martes, 29 de abril de 2014

«Ser queer en Cuba y no morir de hambre en el intento es toda una hazaña»

Sandra Abd´Allah-Álvarez Ramírez

La conocí siendo Anabel, pero hace unos tres años pasó a ser Logbona Olukonee y desde hace tan solo un mes se hace llamar Tito, a modo de alter ego queer. Es profesora universitaria, nada más y nada menos que de historia de Cuba, pero cree en la horizontalidad y anda todo el tiempo rescatando los acontecimientos que la oficialidad ha escondido. Acá esta mujer cubana joven, incendiaria y lúcida.

Antes eras Anabel, ¿por qué Logbona?
En el año 2011 cambié mi nombre por Logbona Olukonee. Significa «aquella persona que cuando enseña se vuelve sabia». Hablé con Nehanda Abiodum [activista africanista de origen estadounidense afincada en Cuba] sobre el interés que tenía en acercarme a mis ancestros africanos, a mi pasado afrodescendiente, descolonizando mi nombre. Ella realizó una hermosa ceremonia y me dio este nombre, que me encanta. La ceremonia fue como un renacimiento, también fue una redefinición de mis pensamientos políticos y de mi forma de vida, al afrontar la vida desde una postura política afro-céntrica, que es muy necesaria en este país, donde el racismo es tan sutil en las maneras en que se presenta pero tiene tanto impacto en el futuro de las personas.

Como activista, ¿cuáles son los principales intereses de Logbona?
En nuestra sociedad existen problemas puntuales que son necesarios resolver como el machismo, la homofobia, el racismo, el sexismo, la lesbofobia, también la presencia de estas formas de discriminación en los mismos individuos, principalmente en las personas más pobres.
Como feminista afrocubana, también me siento muy identificada con las políticas queer, ya que ser queer es una disidencia política que desestabiliza no solamente las categorías sexuales, sino también la heteronormativadad y la homonormatividad que existen en las relaciones de género, raza y clase dentro de las sociedades.

La teoría queer proviene de la crítica a la sexualidad heteropatriarcal, clasista y racista que pervive en la comunidad LGTB en los Estados Unidos y que perpetúa la estructura opresora de las sociedades occidentales y el mantenimiento del capitalismo imperialista transnacional.

El movimiento queer critica el binarismo sexual, la existencia rígida sobre la feminidad y la masculinidad y reconoce las múltiples formas de expresiones sexuales que existen fuera de estos estándares.

Recuerdo que en la jornada de teoría y arte radical que hicimos en el Centro Cultural Juan Marinello a fines de enero, la investigadora Rosilyn Bayona expresó como en sus entrevistas salió a la luz que «al cubano de estos tiempos no le preocupa tanto el problema del racismo, sino resolver el problema de la comida». Esta frase me puso a pensar, porque es una realidad que uno de los principales problemas de los cubanos es la comida. Sin embargo, acceder a la comida está mediado por relaciones sociales que impiden o facilitan ese acceso, por la situación económica y la posición social de un individuo. Todo ello depende de las relaciones que se intersectan mediante prejuicios raciales, homofobia, sexismo, machismo.

Hay una frase que reza: «La revolución comienza sembrando tus propios alimentos» y hay otra que dice que: «Una revolución será feminista o no será». En mi opinión, la conjunción de estos pensamientos es muy importante para seguir promoviendo el proyecto revolucionario en nuestra sociedad.

Promover el fin de la discriminación por género, raza, sexualidad y clase está muy vinculado a la manera en que tratas tu cuerpo. Hay quien dice: eres lo que comes, la alimentación es nuestra primera forma de adquirir energía y nutrientes y es parte fundamental del cuidado que nos damos nosotros mismos. Nuestra cultura, (me refiero a la cultural heteropatriarcal y racista que heredamos del colonialismo) está minada de ideas y formas de alimentación que encarecen la vida de la gente con menos posibilidades económicas e incrementan los factores de riesgo de enfermedades en estas comunidades. Promover opciones de alimentación saludable es una forma de resistencia a la mentalidad colonizada y de liberarnos de las cadenas del círculo vicioso en que nos encierra esa forma de pensar.

La gran mayoría de la población cubana vive en formas que se alejan de los patrones blancos, media clase y heteronormativos que imperan en el discurso de la cultura cubana oficializada. Muchas personas sufren diversas formas de discriminación por las razones anteriormente expuestas y también viven fuertes contradicciones individuales por ser afrodescendientes, queers, gordas, que se convierten en miedos, inseguridades, baja autoestima, y son armas mentales que han ayudado la permanencia de los diferentes sistemas de opresión. Es urgente deconstruir estos patrones de pensamientos colonizados y que la gente se empodere de una realidad y una cultura desmitificada que nos produce tanto daño.

Trabajas en un organismo (educación superior) que ha demostrado ser de los menos progesistas en cuanto a las temáticas de género, y que reproduce estructuralmente todas las discriminaciones posibles. ¿Qué ha significado ser lesbiana, negra y queer y profesora de historia universitaria?

Mi trabajo como profesora me ha enseñado muchas cosas, positivas y negativas. Me ha demostrado el poder que tiene la educación estatal en la creación de la estructura cognoscitiva de los jóvenes, en la formación de los valores de nuevas generaciones, y en el soporte de los imaginarios populares y por ello pienso que es tan importante re-educar desde la horizontalidad, desde un pensamiento afrofeminista queer, para no reproducir al menos la historia anquilosa y ortodoxa que predomina dentro de la educación cubana.

En varias ocasiones mis estudiantes han hablado con los vicerrectores y coordinadores de carrera porque «la profesora no sigue el programa al pie de la letra», «cuestiona los motivos por los cuales Carlos Manuel de Céspedes le dio la libertad a sus esclavos», o «habla mucho de los problemas raciales» que, según ellos, ya no existen en Cuba. Es triste reconocer la profundidad de la mentalidad colonizada y la auto-represión que existe entre la juventud.

Es difícil ser la única lesbiana reconocida en mi universidad, y ser negra y ser muy «rara». Es difícil con mis compañeros de trabajo, quienes me dan por loca, y con mis estudiantes, que no saben en cuales prototipos encasillarme. Ha sido muy difícil caminar y oír los comentarios de la gente detrás mío, pero es así en cualquier lugar que voy, también es así entre mis amistades. No es sólo la universidad, son los prejuicios que persisten en nuestra cultura.

Pero creo que estoy corriendo con suerte, pues ahora ser racista y homofóbico es ser maleducado, entonces no existe confrontación, al menos en mi trabajo, y en otros lugares institucionales. Pero es cierto que ser negra y tortillera requiere que sea cinco veces más eficientes que otras personas.

Las universidades cubanas tienen el potencial en estos momentos para seguir impulsando las transformaciones necesarias en este país dentro del proceso revolucionario. El reconocimiento del estado de las diferencias sociales que ha traído las discriminaciones de género, raza y sexualidad debe ser utilizado por los más jóvenes para seguir presionando y así mejorar las condiciones de vida de gran parte de la misma población universitaria y del pueblo en general.

Por ello creo en la necesidad de trabajar en una universidad, para contribuir a desestabilizar el poder blanco y heteropatriarcal que pervive en la academia cubana y de muchos lugares del mundo. Como feminista, me interesa provocar sensaciones y pensamientos, pero desde la horizontalidad, desde la actividad diaria. Mediante «los excesos» de mi forma de vestir «masculina», mis transformaciones con mi pelo afro, mis tatuajes, y mis opiniones siempre diferentes, creo en la importancia de esas acciones diarias que hacen pensar a trabajadores, profesores y principalmente a los estudiantes. Con el simple hecho de yo estar ahí, aprenden a convivir con la diversidad, con la diferencia de opiniones, de formas de vida. Y yo estoy aprendiendo a ser más fuerte, a exigir mis derechos, a pensar bien lo que voy a responder, ya que mi presencia allí para mucha gente representa al resto de la comunidad queer y afrodescendiente, entonces hay que escoger muy bien lo que se dice, como una se proyecta, pero manteniendo mi autonomía.

En cuestiones de género muchas veces las académicas van por una parte y las activistas por otra. ¿Dónde te sitúas?

La verdad es que ser académica me ha enseñado la importancia de hacer militancia feminista y la necesidad tan grande que hay en este país de hacer activismo. Como profesora he podido conocer a otros profesores e intelectuales cubanos y extranjeros que me han enseñado muchísimo y han despertado en mí el deseo de leer y conocer más sobre los movimientos feministas afrodescendientes, ecológicos y queers. No obstante, Las Krudas han influido en mí como nadie. Viven día a día según sus convicciones, y he asistido a muchas transformaciones personales de otras mujeres en torno a su presencia.

La academia me encanta pero siento que a muchos académicos les falta poner su teoría en práctica; llevar sus conocimientos a las poblaciones que estudian, y desgraciadamente la mayor parte de las personas afrodescendientes, pobres y queer no leen y ni tienen acceso, ni la tradición de leer artículos científicos.

El activismo feminista en Cuba es más importante ahora con los nuevos cambios económicos e institucionales. Hay que aprovechar las nuevas aperturas estatales, la presencia del CENESEX, de las nuevas políticas gubernamentales con relación a las relaciones raciales, a los negocios privados y cooperativas, para incidir en el empoderamiento de muchas mujeres y afrodescendientes y queer. Ser activista es parte de mi actividad académica, así siento que lo que voy aprendiendo no se queda solo conmigo y puedo afectar positivamente un poco más allá que a mis mejores amigos.

Hace poco celebrabas en tu perfil en Facebook que ya se te podía llamar Tito. Supongo que fue una forma de reconocer públicamente tu identidad queer.

Tito es otro escalón más en el proceso de descolonización de mi cuerpo y mente. ¿Cuándo terminará ese proceso? No sé, pero me siento supercontenta de lo que está ocurriendo conmigo.

Salir del closet es un proceso muy doloroso. Incluso reconocerse lesbiana no implicó para mí el fin de muchas inseguridades y contradicciones personales. Desde mi adolescencia supe que ser gorda, lesbiana y negra no me hace menos persona, ni menos ciudadana, pero estuve cargando por muchos años un gran dolor por representar la otredad. Ahora me he empoderado de esa otredad y la disfrutó muchísimo.
Viví por largo tiempo en un desorden total porque no sabía cómo me iba a identificar sexualmente. Esa frase «preferencia sexual», es horrible, «identidad sexual», también. He oído por ahí que «eres una mujer que simplemente le gusta otra mujer»: en mis oídos esos pensamientos superhomonormativos son muy tristes. Para mí las identidades son una camisa de fuerza, una soga autoimpuesta que te puede ahorcar en un momento determinado. Por desgracia, vivimos en un mundo donde tienes que reconocerte como algo, entonces, me gusta la palabra queer porque es una postura política que crítica y posiciona contra el racismo, contra la construcción binaria de los sexos, contra la homonormatividad y la homofobia interna y contra toda discriminación que reprima a las personas.

Me ha costado mucho vivir entre personas aún muy queridas que buscan todo el tiempo seguir la norma, aplauden la heteronormatividad y el clasismo y todo ello me ha reprimido muchísimo, quizás por ello, soy Tito ahora y no 10 años antes. Para ser queer, disfrutar tu peso, tu ambigüedad sexual y las formas de sobrevivencia económica y espiritual es necesario tener el apoyo de la gente que tú quieres y que te quieren, es muy importante tener una comunidad y una entrada económica que te permita sobrevivir tal cual eres. Me he dado cuenta de que es más fácil «inventar», económicamente hablando, que encontrar gente que te quiera tal cual eres, y que mucha gente que te quiere tiene muchos prejuicios en su querer.
Tito es el cúmulo de ese goce personal, y vivo feliz de saber cómo funciona el sistema heteropatriarcal racista colonial, y por primera vez no me duele, ni me interesa representar ninguno de sus estereotipos porque he aprendido a que se puede sobrevivir siendo una misma, sin tener que reconocerme como mujer. YO soy Tito, no me gusta responder a las construcciones de feminidad ni masculinidad ninguna. Ser queer en Cuba y no morir de hambre en el intento es toda una hazaña, también porque mucha gente queer, negra tiene mucho miedo de celebrar y vivir como son.

Fuiste quien concibió aquella fiesta que llamaste ‘Motivito LGTBQA‘, celebrada hace poco en La Habana ¿ Por qué la A? ¿Por qué no la H de heterosexuales?

No me gusta la palabra ‘heterosexual’ ni lo que representa. La heterosexualidad es parte de la estructura sistémica en que se expande y se proyecta el patriarcado euroccidental. La existencia de la heterosexualidad implica que la homosexualidad sea una otredad, no normalizada, desviada y negativa. Además la heterosexualidad en el mundo euro-occidental implica que la gente queer que no sea blanca, hetero-normativa ni homo-normativa, es decir, quien no sigue los patrones estandarizados de la cultura gay blanca, media clase de los países desarrollados, es oprimida de muchas maneras. Estas personas no pueden disfrutar de los mismos beneficios de las heterosexuales, porque la construcción de la nación occidental ha sido ideada para las personas blancas y heterosexuales.

La heterosexualidad en sí elimina la posibilidad de opciones sexuales que no sea hombre y mujer, ¿qué pasa entonces con los maricones carroceros que no terminaron la secundaria? ¿Con las personas transgénero que no tienen carnet que represente su «identidad sexual» y por lo tanto no tienen acceso a trabajos estatales, y viven en la economía informal, del invento y de la lucha? ¿Y quienes somos tito? Reconocerse heterosexual es como reconocerse blanco. Es disfrutar de todos los privilegios y estar posicionado en la cima de la escala social en cuanto a las relaciones de la diversidad sexual.

Conozco mucha gente que le gusta el llamado «sexo opuesto» y no se reconoce como heterosexual, y es por ello la A, de Aliados, tengo varios amigos así y agradezco mucho poder tenerlos en mi vida. Entre mis amigos, madres y padres que reconocen la importancia de ser aliados, no les interesa validarse como heterosexuales porque conocen la división y la falta de oportunidades que genera.

También conozco mucha gente que le gusta su propio sexo y sigue diciendo que son heterosexuales porque no quieren dejar de disfrutar los beneficios de la heterosexualidad, y en consecuencia porque tienen mucho miedo de despojarse de esos beneficios convertirse en otra tortillera, o maricón más, porque la homofobia es muy grande pero peor aún es la lesbofobia y la transfobia.

El Motivito, vinculado a Proyecto Arcoiris, busca abrir espacios de socialización para la convivencia feliz de muchos tipos de personas. Nuestro interés es poner fin al binarismo sexual y genérico dentro de la comunidad LGTB, lograr una mayor educación de nosotros mismos, la aceptación de la fluidez sexual, el fin de la trasnfobia y la lesbofobia dentro de nuestras comunidades, la comprensión de la necesidad de cooperación entre nosotros, de celebración por ser como somos, de estar orgullosos de nuestro cuerpo, nuestra sexualidad, nuestros orígenes, y nuestra cultura popular.

Igualmente busca el fin de marginalización de la vida gay en La Habana. En una sociedad como la nuestra se busca la inclusión, no la separación, entonces es necesario visibilizar a la población LGTBQA para que se reconozca nuestra existencia también como ciudadanos y nuestros derechos de disfrutar como el resto de la población a todos los espacios, principalmente a los más sanos que tiene nuestra ciudad

Fuente: Pikara Magazine.

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