Sólo tres meses después de cumplirse el 11º aniversario del inicio de la segunda guerra de Irak, y cuando el grueso de las tropas de EEUU y sus aliados ya se han retirado tras estabilizar y democratizar el país, la guerra sectaria alcanza uno de sus niveles más altos, amenazando con desbordar las fronteras nacionales.
Roberto Montoya, miembro del Consejo Asesor de Viento Sur. Su último libro es Drones, la muerte por control remoto (Akal, 2014). En VS
La ofensiva militar iniciada hace pocos días por el ISIS (Ejército Islámico de Irak y Levante, en sus siglas en inglés), está resultando arrolladora. Tras la caída de Mosul, la segunda ciudad en importancia del país -dos millones de habitantes- después de cuatro días de feroces combates entre los yihadistas y las tropas gubernamentales, el ISIS continuó con gran celeridad abriéndose paso hacia el sur del país.
En su camino ha tomado por asalto importantes ciudades como Tikrit, Baiji -donde se encuentra la principal refinería del país- Yalula, en el este del país, localidades del oeste, en la provincia de Anbar, y muchas otras, amenazando las ciudades santas de Nayaf y Kerbala y colocándose en pocos días a las puertas de la propia Bagdad, una ciudad de 6,5 millones de habitantes.
Más de medio millón de personas han huido ante el avance de los fundamentalistas. El grueso de las tropas gubernamentales asentadas en las zonas atacadas ha abandonado las armas y ha huido o se ha entregado a los insurgentes.
La propia ONU ha reconocido la muerte de numerosos civiles a causa de los ataques gubernamentales contra los rebeles.
A pesar de no haber consolidado totalmente su control sobre las ciudades tomadas por asalto, la amplitud e intensidad de sus ataques han hecho temer al Gobierno del chií Nuri al Maliki por su propia supervivencia. Los combates en localidades cercanas a la capital y los ataques suicidas sincronizados en distintos puntos de Bagdad demostraban que no se trataba de simples ataques puntuales relámpago de pequeñas unidades de milicianos.
El ISIS, el más poderoso y más ultra grupo armado yihadista que opera en Irak y Siria, enfrentado desde hace tiempo con la dirección central de Al Qaeda, parece convencido de poder librar esta vez un combate frontal y generalizado contra el régimen de Nuri al Maliki, tras haber conseguido varias victorias militares en los últimos meses.
El polémico primer ministro, en el poder desde 2006 y refrendado por las urnas en abril pasado, ha alimentado el odio en un sector creciente de la población, con su política ultra sectaria frente a las minorías suní y kurda y la brutalidad con la que responde las protestas sociales y toda disidencia.
El ISIS ha capitalizado también ese malestar y ha conseguido que muchas otras milicias locales suníes de las ciudades atacadas se sumen al combate abierto contra las fuerzas gubernamentales.
EEUU prevé acciones pero no la vuelta de las tropas
La actual ofensiva se ha lanzado premeditadamente en momentos críticos para Al Maliki, cuando este aún mantiene duras negociaciones para formar gobierno con los líderes de las otras formaciones de la coalición Estado de Derecho con las que acudió a las urnas.
El Gobierno iraquí, presionado por las protestas populares a las constantes matanzas de civiles provocadas por los ataques con drones y cazabombarderos estadounidenses, o las acciones de mercenarios de compañías al servicio del Pentágono, rechazó firmar con EEUU el tratado de seguridad que le reclamaba Obama. EEUU pretendía obtener inmunidad total para el pequeño contingente de tropas, fuerzas especiales, espías y mercenarios que quedara una vez finalizada totalmente la retirada a fines de año. Y esa decisión de Al Maliki tiene su coste; ahora le pasa factura.
EEUU ya no tiene unidades de combate sobre el terreno y Barack Obama descarta la posibilidad de una vuelta de las tropas. En su discurso televisado del viernes pasado el presidente hizo una clara alusión al No que recibió de Al Maliki sobre el tratado de seguridad: “Estados Unidos no puede involucrarse simplemente en una acción militar en ausencia de un plan político de los iraquíes que nos dé seguridad de que están preparados para trabajar conjuntamente con nosotros”.
“No podemos repetir la situación anterior, cuando nosotros estábamos allí y teníamos que cerrar un ojo”, en alusión a las divisiones constantes en la sociedad y gobierno iraquíes.
Obama, en definitiva, intenta responsabilizar al Gobierno de Al Maliki y el resto de fuerzas políticas de no haber aprovechado la ayuda de EEUU y haber ahondado sus divisiones internas.
En cualquier caso, el presidente estadounidense se encuentra en una situación extremadamente embarazosa. Contaba con poder terminar su mandato sin nuevos dolores de cabeza sobre el tema, pero ahora no puede negar ante el mundo entero el fracaso de la misma y la situación dramática en la que se encuentra la población de ese país. Máxime cuando existe un riesgo real de que el conflicto desborde las fronteras nacionales y afecte de lleno también a Siria, Turquía e Irán. Más de 80 turcos, la mayoría de ellos empleados del consulado en Moscú -incluido el propio cónsul- y una treintena de camioneros, son rehenes de los insurgentes.
Los milicianos del ISIS entran y salen por las fronteras entre Siria e Irak, reivindicando que han dado ya con ello el primer gran paso para la eliminación de fronteras y la instauración de su anhelado califato islámico. Irán, por su parte, ve cómo los combates del noreste del país, cercanos al Kurdistán, se libran a decenas de kilómetros de su territorio.
En su discurso del viernes pasado Obama dijo: “Dada la naturaleza de estos terroristas, supone eventualmente también una amenaza para los intereses americanos”. “No enviaremos tropas nuevamente a combatir en Irak, pero he pedido a mi equipo de seguridad que prepare una serie de opciones”. El presidente estadounidense aclaró que tomará “varios días” adoptar una decisión. “Queremos estar seguros de que tenemos datos precisos sobre la situación que hay allí. Queremos estar seguros de contar con todos los datos de Inteligencia necesarios para que yo pueda ordenar acciones, hay que definir los objetivos, que los ataques sean precisos y que haya garantías de obtener el efecto buscado”.
Irán, en máxima alerta
El Gobierno del chií Hasan Rohani ha prometido ayuda a su aliado Al Maliki, pero sabe bien que no puede llevar a cabo una intervención militar directa de su poderoso ejército en el vecino Irak. Sería el detonante de una situación que podría envolver en llamas a toda la región.
Las tropas iraníes están en máxima alerta, como lo están las tropas de otro país vecino, Turquía.
El general Gassem Suleimani, comandante de la Force Quds de los Guardianes de la Revolución iraníes y máximo responsable en las operaciones extraterritoriales, visitó días atrás Bagdad para conocer de primera mano las previsiones de las fuerzas armadas iraquíes y valorar la ayuda que pueda prestar Irán, lo que da una idea de la gravedad de la situación.
La ineficacia de las fuerzas armadas y de seguridad iraquíes -300 000 hombres adiestrados y armados por EEUU-, y las deserciones en sus filas, no le permiten garantizar una victoria militar contra las milicias yihadistas. Por ello el Gobierno ha hecho un llamamiento a todos los hombres en edad de combatir para “renovar las fuerzas armadas”.
En apoyo a su llamamiento ha salido el principal líder chií iraquí, el Gran Ayatolá Ali al-Sistani, quien ha urgido en la plegaria de los viernes a los chiíes a unirse a la ’yihad’ (guerra santa) para derrotar a los atacantes. Al-Sistani no sólo es sumamente respetado por la comunidad chií sino incluso por sectores suníes. Miles de hombres de todas las edades comenzaron a apuntarse como voluntarios solo una hora después de escuchar su llamamiento.
El representante de Al Sistani, el jeque Abdul Mehdi al-Karbalaie, aclaró a los voluntarios que se debían limitar por ahora “a cubrir las bajas producidas en las fuerzas de seguridad” por muerte o deserción.
Al Sistani reclamó igualmente a los gobiernos de Irán y EEUU que acudieran “antes de que sea tarde” en auxilio del Gobierno iraquí.
Se desconoce cuál es la ayuda concreta que pueda ofrecer finalmente Irán, y, por parte de EEUU, Obama aparentemente solo contempla la posibilidad de enviar drones armados y cazabombarderos para atacar las columnas de milicianos del ISIS que actualmente se desplazan sin casi resistencia por amplias zonas del enorme terrritorio iraquí.
En manos de los kurdos
Ante tal situación de emergencia el Gobierno de Al Maliki ha decidido pedir auxilio a los representantes del estable gobierno autónomo del Kurdistán, que cuenta con la poderosa fuerza de los ’peshmerga’. Miles de estos veteranos combatientes kurdos, que cuentan con moderno armamento semi pesado y pesado, han partido ya para distintas ciudades y localidades situadas en su frontera con el resto de Irak para defenderlas de cualquier ataque. Mosul se encuentra a menos de cien kilómetros de distancia de Erbil, la capital del Kurdistán. Los ’peshmerga’ se han desplegado igualmente fuera de sus fronteras, en lugares abandonados a su suerte por las tropas gubernamentales, como la ciudad de Kirkuk, rica en petróleo y que el gobierno kurdo reclama desde hace años como parte importante del Kurdistán.
La dependencia de Al Maliki de un aliado semejante en esta coyuntura, el único que por el momento parece capaz de frenar la ofensiva del ISIS, tendría sin duda un importante costo posterior político y previsiblemente también territorial, pero su gobierno no es precisamente el que puede poner condiciones en este momento. Su margen de maniobra es estrechísimo.
En momentos como este, en que los soldados han comenzado incluso a construir trincheras en los límites de la capital -con mayoría de población suní- y a fortalecer sus defensas ante un posible asalto de los yihadistas desde tres frentes distintos, Al Maliki ni siquiera ha conseguido respaldo del Parlamento para declarar el estado de emergencia.
El fracaso económico, político, militar cosechado por EEUU en Irak y su impotencia para enfrentar por otras vías una situación extrema como la actual, le hacen temer una derrota geoestratégica de aún mayor calado. Esto ha reabierto en el seno de la Administración Obama y el Pentágono el debate sobre la estrategia a seguir. Y la vía que parece empezar a tomar cada vez más cuerpo es tender a la balcanización de Irak, al reconocimiento internacional de la fragmentación del territorio iraquí en tres zonas independientes controladas por chiíes, suníes y kurdos. La misma fórmula que en definitiva parece alentarse para otras situaciones igualmente incontrolables, como la de Libia y Siria.
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