Nabi Saleh es un pequeño pueblo de unos 600 habitantes al noroeste de Jerusalén, en los territorios ocupados de Palestina. Los habitantes sufren la ocupación especialmente por la expropiación de tierras, que les priva de uno de sus principales recursos. Para combatirla se ha organizado un comité popular de resistencia que ha optado por la lucha no violenta, como en muchos otros pueblos palestinos. Pero la particularidad de este pueblo es la alta participación de mujeres en el comité.
Manal Tamini, una de las activistas de Nabi Saleh, explica a la Directa que, además de ser una comunidad pequeña en la que todo el mundo se conoce, “todo el pueblo es una sola familia, la familia Tamini”. Explica que esto les da fuerza como mujeres: “Sé, por ejemplo, que si participo en una protesta todos los de mi alrededor son familia: mi hermano, mi marido, mi primo, mi tío, mi tía…y esto te da una sensación de seguridad porque sabes que todo el mundo te ayudaría si pasara alguna cosa”. Tamini bromea incluso diciendo que en Nabi Saleh son los hombres los que deberían reclamar igualdad de derechos: “Lo sentimos por los hombres, ellos y no nosotras deberían pedir igualdad”.
Más allá de las bromas, dando una mirada de conjunto sobre Palestina, Manal Tamini explica que se puede hablar de una cierta igualdad de hombres y mujeres, al menos por lo que dicen las encuestas. Por ejemplo, en el ámbito educativo, el porcentaje de chicos y chicas que acceden a la universidad es similar. Son los mismos datos que expuso Soraida Hussein, directora del Women’s Affair Technical Committes (WATC), en la charla que dio a principios de diciembre en la sede catalana del Servicio Civil Internacional, en el marco del curso sobre Conflictología y Transformación Social.
De los acuerdos de Oslo a la victoria de Hamás
La educación es probablemente otra de las oportunidades perdidas con los acuerdos de Oslo. Soraida Hussein explica que a principios de los años noventa, mientras se desarrollaban las negociaciones de paz, se establecieron diversos comités técnicos para asesorar a la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) en la creación de un estado palestino. Inicialmente no se previó que existiera un comité de mujeres, pero gracias a la presión de diversos grupos y entidades feministas en los que participaba Hussein, se consiguió que se creara. La directora de WATC explica que entre 1992 y 2000, momento en que estalló la segunda Intifada, se trabajó intensamente en la creación de un nuevo estado desde todas las perspectivas.
Lo define como “una época dorada para todas las organizaciones de mujeres palestinas y en general para toda la sociedad civil”, ya que creían realmente que el nuevo estado llegaría y que sería una oportunidad para decidir desde cero como querían que fuera la futura sociedad palestina. Por ejemplo, sigue explicando, trabajaron mucho para definir cómo deberían ser las nuevas leyes para garantizar una igualdad de género real, o cómo deberían ser los currículums académicos en las escuelas. Creían que “Sería la primera vez que tendrían la oportunidad de educar a una generación palestina libre de la ocupación militar”. Pero el año 2000, la evidencia del incumplimiento de los acuerdos de Oslo y el desencadenamiento de la segunda Intifada, enterraron las esperanzas de cambio. “Mataron el espíritu, la voluntad de edificar”, dice Soraida Hussein, quien recalca que no fue sólo una derrota física sino también moral, porque entre los sectores más activos de la sociedad palestina se instaló la idea de que nuca tendrían un estado propio.
La victoria de Hamás en las elecciones de 2006 fue otra derrota para el movimiento feminista palestino.“Somos mujeres laicas que no queremos que nos gobierne un grupo religioso”, dice Hussein, que explica que siempre ha luchado por una Palestina secular y que lo seguirá haciendo. Considera que, además de las desigualdades de género intrínsecas al modelo social de Hamás, la gente religiosa cree tener más derechos que los demás a controlar la sociedad y que les “roban espacios” de libertad y de decisión.
Al mismo tiempo, la ocupación militar de los territorios palestinos condiciona de forma indiscutible, según Hussein, los movimientos feministas y los diferencia de los que pueda haber en otros territorios. “Estar encarcelados físicamente tiene el potencial de encarcelarnos también espiritual y mentalmente”, dice. Por eso, parte de su lucha consiste en romper estas prisiones espirituales y mentales aunque físicamente sigan sin ser libres. Manal Tamini ve los efectos de la ocupación también en los rincones más íntimos de cada hogar y cree que la ocupación condiciona no solo los movimientos sociales sino el mismo estado de ánimo de las personas: “A veces el impacto de la situación general es negativo en las vida de las mujeres”. Y pone un ejemplo: “Cuando los hombres no tienen trabajo, son ex-presos o han sido heridos gravemente y no pueden trabajar, el estrés, la ira y los sentimientos de impotencia generan un impacto negativo en su familia y en su mujer”.
A pesar del derrotismo que podría originarse por los acontecimientos de los últimos quince años, Soraida Hussein habla también de victorias, como la nueva ley de protección de la familia que, cuando sea aprobada, prevé la protección de las mujeres víctimas de la violencia de género. Aunque asegura que están trabajando más que nunca pero con pocos resultados y que necesitan aprender nuevos mecanismos para mejorar.
Las mujeres en la resistencia palestina
Algunos de los éxitos que tanto cuestan de conseguir se dan también en Nabi Saleh, donde Manal Tamini explica que cuando se creó el comité popular de resistencia nunca se planteó el rol que debía desempeñar cada persona: “Todo lo hacemos juntos y por tanto no hay diferencia”, dice. La mayor parte de las mujeres del pueblo participan en la resistencia de una forma u otra. Tamini dice que para ellas es natural hacerlo puesto que las hieren, las arrestan y las humillan…igual que a cualquier hombre. Pero también argumenta que las mujeres palestinas tienen un doble sufrimiento: en primer lugar el propio, precisamente porque ellas también son heridas, arrestadas, humilladas… y al mismo tiempo sufren cuando sus hombres (marido, hijo, hermano, padre,…) son arrestados, heridos o asesinados, ya que ellas deben asumir los roles de los dos. Por eso, sigue explicando, incluso si los hombres no quisieran que participaran en la resistencia, ellas ya están. Pero, si tantas mujeres se implican en la resistencia contra la ocupación en Nabi Saleh, es porque se sienten apoyadas. “Somos una familia y los éxitos de las mujeres son un éxito para todo el pueblo”, explica Tamini.
Para que la experiencia de Nabi Saleh no sea una anécdota y para alimentar y fortalecer las luchas de todos los comités populares de Palestina, se encuentran y comparten experiencias a menudo. Con este objetivo organizaron una conferencia de mujeres a principios de 2014, en la que participaron personas de Nabi Saleh, del valle del Jordán, de Jerusalén, Ramala, Nablus, Hebrón, e incluso de algunas ciudades palestinas que actualmente están en el interior de las fronteras de Israel. “Intentamos encontrar la mejor manera de implicar a las mujeres en la resistencia porque las mujeres tienen recursos muy importantes”, explica Tamini.
Sin embargo no todo el mundo entiende que nacionalismo y feminismo se entrelazan, en el camino que se supone que debe llevar a la sociedad palestina hacia una transformación social más igualitaria y hacia la liberación nacional. Para Soraida Hussein es necesario que la agenda propia de los movimientos feministas se incluya en la de otros movimientos y se trabaja en ello, “pero todavía queda mucho por aprender”. Sin embargo ellas lo tienen claro: “Se dice que feminismo y nacionalismo no van juntos, pero para nosotras las palestinas el movimiento de la mujer nació en el interior del movimiento nacionalista”. Por eso se definen como “militantes de un movimiento de liberación en el que luchamos por los derechos de las mujeres” y entienden que se trata de dos luchas que se desarrollan a la vez.
La transformación social llevará a la igualdad, pero la paz sólo llegará con la justicia. Soraida Hussein lo ejemplifica diciendo que “para las refugiadas, la paz es volver a casa; para las madres de los presos, la paz es que los liberen; para el conjunto de la población palestina, la paz es ser libre y poder viajar libremente”
No hay comentarios:
Publicar un comentario