El pasado 18 de Octubre con la instalación de la mesa de dialogo,
entre el gobierno colombiano y las FARC en Oslo Noruega, se inició
la fase dos, un nuevo y laudable esfuerzo por la paz de Colombia.
ELN
Las diferencias existentes entre las partes, que brotaron en
pronunciado caudal, tanto en las palabras protocolares como en la
Rueda de Prensa, encendió los ánimos de los grandes medios
informativos y de los comentaristas del régimen, que han torpedeado
y hecho daño a los procesos de paz anteriores.
Esa carga negativa que se arroja ahora sobre el futuro de los
diálogos, perjudica estos esfuerzos y contradice la aureola
optimista de los días anteriores.
Hay que ser realistas, lograr una paz estable y duradera, pasa por
un proceso de construcción y largo aliento, donde se requiere mucha
comprensión, flexibilidad y tolerancia de los contrincantes, en el
que no sólo el Gobierno y la insurgencia sean los depositarios de
esta loable meta, sino la nación entera con su diversidad regional,
sectorial, generacional y cultural.
Ojala reflexionen los grandes medios informativos y entiendan que
este comportamiento genera desconfianza y no ayuda a sembrar, sino
que le da fuerza a los enemigos de la paz para que le pongan palos a
las ruedas.
Si de verdad se está pensando en la terminación del conflicto para
que por fin los colombianos podamos convivir en paz, es necesario
que se rodee la mesa con la critica sana ante fallas que puedan
cometerse, entendiendo que se dialoga entre contendientes que son
humanos, que defienden ideas y proyectos contrarios, y cargan el
cúmulo de heridas y sentimientos causados en medio siglo de guerra.
Es cómodo mirar la corrida de toros desde la barrera y asumir
posturas descalificadoras y sesgadas, desde una de las esquinas e
intereses de los contendientes. Esta manera parcializada de actuar,
estropea el camino de la salida incruenta, que reclaman las grandes
mayorías de la Nación y le sirve y apuesta, no a la paz sino a una
de las partes que busca resolver el conflicto sin que nada cambie
para que todo siga igual.
Es entendible que existan interrogantes y surjan otros en la medida
que pasan los días, así como desconfianzas y falta de credibilidad
de parte y parte sobre el cómo y a qué costo se logra la terminación
del conflicto, para que pueda reinar la paz.
Cabe preguntarse, ¿de verdad se está por un futuro de país para
todos y no solo para unos pocos y qué implica hacer cambios? De ser
así, el proceso que se inicia no debe torpedearse, sino apuntalarse
con el concurso de los distintos sectores sociales que
históricamente han trabajado por la paz y la han convertido en
motivo de lucha permanente.
No solo es la guerrilla, como algunos lo pretenden, la que debe
hacer los esfuerzos hacia la paz, sino también la oligarquía como
contraparte, a través del gobierno que la representa, desactivando
las causas originarias y que alimentan el conflicto interno, que no
es solo armado, sino y fundamentalmente social.
El pueblo colombiano que es quien sufre los efectos del conflicto,
debe ser el protagonista del esfuerzo verdadero en ponerle fin para
que dicho conflicto sea un capítulo más del pasado, en la historia
nacional.
No es sensato que el Gobierno se plantee reducir la participación de
la sociedad a una dinámica de unos foros, argumentando que
enriquecerán la mesa de dialogo, cuando la realidad demuestra que
las organizaciones populares y sociales tienen una dinámica propia
de lucha para exigir su protagonismo en un proceso de paz, que debe
estar estrechamente ligado y en la perspectiva de resolver los
problemas que atañen a las mayorías.
Si El gobierno no entiende esas realidades y pretende encasillar la
lucha de la sociedad por la paz, solo a la a los estrechos marcos de
un congreso desgastado por la corrupción, la parapolítica y los
intereses de grupos de poder de las élites, esa anhelada paz
terminará por ser una frustración.
Este momento debe mostrar la grandeza de las partes contendientes,
darle confianza a la sociedad, demostrando que la paz de que
hablamos es la apuesta verdadera donde no hay vencedores ni vencidos
sino ganadores, porque Colombia será el país que empiece a construir
justicia y equidad, democracia y soberanía, lo cual traerá
reconciliación, basada en el respeto y el reconocimiento de todas y
todos los colombiano.
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