Ensayista y crítico cultural, exdirector del Fondo Editorial Casa de las Américas. |
El cambio es la más reciente noticia sobre Cuba, pero para los afrocubanos
es más un deseo que una realidad. En los últimos cinco años han
desaparecido muchas prohibiciones absurdas que impedían hospedarse en un
hotel, comprar un teléfono celular, vender su casa, abrir una empresa
privada, viajar al extranjero, etc. A estos gestos llaman aperturas, pero
no es más que naturalizar la condición ciudadana. Los resultados, no solo
económicos, de tales gestos, traerán verdaderos cambios y que permitirán a
Cuba salir de la Historia y entrar, de una vez, en el Presente. El Futuro
se acerca veloz, desesperadamente, y en esa carrera van cayendo sueños y
utopías compartidas hasta ayer por muchos cubanos.
A la apertura económica al sector privado, los negros llegamos en
desventaja. Heredamos más de dos siglos de esclavitud y sesenta años de
exclusiones republicanas (1902-1959) que, en medio siglo de Revolución
(1959-2013) no logramos superar, por la manera en que el racismo se oculta
y renueva cuando no se debate, ni se enfrenta política y culturalmente. Si
los años sesenta significaron oportunidad para todos, los setenta
constatan que no todos estaban en capacidad de aprovechar dichas
oportunidades; aun así, los ochenta exhiben un alto por ciento de
profesionales negros que, al llegar los años noventa quedan fuera de los
espacios privilegiados por el turismo y la economía mixta. Ya en el siglo
XXI es evidente que la población negra está sub-representada en los
espacios de poder económico, político y hasta en las universidades,
contrario a su sobre-representación en el mercado informal, las
ilegalidades y los barrios marginales.
Si en los noventa comienzan a circular dos monedas en el país, también se
viven dos realidades contrastantes: la primera, permite a la familia
blanca recibir remesas del exterior, especialmente de Miami, base de un
exilio cubano mayoritariamente blanco. La otra realidad muestra a la
población cubana que no recibe remesas, esa mayoría negra que vio apagarse
la utopía socialista desde el rincón más incomodo. Para ella, entrar hoy
en la nueva economía, es un reto. En los últimos veinte años los negros
cubanos sufren una involución o parálisis de la gran movilidad alcanzada
entre 1959 y 1989. Paradójicamente, en ese mismo periodo llegó a
decretarse en libros y discursos oficiales el fin del racismo en Cuba;
negarlo era visto como un acto contrarrevolucionario, de modo que
denunciar este racismo ha sido bien difícil; pero ya hemos logrado desde
cierto activismo cultural y político, que se reconozca oficialmente. Creo
que abandonar la lucha antirracista, en especial contra lo que llamo
neo-racismo, sería una ingenuidad política con nefastas consecuencias
futuras.
Raúl Castro anunció su último mandato presidencial y con ello cierra una
era en la política cubana. Para ese entonces ya el país será otro y
esperamos que mujeres, negros y jóvenes sepan enrumbar la nación entre la
diversidad que será reconocida y ejercida, donde se escuchen los proyectos
de nación que duermen en la cabeza de muchos. Las nuevas generaciones
políticas cubanas aprenderán a andar con sus propios pies y sobre todo con
sus propias cabezas. Aspiro a, que antes del 2018, organizaciones como
La Cofradía de la Negritud, el
Comité Ciudadano de Integración Racial, la
Articulación Regional Afrodescendiente, la
Comisión José Antonio Aponte u otras que integran el movimiento
antirracista cubano, crezcan legal y organizadamente para encontrar las
soluciones aplazadas que una amplia mayoría negra sigue esperando. También
espera el fin del embargo, pero urge más elevar su autoestima, sus
condiciones materiales, su acceso a mejores trabajos y al reconocimiento,
no solo comercial, de sus culturas. Y para que también protagonicemos los
nuevos modos de entender y construir la nación.
No pido que en las próximas elecciones del 2018 un negro sea presidente de
Cuba, sino que ese tránsito nos permita formar buenos líderes, empoderar
comunidades y construir consensos y alianzas estratégicas dentro y fuera
del país. Aun es insuficiente nuestra conciencia racial y sería muy
pequeño (o fugaz) el triunfo de un cubano negro, tan solito allá arriba,
en medio de un contexto muy prejuiciado, al frente de un país cuyos lazos
políticos y culturales con África todavía algunos tratan de escamotear.…
Ya tendremos oportunidad de tener un papa o un presidente negro a quien no
le amarren las manos fácilmente. Por mi parte, sigo luchando y soñando con
un país donde los negros seamos dueños, forjadores y críticos de nuestro
propio destino de cubanos y disfrutemos una ciudadanía más plena. Ese país
no ha llegado todavía, pero además de soñarlo, salgo a buscarlo cada
mañana.
* * *
Nota editorial: este artículo se publicó por primera vez en inglés en The New York Times, en una traducción que el propio Roberto Zurbano consideró poco ética empezando por el título, que era traducido "For Blacks in Cuba, the Revolution Hasn’t Begun" ('Para los negros de Cuba, la revolución no ha empezado'), cuando el original enviado al periódico decía "...la revolución no ha terminado". El artículo de Zurbano y el hecho de su publicación en el NYT fue muy criticado por una parte de la intelectualidad oficialista cubana, a lo que Zurbano respondió con otro artículo, titulado "Mañana será tarde":
Si una izquierda conservadora dentro y fuera de Cuba considera que un negro cubano revolucionario no debe hacer críticas a la Revolución, no ha entendido el papel que han jugado los negros dentro de esta y tampoco qué es un verdadero proceso revolucionario. En la base, en el corazón, en el fondo y en las orillas de este proceso los negros hemos sido buena parte del sostén. Nos asiste tanto el derecho moral a criticarla como el deber de defenderla, porque es aún insuficiente lo que hemos logrado frente a lo que hemos hecho y merecemos. Renunciar a esa crítica es renunciar a mejorar la Revolución y sentirla más nuestra. [Leer el resto]
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