La visita a El Cairo de una delegación del Fondo Monetario Internacional (FMI) relanza el debate sobre el programa de reforma egipcio.
Salma Hussein, en AhramHebdo. Traducción: Faustino Eguberri para VIENTO SUR
Para obtener el préstamo de 4,8 millardos de dólares del FMI, el gobierno egipcio debe resolver una ecuación difícil. Debe emprender “reformas” suficientemente estrictas para contentar al FMI, pero suficientemente clementes para no disgustar a la población. La visita, este domingo, a El Cairo del director del FMI para Medio Oriente y Asia Central, Massoud Ahmed, para retomar las negociaciones sobre el préstamo ha complicado la tarea para el gobierno de Hecham Qandil, primer ministro desde el 24 de julio de 2012, que constituyó su gobierno el 1 de agosto de 2012.
Esta visita se produce después de que el gobierno egipcio diera a entender que su programa de “reformas”, modificado recientemente para paliar las demandas del FMI, no satisfacía al prestamista mundial, maestro en planes de ajuste estructural.
En efecto, el FMI critica la lentitud del programa de “reformas” del gobierno que intenta rebajar el déficit presupuestario reduciendo las subvenciones a la energía. Esta medida no de aplicará antes del próximo mes de octubre y no será plenamente efectiva hasta 2014. Además, el gobierno no va a reducir el déficit al 8,5% del PIB como quiere el FMI, sino más bien al 9,5%. Una reducción que el FMI juzga demasiado pequeña. El primer ministro Hecham Qandil ha declarado a los periodistas que “las medidas de austeridad deben ser graduales para no perjudicar a los egipcios”.
En el curso de su visita a El Cairo, Massoud Ahmed, que se ha reunido con el primer ministro, el gobernador del Banco Central de Egipto (BCE), Hicham Ramez, el ministro de finanzas, Al-Morsi Hegazy, y el ministro de planificación, Achraf Al-Arabi. Massoud, ha calificado de “constructivas y útiles” las discusiones que ha tenido con el jefe de gobierno y el grupo económico. Ha llamado al gobierno a “hacer progresar su programa de reformas para hacer frente a los desafíos económicos”. Massoud ha saludado “la determinación del gobierno egipcio a que las consideraciones sociales sean tomadas en cuenta en este programa de reformas”. Declaraciones diplomáticas que, sin embargo, ocultan con dificultad las diferencias entre el FMI y el gobierno egipcio.
Hace dos semanas, el gobierno había anunciado una versión modificada de su programa de reformas, que fue rechazada por el FMI. La institución internacional propuso a Egipto un préstamo urgente de 750 millones de dólares con la esperanza de que se llegara a un acuerdo. El FMI reprocha al gobierno haber retrasado las medidas más impopulares, las que llevarían a recortes importantes en los gastos públicos. El gobierno, por su parte, ha rechazado la oferta del FMI. El ministro de finanzas ha declarado que esta ayuda sería demasiado costosa comparada con sus beneficios, sin dar más detalles. Una fuente oficial, exigiendo anonimato, ha declarado a Al Ahram que esta ayuda urgente daría una mala imagen sobre la situación económica del país: “Egipto prefiere no recurrir a ella”, afirma la fuente.
“Reforma de una importancia primordial”
A pesar de estas dificultades, el gobierno quiere concluir rápidamente un acuerdo con el FMI. “Esta reforma es de una importancia primordial. Es una hoja de ruta que hay que seguir para alcanzar la estabilidad monetaria y financiera y para luchar contra la inflación”, había confiado a Al Ahram el ministro de la planificación, Achraf Al-Arabi, antes de la visita. Y añadía: “Tenemos necesidad de ese préstamo para salir de la crisis económica. Esta suma nos ayudará a restablecer la confianza en la economía egipcia y a hacer volver las inversiones extranjeras. Creo que las negociaciones con el FMI serán difíciles, pero sigo siendo optimista”.
Entre las medidas recientemente evocadas, se puede citar el hecho de subir de 9.000 a 12.000 libras egipcias el techo de exoneración del impuesto sobre la renta (una decisión que espera la aprobación del Consejo Consultivo), el aumento de las tarifas aduaneras sobre los productos de lujo así como los impuestos sobre los alcoholes, los cigarrillos, el acero y el cemento entre otros.
Además de estas medidas, el gobierno pretende aumentar los precios del carburante, de la gasolina y del gasoil, lo que provocaría una subida de los precios y un descontento popular creciente. Según los cálculos del Centro Egipcio para los Estudios Económicos (2009), una supresión total de las subvenciones sobre el carburante provocaría una subida del 50% de la tasa de inflación.
“Ningún gobierno precedente -ni bajo Mubarak- se atrevió a tomar una medida tan estricta”, comenta la fuente oficial anónima. Una fuerte subida de los precios significaría más egipcios por debajo del umbral de pobreza. Es muy dudoso que las ayudas pagadas por el gobierno a la población puedan “salvar” a esas poblaciones pobres, dado que el 20% de los egipcios viven ya en la precariedad extrema, ganando con dificultades más de un dólar al día.
Peor aún, una subida de la inflación se traduciría directamente en disturbios sociales y aumento de violencia. Por el momento, el gobierno estima que está con la espalda contra la pared sin alternativas para el endeudamiento exterior. “Seamos francos, no somos magos para encontrar soluciones milagro a la crisis actual”, concluye Al-Arabi.
Salma Hussein, en AhramHebdo. Traducción: Faustino Eguberri para VIENTO SUR
Para obtener el préstamo de 4,8 millardos de dólares del FMI, el gobierno egipcio debe resolver una ecuación difícil. Debe emprender “reformas” suficientemente estrictas para contentar al FMI, pero suficientemente clementes para no disgustar a la población. La visita, este domingo, a El Cairo del director del FMI para Medio Oriente y Asia Central, Massoud Ahmed, para retomar las negociaciones sobre el préstamo ha complicado la tarea para el gobierno de Hecham Qandil, primer ministro desde el 24 de julio de 2012, que constituyó su gobierno el 1 de agosto de 2012.
Esta visita se produce después de que el gobierno egipcio diera a entender que su programa de “reformas”, modificado recientemente para paliar las demandas del FMI, no satisfacía al prestamista mundial, maestro en planes de ajuste estructural.
En efecto, el FMI critica la lentitud del programa de “reformas” del gobierno que intenta rebajar el déficit presupuestario reduciendo las subvenciones a la energía. Esta medida no de aplicará antes del próximo mes de octubre y no será plenamente efectiva hasta 2014. Además, el gobierno no va a reducir el déficit al 8,5% del PIB como quiere el FMI, sino más bien al 9,5%. Una reducción que el FMI juzga demasiado pequeña. El primer ministro Hecham Qandil ha declarado a los periodistas que “las medidas de austeridad deben ser graduales para no perjudicar a los egipcios”.
En el curso de su visita a El Cairo, Massoud Ahmed, que se ha reunido con el primer ministro, el gobernador del Banco Central de Egipto (BCE), Hicham Ramez, el ministro de finanzas, Al-Morsi Hegazy, y el ministro de planificación, Achraf Al-Arabi. Massoud, ha calificado de “constructivas y útiles” las discusiones que ha tenido con el jefe de gobierno y el grupo económico. Ha llamado al gobierno a “hacer progresar su programa de reformas para hacer frente a los desafíos económicos”. Massoud ha saludado “la determinación del gobierno egipcio a que las consideraciones sociales sean tomadas en cuenta en este programa de reformas”. Declaraciones diplomáticas que, sin embargo, ocultan con dificultad las diferencias entre el FMI y el gobierno egipcio.
Hace dos semanas, el gobierno había anunciado una versión modificada de su programa de reformas, que fue rechazada por el FMI. La institución internacional propuso a Egipto un préstamo urgente de 750 millones de dólares con la esperanza de que se llegara a un acuerdo. El FMI reprocha al gobierno haber retrasado las medidas más impopulares, las que llevarían a recortes importantes en los gastos públicos. El gobierno, por su parte, ha rechazado la oferta del FMI. El ministro de finanzas ha declarado que esta ayuda sería demasiado costosa comparada con sus beneficios, sin dar más detalles. Una fuente oficial, exigiendo anonimato, ha declarado a Al Ahram que esta ayuda urgente daría una mala imagen sobre la situación económica del país: “Egipto prefiere no recurrir a ella”, afirma la fuente.
“Reforma de una importancia primordial”
A pesar de estas dificultades, el gobierno quiere concluir rápidamente un acuerdo con el FMI. “Esta reforma es de una importancia primordial. Es una hoja de ruta que hay que seguir para alcanzar la estabilidad monetaria y financiera y para luchar contra la inflación”, había confiado a Al Ahram el ministro de la planificación, Achraf Al-Arabi, antes de la visita. Y añadía: “Tenemos necesidad de ese préstamo para salir de la crisis económica. Esta suma nos ayudará a restablecer la confianza en la economía egipcia y a hacer volver las inversiones extranjeras. Creo que las negociaciones con el FMI serán difíciles, pero sigo siendo optimista”.
Entre las medidas recientemente evocadas, se puede citar el hecho de subir de 9.000 a 12.000 libras egipcias el techo de exoneración del impuesto sobre la renta (una decisión que espera la aprobación del Consejo Consultivo), el aumento de las tarifas aduaneras sobre los productos de lujo así como los impuestos sobre los alcoholes, los cigarrillos, el acero y el cemento entre otros.
Además de estas medidas, el gobierno pretende aumentar los precios del carburante, de la gasolina y del gasoil, lo que provocaría una subida de los precios y un descontento popular creciente. Según los cálculos del Centro Egipcio para los Estudios Económicos (2009), una supresión total de las subvenciones sobre el carburante provocaría una subida del 50% de la tasa de inflación.
“Ningún gobierno precedente -ni bajo Mubarak- se atrevió a tomar una medida tan estricta”, comenta la fuente oficial anónima. Una fuerte subida de los precios significaría más egipcios por debajo del umbral de pobreza. Es muy dudoso que las ayudas pagadas por el gobierno a la población puedan “salvar” a esas poblaciones pobres, dado que el 20% de los egipcios viven ya en la precariedad extrema, ganando con dificultades más de un dólar al día.
Peor aún, una subida de la inflación se traduciría directamente en disturbios sociales y aumento de violencia. Por el momento, el gobierno estima que está con la espalda contra la pared sin alternativas para el endeudamiento exterior. “Seamos francos, no somos magos para encontrar soluciones milagro a la crisis actual”, concluye Al-Arabi.
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