lunes, 23 de junio de 2014

Argentina: Sobre la década kirchnerista

Este artículo ha sido elaborado colectivamente por un grupo de estudio conformado por compañeras y compañeros adherentes a movimientos sociales. Dirección de correo electrónico: juanadelpozo2001@gmail.com. En 

1. Frente a la crisis de dominación del capitalismo en la Argentina de principios de siglo –cuyos momentos más destacados se ubican en los años de la insumisión social de 2001 y 2002–, el kirchnerismo fue, en primer lugar y esencialmente, la respuesta estatal-capitalista más eficaz y exitosa para el retorno al encauzamiento institucional y para la neutralización de la rebeldía y los espacios de autodeterminación social que se expresaban multitudinariamente en el grito ¡Que se vayan todos!

2. Los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner abrieron una esperanzadora ilusión en amplios sectores de la población que venían de soportar y sufrir los furiosos embates del capitalismo en la década de los noventa, frente al cual la rebeldía social desarrolló colosales movilizaciones y rebeliones no sólo en la Argentina sino en muchos países de América Latina. Sin embargo, como era de esperarse, desde el poder no se favoreció el despliegue de la autodeterminación social y la práctica de la autonomía, por el contrario, cumpliendo su naturaleza de clase capitalista, estos gobiernos impulsaron la desmovilización, la disolución y cooptación de las organizaciones horizontales, el retorno a la normalidad institucional e intentando impedir que las luchas sociales se encaminen hacia la construcción de otro mundo posible, no capitalista.

3. Allí donde otros sectores y partidos políticos en disputa con el kirchnerismo –algunos de los cuales fueron conformando más tarde la denominada oposición– fallaron en contener y clausurar el proceso de rebelión y autonomía de aquellos años, el kirchnerismo se impuso como la única estrategia estatal poderosa y capaz de llevar adelante la recomposición de la gobernabilidad capitalista.

4. El carácter restaurador –de consolidación y profundización– de las relaciones sociales capitalistas del kirchnerismo difícilmente puede ser comprendido utilizando las categorías cerradas de la ciencia social dominante. Con categorías inmóviles y homogéneas y formas fetichizadas por las relaciones sociales capitalistas tales como Estado, nación, gobierno, poder, hegemonía, el kirchnerismo puede presentarse y justificarse como menos salvaje que otros modelos capitalistas. Por el contrario, pensado con categorías abiertas, como procesos de movilización y de lucha, el kirchnerismo desnuda su carácter profundamente reaccionario y funcional a la estrategia de dominación y fetichización del sistema de explotación capitalista.

5. El kirchnerismo desarticuló a la mayor parte de los movimientos autónomos surgidos en aquellos años. Lo hizo por medio de diversas estrategias, todas con mismo objetivo neutralizador de la rebeldía social: la cooptación política, la dádiva y la sujeción económica, el desarrollo de una cultura esencialmente clientelar, el subsidio estatal, la estatización de numerosos espacios de lucha de derechos humanos. Cuando fue necesario, también lo impuso a través de la judicialización y criminalización de la protesta social o, directamente, por medio de la represión violenta, como en el caso de los movimientos de pueblos originarios en algunas provincias.

6. Con el afianzamiento del kirchnerismo se impulsaron políticas y discursos que se propusieron superar la profunda crisis de representatividad del modelo electoral capitalista (democracia delegativa), puesto en cuestión estructuralmente durante los años anteriores con la generación de espacios de movilización social que se construyeron con prácticas de democracia directa y horizontalidad.

7. El alegato político del kirchnerismo se apoya en oposiciones binarias simples y engañosas, un ejemplo de ello es la repetida dicotomía entre un capitalismo de palabra progresista frente a otro capitalismo salvaje neoliberal. De esta manera, se escamotea que tanto el neoliberalismo como las otras variantes capitalistas no son sino formas coyunturales y momentos históricos particulares de un sistema social basado en la explotación y la dominación social.

8. Estas oposiciones binarias discursivas promueven la existencia de supuestas rivalidades de fondo –con gran despliegue mediático y periodístico– entre partidos o fracciones burguesas (Kirchnerismo/Oposición) que no son sino disputas en el seno de los sectores dominantes de la sociedad y que no cuestionan, ni pretenden cuestionar, al sistema de dominación y explotación social capitalista.

9. Parte del éxito logrado por estas políticas del kirchnerismo tienen su explicación en el hecho de que desde el Estado los tradicionales partidos políticos de la clase dominante y también desde los partidos políticos llamados progresistas y denominados de izquierda se impulsó una política que, sistemáticamente, ha planteado como modelo el fortalecimiento y la participación en las instituciones verticales y jerárquicas y el abandono de la horizontalidad y la autodeterminación.

10. Desde el Estado se intervino en movimientos sociales autónomos o semiautónomos y en el proceso de las fábricas recuperadas con políticas de subsidios y planes estatales con el objetivo de evitar la profundización y lograr la neutralización de estos procesos, atándolos al carro de las instituciones de gobierno y la “política de lo posible”. De esta manera, los movimientos sociales de origen autónomo fueron disolviéndose o mutando, perdiendo su carácter autoorganizativo, dando lugar a estructuras jerárquicas, organizaciones de representación de tipo tradicional y nuevos partidos políticos que participan del sistema de representación electoral.

11. El kirchnerismo fue continuidad y profundización del modelo económico extractivista que comenzó a aplicarse en la década de los noventa (sojización, megaminería, fracking  petrolero, utilización de transgénicos). Por estos medios el Estado obtuvo ingresos que permitieron, entre otras cosas, sustentar su política clientelar y de subsidios como estrategia para la desarticulación de espacios autónomos de protesta y rebelión social e impulsó el consumismo en numerosos sectores de la sociedad.

12. Desde los gobiernos kirchneristas se desarrolló una fabulosa política de control social estatal a partir de la aplicación de tecnologías avanzadas y novedosas de control biométrico que incluso han sido rechazadas en otros países. A partir de 2011 desde el Estado se desarrolla el Sistema Federal de Identificación Biométrica para la Seguridad (SIBIOS), que permite identificar y controlar al conjunto de la población, especialmente aquellos se manifiesten por sus reclamos sociales. El sistema se complementa con la generalización de las cámaras de video, la instrumentación de nuevos documentos de identidad y la aplicación de padrones electorales digitalizados que automáticamente registra a los “infractores” que no concurren a votar.

13. El kirchnerismo constituye una forma fetichizada particular de las relaciones sociales en el capitalismo, en la Argentina posterior al 2001. La afirmación del kirchnerismo como capitalismo “progresista” o “menos malo” cae en el terreno de la fantasmagoría y la ilusión, e impone una lógica de sentido común acrítico y de racionalidad pervertida frente al análisis del capital como relación de dominación social. El kirchnerismo constituye una estrategia política, económica y cultural del capitalismo para el fortalecimiento del Estado y las relaciones de dominación en la Argentina de comienzos del siglo xxi, donde los tradicionales conceptos de izquierda y derecha se confunden entre sí y tienen como común denominador la concepción estatalista de la política.

14. Desde el punto de vista de la lucha por la autonomía y el desarrollo de relaciones sociales alternativas al capitalismo, el kirchnerismo representó la variante capitalista más eficientemente reaccionaria. Esto es así puesto que incluso la opción de la violencia estatal, impulsada por Eduardo Duhalde en 2002, no logró consolidarse y fue derrotada por la enorme capacidad de movilización de las masas. El kirchnerismo, que no fue oposición a Duhalde sino su cómplice y la continuidad de sus objetivos estratégicos, logró desarticular gran parte de los espacios autónomos y las formas políticas alternativas al modelo capitalista-estatal, e impuso el regreso al “hacer política” desde lo institucional y estatal.

15. Los últimos diez años en la Argentina de gobiernos kirchneristas fueron, como se autocalifican, una década ganada… por el capital.

16. Aun cuando la política de encorsetamiento estatalista implementada por el kirchnerismo ha resultado exitosa para sus intereses y los de las clases sociales dominantes en su conjunto, como escribió Walter Benjamin, nada de lo que haya ocurrido en la historia puede darse por perdido. Cada nueva lucha social del presente, en todas sus variantes, complejidades y diferencias es una posibilidad de renovación de la esperanza y la autonomía que se abrieron en 2001-2002 y produce fisuras de insumisión en la telaraña de dominación y explotación social del kirchnerismo y el mundo capitalista.

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