Foto tomada de: عدسة شاب حمصي | Lens Young Homsi |
En su introducción a La intoxicación lingüística
Vicente Romano nos advierte de la necesidad de un correcto empleo de la
lengua para que “la comunicación sea eficaz, aumente el conocimiento,
es decir, a que reduzca la ignorancia” para “ampliar el ámbito de la
libertad humana”. Así, al periodista, en tanto que profesional, hemos de
exigirle que actúe como observador, no como actor. Pero, cuando llega
una guerra, la verdad es la primera víctima de esta. Vicente Romano cita
en esta misma introducción al general prusiano Carl von Clausewitz:
“Una gran parte de las noticias que se reciben en la guerra son
contradictorias, otra parte aún mayor son falsas, y la mayor parte son
bastante inciertas…”. Esto es así porque las noticias no son neutrales,
no la escriben observadores sino actores (salvo honrosas excepciones).
Así, en el caso de Siria, ¿a quién creer? Es difícil responder a esto
cuando el emisor, el canal, la noticia y el receptor están muy
contaminados.
La
complejidad de la situación en Siria lo hace difícil, pero a pesar de
todo, hay que tomar partido. Y hay que hacerlo con honestidad. Si vamos a
debatir, quiero saber qué piensa realmente el otro. EEUU y los
partidarios de bombardear Siria se esconden tras una retórica
humanitaria insostenible, pero enturbian el debate con ese discurso.
Otros, tras un efectista discurso anti-imperialista, intentan camuflar
su apoyo al gobierno de Al-Assad. Algunos en cambio lo defienden con la
boca pequeña, haciendo algunas concesiones a la oposición democrática y
laica que inició la revuelta contra el régimen. Luego están las
potencias que hacen de contrapeso a EEUU y sus aliados en Europa y en la
región, con un discurso sobre el derecho internacional y la estabilidad
de Oriente Medio, cuando están pringados en el conflicto hasta las
trancas. Por otro lado, cuando hay procesos populares por medio, en la
guerra no hay solo dos bandos: las guerras las hacen naciones con
intereses, a esto respondíamos con un “No War, but Classwar” cuando
salimos contra la guerra de Iraq.
Personalmente,
yo me opongo tanto al gobierno de Al-Assad como al ataque que pretenden
lanzar EEUU y sus aliados. Y esto, aunque algunos con ceguera política
lo llamen “ni-ni” o equidistancia, es una posición que toma claramente
partido por aquellas personas que, desde la izquierda, exigieron un
cambio en Siria. La oposición democrática y laica está siendo muy clara
en este sentido: nos oponemos a cualquier tipo de intervención militar
en Siria, nos seguimos oponiendo al régimen de Al-Assad, nos oponemos a
cualquier tipo de intervención extranjera en el país que pretenda
secuestrar la revolución. De hecho, este sector de la oposición a
Al-Assad, el sector que inició la revuelta, ya anunció su ruptura con
los sectores yihadistas (apoyados por Arabia Saudí, Qatar y EEUU).
Incluso, representantes destacados como Michel Kilo, ponían en
entredicho el liderazgo ejercido por la Coalición Nacional Siria
(interlocutor refrendado por Occidente).
Las
razones para oponerse a la política de EEUU en la zona son más que
evidentes y han sido una y mil veces repetidas. Y, en cierto modo,
podrían ser el punto que uniera a las distintas voces que desde la
izquierda se solidarizan con el pueblo sirio si una parte de esas voces
no callara ante la intervención de los imperialismos chino y ruso en la
zona. En cambio, las razones para rechazar a Al-Assad parecen no estar
claras. Por un lado, porque la propaganda contra Al-Assad está
hegemonizada por los medios occidentales y, por tanto, hay que estar
bien vacunados y prevenidos contra ellas. Por otro, porque los “medios
no alineados” con el Imperio, basculan obscenamente hacia el otro lado.
Tomar partido: ni ataque por parte de los EEUU, ni intervención extranjera, ni Al-Assad
Podríamos
plantear la siguiente cuestión: ¿por qué piensa la izquierda que apoya a
Al-Assad que en el Estado español tenemos el derecho, la legitimidad y
el deber de salir a la calle contra los gobiernos que aplican reformas
neoliberales y que recortan derechos sociales y civiles, y el pueblo
sirio no lo tiene? Siria, de la mano de Al-Assad, es uno de los países
firmantes del acuerdo euromediterráneo que planteaba abrir una zona de
libre comercio entre Europa y los países del Mediterráneo. En este
acuerdo, a cambio de suculentas sumas de dinero, Europa exigía la
aplicación de todo un paquete de medidas liberalizadoras de la economía y
el fin del subsidio por parte del Estado de los productos de primera
necesidad. ¿Nos suena? ¿Alguien en Europa está aplicando recortes y
privatizaciones a cambio de rescates?
Los
impulsores de este acuerdo, sin ningún tipo de pudor, reconocían que del
mismo modo que la falta de democracia en estos países era algo que en
Europa encajaba bien, al menos de cara a sus ciudadanos, también serían
un buen mecanismo en caso de tener que responder a las esperadas
muestras de descontento de una población que no tardó en ver cómo el
precio de los productos de primera necesidad se inflaban.
En estas,
en 2001, un año después de que Bashar sucediera a su padre Hafez,
estalló lo que se conoció como la Primavera de Damasco, que comenzó con
la promesa de Bashar de hacer reformas pero que acabó con una dura
represión de la misma. Aquella protesta fue bautizada como “Primavera”
recordando la “Primavera de Praga” y la “Primavera de Varsovia”. En
ambos caso, no faltó quien desde las filas de la izquierda aplaudió la
entrada de los tanques de la Unión Soviética para aplastar ambos
intentos de revoluciones contra-burocráticas.
La
reforma constitucional no cambió mucho: el artículo 8 de la Constitución
siria seguía estableciendo que el “Baaz es el partido líder en el
Estado y en la sociedad”, a pesar de la aparente imagen de
pluripartidismo que se pretendió dar con la legalización de algunos
grupos políticos. Este polémico artículo fue derogado con la reforma
constitucional de 2012, es cierto, y es lo que enarbolan los que o
defienden o dan aun algún crédito a Al-Assad. Pero igualmente, la nueva
Constitución establece que es el régimen el que sigue reservándose el
derecho a legalizar o ilegalizar partidos, así, por ejemplo, al eliminar
la posibilidad de que existan partidos con intereses regionales, los
kurdos quedarían fuera del juego político. ¿Os imagináis que el gobierno
español aplicara esa medida e ilegalizara a los partidos
independentistas? Pero solo en Europa tenemos derecho a salir a gritar
“lo llaman democracia y no lo es”.
En este
sentido, ¿concederíamos en Europa crédito a cualquier presidente o
dictador después de años de dictadura y de reprimir a fuego
manifestaciones pacíficas? ¿Aceptaríamos pasar página sin más, una
transición tranquila y pactada, después de una dictadura que deja miles
de muertes? La oposición siria rechazó el referendum constitucional de
2012 tras los cientos de muertos que causó la represión del régimen ante
las manifestaciones que pedían su dimisión.
Siria
comparte muchos factores que fueron los detonantes de las revoluciones
tunecina y egipcia (curiosamente, los factores socio-económicos son
compartidos por el Estado español, donde sí tenemos derecho a oponernos
al régimen): altas tasas de desempleo juvenil, tasas de desempleo que
rondan el 20%, gran precariedad laboral debido al aumento de la economía
sumergida, empobrecimiento gradual de la población (del 30% en 2004 al
33,6% en 2007) a pesar del crecimiento del PIB (por cierto, en Europa
decimos que el que el PIB de un país crezca no significa que mejore la
situación de la población, pero supongo que como lo demás, esto solo
vale en Europa), corrupción provocada por la organización del Estado,
organizada por círculos y clanes (aquí podemos gritar contra la
monarquía, pero justificar al Estado sirio de Al-Assad, tirando de
relativismo cultural), falta de libertades y aumento de la represión (en
los primeros meses de la revuelta, antes de que comenzaran a armar a la
oposición y llegaran los yihadistas a hacerse con el control de ésta,
el ejército y la policía mataron a más de tres mil sirios), y por
último, y relacionado con todo lo anterior, el impacto negativo
provocado por las políticas de liberalización económica1.
La oposición siria
La
oposición siria al Al-Assad está en entredicho. Y con razón. De hecho,
es la propia oposición siria, la que la izquierda debería reconocer como
única oposición legítima, por cierto, la que pone en entredicho a la
“oposición siria”.
El opositor Haytham
Manna, exiliado político desde hace treinta y cinco años, denunciaba
esta semana que “el ataque con armas químicas es un montaje” para
justificar el ataque militar a Siria. Haytham Manna, representante del
Comité de Coordinación Nacional por el Cambio Democrático (oposición no
armada), rechazaba igualmente las intenciones de EEUU y de sus aliados
de bombardear Siria: “Esto totalmente en contra. Esto no hará más que
reforzar al régimen”2.
El
hecho de que los yihadistas se hayan hecho con el control de la
oposición no nos debería hacer dudar de la legitimidad de las demandas
de ésta. Más bien, debería hacernos pensar en, como señalaba Gilbert
Achcar en una entrevista que tradujimos para GRUNDmagazine hace unos
meses, en que esta oposición la dirigiría quien tuviese las armas. Los
manifestantes que salieron a la calle inicialmente pensaron que solo por
la vía pacífica derrotarían a Al-Assad pero, en el caos provocado por
la revuelta y por la represión del régimen, aparecieron otros mejor
organizados y con apoyo internacional (de Arabia Saudí, Qatar y EEUU).
Así, nos encontramos con una oposición armada por Occidente y los
saudíes por un lado, y un gobierno apoyado por Rusia, Irán, Hezbollah y
una parte de la izquierda europea por otro. Por supuesto, en este caso,
desde una posición de izquierdas, solo cabe ser “ni-ni”: ni los unos, ni
los otros. La Corriente de la Izquierda Revolucionaria siria lo tiene
claro, Ni Washington ni Moscú! ¡Ni Riyadh ni Teherán! Gloria
a los mártires, recuperación para los heridos. Victoria para la
revolución popular. Todo el poder y toda la riqueza al pueblo3, y
la izquierda europea debería dejar de actuar como Cristina Cifuentes,
viendo terroristas y alborotadores donde solo hay gente que pide pan,
trabajo y libertad.
—
1 Ignacio Álvarez Ossorio y Laura Ruiz de Elvira en “La intifada siria: el ocaso de los Asad”, en Informe sobre las revueltas árabes, Ediciones del Oriente y del Mediterráneo, 2011.
2 En
una entrevista a levif.be el 27 de agosto de 2013:
http://www.levif.be/info/actualite/international/syrie-les-attaques-chimiques-sont-un-coup-monte/article-4000384171801.htm
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