En el día de hoy se han superpuesto dos hechos que marcarán el clima político de la próxima etapa. El juramento del nuevo gobierno, presidido por Enrico Letta, y un tiroteo delante del Palacio Chigi, en pleno centro de Roma, justo delante del gobierno.
Sinistra Crítica. Traducción de Tomás Martínez para Izquierda Anticapitalista
Los primeros comentarios sobre el considerado “atentado” (¿a quién?) culpabilizan a quienes estos días se han opuesto al barullo político institucional entre el centro-derecha y el centro-izquierda. La derecha fascista de Alemanno, La Russa e Gasparri no han tardado en atribuir el episodio al clima de intolerancia contra la clase política instalado en este último período particularmente por el M5S.
El presidente del senado ha sido claro acerca de las implicaciones políticas: hay que “mantener la calma e iniciar un periodo de cohesión social”, pero mientras los periodistas se lanzan sobre el episodio ansiosos de entender si se trata del gesto de un desesperado o de un loco (¿o un loco desesperado?), nos parece útil entender a quién beneficia un gesto de este tipo y qué desarrollos funestos anuncia.
Para comprenderlo basta con desplazar la atención al otro evento del día, ocurrido a pocos metros del tiroteo: el juramento del gobierno Letta. El que nace hoy es un gobierno antipopular, enmarcado en el acuerdo político no más “enmascarado” por los “técnicos” entre el centro-derecha berlusconiano y el centro-izquierda hegemonizado por el PD (SEL, Izquierda Ecología y Libertad, promete una “oposición responsable”, es decir, cómplice de la carnicería social que este gobierno está dispuesto a hacer).
Eso sí, un nuevo gobierno con el debido respeto a los electores llamados a votar para mandar a casa al caimán de Berlusconi de una vez por todas, ilusionados una vez más por la retórica preelectoral de los dirigentes y candidatos del PD. Es también un gobierno antipopular porque responde a las demandas confusas de renovación política que se han expresado en esta etapa, con el atrincheramiento de los partidos políticos que ya sostuvieron al gobierno Monti y que han salido derrotados de las elecciones, en una nueva alianza exactamente de los mismos sujetos.
Este gobierno sabe en definitiva que no goza del favor de la opinión pública (otra cosa es la opinión pública oficial de las grandes cabeceras periodísticas, controladas directa o indirectamente por los partidos de gobierno y los empresarios cercanos) desde su nacimiento, y mucho menos de conquistarlo ensanchando los cordones de la bolsa y distribuyendo prebendas para suavizar la inexorable caída de la economía italiana.
La política económica y social de este gobierno, como hemos subrayado en diversas ocasiones, está escrita en las normas internacionales del pacto fiscal y en la reforma constitucional del artículo 81 que prevé la obligación del equilibrio presupuestario.
El gobierno Letta es la expresión de un intento de la burguesía de hacer la cuadratura para hacer frente a la crisis, descargando todavía más sus costes sobre las trabajadoras y trabajadores, y en general sobre los sectores sociales más débiles. De nada valen las operaciones de maquillaje con retoques en algunos ministerios poco significativos de mujeres jóvenes no ligadas a intereses poderosos (ministras de integración y deporte).
El nuevo ministro de economía Saccomanni, director general del Banco de Italia, se ha expresado claramente por más recortes en el gasto público, para no tener que aumentar la presión fiscal (sobre los más ricos), y quizás aliviarla como prometió Berlusconi en la campaña electoral. Los otros puestos clave del gobierno marcan la continuidad del ejecutivo saliente: el delfín berlusconiano Alfano en Interior, la belicista Bonino en Exteriores, Cancellieri en Justicia, el “sabio” de Napolitano, Enrico Giovannini, presidente del Instituto nacional de estadística, en Trabajo, etc.
Este gobierno necesitará comprimir los espacios de democracia y las manifestaciones de disidencia, empezando por el dolor de estómago de la oposición “responsable” del SEL y la tímida nueva izquierda del PD de Barca (en realidad mucho más decididas han sido las operaciones políticas desde la derecha de D’Alema y compañía). Hay que preparar un movimiento de masas contra las políticas de austeridad impuestas.
Aquí llegamos a la respuesta a la pregunta del inicio: ¿a quién beneficia el episodio de Plaza Colonna?. Trae a la mente un episodio paralelo de la historia italiana reciente, cuando el 16 de Marzo de 1978 fue secuestrado Aldo Moro en el centro de Roma, y horas después se votaba la confianza de un ejecutivo de “unidad nacional”, con el voto favorable del PCI, en un clima en que cualquiera que se atrevía a criticar la operación era acusado de hacer el juego a las Brigadas Rojas.
Hoy no es exactamente lo mismo, pero lo que es seguro es que la burguesía que cuenta en Italia se está preparando para hacer aprobar medidas más antipopulares a pesar de que su clase política no represente a más que una minoría exigua del electorado. La llamada a la paz social y a la cohesión por Grasso, presidente del senado, es significativa en este caso.
Por nuestra parte no nos dejaremos intimidar por estas palabras y avanzaremos en la construcción de un movimiento de masas anticapitalista y libertario, hoy más que nunca necesario para responder del modo adecuado al ataque de la burguesía europea a los salarios y derechos sociales y democráticos.
Sinistra Crítica. Traducción de Tomás Martínez para Izquierda Anticapitalista
Los primeros comentarios sobre el considerado “atentado” (¿a quién?) culpabilizan a quienes estos días se han opuesto al barullo político institucional entre el centro-derecha y el centro-izquierda. La derecha fascista de Alemanno, La Russa e Gasparri no han tardado en atribuir el episodio al clima de intolerancia contra la clase política instalado en este último período particularmente por el M5S.
El presidente del senado ha sido claro acerca de las implicaciones políticas: hay que “mantener la calma e iniciar un periodo de cohesión social”, pero mientras los periodistas se lanzan sobre el episodio ansiosos de entender si se trata del gesto de un desesperado o de un loco (¿o un loco desesperado?), nos parece útil entender a quién beneficia un gesto de este tipo y qué desarrollos funestos anuncia.
Para comprenderlo basta con desplazar la atención al otro evento del día, ocurrido a pocos metros del tiroteo: el juramento del gobierno Letta. El que nace hoy es un gobierno antipopular, enmarcado en el acuerdo político no más “enmascarado” por los “técnicos” entre el centro-derecha berlusconiano y el centro-izquierda hegemonizado por el PD (SEL, Izquierda Ecología y Libertad, promete una “oposición responsable”, es decir, cómplice de la carnicería social que este gobierno está dispuesto a hacer).
Eso sí, un nuevo gobierno con el debido respeto a los electores llamados a votar para mandar a casa al caimán de Berlusconi de una vez por todas, ilusionados una vez más por la retórica preelectoral de los dirigentes y candidatos del PD. Es también un gobierno antipopular porque responde a las demandas confusas de renovación política que se han expresado en esta etapa, con el atrincheramiento de los partidos políticos que ya sostuvieron al gobierno Monti y que han salido derrotados de las elecciones, en una nueva alianza exactamente de los mismos sujetos.
Este gobierno sabe en definitiva que no goza del favor de la opinión pública (otra cosa es la opinión pública oficial de las grandes cabeceras periodísticas, controladas directa o indirectamente por los partidos de gobierno y los empresarios cercanos) desde su nacimiento, y mucho menos de conquistarlo ensanchando los cordones de la bolsa y distribuyendo prebendas para suavizar la inexorable caída de la economía italiana.
La política económica y social de este gobierno, como hemos subrayado en diversas ocasiones, está escrita en las normas internacionales del pacto fiscal y en la reforma constitucional del artículo 81 que prevé la obligación del equilibrio presupuestario.
El gobierno Letta es la expresión de un intento de la burguesía de hacer la cuadratura para hacer frente a la crisis, descargando todavía más sus costes sobre las trabajadoras y trabajadores, y en general sobre los sectores sociales más débiles. De nada valen las operaciones de maquillaje con retoques en algunos ministerios poco significativos de mujeres jóvenes no ligadas a intereses poderosos (ministras de integración y deporte).
El nuevo ministro de economía Saccomanni, director general del Banco de Italia, se ha expresado claramente por más recortes en el gasto público, para no tener que aumentar la presión fiscal (sobre los más ricos), y quizás aliviarla como prometió Berlusconi en la campaña electoral. Los otros puestos clave del gobierno marcan la continuidad del ejecutivo saliente: el delfín berlusconiano Alfano en Interior, la belicista Bonino en Exteriores, Cancellieri en Justicia, el “sabio” de Napolitano, Enrico Giovannini, presidente del Instituto nacional de estadística, en Trabajo, etc.
Este gobierno necesitará comprimir los espacios de democracia y las manifestaciones de disidencia, empezando por el dolor de estómago de la oposición “responsable” del SEL y la tímida nueva izquierda del PD de Barca (en realidad mucho más decididas han sido las operaciones políticas desde la derecha de D’Alema y compañía). Hay que preparar un movimiento de masas contra las políticas de austeridad impuestas.
Aquí llegamos a la respuesta a la pregunta del inicio: ¿a quién beneficia el episodio de Plaza Colonna?. Trae a la mente un episodio paralelo de la historia italiana reciente, cuando el 16 de Marzo de 1978 fue secuestrado Aldo Moro en el centro de Roma, y horas después se votaba la confianza de un ejecutivo de “unidad nacional”, con el voto favorable del PCI, en un clima en que cualquiera que se atrevía a criticar la operación era acusado de hacer el juego a las Brigadas Rojas.
Hoy no es exactamente lo mismo, pero lo que es seguro es que la burguesía que cuenta en Italia se está preparando para hacer aprobar medidas más antipopulares a pesar de que su clase política no represente a más que una minoría exigua del electorado. La llamada a la paz social y a la cohesión por Grasso, presidente del senado, es significativa en este caso.
Por nuestra parte no nos dejaremos intimidar por estas palabras y avanzaremos en la construcción de un movimiento de masas anticapitalista y libertario, hoy más que nunca necesario para responder del modo adecuado al ataque de la burguesía europea a los salarios y derechos sociales y democráticos.
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