viernes, 6 de junio de 2014

Tailandia: El ejército toma el poder para una contrarrevolución conservadora

El golpe de estado militar, realizado el 20 de mayo y oficializado dos días más tarde, concluye un largo período de conflictos políticos en Tailandia, durante el cual el gobierno salido de las elecciones legislativas de 2011 se ha visto privado progresivamente de todos su medios por las fuerzas conservadoras del país. 

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Pierre Rousset, en NPATraducción: Faustino Eguberri para VIENTO SUR

Desde noviembre de 2013, se han organizado manifestaciones masivas en Bangkok, la capital, para paralizarlo y exigir su dimisión. El pasado 7 de mayo, el Tribunal constitucional ha hecho dimitir a la primera ministra Yingluk Shinawatra: un verdadero golpe de estado judicial. Ahora, el general en jefe del ejército, Prayuth Chan-Ocha, ha tomado directamente las riendas del poder.

Controlar la situación

El golpe de estado militar del 20 de mayo –el 19º desde el que, en 1932, puso fin a la monarquía absoluta– sanciona el fracaso del proceso de “modernización” institucional iniciado en 1992 con la adopción de una Constitución relativamente progresista para el país. Ese proceso había permitido la llegada al poder de nuevos sectores de la burguesía encarnados por Thaksin Shinawatra, así como la movilización electoral de sectores populares rurales (en el norte y noreste) o urbanos (en Bangkok). El régimen entró entonces en crisis, obligado en cierta forma a reformarse en profundidad. Una perspectiva impensable para las élites tradicionales: el palacio, el ejército, las instituciones conservadoras, las grandes familias...

Los militares intentaron frenar a los “reformadores” mediante la represión sangrienta (93 muertos) en 2010 de los “camisas rojas”, constituidos en lo esencial del “pueblo llano” que apoyaba a Thaksin (debido a los programas sociales que éste había puesto en marcha), pero esto no bastó para impedir una nueva victoria electoral de su partido, el Pheu Thai, y el nombramiento de su hermana, Yingluck, como primera ministra/1.

Las fuerzas reaccionarias (en el sentido literal) intentan realizar hoy lo que no lograron en 2010-2011: un control general del país. En nombre de la lucha contra la corrupción y el nepotismo (dos males compartidos por todas las élites del país), han sabido movilizar a las llamadas “clases medias” bangkokianas. Anuncian una verdadera (contra)revolución conservadora, evocando incluso la vuelta a un régimen electoral de sufragio censitario. Apuntan a la vez contra el clan de los Thaksin, contra el ascenso del poder político de nuevos empresarios y comerciantes, contra los sectores populares que reclaman reformas sociales y contra los defensores de un régimen democrático.

Persistencia de las resistencias y alternativa

El ejército ha procedido a una serie de detenciones y ha emplazado a personalidades progresistas para que se presenten en sus dependencias. Sin embargo y a pesar de los peligros que corren, se han producido ya manifestaciones contra el golpe de estado en diversos sectores de Bangkok, en Chiangmai (en el norte) y en otras ciudades.

Esas movilizaciones muestran que las redes construidas a lo largo de los años en el marco del movimiento de las “camisas rojas” siguen implantadas y activas –aunque sigan sin haber dado nacimiento a una dirección política independiente del clan Thaksin y su entorno. Sin embargo, la resistencia al golpe de estado no vendrá de estos últimos, sino de sectores populares. Desde la casi desaparición del Partido Comunista en los años 1980, sigue sin reconstituirse en Tailandia un partido significativo de izquierdas, pero existe un gran número de redes sociales muy militantes que han acumulado a lo largo de los años una experiencia preciosa. Es de ahí de donde viene la esperanza.

Los llamamientos a la solidaridad internacional han sido lanzados por la Asamblea del Pueblo, la Comisión Asia de Derechos Humanos, la Acción por la Democracia del Pueblo en Tailandia (ACT4DEM) y han sido apoyados por numerosas organizaciones de izquierda de la región, como el PSM (Malasia), el AWP (Pakistán), el PCB-ML (Bangladesh), el PLM (Filipinas), o por personalidades “altermundialistas” como Walden Bello. La solidaridad internacional debe manifestarse –y hacerlo no sólo en Asia.

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