sábado, 24 de agosto de 2013

Egipto: Los golpistas imponen su ley en un país militarizado

Mientras Mubarak disfrutaba de su primera jornada en libertad en el hospital, solo los Hermanos Musulmanes y un pequeño grupo de izquierdas participaron en una protesta debilitada.


Alberto Pradilla, desde El Cairo. En Gara/Naiz

El «viernes de los mártires» marca el inicio de una nueva fase en el Egipto golpista. Una semana después de la sangrienta represión contra las protestas de los Hermanos Musulmanes, la Cofradía salió ayer a la calle en un El Cairo completamente militarizado, así como en otras ciudades del país árabe. En la capital no hubo incidentes, aunque sí se produjeron choques en otros lugares, dejando un saldo de un muerto, según medios locales. Las protestas, que reunieron a miles de personas, registraron menos afluencia que durante la semana pasada, cuando fueron abortadas a tiros. Con la práctica totalidad de su cúpula en prisión, los islamistas se repliegan. La clave está en saber si este paso atrás obedece a un regreso estratégico a la clandestinidad o si la brutal persecución ha logrado, al menos, parte de sus objetivos. Las marchas de ayer volvieron a certificar que apenas quedan restos de la revolución de 2011. Mientras que Hosni Mubarak disfrutaba de su primera jornada en libertad en el hospital militar de Maadi, únicamente la Hermandad y un pequeño grupo de izquierdas desafió a los golpistas con protestas.
«Nadie estaba preparado para lo que ha ocurrido. Esto es una pesadilla. Pero las protestas seguirán y se harán más grandes». Osama Guda era uno de los participantes en la marcha de los Hermanos Musulmanes celebrada en el distrito de Mohandiseen. Allí se ubica la mezquita de Mustafa Mahmud, que ha permanecido cerrada durante al menos dos semanas por ser uno de los centros neurálgicos de las protestas islamistas. Ayer, el Ejército había redoblado su presencia y dos carros de combate, así como barreras formadas con alambres de espino cortaban la calle Gamet El Dowal El Arabiya, la vía principal de la zona. La fuerte presencia militar obligó a los manifestantes, que portaban fotografías del presidente Mohamed Morsi, a variar el recorrido para evitar choques.
Marchas descentralizadas

La violencia desatada por los militares la semana pasada forzó a descentralizar las protestas. Además, los militares habían anunciado que ampliarían el toque de queda a las 14.00 horas, aunque finalmente lo dejaron en el horario habitual. Pese a todo, al igual que en Mohandiseen, ayer se registraron otras 27 marchas distintas a través de El Cairo, con desigual afluencia. En Abasiya, por ejemplo, apenas 50 personas partieron de la mezquita de Al Nour tras el rezo del mediodía. Claro, que no todos los fieles son partidarios de la Cofradía, lo que provocó momentos de tensión. Mientras que los seguidores de Morsi tomaban la carretera, otros feligreses les increpaban desde la acera con retratos de Al Sisi, aunque no llegaron a producirse choques. Finalmente, la protesta desembocó en otro centro religioso, el de Rahman U Rahim, en el mismo barrio. En otras zonas como Giza, por la tarde, en Maadi o en New Cairo también se desarrollaron manifestaciones en las que participaron miles de personas. Ninguna de estas marchas rompió el toque de queda impuesto por las autoridades golpistas.
Al margen de lo ocurrido durante las protestas, la jornada de ayer marca un antes y un después dentro de la estrategia de los Hermanos Musulmanes y evidencia que se han quedado prácticamente solos en la defensa del sistema constitucional post revolucionario. Habrá que ver qué camino emprenden ahora, aunque todo apunta a un regreso a la clandestinidad, el lugar en el que más tiempo han permanecido desde que fueran fundados en 1928 por Hassan Al Banaa. Con sus principales dirigentes encarcelados, se supone que ahora es Mahmud Ezzat quien toma las decisiones. Sin embargo, este parece un momento de «impasse». Algunos de sus miembros reconocieron a la agencia France Press las dificultades organizativas provocadas por la ola represiva. «No recibimos las consignas escritas habituales para las marchas después de que la mayoría de nuestros líderes fuesen detenidos», señaló un hombre identificado como Ahmed, que participaba en la marcha de Menoufiya, en el delta del Nilo.
Los primeros espadas están desaparecidos ya que diariamente se producen «razzias contra ellos». Aunque la consigna sigue siendo «protestas pacíficas», según afirmaba Abdelbaset Abdullah El-Imam, un doctor de 51 años que perdió a su hijo durante la matanza de Rabaa Al Adawiya. Un modelo de protesta que podría ampliarse con la desobediencia. Según Omar Guda, esta podría concretarse en huelgas o manifestaciones nocturnas. Lo que tienen claro es que la batalla será larga.
Tampoco se puede pasar por alto el contexto de las protestas de ayer. Las marchas de los Hermanos Musulmanes clamaban por la restitución del presidente Morsi y contra el golpe. Pero no hay que olvidar que la de ayer era la primera jornada en el hospital militar de Maadi de Hosni Mubarak. Un hecho clave que no se notó en Tahrir, epicentro de las protestas que forzaron su abandono hace dos años. Ayer, la emblemática plaza amaneció cercada por los tanques, con alambres de espinos en todos los accesos y las simbólicas tiendas que han cambiado los eslogans revolucionarios por las imágenes de Al Sisi. Con la indiferencia generalizada (o el apoyo velado) hacia la excarcelación del dictador quedó claro que la Hermandad está sola. Y ni siquiera el hecho de que el dictador deje la prisión ha reestablecido lazos con quienes marcharon a su lado para derrocarle hace dos años y medio.
Obama seguirá financiando al Ejército
El Gobierno golpista ha impuesto su realidad y no se ha preocupado por las tibias reprimendas llegadas desde EEUU o Europa. Y estos, que nunca pusieron en cuestión la asonada, han dado por válido el «estatus quo». Así se interpreta de las palabras pronunciadas ayer por el presidente estadounidense, Barack Obama, que consideró que «cortar la ayuda» a los militares no influiría sobre los uniformados. Por este motivo no cerrará el grifo, de 1,55 millones de dólares anuales y que convierte al Ejército egipcio en la segunda armada con mayores ayudas procedentes de Washington después de la de Israel. En los últimos días se había especulado con la posibilidad de eliminar este apoyo. Una circunstancia especialmente rechazada por Israel, que considera que esta garantiza la pervivencia del acuerdo de paz firmado en 1979. Obama había asegurado que «revisaría» la relación con los militares después del golpe de Estado del pasado mes de julio. Sin embargo, sus palabras evidencian que el dinero seguirá fluyendo desde Washington a El Cairo. 
Protesta contra Mubarak bajo vigilancia de los tanques y el acoso de los «feloul»
Apenas 24 horas después de que Hosni Mubarak fuese excarcelado y trasladado al hospital militar de Maadi, las protestas contra su liberación se limitaban prácticamente a los Hermanos Musulmanes. Aunque también parte de la izquierda salió a la calle. Los Socialistas Revolucionarios, que agrupa a muchos activistas que tomaron parte en las revueltas de enero de 2011, convocaron por la mañana a una concentración frente al Palacio de Justicia. Allí, cerca de 250 personas rechazaron la liberación del dictador, censurando al Gobierno golpista y a los militares, al tiempo que cuestionaban también el mandato de Mohamed Morsi. Junto a ellos, dos tanques del Ejército, cuatro camiones negros de la Policía y grupos de «feloul» (partidarios del antiguo régimen) que, crecidos con el nuevo estatus quo, increpaban a los manifestantes.
«Mucha gente está intentando robar la revolución. Lo hicieron los Hermanos Musulmanes, también ahora los militares. Pero las demandas siguen siendo las mismas», afirmaba Mohamed Hazim, un joven de 25 años, ingeniero, que repartía propaganda junto a la parada del metro. Al leer las consignas, partidarios de Mubarak o de Al Sisi se acercaban para calificar a los activistas de «traidores» o seguidores de los islamistas. La protesta de los Revolucionarios Socialistas tomaba así el relevo de lo que vino a denominarse «tercera vía» durante los momentos posteriores al golpe. Una iniciativa que trataba de establecer una alternativa entre la polarización creada entre golpistas e islamistas y que había dejado en fuera de juego a la izquierda revolucionaria. Otros grupos, como el Movimiento 6 de abril, no llegaron a convocar por miedo a que se produjesen enfrentamientos.

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