David Perejil. Túnez. En Diagonal
Cuatro años después de que Mohamed Bouazizi encendiera con su suicidio-protesta la chispa final del alzamiento que derrocó a Ben Ali, Túnez afronta el último capítulo de su transición con la ronda final de las elecciones presidenciales. Los jóvenes, protagonistas de las protestas de entonces en el deprimido sur del país y en las manifestaciones de la capital, sienten que sus demandas, sobre todo económicas, no han sido satisfechas. Es más, muchos no se sienten representados por unos partidos políticos alejados de sus necesidades, por lo que muchos optaron por abstenerse.
Por su parte, los activistas centran sus debates en otras preocupaciones. Algunos se decantan por resaltar los grises del proceso de transición y en la necesidad de asentar la democracia frente a aquellas personas que aún piensan en las posibilidades de una revolución que ya no está presente en la vida del país.
Abstenerse o votar
Como en muchos otros lugares del mundo, los activistas priman sus deseos de cambio frente a los análisis de muchas otras personas, que anteponen otros principios o sus necesidades cotidianas. En primer lugar, muchos se debaten entre votar o no hacerlo. En el caso de algunos, no lo harán por razones políticas. Es el caso de Nabil, que tampoco ha acudido en otras ocasiones porque no cree “en los partidos políticos”. Seguirá las consignas de campañas de abstención política de sectores libertarios tunecinos. Otros, como Sonia Ben Yahmed, optarán por votar en blanco. Esta activista de la Asociación Tunecina de Mujeres Demócratas dice que “volveré a hacer lo de siempre porque nadie me representa”. Para ella, tanto Nidaa Tounes como Ennahdha son partidos de derecha, muy alejados de sus preocupaciones de cambio social, igualdad y feminismo, demandas que no “pudo lograr el alzamiento”, ya que recuerda que sólo hubo un cambio de cabeza pero no de régimen y, por tanto, no una verdadera revolución.
Para aquellos que optaron por el Frente Popular la elección no es sencilla. La alianza de izquierdas ha llamado a rechazar a Marzouki, por lo que ha recomendado votar en blanco o hacerlo por Essebsi. Ésas eran las dudas que expresaban en un café de la capital dos jóvenes activistas sociales que habían votado por Hamma Hammami en la primera vuelta. Ante una elección que les situaba fuera de juego, una se inclinaba por participar y hacerlo en clave laica, mientras la otra prefería no ir a las urnas porque ambos “candidatos son igualmente malos”.
Khalil Teber, uno de los organizadores del futuro Foro Social Mundial que se celebrará en 2015, se situaba en la misma disyuntiva. Aunque es consciente de que el viejo régimen volverá si gana un presidente que no sabe si podrá acabar su mandato, dada su edad avanzada, piensa que “Marzouki traicionó los objetivos de la revolución” al proteger las posiciones más retrógradas de los islamistas y no tocar el injusto modelo económico tunecino. En las reflexiones de Teber, que se reconoce deprimido por lo que el llama la “hibernación árabe” frente a las ideas de primavera, pesan y mucho los dos asesinatos a diputados del FP del pasado 2013, que acaban de ser reivindicados por dos tunecinos enrolados en Daesh, el llamado Estado Islámico, pero de los que considera que Ennahdha es responsable moral y políticamente.
Antiguo régimen o asentar la transición
Otras valoraciones se centran más en el peligro de una involución hacia épocas anteriores. De esa opinión es Malek El Khadraoui, director de Inkyfada, que cree que hay “peligro de que se reproduzca la época de Ben Ali”, que cuando derrocó a Borguiba empezó hablando de democracia y libertades y luego rechazó las elecciones y encarceló a todo los miembros de Ennahdha con la “excusa del terrorismo”. El bloguero y confundador de Nawaat cree que los miembros de Nidaa Tounes ya controlan casi todos los resortes de un sistema que no ha cambiado mucho. Así que, aunque no le gusta Marzouki como opción política, valora "que no estuvo involucrado en los actos criminales de las dictaduras en Túnez”.
El Khadraoui cree que la contraposición entre islam y laicismo encarnadas por Nidaa Tounes frente a Marzouki o Ennahdha es falsa. “Hammami empezaba sus discursos diciendo que era musulmán y Essebsi, leyendo una sura del Corán”. El problema, afirma, es que Túnez cuenta con una sociedad conservadora que hay que cambiar, pero que no hay que excluir. “Para mí los resultados de 2011 fueron una decepción, pero al mismo tiempo los islamistas representan al menos a un tercio del país, que les ha seguido votando tras tres años de un gobierno desastroso. ¿Qué hacemos con esta gente? ¿Los metemos a todos en la cárcel? ¿Los mandamos a Afganistán? La justicia debe ser igual para todos”, acaba declarando de manera contundente. Ésa es la valoración también de Lilia Weslaty, redactora-jefe de la web de noticias webdo.tn, que ya votó en primera ronda por Marzouki para evitar la vuelta de elementos del antiguo régimen.
Para el antiguo militante del Congreso por la República Iyad Abidh, Nidaa Tounes y Ennahdha son igual de liberales en economía, al seguir los dictados del FMI y BM, y conservadores. Unos por tradición y otros por religión. Él cree que la sociedad tunecina es suficientemente fuerte, sea para evitar retrocesos en asuntos de igualdad o para exigir que se cumpla con la llamada Justicia Transicional, proceso que juzgará los crímenes de las dictaduras y que Essebsi anunció que querría modificar. “Yo votaré, creo que boicotear elecciones sólo servía con Ben Ali. Y lo haré por los centenares de muertos de estos años, gracias a los que tengo este derecho”.
Ghada Louhichi, integrante de la ONG por la transparencia al-Bawsala aún no se cree haber votado “en las primeras elecciones presidenciales libres de mi vida, algo que era un puro sueño durante la época de Ben Ali”. Ella, que ha participado como observadora en la primera ronda, se centra en mejorar una transición que vive de manera muy ilusionante. En su misma línea está Bechir Beraoui, de la ONG Generación Túnez Libre. “Estoy feliz, no con los resultados, pero sí de decir que hemos pasado ya cuatro elecciones sin dictador. El reto más grande es construir una sociedad civil fuerte y educarnos como ciudadanos. Y acabar con la corrupción y el desempleo, uno de los objetivos de la revolución”. Por último, Jazem Hilaoui, activista por la transparencia en OpenGov.Tn, también quiere resaltar que el hecho de que “hemos tenido un proceso electoral bastante pacífico. Creo que los ciudadanos llamémosles “normales” aún sufren por la desigualdad y la injusticia, pero nos hace falta crear un sentido de solidaridad nacional para construir nuestra sociedad conjunta”.
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