miércoles, 18 de diciembre de 2013

Japón: las luchas post-tsunami y la nueva generación militante

La catástrofe dio vida a movimientos de protesta de una intensidad que Japón no conocía desde hace décadas. El terremoto puso en evidencia problemas sociales profundos, como las insuficiencias del estado del bienestar y el derecho a la vivienda. Esta lucha goza de escaso interés mediático y merece una profundización.
Douglas McNeill, de Socialist Alternative en Australia, con las notas de David McNeill y Kunitomi Kenji, de la dirección de la Liga Revolucionaria de JapónTraducción de Tomás Martínez para Izquierda Anticapitalista


La catástrofe dio vida a movimientos de protesta de una intensidad que Japón no conocía desde hace décadas. El terremoto puso en evidencia problemas sociales profundos, como las insuficiencias del estado del bienestar y el derecho a la vivienda. Esta lucha goza de escaso interés mediático y merece una profundización. Con cerca de 19.000 muertos o desaparecidos, 150.000 habitantes de la región de Fukushima obligados a huir (la mayor parte de los cuales no ha podido volver nunca a sus propios hogares y la estimación de los daños iniciales, el seísmo y el tsunami de 2011 han causado desastres indecibles en Japón.

Las estructuras de la central nuclear de Fukushima Daiichi han sido dañadas tras el terremoto y las radiaciones han agravado aún más una situación ya desesperada. El futuro no es de rosa: una relación evidencia que “los niveles de cesio radiactivo en la prefectura de Fukushima exceden los límites impuestos”, niveles que han sido hallados en la carne de ternera de Miyagi, mientras que las anomalías observadas en mariposas de los alrededores de Fukushima sugieren que la radiación es el origen de mutaciones.

El estrés y la agitación causadas por las réplicas en la primera mitad de 2011, la constante incertidumbre sobre la seguridad alimentaria, las radiaciones y los éxodos de población presentan ponen de manifiesto los problemas de la sociedad japonesa.

Si el seísmo y el tsunami son catástrofes naturales, no hay nada de natural en su impacto social. Las reacciones desordenadas, caóticas y a veces insensibles tanto del gobierno japonés como de la Tokyo Electric Power Company (TEPCO) han demostrado a la población cuáles eran sus prioridades y principios. La catástrofe ha provocado una crisis en la clase dirigente japonesa y ha provocado movimientos de protesta inusuales desde hace décadas.

Las consecuencias de la catástrofe nuclear han sacudido a una sociedad puesta a prueba durante dos décadas de estancamiento económico. La penuria habitacional causada por la evacuación de la población ha agravado a crisis de la vivienda, crónica y oculta. El movimiento contra las nucleares asume así un significado que va más allá de sus objetivos inmediatos: se ha convertido en catalizador del descontento respecto a cuestiones sociales y capaz de desarrollar una energía anticapitalista más amplia.

Este movimiento se enfrenta a enormes problemas, de organización, perspectiva, análisis y dirección, pero representa una oportunidad que el movimiento obrero y la izquierda no han vuelto a tener desde los años sesenta. Esta lucha goza de escaso interés mediático y merece un análisis más profundo.

Este artículo describe tanto el impacto político del terremoto y de la catástrofe nuclear como el movimiento de protesta que ha derivado de él, y analiza las perspectivas y algunos desafíos que el movimiento contra las nucleares en Japón tendrá que afrontar. En la medida de lo posible nos hemos atenido a las fuentes japonesas para amplificar algunas voces del movimiento y compartir el interés de esta campaña. 

Una tragedia que podría haberse evitado

“Es un crimen, y los miembros del gobierno que tomaron estas decisiones deberían ir a la cárcel”. Así resumía el agricultor Ito Nobuyoshi, que vivía en el pequeño pueblo de Iitate, a unos 40 km de la planta de Fukushima, la situación ante el periodista David McNeill un año después de la catástrofe. El 14 y 15 de Marzo de 2011 la radiación causó graves daños allí: “Llovió durante noches y la lluvia nos trajo las radiaciones”.

El gobierno retrasó la publicación de los datos sobre la difusión de la radiación, cuyo conocimiento habría permitido salvar a muchas personas que han sufrido una fuerte exposición. Centenares de familias tuvieron que ser evacuadas de las zonas que habían sido más golpeadas sin ni siquiera saberlo”. Hay un montón de historias similares.

Después de haber pasado meses fingiendo que no era posible hace nada para proteger la central de los efectos del terremoto, en Octubre de 2012 la Tepco tuvo que admitir que su dirección estaba en conocimiento de la necesidad de realizar obras para mejorar su seguridad, pero después no había hecho nada. ¿El motivo? Los gestores de la sociedad temían que admitir problemas de seguridad tuviese repercusiones legales. Al no querer alarmar a la gente de las áreas en las que estaban presentes las centrales, la empresa había decidido ocultar los datos que tenía en posesión.

Durante muchos años las encuestas de los periodistas y militantes habían lanzado advertencias acerca de los problemas de seguridad de las centrales nucleares, pero los grandes medios de comunicación decidieron no hacerlos públicos y alinearse con las posiciones del gobierno y la empresa. En 2007 el investigador Honda Katsunobu publicó un volumen, “El imperio oscuro de Tepco” en el que se enumeran las fallas en el sistema de seguridad, las ocultaciones y los actos de corrupción de la empresa.

Bastante antes del terremoto, había otras muchas señales del peligro que la población correría a causa de la industria nuclear como consecuencia de un terremoto. En 1996 el libro de Fujita Yuko, “El asesino silencioso”, indicaba los enormes riesgos para la salud a los que Tepco exponía a sus empleados, contando la vida de Shimahashi Nobuyuki, víctima de leucemia debido a la exposición durante el trabajo. Los empresarios, que ahora creen imposible saber lo que podría ocurrir, mienten y son conscientes de ello. La diferencia es que ahora la población lo sabe.

La privatización de los beneficios y la socialización de las pérdidas por parte del capitalismo se confirman cruelmente en Japón. Más de un centenar de miles de personas privadas de sus casas, numerosos empleados de Tepco en riesgo de contraer enfermedades potencialmente letales, arruinado el sustento de miles de pequeños agricultores y desarraigados y destruidos todos sus medios de vida porque la empresa dio preferencia a sus intereses a corto plazo frente a la seguridad de la población.

El descontento popular ha ido aumentando con cada nueva revelación e indiferencia de Tepco. Señal de inquietud del gobierno japonés frente a esta intensificación del sentimiento crítico, el parlamento se encargó por primera vez en su historia de la redacción de un informe independiente. La comisión creada no estaba precisamente compuesta de elementos radicales y ni siquiera representaba el rechazo popular. Estaba hecho de personalidades, científicos y funcionarios para que la clase dirigente pudiera considerar que el tema estaba resuelto.

Las declaraciones de su presidente, Kurokawa Kiyoshi, indican hasta qué punto el mundo oficial está sumido en la discreción: “El seísmo y el tsunami del 11 de Marzo de 2011 fueron catástrofes naturales cuya amplitud ha conmocionado al mundo entero. El posterior accidente en la central de Fukushima Daiichi no puede considerarse desastre natural. Es una catástrofe humana, que podría ser evitada e impedida. La amplitud de sus efectos se podría haber limitado con una respuesta más eficaz”.

Nuestro informe enumera una larga serie de errores y negligencias voluntarias que pusieron las bases para que la central de Fukushima fuera vulnerable por completo a los acontecimientos del 11 de Marzo, y examina las graves lagunas en la forma en que Tepco, las autoridades de control y el gobierno reaccionaron al accidente”. El documento continúa tratando de diluir estas “negligencias voluntarias” en la cultura japonesa en general, pero los hechos hablan por sí solos: la cultura de empresa, la atmósfera de asfixia generada por la sumisión e intimidación en las grandes empresas, están bastante lejos de ser una especificidad japonesa. Negligencia corporativa y solidaridad de la clase obrera En los días y semanas posteriores al terremoto, la supervivencia estaba a la orden del día. Es en las redes creadas durante este proceso en donde han visto luz los primeros pasos del movimiento de protesta. Tepco ha añadido más leña al fuego. A partir del 12 de Septiembre la compañía empezó a enviar por correo un formulario de 58 páginas con reclamaciones de indemnización, solicitando recibos de los gastos de transporte tras la evacuación, extractos de cuentas bancarias y fiscales para comprobar la renta antes de la catástrofe y certificados que comprobaran el deterioro de la salud.

Un mes más tarde Tepco había recibido apenas 7.600 formularios completos, alrededor de 10%, porque era prácticamente imposible recopilarlos, sobre todo considerando que la mayor parte de los documentos requeridos se habían perdido a causa del terremoto y el tsunami. Como dijo el militante Kishimoto Sakoto: “Fukushima es hoy una comunidad totalmente dispersa y ni el gobierno ni Tepco quieren pagar la cuenta. Han abandonado al pueblo a su suerte”. La respuesta de los japoneses comunes se contrasta con la de la injuria. Los sindicatos y los grupos sociales comunitarios se han hecho cargo de organizar la recuperación y su tratamiento cuando se hizo evidente que el gobierno no podía o no quería hacerlo. Harán falta muchos años para la reconstrucción y algunas áreas se quedarán deshabitadas para siempre. Pero el gobierno exige que la gente deje la mayor parte de los alojamientos temporales en no más de dos años. Otras viviendas temporales son desprovistas de servicios fundamentales como agua y gas.

Los pequeños sindicatos radicales, especialmente los que organizan a los jóvenes trabajadores precarios, se han hecho cargo de las ayudas a sus miembros y a las comunidades de trabajadores evacuadas, y organizan al mismo tiempo y organizan al mismo tiempo una crítica política de la lógica dominante de la reconstrucción. Iwahashi Makoto, militante del sindicato independiente Posse, explicó esta estrategia durante una reunión sindical en Seúl el año pasado.

La posición oficial es la “reconstrucción creativa”, una palabra en clave para la reconstrucción neoliberal y el cambio de rostro de los pueblos a todo el beneficio del capital. El gobierno ha impuesto la desregulación con el fin de fomentar la competencia mundial entre multinacionales, previendo “áreas de reconstrucción” con ventajas fiscales y una desregulación total de los capitales privados en los puertos y tierras agrícolas devastadas”.

Al mismo tiempo, el gobierno no ha hecho nada para garantizar los niveles de vida de la gente común. Algunos han perdido las protecciones sociales han visto suprimidos sus subsidios habitacionales, una vez que se han considerado “independientes” porque se colocan en los alojamientos temporales”.

Frente a una situación como ésta, pensamos que es importante que los militantes se esfuercen en la reconstrucción de Sendai (ciudad al norte de Honshu, la isla más extensa de las que componen el archipiélago nipón). Hay personas que han sido abandonadas y no han recibido prácticamente ayudas del estado. Al ayudar a estas personas esperamos que el tema de la pobreza en Japón se considere un problema general y no accidental debido al terremoto”. “El seísmo ha sacado a la luz problemas sociales profundos, como las deficiencias del sistema de seguridad social y el derecho a la vivienda. Los problemas de las zonas golpeadas ponen de relieve los conflictos sociales y la débil per existente lucha de clases en Japón. Nuestro principal objetivo es que el tema de la pobreza sea considerado como un problema social”.

El argumento de Iwahashi, según el cual “los problemas d las zonas afectadas ponen al descubierto los problemas sociales en Japón” es importante: tras dos décadas de declive de los niveles de vida, del crecimiento del desempleo y de la incertidumbre económica, la clase obrera se resiente de esta crisis todavía de una forma más aguda. Los trabajadores que participan en la reconstrucción deberán hacer frente a estos problemas en su punto más alto. La industria inmobiliaria logró ahogar el movimiento sindical del sector, está dominada por la criminalidad organizada, pro empresarios que imponen una precariedad absoluta y por la atomización de los trabajadores. La Tepco se está aprovechando de esta situación. En Junio de 2011 el blog del sindicato Posse así se expresaba: “Los trabajos más peligrosos de limpieza tras la catástrofe de Fukushima han sido encomendados a contratados por horas al día. Estos últimos están expuestos a niveles de radiación muy elevados durante el transporte del agua de los depósitos. A menudo ni siquiera están en conocimiento de su situación, porque los anuncios mienten sin pudor sobre el trabajo a realizar, presentando la falsa esperanza de un empleo estable cuando son contratos basura. Esto evidencia los problemas de pobreza y desigualdad”.

Nacimiento del movimiento de protesta

Teniendo en cuenta el horror de las armas nucleares al término de la Segunda Guerra Mundial, no sorprende que el sentimiento antinuclear haya sido siempre fuerte entre los trabajadores japoneses. Sin embargo, décadas de relativa estabilidad social y el crecimiento del nivel de vida de muchos trabajadores, hasta el estallido de la “burbuja” económica de los años noventa, ayudaron a la clase dirigente a separar “lo malo nuclear” (armas nucleares y militarismo) de “lo bueno” (energía, prosperidad, poder). Por este motivo el movimiento había sido débil, disperso y marginal antes de 2011. Después de Fukushima en un primer momento parecía que nada tuviese que cambiar. Incluso desde principios de Marzo hubo manifestaciones de protesta contra la energía nuclear y la gestión de la catástrofe por parte del gobierno, pero las manifestaciones eran pequeñas y fueron ignoradas por los medios. Pero la escasa participación escondía la importancia de su cambio cualitativo. La periodista y militante sindical Mastumoto Chie al final de la gran manifestación de Junio de 2012 contra la reactivación de las centrales nucleares observaba que “No se trata de la única manifestación organizada en Japón. Si miráis a las precedentes durante el año del desastre, era evidente que el pueblo había empezado a moverse. Es muy raro que el pueblo japonés entre en acción. Tras el seísmo ha habido muchas manifestaciones, cada vez más relevantes. Se han extendido a todo el país”.

Estas movilizaciones tienen algo en común con el movimiento Occupy: la gente oye hablar de sentadas y de las manifestaciones por amigos o por las redes sociales y deciden hacer lo mismo en sus ciudades. Una nueva generación, que no lleva sobre sus espaldas la herencia de las derrotas y los dañinos reveses para la izquierda radical en Japón, ha construido esta unidad. Muchos participantes han tomado parte así por primera vez en una actividad política.

Las redes sociales han jugado un papel importante al inicio de este proceso. Más tarde, cuando la gente ha cogido confianza mirando a quienes compartían su punto de vista y estaba lista a salir a las calles, los debates políticos han entrado a los centros de trabajo. Una mujer de Kyoto entrevistada en una manifestación decía: “Creo que puedo mantener un debate sobre la no necesidad de la energía nuclear”. Todas las semanas nuevas revelaciones sobre los daños de la catástrofe o las prácticas inaceptables en los principales periódicos japoneses, y en paralelo el movimiento crecía cada semana a lo largo de la primavera y el verano de 2011. Lo que había empezado como un simple piquete de un centenar de personas se convirtió en grupos semanales de miles de personas. El movimiento partió como un cohete, empezando de la nada para convertirse en una fuerza que al final ha dominado la política japonesa.

Una sentada y una acampada frente al ministerio de Economía, de Comercio e Industria duraron seis meses a partir de Septiembre de 2011 y una muchedumbre de simpatizantes impidió regularmente los intentos de la policía por dispersarla. Las “mujeres de Fukushima”, movimiento de protesta de mujeres evacuadas de las áreas afectadas por la radiación, habían organizado una sentada diferente, convertida en otro polo de atracción.

Las manifestaciones comenzaron y siguieron delante de la residencia del primer ministro. Las manifestaciones del Viernes pasaron de trescientas personas en Marzo del 2011 a 90 mil en Julio. Japón, un país conocido por su cultura dócil y apolítica, se convirtió de golpe en un país políticamente vibrante. Las personas evacuadas tuvieron un papel importante y dieron confianza al movimiento, permitiéndole resistir a las llamadas a la “unión nacional” y otros intentos de despolitización.

En una manifestación de Octubre de 2012, el periódico del Partido Comunista, Akahata (Bandera Roja), entrevistaba a un evacuado de Fukushima: “Antes del terremoto, no sabía que las centrales nucleares fueran peligrosas. Muchos desconocen qué desastre puede causar la fusión de un núcleo de reactor nuclear. He participado en estos grupos para compartir mi experiencia con otros. Creo que las manifestaciones delante de la casa del primer ministro son muy alentadoras y estoy feliz de ver que a la protesta se ha unido mucha gente no directamente afectada, pero que luchan por ellos mismos”. Estas manifestaciones de masas son las mayores que Japón ha conocido desde los años 60. Cerca de 60 mil personas se movilizaron en Tokyo seis meses después de la catástrofe, más de 20 mil salieron a la calle en Julio de 2011, a pesar del fuerte calor y humedad. En Julio de 2012 más de ciento setenta mil personas se manifestaron en la capital y luego en el mismo mes doscientas mil rodearon el parlamento. Se está de acuerdo en que se trata de un cambio cualitativo a gran escala nunca visto.

El primer ministro Noda intentó en un primer momento desacreditar al movimiento hablando de “mucho ruido”. “Estas voces no son sólo ruido”, le ha rebatido Hayashi Yuichi, estudiante y manifestante. La clase dirigente por ahora ha perdido la iniciativa y se limita a responder al movimiento popular. Por un lado, el primer ministro Noda y su gobierno no consiguen reaccionar y se comportan como si el movimiento de protesta no les afectara, asegurando que los negocios y la vida normal, con la reactivación de las centrales nucleares, pueden continuar.
Al mismo tiempo, el movimiento amenaza con continuar extendiéndose y los manifestantes ocupan las plazas, más confiados en su propia fuerza. Es una ruptura con el orden social autoritario y represivo que el capitalismo japonés había mantenido. Si el movimiento legitima la protesta, ¿quién puede saber hasta dónde podrá llegar? Como dijo al New York Times Matsumoto Hajime, uno de los organizadores más radicales del movimiento, “el país está a punto de vivir algo nuevo”. Este “algo nuevo” ha encontrado expresión en el movimiento y alrededor de éste. En el movimiento, explica Kunitomi Kenji, un veterano socialista revolucionario y editor de la hoja Kakehashi, la “consciencia anticapitalista primaria” emerge en los participantes a medida que se basa en su experiencia y están inspirados por los debates dentro del movimiento. Éste está llevando a la sociedad hacia un giro a la izquierda.

Según muestra una encuesta, el 47% de la población es solidario con los manifestantes y sus objetivos. Lo que indica una evolución importante en un país en el que quienes protestan han sido demonizados durante mucho tiempo. El hecho mismo de que un gran número de personas se encuentren para protestar les da un sentimiento de fuerza. “Es un paso adelante para empezar a alzar nuestras voces”, explicaba un manifestante al New York Times en la tercera manifestación contra las nucleares.

La mayor parte del material publicado en la campaña por las organizaciones políticas o por los colectivos militantes se limita al tema del cierre de las centrales nucleares en Japón. Pero estos textos subrayan la relación entre la seguridad, los destinatarios de los beneficios de la energía nuclear y los límites de la democracia japonesa.

Ya está claro quiénes son los que imponen realmente la agenda nuclear”, dijo un habitante de Aichi durante una de las manifestaciones en Septiembre de 2012. “Queremos hacer ver al primer ministro Noda que el enfado de la gente común es más peligrosa que la Keidanren (patronal japonesa) y los EEUU. Un manifestante que había participado en los movimientos de protesta por primera vez en su vida resumía así el punto de vista mayoritario: “Es un momento de inflexión en nuestra historia. No descansaremos hasta que todas las centrales estén cerradas”.

Reacciones de la clase dirigente

El gobierno del Partido Demócrata (PD) era débil y estaba dividido. Después de que el primer ministro Hatoyama Yukio, el primero al frente de un gobierno del PD, tuvo que sufrir la humillación por parte de Obama estando obligado a aceptar el dominio estadounidense en Okinawa, el gobierno había ido de crisis en crisis y se había hecho cada vez más débil, hasta ser rechazado básicamente tanto por el gran capital como por la población.
Además de esto, una fracción en el partido, dirigida por Ozawa, produjo una escisión como resultado de un aumento de los impuestos. Como otros partidos social-liberales también el PD se hallaba obligado entre el deseo de gobernar a favor del capital y la disminución de su popularidad a causa de la traición cometida contra su base electoral.

En este contexto, el gobierno tuvo dificultades de reaccionar al enfado y al miedo crecientes entre la población después de la revelación de los secretos de la empresa Tepco. Desde el principio había anunciado el fin de la energía nuclear para 2030, para luego cambiar de posición durante los días siguientes, comprometiéndose a mantener el estatus quo bajo la presión del capital y el lobby nuclear.

Aunque la represión policial contra los militantes sindicales sea una tradición y que en el pasado miembros del Partido Comunista hayan sido enviados a prisión por haber distribuido folletos en los buzones, las acciones contra el movimiento antinuclear han estado esta vez muy limitadas y circunscritas al arresto de un puñado de militantes. La popularidad del gobierno de Noda, incapaz de hacer frente al movimiento, siguió reduciéndose, empujándole a jugar la carta de la retórica nacionalista.

Otros representantes del establishment intentaron subirse al carro del ganador. El exprimer ministro Hatoyama se hizo vivo en algunas manifestaciones hablando a la multitud: “Debemos alegrarnos de la nueva democracia que estáis creando…es evidente la enorme distancia entre la voz del pueblo y la oficina del primer ministro. Como ex presidente, me comprometo a llevarle vuestro mensaje”. Hatoyama, como tantos otros, ve en el movimiento de protesta una posibilidad de reconstruir su base electoral. La pregunta es si el movimiento se dejará cooptar.

Retrato del movimiento

“La tradición de las generaciones pasadas es como una pesadilla sobre el espíritu de los vivos”, escribía Marx. Para el movimiento obrero japonés la pesadilla es la herencia de las derrotas de los años setenta. No es éste el lugar para hacer un recorrido por aquellos acontecimientos, pero algunas señales son indispensables para entender el movimiento actual.

La dura represión de los años treinta-cuarenta, seguida por las purgas anticomunistas e inspiradas por EEUU, había privado a la “nueva izquierda” de los años 60 de tradiciones, de continuidades, de vínculos con el movimiento obrero, que le habría permitido mantener un sentido de realidad. En consecuencia, y de manera trágica, el gran levantamiento de la juventud durante los años setenta acabó desperdiciado, cuando los militantes favorables al socialismo cayeron en la ultraizquierda (y a veces en el terrorismo), en guerras entre organizaciones de la extrema izquierda y en la glorificación de la violencia.

La intensificación de la represión por parte del estado produjo en la izquierda una cultura del enfrentamiento, de modo que los diferentes grupos que entonces se pretendían socialistas siguieron enfrentándose, los unos contra los otros, hasta el final de los años ochenta, provocando la muerte de más de cien militantes, asesinados por otros compañeros socialistas. Esta amarga herencia todavía pesa mucho hoy.

Por este motivo, algunos aspectos de entre los más radicales pueden parecer menos atrevidos de lo que realmente son, a los ojos de un observador internacional: no ha habido levantamientos a gran escala, movimientos de protesta comparables a los de los estudiantes británicos en Milliband Tower, o de trabajadores griegos protagonistas de durísimos enfrentamientos con la policía. Pero en el caso de Japón, el hecho de que los trabajadores salgan a la calle señala un salto cualitativo en la conciencia popular.

Es el carácter de masas de estas manifestaciones el que cuenta. Si es cierto que todavía no se puede hablar de una radicalización masiva en Japón, sin embargo se asiste a un proceso de politización generalizada. “Normalmente no participo en las manifestaciones, pero ya que estoy contra las nucleares, pensé venir para echar un vistazo”, dijo una mujer a los organizadores de una manifestación en Kyoto. Al convertirse en algo normal la participación en las movilizaciones de protesta, el movimiento espera expandirse también en otros sectores. La ya citada hoja socialista revolucionaria Kakehashi ha puesto de relieve una serie de temas políticos generales que este movimiento ya ha recogido. Sobre esto habla un estudiante que participó en manifestaciones frente a la sede del parlamento: “Queremos que este gobierno nos diga la verdad a los jóvenes y tener el derecho a decidir sobre las centrales nucleares”.

La “tradición de las generaciones pasadas” todavía pesa mucho sobre el movimiento. Muchos organizadores de las manifestaciones se han esforzado en subrayar el carácter apolítico de su movimiento, pidiendo a los participantes no llevar banderas u otros signos que identificara a organizaciones en las manifestaciones. Y aunque la gran mayoría de manifestantes estaba compuesta de trabajadores, fueron celebridades y personalidades muy conocidas de clase media, no sindicalistas, los que se pusieron a la cabeza y recabaron el foco mediático.
  • El movimiento contra la energía nuclear está compuesto por dos grupos principales: Sayonara Genpatsu Assenmannin Akushon (Adiós energía nuclear-diez millones de personas en acción), una amplia coalición de viejos grupos activistas, intelectuales y escritores, de los que Oe Kenzaburu es el más conocido.
  • La Coalición metropolitana contra la energía nuclear, una formación compuesta por un mayor número de jóvenes y más reciente.
Aunque ésta última tenga una imagen más radical y muestre una mayor energía juvenil, ambas han contribuido al éxito de las movilizaciones de masa, apoyándose en fuerzas sociales similares y sentimientos análogos.

Las diferencias entre las dos coaliciones ofrecen indicios acerca de las perspectivas del desarrollo de las luchas y de las fuerzas políticas y sociales que participan. La gran manifestación en Yoyogi-Uehara, organizada entre otros por Oe Kenzaburu, había visto la participación de personas más mayores respecto a las organizadas delante de la residencia del primer ministro. Hay diversos estratos en el movimiento. Sayonara Genpatsu Assenmannin Akushon junta a un variado número de personas de la generación de los años 60 y miembros de la nueva “vieja izquierda”, mientras la Coalición metropolitana contra la energía nuclear y otros grupos nacidos pero no alineados reagrupa a jóvenes militantes abiertos a diferentes programas y análisis políticos. La mayor parte de estos últimos no había participado en manifestaciones.

La aversión de este movimiento por la política podría haber tenido consecuencias importantes para el futuro. Cuando el gobierno continúe con sus planes para reactivar los reactores y afirme que la industria nuclear es parte integrante del capitalismo japonés, las cuestiones políticas, de estrategia y análisis se harán urgentes. Hay una enorme brecha entre los deseos políticos que el movimiento contra las nucleares pone y las fuerzas políticas organizadas capaces de llevarlos a cabo.

Durante algunos años de la década anterior, el Partido Comunista Japonés conoció un boom de adhesiones y de simpatía entre los jóvenes, cuando parecía que podía vivir una renovación generacional. Sin embargo todo esto no se tradujo nunca en un éxito electoral, y por otro lado, las rígidas estructuras del partido se mantienen insensibles y moribundas.

Es demasiado pronto para descartar una recaída organizativa surgida del movimiento, aunque los militantes socialistas revolucionarios tengan la oportunidad de dirigirse a sectores mucho más amplios que en el pasado y mucho más dinámicos respecto a las décadas precedentes. Muchos tienen la sensación de que sea una oportunidad única para aprovechar: durante una manifestación un manifestante, decía lo siguiente: “Si queremos deshacernos de ellos, éste es el momento”.

Algunos dirigentes del movimiento son conscientes de sus límites y ya están tratando de superarlos. Una necesaria clarificación política se hace posible cuando los militantes comprenden su propia fuerza potencial. Por ejemplo, Amiyama Karin se ha hecho famosa en Japón como cantante punk ultranacionalista pero con el paso de los años se ha radicalizado hacia la izquierda y ahora es una portavoz del movimiento antinuclear.

Expresó claramente su nueva orientación política en un discurso durante un mitin de masas: “El modo en que los medios de comunicación hablan de nosotros ha cambiado. Ha nacido una nueva conciencia de democracia directa. Es tiempo de cambiar la historia. Desde finales de Marzo hemos organizado una sentada frente a la residencia del primer ministro. El número de participantes ha ido creciendo poco a poco y ahora somos un movimiento social que gana terreno”.

El desafío que tiene ahora por delante la izquierda revolucionaria japonesa es el de construirse sobre la base de esta “determinación unitaria para no perder esta oportunidad”.

Progresos ideológicos

La conexión entre crisis económica y crisis ecológica constituye un modo de unirlas. Según Iwahashu Makoto, del sindicato independiente Posse, la catástrofe japonesa ha favorecido una ruptura con las ideas propicias a la clase dominante y ha dado a las ideas anticapitalistas la posibilidad de una audiencia más amplia. “Esta catástrofe ha causado daños incalculables pero también nos ofrece una oportunidad. Hasta ahora, la idea de “responsabilidad de cada uno” ha sido dominante en Japón. En otras palabras, la asistencia social no había sido considerada como resultado de la pobreza, sino un problema de los mismos pobres y sus decisiones. Son 2,05 millones de personas son los beneficiados por la asistencia social, record no considerado como resultado de la pobreza estructural de la sociedad, también de quienes han interiorizado la idea de que es culpa suya. Nuestro punto de partida debe ser la lucha contra esta idea hegemónica que impregna la sociedad japonesa”. “Si se desarrolla este tipo de toma de conciencia, seremos capaces de tomar ventaja de la situación política producida por el temblor de tierra. Por primera vez en Japón todos pueden darse cuenta que muchas personas sean empobrecido debido a circunstancias totalmente ajenas a su voluntad y no por sus acciones. Son víctimas. Pero a pesar de lo extraordinario, el terremoto no es el único factor que las ha hundido en la pobreza: ha sacado a la luz problemas estructurales del capitalismo japonés”.

Respecto a la cuestión de las víctimas, en estos momentos estamos construyendo un movimiento para demandar un nivel de vida digno. Queremos vincular este tema con la lucha contra el neoliberalismo y el capitalismo. Pensamos que la solución para los problemas de las zonas afectadas por la catástrofe es un aspecto importante de la lucha contra la actual hegemonía antisocial que culpa a los pobres de ser pobres”.

Algunas señales indican que una crítica social más amplia empieza a manifestarse. El semanario socialista revolucionario Kakehashi describió la manifestación de Octubre de 2012 en el Parque Hibiya como un paso adelante hacia el cambio y por una “política de dignidad”.

¿Qué hacer ahora?

No estamos en una posición, desde fuera, para dar consejos técnicos a nuestros amigos y camaradas del movimiento japonés contra las nucleares. El movimiento está despertando a unanueva generación que está construyendo su propia tradición, buscando de forma autónoma preguntas y respuestas.hace falta de nuevo aprender parcialmente las viejas lecciones, pero en camio sólo es experimentando la construcción del movimiento como la nueva generación podrá tomar confianza para desafiar a las autoridades y poderes existentes.

La apuesta es de suma importancia. La contaminación de la región de Fukushima ha causado movimientos masivos de la población, destrucciones materiales y daños a la salud de los trabajadores para los años venideros, incluso durante décadas. Sin embargo, la clase dominante japonesa ha dejado claro que mantendrá la industria nuclear. Tepco, que pasará a la historia por su falta de respeto a las normas de seguridad, no ha dado ninguna señal de querer actuar de otra manera. Todos los problemas del capitalismo japonés persisten. Se trata por lo tanto de un movimiento que tiene que ganar. Lo que los militantes fuera del país pueden observar es el renacimiento de una batalla idoelógica en el seno de la izquierda japonesa, de la que deen tomar parte. El movimiento ha abierto un espacio de debate sobre toda una serie de temas, empezando desde los límites de la ideología dominante de la “responsailidad”, hasta la centralidad potencial de la clase obrera, y ha vuelto a animar a los militantes históricos para que se renueven junto a las nuevas fuerzas sociales y a los jóvenes trabajadores.

Una lenta impaciencia

Los veteranos, como Kunitomi Kenji y sus compañeros de la Liga Comunista Revolucionaria y del Consejo Nacional de los Trabajadores Internacionalistas, que han mantenido una tradición de autoemancipación de la clase obrera y han atraversado y sufrido la represión de los años 70, los desastres sectarios de los años 80 y el vacío político de los años 90, hoy son parte de un movimiento que está movilizando a decenas de miles de personas que no habían estado activas antes.

Los retos están todos aún por delante. El movimiento deberá afrontar la dura oposición de la clase dirigente y tendrá que superar las ambigüedades propias y confusiones políticas a lo largo del enfrentamiento. Todos tendremos que aprender de esta experiencia. Uno de los manifestantes, preguntado delante de la sede del primer ministro, explicó claramente lo que está por venir: “Si nos detenemos ahora, nunca alcanzaremos nuestro ojetivo”.

1 comentario:

  1. El Tifon Neoguri barre la isla de Japon de Okinawa dejando tras desi miles de evacuados.
    La isla de okinawa estaba advertida de que sufriria algun mal acontecimiento en los proximos meses en este misterioso
    apartado de la deepweb. http://www.caesaremnostradamus.com/Interpretacion_archivos/Alertascumplidas/Alerta150114.htm

    Revisa esta webpage: el tifon Neoguri el peor en 15 años

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