martes, 12 de marzo de 2013

Democracia y cénit del petróleo

Frente a la hipótesis de que las revueltas suben el precio del petróleo, el autor ataca a un modelo que cree infinitos los combustibles fósiles.


Pedro A. Prieto / vicepresidente de la Asociación para el Estudio de los Recursos Energéticos (AEREN)

La prensa y los medios de difusión occidentales no paran de titular que las revueltas populares del norte de África suben el precio del petróleo.

Es obvio el intento de identificación: revuelta popular en país del Tercer Mundo igual a gasolina más cara para mi coche. La realidad es que es justo lo opuesto. Si vemos la evolución de los precios del petróleo, podemos observar que lo que tiene relación muy directa con éste es el precio de los alimentos que la humanidad necesita.

Más del 95% del transporte mundial de personas y mercancías en todo el mundo depende del petróleo. Hoy comemos petróleo, según señaló hace años Dale Allen Pfeiffer: seis de cada siete calorías de los alimentos que ingerimos en Europa son petróleo; nueve de cada diez en EE UU. Pero la producción mundial de petróleo convencional (el de fácil acceso y barato) llegó a su cénit en 2006. Hasta la Agencia Internacional de la Energía lo sabía perfectamente, y sólo lo ha confesado en su informe mundial de 2010,
cuatro años después, pese a que hace informes anuales.


Dependencia del petróleo

Pero nadie, salvo la Asociación para el Estudio del cénit del petróleo y el gas (ASPO, por sus siglas en inglés) nos habló de ello. Los gobiernos occidentales y muchos otros, sabían perfectamente de este desproporcionado nivel de dependencia energética del combustible rey, por su densidad energética y versatilidad de uso. Algunos expertos advertían que la llegada al cénit de la producción mundial de petróleo la veríamos por el espejo retrovisor. Y así ha sido.

Aunque la producción mundial de crudo se ha mantenido en una meseta con altibajos desde el año 2005, ello ha sido posible porque se han hecho esfuerzos considerables en la explotación del llamado petróleo “no convencional”, que es el petróleo pesado que se extrae de los líquidos residuales del gas natural de los esquistos bituminosos y arenas asfálticas, de aguas marinas ultraprofundas o el que se extrae en el Círculo Polar Ártico.

Este petróleo “no convencional” exige más energía para su puesta a disposición de la sociedad. Otra fuente de energía que el poder económico y financiero mira con codicia en su desesperado intento de seguir como hasta ahora son los biocombustibles, que están provocando, en pocos años, desequilibrios gigantescos, ya que ingentes cantidades de maíz en EE UU se están derivando a alimentar los estómagos de los vehículos, y se arrasan grandes extensiones de selvas tropicales para producir aceite de palma para hacer biodiesel. Y grandes empresas y corporaciones adquieren extensiones enormes en Latinoamérica para producir caña o soja o plantar otras especies vegetales energéticas con las que hacer bioetanol o biodiesel.

Estos esfuerzos de bajo rendimiento dejan, en cualquier caso, menos energía neta a la sociedad mundial, que ve así cercenado en seco el sueño y el mito del crecimiento infinito, en un mundo finito, de la economía, ya que la actividad económica y el consumo de energía están estrechamente ligados.

Los gobiernos supuestamente responsables de velar por el futuro de sus ciudadanos en realidad han actuado en este asunto como puros servidores sumisos del poder económico y financiero, que no tiene otra visión que la del lucro, la ganancia rápida y la acumulación ilimitada e indecente de riqueza, y no han hecho nada por evitar esta onerosa dependencia.

Si hubieran sido razonables, deberían haber comenzado a tomar drásticas medidas de cambio de sus sistemas energéticos y de modo de consumo exacerbado al menos 20 años antes de haber llegado al cénit de la producción mundial de petróleo, como el informe Hirsch ya había sugerido al propio Gobierno de EE UU sin que éste, ni ningún otro, hiciesen caso alguno al mismo. Y no lo han hecho, entre otras cosas, porque sus elementos básicos de dominación reposan en una maquinaria bélica, de transporte y en un control comercial de los flujos de bienes y servicios comercial es que operan y están diseñados para funcionar principalmente con este combustible.

El control del petróleo hoy les confiere un poder omnímodo. La aparición de los especuladores, que ahora preocupan, es consustancial al sistema: nadie especula con la abundancia. Se especula con la escasez de bienes esenciales e imprescindibles. En estos momentos de zozobra y negación de la realidad de un petróleo mundial cada vez más escaso, los gobiernos todavía no reconocen este hecho trascendente como la raíz de la quiebra del sistema de crecimiento económico incesante e infinito.

La escasez mundial de petróleo significa escasez mundial de alimentos que, sumados a unos graves desequilibrios en la cada vez más injusta distribución de la riqueza, están provocando los primeros estallidos de cólera social en cascada. Esa es la secuencia y no la inversa, como nos quieren vender.

Más información: www.crisisenergética.org

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