lunes, 13 de mayo de 2013

Niñ@s saharauis víctimas de bombas de racimo. Una criminal realidad

Situaciones y testimonios recogidos por Red de estudios sobre efectos de minas terrestres y muros en el Sahara occidental

-  Sonrisas y lágrimas de Muna Hafed.
El niño víctima de una bomba de racimo en marzo, regresa a los Campamentos de Refugiados Saharauis.


Sonrisas y lágrimas de Muna Hafed


Elisa Pavón para RASD News
Foto: Muna junto con Aziz en el lugar del incidente

 Resulta muy difícil escribir sobre el sufrimiento ajeno, y más aún cuando tratas de entender cómo alguien puede superar un trauma tan terrible como debe ser el hecho de que un artefacto explosivo te arranque de repente parte del cuerpo. Las víctimas coinciden al afirmar que no recuerdan el instante justo de la explosión. Hay quien no olvida cómo le invadió el terror al sentir su pie sobre una mina, hay quien no recuerda nada y, como la preciosa Muna Hadef, hay quien necesita volver al lugar del accidente para entender qué es lo que ha ocurrido.


Aziz Haidar, presidente de la Asociación Saharaui de Apoyo a las Víctimas de Minas (ASAVIM), y Gaici Nah, coordinador de Red de Estudios del Muro y las Minas del Sáhara Occidental (REMMSO), que pasaron por el mismo calvario -y que, por ello, han consagrado sus vidas a la defensa de los derechos de las víctimas de las minas y a la denuncia de su utilización- llevaron a la pequeña Muna a Bir Lehlu, en los territorios liberados del Sáhara Occidental, para enseñarle directamente y mostrarle el peligro y los efectos de las minas y de los distintos artefactos explosivos que hay dispersos por doquier.

Veintidós días después de su accidente, con su cuerpo de 4 añitos dañado por la bomba de racimo que le explotó entre las manos, la niña saharaui más valiente que conozco se enfrentó cara a cara con esa maldita realidad, porque quería entender y porque era necesario hacerle entender, para que el mensaje de su historia, con el tiempo, sirviera de ejemplo a otros niños y niñas saharauis. En los brazos de Aziz Haidar, víctima de una mina maldita que le amputó las dos piernas y una mano, Muna se siente protegida y atiende con arrobo las explicaciones que le ofrecen Aziz y Gaici.

Aprendiendo con Gaici Nah


Y sí, con esas oportunas explicaciones recibidas de la mano de quienes con cariño y delicadeza mejor saben tratar a las víctimas, porque ellos también lo son, Muna siguió adelante, aceptando su nueva condición. Sus hermanos, sus familiares y sus amigos sabrán así que las piedras del desierto esconden secretos peligrosos, con los que no se debe jugar. Diez millones de secretos amuflados de imaginario juguete, diseminados por todo el territorio del Sáhara Occidental por un Marruecos invasor. Por suerte, la sonrisa divina de Muna Hafed borró aquéllas lágrimas, pero no sus recuerdos, convertidos en mensaje de prudencia, de precaución extrema y de agradecimiento a la vida.

Sirva esta denuncia para dejar constancia de lo que no debe seguir pasando en el Sáhara Occidental, por el muro y las minas sembradas por Marruecos desde el inicio de su ocupación.



 El niño víctima de una bomba de racimo en marzo, regresa a los Campamentos de Refugiados Saharauis

Elisa Pavón para RASD News 
Foto: Manfoud Alí, niño amputado por una bomba de racimo del ejército marroquí

 El pasado 9 de marzo, Manfoud Alí, de 12 años, acompañaba a su padre a pastorear por los aledaños de Mheriz, en los territorios liberados del Sáhara. Cuenta que encontró una bola un poco extraña y que la cogió para verla despacio. La golpeó con una piedra para ver si podía abrirla y le explotó en las manos. Esa pelota que él confundió con un juguete no era más que una bomba de racimo, una de las armas más letales que existen y que están prohibidas por todas las convenciones internacionales.

Manfoud sufrió amputación completa de 4 dedos de la mano derecha. Permaneció tres horas esperando que su padre, desesperado, alcanzara a llegar a pedir ayuda. Horas y horas de angustia, miedo, dolor y espera, sin perder el conocimiento en ningún momento. Le trasladaron a Tifariti, pero dada la gravedad de sus lesiones, hubo que evacuarle en un vehículo de la MINURSO al hospital de Tindouf. No eran pocos los problemas de Manfoud, cuando al llegar a esta ciudad argelina le dicen que se lo llevan a Argel, porque no hay especialistas en traumatología pediátrica.

Su madre, que no tenía recursos económicos para viajar hasta Argel para acompañar a su hijo, logró reunir lo suficiente para desplazarse a la capital argelina, donde ha permanecido cuarenta y cinco días cuidando a Manfoud. Ahora, el pequeño vuelve a sonreír, se encuentra ilusionado por haber podido regresar a los campamentos de refugiados saharauis, con sus 5 hermanos y sus padres, en la Wilaya de El Aaiún.

Manfoud habla muy bien español. Ha estado cuatro veces en Murcia, en el programa Vacaciones en Paz. Sus ojos delatan el miedo que siente por un futuro incierto que le espera en los campamentos, pero sus padres y su familia de acogida le

incentivan y animan a que no deje nunca de creer en que tiene suerte de estar vivo y, por ello, debe recuperarse y superarse cada día.

Sus padres lamentan que no sabían que existían minas, nunca escucharon hablar… Mheriz es una zona muy poco habitual de accidentes como estos, que se suceden con más frecuencia de la que se quisiera, en parte, por el gran desconocimiento sobre esta temática. Manfoud dice que “ahora tengo miedo de las piedras”…

Sirva esta denuncia para dejar constancia de lo que no debe seguir pasando en el Sáhara Occidental, por el muro y las minas sembradas por Marruecos desde el inicio de su ocupación.

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