Numerosos países enviarán a Estrasburgo más diputados de extrema derecha que en la legislatura 2009-2014. Los efectos de la crisis económica y social que ha marcado el conjunto de este periodo, el aumento de la desconfianza respecto a las políticas y las instituciones de la Unión Europea o las decepciones engendradas por varios gobiernos “de izquierdas” pueden favorecer a esas formaciones.
Bertold du Ryon, en Europe Solidaire sans frontiéres. Traducción: Faustino Eguberri para VIENTO SUR
Interesante decisión de los jueces alemanes...
Por otra parte, la decisión reciente del Tribunal Constitucional federal de Alemania -que ha suprimido, el 26 de febrero de 2014, toda barrera mínima para la entrada al parlamento europeo- aumenta mucho las oportunidades de la extrema derecha alemana de tener en él diputados. Hasta ahora, era aplicada una barrera bajo la forma de un umbral mínimo del 5% de los votos a las elecciones nacionales en Alemania, pero bajada (desde 2011) al 3% para las elecciones europeas. Ahora bien, en este mes de febrero de 2014, los jueces constitucionales alemanes han decidido que esta nueva barrera era también contraria a la constitución alemana.
La lógica de su decisión se basa en el hecho de que el Parlamento Europeo no tiene ningún poder frente al ejecutivo. Si la barrera del 5% se justifica en Alemania por la necesidad de formar mayorías y oposiciones estables frente al ejecutivo (en un contexto de escrutinio proporcional), la misma necesidad no existiría en el Parlamento Europeo... Al no tener peso éste, ¡no es grave que esté más “disperso”! Esa es, en cualquier caso, la interesante lógica de esta decisión de los jueces alemanes...
Así, el país más poblado de la Unión podría enviar diputados que pertenecen no a una formación de derecha nacionalista o de extrema derecha, sino a varias a la vez. Desde el AfD (“Alternativa por Alemania”), partido soberanista y “euroescéptico” al que los sondeos auguran alrededor del 5%, hasta el NPD -una formación casi abiertamente neonazi que existe desde 1964, pero que ha sido marginal durante la mayor parte de su existencia-, existe toda una gama de formaciones políticas a la derecha de la derecha. Como bastará con alrededor del 1% de los votos expresados para conseguir un escaño en Estrasburgo, esto parece al alcance incluso del NPD, cuyas energías militantes están galvanizadas por esta perspectiva.
Una unidad no evidente
Pero la fuerte probabilidad que la extrema derecha ve en el reforzamiento de su presencia en el Parlamento Europeo no significa que vaya a constituir en él un bloque unido y poderoso. El reciente pasado ha mostrado que han aparecido fácilmente divisiones entre diferentes formaciones de extrema derecha, a escala europea. Así, el primer grupo parlamentario común formado por tales partidos en Estrasburgo, de 1989 a 1994, estalló al cabo de algunos meses con el trasfondo de rivalidades entre los neofascistas italianos del MSI (“Movimiento Social Italiano”) y los “Republikaner” alemanes. Mientras los “REPs” alemanes -que tuvieron que abandonar el parlamento europeo en 1994 -insistían en el “carácter alemán” del “Tirol del Sur” (la provincia italiana del Alto Adigio, que pasó en 1918 de Austria a Italia), esto disgustaba mucho a los eurodiputados italianos del MIS.
En 2007, repetición: bajo la presidencia de Bruno Gollnisch, una veintena de eurodiputados de extrema derecha provenientes de casi una decena de países (Francia, Italia, Bélgica, Austria, Rumanía y Bulgaria...) logran formar un grupo. El número mínimo de eurodiputados exigido para la formación de un grupo era alcanzado como consecuencia de la entrada de Rumanía y de Bulgaria en la Unión. Entonces, esos dos países contaban con formaciones de extrema derecha fuertes: el “Partido de la Gran Rumanía” (PRM) y el partido búlgaro Ataka, aunque su peso se haya relativizado después.
Sin embargo, durante el mismo año, el grupo se descomponía de nuevo: estalló en noviembre de 2007, como consecuencia de una ola de pogromos en Italia dirigida contra Roms con un trasfondo de rumores que atribuían crímenes (violaciones) a ese grupo de población. En pleno auge, la eurodiputada italiana Alessandra Mussolini -si, la “nieta de ...”- gritó un poco demasiado fuerte que había que echar a todos los rumanos de Italia, incluyendo el embajador de ese país. Los eurodiputados rumanos del PRM protestaron vivamente, insistiendo en que en su opinión, no había que “confundir” Roms y rumanos... El grupo estalló y, como consecuencia, las fuerzas de extrema derecha no lograron ya alcanzar el número mínimo de diputados exigido (subido a 25 tras las elecciones de 2009).
En 2013, un reagrupamiento parcial
Hoy, varias fuerzas de extrema derecha se presentan juntas a las próximas elecciones europeas. El 15 de noviembre de 2013, seis de ellas han concluido en Viena un pacto electoral. Ha sido el FPÖ de Heinz-Christian Strache (“Partido de la Libertad de Austria”), fundado en 1956 puesto que la vigilancia de los Aliados contra una resurgencia de un partido heredero del nazismo fue levantada en 1955, como consecuencia del Tratado de Neutralidad) quien les ha acogido en la capital austriaca. Los otros participantes eran el Frente Nacional francés -representado en ese acto por su diputada Marion Maréchal-Le Pen-, el Vlaams Belang (“Interés flamenco”) de Bélgica, la Liga Norte (italiana), los “Demócratas suecos/SD” así como un partido nacionalista eslovaco, el SNS.
Otro partido no estaba presente en Viena, pero Marine Le Pen se había reunido con su jefe dos días antes, el 13 de noviembre en La Haya. Se trata del “Partido por la Libertad” (PVV) neerlandés, cuyo fundador y jefe Geert Wilders había dado con ese motivo una conferencia de prensa común con la presidenta del Frente Nacional. Al mismo momento, también se habían comprometido mutuamente a trabajar de forma conjunta antes de las próximas elecciones europeas y luego, tras el escrutinio, en el futuro parlamento. Sin embargo, al menos un partido que mantiene una relación estable con Geert Wilders, y que fue llamado por este último a unirse también a la alianza, ha declinado públicamente la oferta. El 14 de noviembre de 2013, el portavoz del “Partido del Pueblo Danés” (DFP), Soren Sondergaard, declaró que estaba fuera de cuestión aliarse con el Frente Nacional (FN) francés: Jean-Marie Le Pen tenía, en su opinión, demasiado poder en el seno de ese partido, cuya historia estaba (siempre según Sondergaard) demasiado fuertemente marcada por la huella del antisemitismo. Este último no forma casi parte de la herencia del PVV neerlandés ni del DFP en Dinamarca, formaciones ante todo opuestas a la inmigración musulmana.
En cambio, el FN francés ha excluido, el 15 de febrero de 2014, cooperar con ciertas formaciones en Europa. Forman parte de su lista: el Jobbik húngaro (demasiado antisemita y demasiado benevolente de los nacionalismos asiáticos, entre ellos el nacionalismo turco), Amanecer Dorado en Grecia (demasiado abiertamente neonazi) y el partido búlgaro Ataka (demasiado violento en su discurso).
Fuera incluso de las luchas ligadas a rivalidades nacionalistas, el paisaje de la extrema derecha en Europa no presenta un rostro uniforme. Está, en efecto, atravesado por una serie de divisiones.
Estado-nación, regiones, Europa
Varios partidos de extrema derecha son adeptos a un centralismo fuerte a escala del estado nación. Es el caso en Francia del FN (al que se oponen sobre ese punto los “identitarios”, partidarios de las “identidades enraizadas regionales” completadas por las “identidades nacional y europea”). El FN presenta así a las regiones como “parásitos” que intentan debilitar el estado-nación; actuando -en una especie de movimiento de pinza- de concierto con la Unión Europea, representarían una amenaza para la soberanía de la nación.
Pero este punto de vista está lejos de ser compartido por el conjunto de las fuerzas de extrema derecha. Algunas de ellas son partidarias, al contrario, de una regionalización, avanzada, incluso de la independencia de una región particular, opuesta al resto del país. En particular la Liga Norte en Italia. Ese partido racista y regionalista, fundado en 1989, ha oscilado a lo largo de los años entre independentismo y federalismo a escala de Italia. Se ha opuesto sobre la cuestión de la unidad nacional a los herederos del MSI (el antiguo Movimiento Social Italiano, neofascista), si bien las dos fuerzas han pertenecido juntas a varios gobiernos, desde la formación del primer gabinete de Silvio Berlusconi, en abril de 1994. En sus primeros años, la Liga Norte defendía incluso que al sur de Roma “comenzaba África”. En el fondo, considera que la gente del sur de Italia, “perezosa y gangrenada por la mafia”, no hace más que tragarse el dinero ganado en el norte industrializado. Hoy ha moderado un poco el tono respecto a las otras partes de Italia, a la vez que ha endurecido el que emplea contra la inmigración.
Este es el caso aún más claramente del Vlaams Belang en Bélgica, heredero desde 2004 del Vlaams Blok (Bloque Flamenco), formalmente disuelto tras la desaparición de su financiación pública a causa de un racismo demasiado pronunciado. Tanto bajo su antiguo como con su nuevo nombre, plantea el eslogan de “Belgia barst” (¡que se hunda Bélgica!). Heredero del nacionalismo flamenco, en particular de sus corrientes colaboradoras con la Alemania nazi durante la Segunda Guerra Mundial, milita por la independencia de una Flandes que abandonaría el reino belga para eventualmente asociarse a los vecinos Países Bajos.
La particularidad del caso flamenco reside en que esta parte norte de Bélgica ha estado, históricamente, oprimida lingüísticamente y marginada económicamente (la gran burguesía era francófona desde el siglo XIX), antes de que la situación se invirtiera a partir de los años 1960. Hoy, Flandes es la parte de lejos más rica de Bélgica, con el trasfondo de la crisis de la antigua industria pesada concentrada en Valonia. El nacionalismo flamenco guarda un lado revanchista, en recuerdo de la antigua posición subalterna de Flandes en el interior del reino de Bélgica, y sus posiciones se combinan hoy al mismo tiempo con posiciones neoliberales (en particular cuando se trata de romper el sistema de seguridad social belga, rompiendo todo reparto equitativo financiero y toda solidaridad entre regiones). Sin embargo, el Vlaams Belang está perdiendo velocidad desde 2009, en la medida en que un partido nacionalista-flamenco de derecha dura, pero sin raíces fascistas, al contrario que el VB, se ha puesto a pescar en sus caladeros. Éste, la “Nueva Alianza Flamenca” (N-VA), se ha convertido hoy en el partido dominante en Flandes, dirigido por Bart de Weber, que se ha convertido en alcalde de Amberes.
Las alianzas con la derecha “tradicional”
El posicionamiento respecto a una eventual participación gubernamental o (en cualquier caso) a una mayoría parlamentaria es otro factor de división. Hoy la mayoría de los partidos “a la derecha de la derecha” dotados en Europa del Oeste de una cierta superficie electoral han participado en mayorías parlamentarias. El DFP de Dinamarca ha apoyado un gobierno conservador-liberal de octubre de 2001 a septiembre de 2011, el PVV de los Países Bajos lo ha hecho de junio de 2010 a abril de 2012.
Otros incluso han entrado en gabinetes gubernamentales. Así, diferentes fuerzas de la extrema derecha italiana -Liga Norte, MSI y luego una parte de sus herederos- han participado en tres gobiernos dirigidos por Silvio Berlusconi, en 1994, de 2001 a 2006, luego entre 2008 y 2013. El FPÖ austríaco también colocó ministros en un gobierno común con el partido conservador y cristianosocial ÖVP (“Partido del Pueblo Austríaco”) entre 2000 y 2005/2006.
La particularidad del caso austríaco reside en que el FPÖ había obtenido en octubre de 1999 un número de votos (alrededor del 27%) ligeramente superior al del ÖVP, detrás de la socialdemocracia. Pero posteriormente cayó rápidamente: 10% en las elecciones anticipadas (tras una crisis gubernamental) de noviembre de 2002, 6% en las elecciones europeas de junio de 2004. No fue más que tras haber vuelto a la oposición y como consecuencia de su escisión (temporal) en 2005 cuando encontró resultados más importantes. Por otra parte, al margen de la Unión Europea, el “Partido del progreso” (FrP) de Noruega, anti-impuestos y anti-inmigración, participa con siete ministros en el gobierno desde octubre de 2013.
En cambio, el FN francés se ha negado siempre a ser socio minoritario de una alianza con la derecha -que por una serie de razones tampoco es favorable a ello. Igualmente partidos de fuerte retórica “antisistema”, como el NPD alemán, no pueden de forma alguna esperar ser integrados en una alianza a corto o medio plazo.
El posicionamiento económico y social
Una tercera línea de diferenciación es la cuestión del posicionamiento económico y social, que se añade parcialmente a la de la posibilidad de una alianza con la derecha clásica.
Varios partidos de extrema derecha adoptan ante todo un discurso de defensa de la (sobre todo pequeña) propiedad, de rechazo a los impuestos y al reparto; incluso si a este aspecto se le añaden componentes étnicas, prometiendo a los pobres “nacionales” ser siempre mejor tratados que los “pobres extranjeros”. Un discurso así sigue siendo en gran medida compatible con el de la derecha conservadora o liberal, no impidiendo pues de forma alguna una alianza.
Pero otras formaciones apuestan por una recuperación de la cólera social y del descontento popular, intentando (si es preciso reforzando un discurso basado en el “complot contra las naciones y los trabajadores”, y/o recurriendo a un antisemitismo con connotaciones económicas) presentarse como una fuerza de revancha social. Se trata para ellas de aparecer como una alternativa “radical” incluso a las fuerzas conservadoras y reaccionarias burguesas.
El primer posicionamiento es típicamente el de los partidos anti-inmigración y anti-impuestos de la Europa del norte, por ejemplo el “Partido del Progreso” en Noruega, que no se presentan de forma alguna como anticapitalistas ni siquiera antiliberales. El segundo ha sido adoptado en totalidad o en parte, como consecuencia de un giro “nacional-social” que les aleja de un posicionamiento inicial más bien ultraliberal, por formaciones tales como el FN francés o el FPÖ austriaco. Pero esto hace más difícil y más contradictoria una eventual alianza con fuerzas de la derecha “clásica”.
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