Declaración del Buró Ejecutivo de la IVª Internacional
Desde hace más de 50 años la Administración estadounidense, por la que han pasado diez presidentes, no ha dejado de intentar destruir la revolución cubana. Desarrolló todo tipo de iniciativas para destruir Cuba: Intervención militar en Bahía de los Cochinos en 1961, complots para asesinar a los dirigentes cubanos, embargo económico para asfixiar la vida en la isla y presiones de todo tipo para aislar el país. Como ha reconocido Obama, esta estrategia ha fracasado. Cuba se mantuvo firme ante la primera potencia imperialista del mundo. Esto ha acarreado dificultades y sufrimiento, pero Cuba se ha mantenido firme, convirtiéndose en una referencia anti-imperialista para toda la izquierda latinoamericana.
Más aún; cuando en los años 1990 el bloque soviético se hundía a causa de las presiones del imperialismo y de sus contradicciones internas, con una burocracia que en esos momentos optó por desarrollar un papel activo en la restauración capitalista, muchos observadores predijeron la caída del régimen cubano. Es verdad que la isla, que dependía en gran medida de la ayuda soviética, conoció una crisis sin precedentes, con una economía muy debilitada que los cubanos denominaron “el período especial”. Aún con límites, la economía tardó diez años en recuperarse (a través de la asociación del Estado con capitales europeos en el sector turístico y, más tarde, con la ayuda del petróleo venezolano) pero no llegó a superar una serie de problemas estructurales agravados por el embargo norteamericano, que se vio reforzado por la ley Helms-Burton. La burocratización del régimen, la asfixia de las libertades democráticas, sus efectos sobre la movilización popular pesaron sobre la situación en la isla. Hay que señalar también, más allá de las intervenciones actuales de Mariela Castro -la hija de Raúl-, las restricciones en lo que respecta a la auto organización de las mujeres, el movimiento LGBTI y otros grupos oprimidos.
Ahora bien, a pesar de todos esos problemas, el imperialismo americano no llegó nunca a quebrar la revolución: esta resistencia no se puede comprender sin tener en cuenta la dinámica anti-imperialista, y el carácter nacional, popular, socialista de la revolución de 1959. No hay que olvidar que la revolución cubana derrocó a las clases dominantes de la época. Si el régimen ha logrado mantenerse, se debe a que es la expresión de esa formidable dignidad cubana, de la aspiración profunda a la soberanía nacional y popular de ese pueblo, del profundo rechazo a no volver a la situación precedente a la revolución que hizo de Cuba el “prostíbulo” de los EE UU de América. La resistencia cubana no hubiera tenido esa fuerza sin los logros iniciales de la revolución y una serie de conquistas sociales, sobre todo si se le compara a otros países de América Latina, en lo que respecta a la salud y a la educación. Esta dignidad se expresa también en una de aspectos de la política internacional de la dirección cubana: el apoyo a las iniciativas revolucionarios en América latina en los años 1960, el combate del Che Guevara o el apoyo en Angola a quienes se oponían al régimen de apartheid sud-africano. Desgraciadamente, también apoyó la intervención soviética en Checoslovaquia en agosto de 1968. Pero el internacionalismo siempre ha constituido un valor fundamental en la educación en Cuba. Actualmente esto se traduce, una vez más, en el envío de médicos a través del mundo: particularmente a Venezuela, pero también, como se puede constatar, a África donde el trabajo humanitario de las y los médicos y voluntarios cubanos es mundialmente reconocido en el combate contra el virus del Ébola. Asimismo, según organizaciones ecologistas que relacionan el desarrollo humano y el cálculo en el consumo de energía y recursos Cuba constituye un ejemplo en lo que respecta el desarrollo sostenible.
Esta resistencia ha sido capaz de hacer frente a la confrontación político militar con el imperialismo norteamericano, pero no ha sido suficientemente fuerte para resistir a las presiones del mercado mundial capitalista. Una vez más se confirma, de forma trágica, que no se puede “construir el socialismo en un solo país”. Esta presión ha castigado y deformado una economía muy poco diversificada -turismo, monocultivo de azúcar, explotación de níquel- y muy dependiente de las importaciones, sobre todo en lo que respecta a los productos de primera necesidad. Esto ha llevado a impulsar la introducción de mecanismos de mercado a través de la economía “cuentapropista” -el sector de autónomos- y, también, a despidos de personal en el sector público, sobre todo en las empresas azucareras. Todo ello ha reforzado y cristalizado las desigualdades entre una capa dominante del aparato de Estado vinculada al a jerarquía militar que a menudo mantiene relaciones comerciales con grandes empresas multinacionales capitalistas y, también, de quienes tienen acceso al dólar (privilegio de quienes parten al extranjero o trabajan en la industria turística o en la biotecnología) y la gran mayoría del pueblo cubano. Estas desigualdades y el mayor poder de esta capa dominante pueden constituir las bases de una evolución a lo vietnamita o a la china -un capitalismo de Estado combinado con un régimen burocrático autoritario del Partido Comunista- con características propias. Ahora bien, Cuba no es Vietnam y mucho menos China. Es difícil ver cómo un sistema semejante puede asegurar la independencia nacional de Cuba. Situada a 150 Km. de Estados Unidos y bajo la presión del imperialismo norteamericano y de la burguesía cubano-americana de Miami, Cuba sólo podrá resistir mediante la movilización social y la recuperación del proyecto revolucionario. A lo largo de estos últimos años, frente a estas contradicciones, la dirección cubana ha podido utilizar la ayuda de Venezuela, en particular el envío del petróleo a precios bajos, pero hoy en día, las dificultades de Maduro y del régimen post-Chávez no le permiten continuar ayudando a Cuba como lo hizo durante la última década. De ahí que la situación económica puede agravarse y la importancia de aflojar el control del bloqueo norteamericano.
Hay que decirlo una vez más, la recuperación de las relaciones diplomáticas entre Estados Unidos y Cuba constituyen una buena noticia para el pueblo cubano. Pero, no se trata más que del primer paso. El embargo aún continúa y, por ello, es necesario seguir movilizándose y presionando internacionalmente para que cese.
Ahora bien, aún si la estrategia de Obama sigue adelante, no hay que ser ingenuos. El imperialismo norteamericano no ha renunciado a sus objetivos. Ya que la estrategia de confrontación político-militar ha fracasado, va a ensayar otra estrategia para situar a Cuba bajo su zona de influencia: “bombardear” Cuba de mercancías y capitales norteamericanos. Esta es ya, más allá de la política norteamericana, la opción de sectores importantes del capitalismo americano, sobre todo en el sector agroindustrial, el turismo, las telecomunicaciones, las nuevas tecnologías y las compañías aéreas. Y la resistencia ante esta nueva estrategia puede resultar más difícil que la desplegada estos últimos años.
Por ello el control estatal de las nuevas relaciones comerciales es indispensable para evitar los efectos corrosivos de los flujos económicos y financieros capitalistas. La situación es ya inquietante con la instalación de una Zona Franca en la región del puerto de Mariel y la nueva Ley sobre inversiones extranjeras (que garantiza 8 años de exención fiscal con el objetivo de atraer a nuevas empresas) en la isla. Este control debe ir acompañado de una intervención popular activa debido, sobre todo en los sectores en los que la burocracia cubana puede acomodarse y beneficiarse de estos cambios económicos. Ahora mismo, esta es una cuestión clave.
La extensión que va a conocer el mercado capitalista en Cuba conlleva enormes peligros; entre otros, el desarrollo de la precariedad, la ampliación de las desigualdades, la puesta en cuestión de la soberanía nacional y el fin del desarrollo sostenible. Además, como contrapartida del levantamiento del bloqueo, el imperialismo norteamericano tratará de obtener concesiones del régimen cubano (como, por ejemplo, la “libertad” de comercio).
Para luchar contra estos riesgos, no hay otro camino que la movilización y el control popular, el control y la gestión de las empresas por parte de las y los trabajadores y sus representantes.
La tradición de las luchas sociales y de liberación nacional, así como la existencia de partidarios de la autogestión social que buscan reanudar la relación con esa historia y con la fibra libertaria de la revolución cubana, aún cuando estas corrientes son minoritarias, pueden constituir un activo para el pueblo cubano. Es preciso dar a conocer sus posiciones y la experiencia de esta corriente que tienen algunos vínculos en el seno del Partido Comunista cubano. Digámoslo de nuevo: para beneficiarse de la victoria actual y, al mismo tiempo, proteger al pueblo cubano de los efectos sociales de la presión capitalistas norteamericano, no hay otra vía que favorecer la movilización popular y la constitución de una auténtica democracia socialista. Para ello es necesario garantizar la libertad de expresión y crear las condiciones de un debate democrático en todas las organizaciones populares de Cuba. Esto pasa por la organización del pluralismo en el Partido Comunista cubano y en los movimientos populares.
Es un desafío extraordinariamente difícil dada la relación de fuerzas actual entre el capitalismo global y el movimiento popular a nivel mundial. Ahora bien, la revolución cubana se ha mantenido firme durante más de cincuenta años contra el imperialismo norte-americano, ¿no encontrará, una vez más, una salida original a esta situación?
Ahora bien, a pesar de todos esos problemas, el imperialismo americano no llegó nunca a quebrar la revolución: esta resistencia no se puede comprender sin tener en cuenta la dinámica anti-imperialista, y el carácter nacional, popular, socialista de la revolución de 1959. No hay que olvidar que la revolución cubana derrocó a las clases dominantes de la época. Si el régimen ha logrado mantenerse, se debe a que es la expresión de esa formidable dignidad cubana, de la aspiración profunda a la soberanía nacional y popular de ese pueblo, del profundo rechazo a no volver a la situación precedente a la revolución que hizo de Cuba el “prostíbulo” de los EE UU de América. La resistencia cubana no hubiera tenido esa fuerza sin los logros iniciales de la revolución y una serie de conquistas sociales, sobre todo si se le compara a otros países de América Latina, en lo que respecta a la salud y a la educación. Esta dignidad se expresa también en una de aspectos de la política internacional de la dirección cubana: el apoyo a las iniciativas revolucionarios en América latina en los años 1960, el combate del Che Guevara o el apoyo en Angola a quienes se oponían al régimen de apartheid sud-africano. Desgraciadamente, también apoyó la intervención soviética en Checoslovaquia en agosto de 1968. Pero el internacionalismo siempre ha constituido un valor fundamental en la educación en Cuba. Actualmente esto se traduce, una vez más, en el envío de médicos a través del mundo: particularmente a Venezuela, pero también, como se puede constatar, a África donde el trabajo humanitario de las y los médicos y voluntarios cubanos es mundialmente reconocido en el combate contra el virus del Ébola. Asimismo, según organizaciones ecologistas que relacionan el desarrollo humano y el cálculo en el consumo de energía y recursos Cuba constituye un ejemplo en lo que respecta el desarrollo sostenible.
Esta resistencia ha sido capaz de hacer frente a la confrontación político militar con el imperialismo norteamericano, pero no ha sido suficientemente fuerte para resistir a las presiones del mercado mundial capitalista. Una vez más se confirma, de forma trágica, que no se puede “construir el socialismo en un solo país”. Esta presión ha castigado y deformado una economía muy poco diversificada -turismo, monocultivo de azúcar, explotación de níquel- y muy dependiente de las importaciones, sobre todo en lo que respecta a los productos de primera necesidad. Esto ha llevado a impulsar la introducción de mecanismos de mercado a través de la economía “cuentapropista” -el sector de autónomos- y, también, a despidos de personal en el sector público, sobre todo en las empresas azucareras. Todo ello ha reforzado y cristalizado las desigualdades entre una capa dominante del aparato de Estado vinculada al a jerarquía militar que a menudo mantiene relaciones comerciales con grandes empresas multinacionales capitalistas y, también, de quienes tienen acceso al dólar (privilegio de quienes parten al extranjero o trabajan en la industria turística o en la biotecnología) y la gran mayoría del pueblo cubano. Estas desigualdades y el mayor poder de esta capa dominante pueden constituir las bases de una evolución a lo vietnamita o a la china -un capitalismo de Estado combinado con un régimen burocrático autoritario del Partido Comunista- con características propias. Ahora bien, Cuba no es Vietnam y mucho menos China. Es difícil ver cómo un sistema semejante puede asegurar la independencia nacional de Cuba. Situada a 150 Km. de Estados Unidos y bajo la presión del imperialismo norteamericano y de la burguesía cubano-americana de Miami, Cuba sólo podrá resistir mediante la movilización social y la recuperación del proyecto revolucionario. A lo largo de estos últimos años, frente a estas contradicciones, la dirección cubana ha podido utilizar la ayuda de Venezuela, en particular el envío del petróleo a precios bajos, pero hoy en día, las dificultades de Maduro y del régimen post-Chávez no le permiten continuar ayudando a Cuba como lo hizo durante la última década. De ahí que la situación económica puede agravarse y la importancia de aflojar el control del bloqueo norteamericano.
Hay que decirlo una vez más, la recuperación de las relaciones diplomáticas entre Estados Unidos y Cuba constituyen una buena noticia para el pueblo cubano. Pero, no se trata más que del primer paso. El embargo aún continúa y, por ello, es necesario seguir movilizándose y presionando internacionalmente para que cese.
Ahora bien, aún si la estrategia de Obama sigue adelante, no hay que ser ingenuos. El imperialismo norteamericano no ha renunciado a sus objetivos. Ya que la estrategia de confrontación político-militar ha fracasado, va a ensayar otra estrategia para situar a Cuba bajo su zona de influencia: “bombardear” Cuba de mercancías y capitales norteamericanos. Esta es ya, más allá de la política norteamericana, la opción de sectores importantes del capitalismo americano, sobre todo en el sector agroindustrial, el turismo, las telecomunicaciones, las nuevas tecnologías y las compañías aéreas. Y la resistencia ante esta nueva estrategia puede resultar más difícil que la desplegada estos últimos años.
Por ello el control estatal de las nuevas relaciones comerciales es indispensable para evitar los efectos corrosivos de los flujos económicos y financieros capitalistas. La situación es ya inquietante con la instalación de una Zona Franca en la región del puerto de Mariel y la nueva Ley sobre inversiones extranjeras (que garantiza 8 años de exención fiscal con el objetivo de atraer a nuevas empresas) en la isla. Este control debe ir acompañado de una intervención popular activa debido, sobre todo en los sectores en los que la burocracia cubana puede acomodarse y beneficiarse de estos cambios económicos. Ahora mismo, esta es una cuestión clave.
La extensión que va a conocer el mercado capitalista en Cuba conlleva enormes peligros; entre otros, el desarrollo de la precariedad, la ampliación de las desigualdades, la puesta en cuestión de la soberanía nacional y el fin del desarrollo sostenible. Además, como contrapartida del levantamiento del bloqueo, el imperialismo norteamericano tratará de obtener concesiones del régimen cubano (como, por ejemplo, la “libertad” de comercio).
Para luchar contra estos riesgos, no hay otro camino que la movilización y el control popular, el control y la gestión de las empresas por parte de las y los trabajadores y sus representantes.
La tradición de las luchas sociales y de liberación nacional, así como la existencia de partidarios de la autogestión social que buscan reanudar la relación con esa historia y con la fibra libertaria de la revolución cubana, aún cuando estas corrientes son minoritarias, pueden constituir un activo para el pueblo cubano. Es preciso dar a conocer sus posiciones y la experiencia de esta corriente que tienen algunos vínculos en el seno del Partido Comunista cubano. Digámoslo de nuevo: para beneficiarse de la victoria actual y, al mismo tiempo, proteger al pueblo cubano de los efectos sociales de la presión capitalistas norteamericano, no hay otra vía que favorecer la movilización popular y la constitución de una auténtica democracia socialista. Para ello es necesario garantizar la libertad de expresión y crear las condiciones de un debate democrático en todas las organizaciones populares de Cuba. Esto pasa por la organización del pluralismo en el Partido Comunista cubano y en los movimientos populares.
Es un desafío extraordinariamente difícil dada la relación de fuerzas actual entre el capitalismo global y el movimiento popular a nivel mundial. Ahora bien, la revolución cubana se ha mantenido firme durante más de cincuenta años contra el imperialismo norte-americano, ¿no encontrará, una vez más, una salida original a esta situación?
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