domingo, 12 de abril de 2015

Sólo permanecen en Yarmouk aquellos palestinos que no pudieron escapar antes

CAMPO DE REFUGIADOS PALESTINOS

- Cerca de 50.000 palestinos que vivían en Siria han huido a Líbano. Otros, han llegado a Europa como refugiados.
- Según datos de la UNRWA, de los cerca de 560.000 palestinos que vivían en Siria, sólo queda la mitad en el país


David Perejil / Beirut. Publicado en Nueva Tribuna


Cerca de 18.000, entre ellos 3.500 menores, permanecen atrapados en el campo de refugiados de Damasco de los cerca de 160.000 que vivían antes de 2011. Los ataques del Estado Islámico y los bombardeos del régimen de al-Assad de los últimos días agravan una situación que ya era insostenible, tras 700 días de asedio. Cerca de 50.000 palestinos que vivían en Siria han huido a Líbano. Otros, han llegado a Europa como refugiados.
Los combates entre los militantes yihadistas, la milicia palestina Aknaf Beit al Maqdis y los bombardeos de la avión del régimen sirio han cerrado el cerco de una población que no ya estaba enclaustrada en los límites de Yarmouk, campo de refugiados palestinos en Damasco (Siria).  Desde mediados de 2013, sus habitantes -entre los que se incluyen también muchos sirios que se habían asentado en lo que era ya un barrio más de la capital- han sufrido un asedio que ha provocado muertes por hambre, falta de agua o medicamentos. Durante esos cerca de 700 días, sólo en contadas ocasiones y con suministros limitados, UNRWA y otras organizaciones humanitarias han podido acceder al campo.
El destino de esos 18.000 personas enclaustradas entre la violencia y falta de suministros repite lo ocurrido en otras tantas localidades de Siria que han sido cercadas por el régimen de al-Assad, bombardeadas desde el aire y, desde 2013, han sufrido la violencia de los milicianos del Daesh. Según datos de la UNRWA, de los cerca de 560.000 palestinos que vivían en Siria, sólo queda la mitad en el país.
El resto han huido a los países cercanos, como Líbano que acoge a cerca de 50.000 o Jordania, con más de 10.000. Algunos pocos han conseguido llegar a Europa, usando dinero o contactos para poder cruzar fronteras y una vez en el continente solicitar protección. Sus historias son otras entre los más casi cuatro millones de sirios refugiados, sobre todo, en los países cercanos y los más de cuatro millones de o desplazados dentro del país, lo que supone casi la mitad de población expulsada de sus hogares.
Otra Nakba, otra catástrofe como en Sabra y Shatila en los 80
La población palestina vive sus experiencias de otra manera, cargados con el peso de su trayectoria desde la expulsión en 1948
O quizá no. La población palestina vive sus experiencias de otra manera, cargados con el peso de su trayectoria desde la expulsión en 1948. “Los palestinos no podemos viajar a ningún sitio. Necesitamos visado para viajar ba Turquía, Egipto o Jordania. Incluso, necesitamos un permiso especial para residir en Líbano. Si no lo tienes, o se caduca, corres el riesgo de que la policia libanesa te lleve de vuelta a la frontera. Si se acabara el conflicto, los sirios podrían regresar. Nosotros, no. Ya no existe Yarmuk”, cuenta Mohamed al Jatib sentado en el café Younes de la calle Hamra, en Beirut. 
A su alrededor otros amigos están unidos por su condición especial. Una activista sonríe triste cuando le digo si tiene problemas con la “mukhabarat”, los temidos servicios secretos. “Es la palabra más famosa en árabe”, contesta asintiendo. A su lado, un periodista de Gaza, que vio cerrado el acceso a la franja durante los bombardeos israelíes del último verano, ha decidido quedarse a estudiar en Beirut; y una palestina nacida en uno de los campos de refugiados de la ciudad. Pero también separados. “Viví en Yarmuk desde que nací. Los palestinos de Siria somos muy distintos a los de Cisjordania, Gaza o Líbano. En Beirut, no soy nadie pero en Damasco tenía mi empleo de diseñador de juegos online, mi cama y mis amigos” dice Mohamed apuntando la mejor integración de los refugiados palestinos en los países de la zona. “Llevo aquí desde 2012 y apenas puedo trabajar en nada. Además, muchos refugiados sirios nos señalan. En Trípoli uno me preguntó porqué le habíamos hecho esto a un país que nos había acogido como sus hijos”. Estos dos años de vida han bastado para una dura decisión. Mohamed viajará a Sudán, único país que no le exige visado, e intentará entrar en Europa cruzando todas sus fronteras.
Los habitantes del campo de Yarmuk, como el resto de los sirios, tomaron diferentes posturas durante el inicio de las protestas contra al-Assad. En 2011, muchos se unieron a las manifestaciones pacíficas, otros defendieron al régimen de al-Assad y muchos observaron los acontecimientos. Después el conflicto, les arrinconó en dos bandos, algunos en apoyo directo a al-Assad, otros en armas contra el régimen.
Muchos palestinos de Siria se sienten abandonados. Como los sirios, por la comunidad internacional y los países vecinos y en su caso, también por otros palestinos, por los que se han manifestado muchas veces, cuentan. Ahora sienten el peso de una situación que les lleva a recordar los peores momentos de la historia de los palestinos. “Estamos viviendo otra desposesión. Estoy reaprendiendo lo que le sucedió a mi padre y abuelo. Siento que he vuelto a perder Palestina”, explicaba Ahmad, trabajador humanitario de Yarmuk en una una reciente entrevista de Talal Alyan a cuatro activistas y periodistas que aún vivían en Yarmukantes de los ataques del Daesh. Hakim Saed, fotógrafo, era más contundente. “Es una segunda Nakba. Necesitamos el apoyo en las calles del resto de palestinos”. Hassan, activista, recordaba otro momento negro: “el asedio puede compararse con lo que sucedió en Saba y Shatila en muchos aspectos, como la coexistencia de varias facciones palestinas que coexistían juntas en el campo antes de que todo pasara”.
Necesidades: alojamiento, educación e integración
“Otra generación de palestinos es expulsada como en 1948” reafirma Zizette Darkazally, directora de comunicación de UNRWA. “Otra generación se mueve como hace sesenta años. Entonces no pudieron volver. Ahora nadie sabe que pasará. Es muy duro emocionalmente”, dice en sus oficinas del sur de Beirut. La organización provee de servicios de sanidad en 27 centros,  educación a 6.100 menores y ayudas para alquiler a 12.500 familias del total de 44.000 palestinos llegados desde Siria. Estos se suman a los 450.000 registrados en los doce campos del país. “Los palestinos de Líbano han sido muy generosos con los recién llegados, muchos les han abierto sus casas”. Aún así, hay muchas dificultades, sobre todo, de adaptación escolar para niños educados en ambientes muy distintos. Y muchas preguntas que se lanzan en las calles.
Ante la escasez de recursos los palestinos de uno y otro origen se cuestionan quién recibe más ayudas. También sucede entre libaneses de bajos recursos y los refugiados sirios atendidos en el país. “Nosotros repartimos una ayuda personal para alimentos que ahora ha bajado a 27 dólares mensuales gracias a la colaboración del Programa Mundial de Alimentos”, explica Darkazally. Además, también añaden 100 dólares mensuales por familia para alojamiento. Este dinero supone cerca del 75% de sus ingresos, según los datos UNRWA. “Necesitamos más fondos para mantener la protección. Hay muchas necesidades y hay periodos en que las donaciones no han llegado y hemos tenido déficit. Hay que recordar al mundo que nadie elige ser refugiado”. De hecho, hace apenas dos meses lanzaron un llamamiento para recaudar 63,5 millones de dólares para cubrir estas necesidades.
En Líbano, la vida es más cara y diferente a sus recuerdos de Siria. En Shatila, los palestinos pagan alquileres, cercanos a los 200 dólares por una pequeña habitación. En una de ellas vive tres generaciones. Los padres de Rana cuidan de varios de sus nietos, pese a la enfermedad del abuelo   que espera encontrar financiación para una próxima operación. Ella vive con sus hijos en la última planta en construcción de otro edificio situado en medio de las callejas de Shatila. Su marido no pudo soportar la vida en el campo y huyó a Siria. Allí fue torturado por el ejército sirio y ahora sufre una enfermedad mental, cuenta. “Si hubiera sabido como era la vida aquí en Shatila no hubiera venido”, cuenta triste. Pese a huir de los bombardeos, el choque de pasar a tener casa familiar, tienda y coche a vivir en una habitación ha sido muy duro. Sumado a la desorientación y consecuencias psicológicas del conflicto. Ella está muy preocupada por su hijo mayor que no va a la escuela y se pasa todo el día en las teterías.
Implicarse o no tomar partido
En los últimos años, los dirigentes palestinos han forzado una política de perfil bajo, sobre todo en asuntos locales, para sus refugiados en Líbano, Jordania o Siria
El campo está incrustado en uno de los barrios del sur de la capital de Líbano y repleto de carteles de partidos y facciones. Para muchos beirutíes es un lugar poco recomendable. Por su historia y por la implicación de los palestinos en la guerra civil, asunto que aún sigue vigente en las mentes de muchos. “Todos sufrimos durante esos años, palestinos y libaneses”, responde un trabajador humanitario del campo, que nació en Sidón, trata de superar las cicatrices de esos años.
En los últimos años, los dirigentes palestinos han forzado una política de perfil bajo, sobre todo en asuntos locales, para sus refugiados en Líbano, Jordania o Siria. Aunque con terceras generaciones de palestinos nacidos en esos lugares y con un horizonte muy oscuro respecto al retorno a sus hogares, la no implicación en la política local ha supuesto otro aislamiento más para una población palestina fragmentada, esparcida y que ha sufrido la debilidad de ser refugiada en los conflictos.
Otros palestinos han decidido implicarse en las realidades de los países en que han vivido todas sus vidas. Y otros les han seguido a la distancia. Así se lo recordaba un anciano refugiado en el campo de Amaari, en Ramala, a la activista Mariam Barghouti. “Los refugiados somos bienvenidos como invitados. En el momento que actuamos por nuestra cuenta y pedimos algo, somos abandonados y presentados como matones. Muchos tienen miedo de exponer la tiranía. Pero te digo, estamos vendiendo nuestra causa por el silencio. Y silencio, ¿hacia quién? Hacia personas de nuestra propia sangre. Palestina sin Yarmuk no es Palestina”. Ella hacía publica estas palabras en facebook, como una motivación más para actuar.

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