Mercedes Jabardo, en Coordinadora Feminista
Publicar esta antología se ha convertido en una cuestión personal al tiempo que política. Puede leerse como otra aportación al (creciente) interés que los feminismos contra-hegemónicos están despertando en sectores cada vez más amplios de los movimientos feministas en España e incluso en círculos académicos. Pero es más que eso; en esta aportación hay también algo personal.
Pero presentar esta antología es también una cuestión política, que quiere en cierto sentido entroncar con una tradición de pensadoras y activistas negras.
Éstas han contribuido a la historización del movimiento feminista así como a la creación de un sólido corpus teórico. Es una cuestión política porque la reivindicación de la historia del movimiento feminista negro es también un acto de reconocimiento frente a los procesos de oscurecimiento, ocultación y negación por parte del pensamiento feminista hegemónico. Si bien los textos más emblemáticos de autoras como Ángela Davis, Bell Hooks, Patricia Hill Collins, Hazel Carby o Avtar Brah y sus aportaciones ya comienzan a ser de lectura obligada en los ámbitos académicos, la cuestión no es tanto si aparecen o no, sino desde qué categorías lo hacen. Y en su caso, quedan recogidas en ese cajón de sastre que son los feminismos post-coloniales, de resistencia, del Tercer Mundo o feminismos culturales. Desde unas posiciones en las que se cuestiona el feminismo hegemónico, el feminismo negro aparece como una corriente crítica dentro de estos feminismos, desposeído de toda de toda historia y de toda carga de movimiento político.
La apropiación de la historia por parte de los feminismos de las mujeres blancas ha despojado de su propia historia a los otros feminismos. Apropiándose de la memoria histórica se apropian también de la definición de la opresión así como del diseño de las estrategias políticas transformadoras.
Anulando las historias particulares inventan una sola historia, la que ha protagonizado el movimiento feminista blanco desde el periodo ilustrado. Y desde esa historia, se legitiman como el movimiento feminista por excelencia. «La historia siempre da legitimidad a quien tiene un pasado político tan excelente en términos morales y políticos como lo tiene el feminismo», mantenía Rosa Cobo haciéndose eco de las palabras de Amelia Valcárcel, una de las filosofas feministas españolas más prestigiosas. Pero decía más, también esperaba el reconocimiento por parte de aquellos feminismos a los que desde esta posición condenaba a no-ser: «Me resulta insatisfactorio el escaso reconocimiento a estos feminismos de mujeres blancas que hoy permiten edificar otros feminismos más atentos a las opresiones específicas». Y lo planteaban desde la soberbia de quien cree que tiene la voz y el análisis. Así al menos lo percibía la feminista negra, bell hooks:
A menudo las feministas blancas actúan como si las mujeres negras no supiesen que existía la opresión sexista hasta que ellas dieron voz al sentimiento feminista. Creen que han proporcionado a las mujeres negras «el» análisis y «el» programa de liberación. No entienden, ni siquiera pueden imaginar, que las mujeres negras, así como otros grupos de mujeres que viven cada día en condiciones opresivas, a menudo adquieren conciencia de la política patriarcal a partir de su experiencia vivida, a medida que desarrollan estrategias de resistencia ―incluso aunque ésta no se dé de forma mantenida u organizada.
La recuperación de la historia (de su historia) es, pues, absolutamente central. Así lo han entendido también las grandes teóricas del feminismo negro. En esta misma antología, lo dice con claridad Hazel Carby:
La herstory de las mujeres negras está entretejida con la de las mujeres blancas pero esto no significa que sean las mismas historias. Tampoco necesitamos que las feministas blancas escriban nuestra herstory por nosotras, pues podemos hacerlo y estamos haciéndolo por nosotras mismas. Sin embargo, cuando ellas escriben su herstory y la llaman historias de mujeres, e ignoran nuestras vidas y niegan su relación con nosotras, ése es el momento en que están actuando dentro de las relaciones racistas y escribiendo así historia.
Esta antología es también una invitación a la escritura de una Herstory en mayúsculas, que no sólo incorpore la herstory de las mujeres negras (ésa que están escribiendo desde hace más de un siglo las mujeres negras) en un marco conceptual previamente construido, sino una Herstory construida dialógicamente.
Éste es de momento uno de los grandes retos del feminismo, sobre todo del que se ha construido desde una posición hegemónica. Incorporar a las otras en un discurso en el que se reconozcan. Entenderlas desde sus propios códigos. Sumar incluso esos códigos al discurso hegemónico que ya desde esa incorporación tiene que ser necesariamente distinto. Para eso, claro, hay que reconocerle a la otra la capacidad para pensar-se.
Donna Haraway hablaba de una conexión mundial feminista, que planteaba como la esperanza de otro lugar:
Este «otro lugar» adquiere existencia debido al movimiento feminista arraigado en la especificidad y en la articulación, no en identidades comunes ni en la suposición de un derecho o de una habilidad particular de «representar» a nadie. Lo «particular» en el movimiento feminista no recoge un individualismo liberal ni un aislamiento desolador de diferencias sin fin ni, mucho menos, un rechazo a la esperanza de un movimiento colectivo. Pero los medios y los procesos del movimiento colectivo deben ser imaginados y puestos en práctica según nuevas geometrías.
La epistemología alternativa que Patricia Hill Collins propone para acercarse al pensamiento feminista negro nos permite imaginar esas nuevas geometrías. Porque este enfoque permite a las mujeres afroamericanas llevar el punto de vista de las mujeres negras a mayores diálogos epistemológicos relativos a la matriz de dominación. Ella lo explica de una forma muy gráfica:
Cada grupo habla desde su propio punto de vista y comparte su propio conocimiento parcial, situado. Pero dado que cada grupo percibe su propia verdad como parcial, su conocimiento es inconcluso. Cada grupo se transforma en el más capacitado para considerar los puntos de vista de otros grupos sin renunciar a la singularidad de su punto de vista o a las perspectivas parciales de otros grupos. Parcialidad, y no universalidad, es la condición para ser escuchado.
Documento adjunto:
No hay comentarios:
Publicar un comentario