Sin embargo, las medidas propuestas por la neo-Troika imponen recortes que van más allá de esos objetivos. (Réd. A l’Encontre)
3/ Kostas Simitis, tras su derrota electoral en 2004, continuó como diputado y miembro de la Comisión de defensa y de asuntos extranjeros en el Parlamento. En 2007 fue reelegido y se enfrentó a su sucesor a la cabeza del Pasok, Georges Papandreu. En junio de 2008, fue excluido del grupo parlamentario del Pasok tras haberse opuesto a la propuesta de Papandreu de someter a referéndum popular el Tratado de Lisboa. Kostas Simitis trabajó en la elaboración de ese Tratado en el célebre Grupo Amato, cuyo nombre viene de Giuliano Amato, antiguo vicepresidente de la Convención europea. En ese grupo, se encontraban personalidades políticascomo Michel Bernier, exministro de exteriores y después comisario europeo, Jean-Luc Dehaene, antiguo primer ministrobelgha, Otto Schily, con una extraña trayectoria y que fue ministro del interior en Alemania, el poco más tarde famoso Dominique Strauss-Kahn y Antonio Vitorino, antiguo comisario europeo de Portugal. La referencia a Kostas Simitis noe lleva al debate sobre la estructura y el contenido de los tratados referentes a la construcción de la Unión europea y de su moneda. (Réd. A l’Encontre)
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