En breves palabras trataré de esbozar una idea –que ronda en el seno de algunas izquierdas– sobre la coyuntura electoral que se nos avecina.
Marco Álvarez Vergara, miembro del Movimiento Libres del Sur, de Chile *.
En Le Monde Diplomatique, N°137, Enero-Febrero 2013. Tomado de Rebelión
Su necesidad es tan imperiosa que cada vez que aparece lo hace con más fuerza, pero se evita desde la falta de voluntad política, la carencia de vocación de poder y el sectarismo.
Esta idea es la “Unidad” ilustrada en un FRENTE DE IZQUIERDA o como le quieran llamar. Una nueva fuerza colectiva que represente los intereses de una nueva mayoría político y social. Esta debe nacer inevitablemente al calor de la coyuntura del año 2013, pero su existencia política futura tiene que superar la contienda electoral. Este es un requisito fundamental, para garantizar su éxito.
Antes que todo, desde la negatividad de una consigna se debe posicionar la primera base de encuentro. Esta consiga debe ser ni unidad de la oposición, ni dispersión de la izquierda.
No a la unidad de la oposición. Desesperadamente los que gobernaron durante más de 20 años intentan aparecer como una salida a la crisis de legitimidad del actual sistema político chileno. El problema de esto, es que la Concertación fue la responsable de legitimar y profundizar el modelo neoliberal durante sus cuatro mandatos, agudizando las inequidades ya existentes, convirtiendo a Chile en uno de los países más injustos del orbe.
Hoy con su variedad de candidatos, su última presidenta en ejercicio Michelle Bachelet aparece como la gran salvadora de está coalición. Su alto nivel de popularidad, la ubicaría como la única carta que puede triunfar en las próximas elecciones presidenciales. Pero seamos estrictos y justos con la historia y el futuro. Lo peor que le puede pasar a Chile es Michelle Bachelet. Su mandato entre el 2006 y 2010 estuvo marcada por su mala gestión ambiental, su política represiva y su coaptación a los movimientos sociales.
Está nueva concertación 2.0 se extiende hacia la izquierda, incorporando al Partido Comunista y a los satélites que orbitan a su alrededor. En esta pasada el Partido Comunista quien vela por sus intereses orgánicos internos –asegurando uno o dos cupos más en las elecciones parlamentarias– en desmedro de los intereses de las mayorías. Aunque esta posición no es nueva en la política del Partido Comunista, es lamentable que la organización de izquierda más longeva de Chile gire hacia la derecha, cuando la única salida posible ante la debacle neoliberal, es hacia la izquierda.
Hay que combatir esta unidad de la oposición parlamentaria, que no es otra cosa que la alternativa de una nueva estabilidad, para seguir perfeccionando el actual sistema. No se puede caer en la tentación de pensar ni siquiera un segundo, que los responsables de la profundización y legitimación del neoliberalismo, que al juntarse con el Partido Comunista vendrán a sacarnos de la miseria en la cual nos ubicaron.
No a la dispersión de la izquierda. El desparramo de las izquierdas y su incapacidad de poder articular espacios de unidad es impresentable. En el escenario de las últimas elecciones municipales existieron varias listas de izquierda y por tanto, su resultado era de esperar. Una derecha y concertación fortalecidas en las urnas, a pesar de su bajo nivel de aprobación por parte de la ciudadanía.
Para romper con la dispersión, las izquierdas que luchan contra el neoliberalismo deben entender lo siguiente: El sectarismo y los pequeños feudos de poder se deben desvanecer frente al urgente compromiso de configurar una fuerza de izquierdas tan poderosa que se vuelva desequilibrante frente al poder económico y su duopolio político. Pero lo más importante de todo y que se debe entender de una vez por todas, es que la principal arma de combate es la diversidad. Se debe hacer de la diversidad una virtud tan poderosa, que consagrará al nuevo referente articulador como la principal fuerza política nacional, dejando en el pasado resultados testimoniales de las izquierdas y colocándose a la altura de la oleada transformadora que corre hace más de una década por América Latina.
En la últimas elecciones no sólo se hizo presente la “unidad de la oposición” y la dispersión de las izquierdas. El fantasma de la abstención fue una de las protagonistas de la jornada electoral. Con un 60% de abstención, esta se consagra como un factor más de la crisis de legitimidad del actual sistema imperante, de su democracia neoliberal y su clase política tradicional. Este factor no responde a ninguna campaña particular y por tanto su porcentaje es imposible de capitalizar. La falta de participación en las urnas es responsabilidad de la crisis del mismo sistema y no de las fuerzas que de forma valientes participaron de las últimas elecciones municipales, sabiendo el complejo escenario que les esperaba. Pero también tenemos que entender que la carencia de una alternativa competitiva y atractiva que represente los intereses de los nuevos movimientos sociales es de las emergentes fuerzas progresistas y socialistas. Por eso, la construcción de un nuevo espacio de articulación debe estar a la altura de las exigencias del nuevo periodo.
El rol de las y los revolucionarios es fundamental en el desarrollo de este nuevo referente amplio. Deben ser garantes del camino hacia el socialismo y tendenciar hacia posiciones revolucionarias. Cuando crece la izquierda, crecen todas las fuerzas. Por eso la alternativa anticapitalista debe encontrar ahí un nicho de acumulación de fuerzas y colocar las piezas políticas para tener incidencia real en el acontecer nacional.
Este frente de izquierda debe tener un candidato. Lo más saludable para la envestidura de su legitimación es que surja al calor de unas primarias. En estas primarias deben tener derecho a presentar sus candidaturas todas aquellas fuerzas, que desde la izquierda al duopolio se comprometan con cambios verdaderos. En su defeco, al no existir primarias, el candidato de consenso debe representar un programa transversal de las fuerzas que participan y sobre todo el que ha puesto en la mesa los movimientos sociales en los últimos años. Por eso las banderas de un proceso constituyente originario debe ser el eje central de ese programa.
Es cierto, lo esbozado anteriormente en relación a la construcción de un nuevo FRENTE DE IZQUIERDA está más que discutido y ampliado estratégicamente por algunas fuerzas de izquierdas. El problema radica en que su concreción aún no da a luz. Esto pasa principalmente por que nos encontramos en el eterno “estamos evaluando las posibilidades” unido a los típicos resquemores que existen entre algunas fuerzas. Frente a lo último, se debe entender que aquí no sobra nadie, al contrario, faltan muchos y muchas.
Para la eterna justificación de que no queda tiempo, se debe entender que la política por regla general corre a destiempo. El deber de ajustar el reloj, depende de las voluntades políticas comprometidas con un Chile radicalmente distinto. Es hora de colocar el píe en el acelerador y corregir la asimetría entre el avance de los movimientos sociales y la representación política.
El primer punto de encuentro histórico de las izquierdas en Chile, es el legado de Luís Emilio Recabarren. Su legado nos dice que fue el primer diputado socialista elegido por las urnas en 1906 en Latinoamérica. Fue candidato a la presidencia de Chile en 1920. Fue el mayor educador de masas que conoció la clase obrera. Luchador incansable y sembrador del socialismo chileno. Su virtud más grande, fue haber luchado con las armas de lo político y lo social, sin haber abandonado jamás esta máxima necesaria para la emancipación. Volver a su tradición de lucha, sería un gran avance en el siglo XXI.
Desde abajo y a la izquierda, para luchar arriba y abajo. Si vamos a luchar de forma verdadera por un Chile igualitario, libre, democrático y popular, nos debemos enfrentar y ganar en las más diversas esferas de la contienda política.
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