«Es difícil para un antillano ser el hermano, el amigo o simplemente el compañero o el "compatriota" de Fanon. Porque, de todos los intelectuales antillanos francófonos, es el único en haber pasado a la acción a través de su adhesión a la causa argelina»
Édouard Glissant
Por Juan Montero Gómez, para Info Gaia, Internacionalista y Anticapitalista
En el texto de introducción a la reciente edición de 2011, por parte de Éditions La Découverte, de las Obras completas de Frantz Fanon, la Fundación Frantz Fanon, dice: «Cincuenta años después de la muerte de Frantz Fanon su pensamiento sigue vivo. Más se aleja uno de su muerte, sobrevenida el 6 de diciembre de 1961, más actual nos parece Frantz Fanon. El mundo no está ya en el tiempo de las ilusiones de la era de las independencias, un largo camino ha sido recorrido, pero las estructuras de la dominación y de la alienación continúan fundamentalmente inalteradas. Es justamente en este sentido en el que la obra y el combate de Fanon son más actuales que nunca: la libertad y la emancipación continúan siendo los objetivos de millones de mujeres y de hombres a través del mundo. Fanon, psiquiatra y militante internacionalista, ha generado un pensamiento original, desprovisto de toda aproximación dogmática y sin otro compromiso que el amor por la justicia y por la igualdad. La acción política y la producción intelectual de Fanon dan testimonio del humanismo y de la universalidad de la condición del hombre por las cuales combatió a lo largo de su breve existencia. Éstas fueron sus convicciones a partir de las cuales forjó su ética del compromiso, de la lucha contra el nazismo a la liberación de los pueblos de la servidumbre colonial».
Antes de pasar a desarrollar, de forma pormenorizada, esos momentos de la vida de Fanon que resultaron a la postre cruciales para el desenvolvimiento de su obra, esas pulsiones que construyeron sus páginas, me gustaría destacar algunos aspectos de este texto que nos devolverían una imagen en trazo grueso de Frantz Fanon. Aspectos que alumbran sus inquietudes más profundas y nos permiten acercarnos a algunas claves de su vida y de su obra.
El texto se refiere, entre otras cuestiones, a las estructuras de la dominación y de la alienación como, todavía hoy, fundamentalmente inalteradas; insiste en que, justamente por eso, la obra y el combate de Fanon son más actuales que nunca y es así porque la libertad y la emancipación continúan siendo los objetivos de millones de mujeres y de hombres a través del mundo. El texto nos habla también de la servidumbre colonial.
En su obra última y maestra "Los condenados de la tierra", refiriéndose a la influencia ejercida por la cultura occidental sobre el intelectual de las colonias cita, entre otros autores de referencia, a Edgar Allan Poe. Hace algunos años, tras mis primeras lecturas de las obras de Fanon, escribí un artículo, algo arriesgado acerca de la proximidad intencional en las obras de Fanon y de Edgar Allan Poe. La tesis, un tanto imaginativa pero sobre todo intuitiva, era que de la misma manera que el maestro de la literatura de terror que fue Poe había recuperado el miedo del mundo sobrenatural para hundirlo en nuestra consciencia: nosotros mismos podemos ser los asesinos, somos de hecho los asesinos, no hay porque ir a buscar el miedo fuera (vampiros, muertos, seres sobrenaturales...), el monstruo habita nuestro interior, forma parte de nosotros.
Poe nos mete pues el miedo en el cuerpo, en nuestro cuerpo más íntimo, más profundo. De parecida forma, el maestro psiquiatra y político que fue Fanon fue a buscar la alienación del oprimido donde ella se encuentra, la interrogó en todos sus registros -tal y como nos lo recuerda su compañera profesional en la clínica de Blida (Argelia) y posterior biógrafa Alice Cherki- y la halló, principalmente, en el centro de nuestros cerebros; colocó la colonia en mitad de nuestros cerebros y nos mostró el único camino posible para emanciparnos: «la descolonización del ser». Poe nos mete el terror en el cuerpo, Fanon como psiquiatra termina por situar la colonia en mitad de nuestros cerebros; ninguna emancipación es posible si no empieza desde lo más profundo de nosotros mismos. Al mismo tiempo, Fanon nos previene de que una existencia libre, en el sentido de una existencia reconciliada, sólo es posible si somos capaces de mantenernos vigilantes frente al discurso dominante, si somos capaces de observarnos, constantemente, como el campo abonado, el terreno fértil, de toda colonización.
La Real Academia Española en su acepción cuarta define el concepto de colonia como "Territorio dominado y administrado por una potencia extranjera", es obvio que la R.A.E. se refiere aquí a un espacio geográfico, físico, a un territorio. Fanon también lo hace en su obra pero, como psiquiatra y revolucionario, descubre también el espacio psíquico de la colonia, su territorio mental: cada uno de nosotros somos un territorio dominado y administrado por una potencia extranjera, a cada cual corresponde distinguir los terrenos de la propia personalidad en los que esta dominación haya avanzado pero, en cualquier caso, esto es algo que no deberíamos perder de vista a lo largo de la lectura de este texto.
El análisis de Fanon como acabamos de ver insiste en las consecuencias de la servidumbre no solamente de los pueblos sino también de los súbditos y en las condiciones de su liberación, que es ante todo una liberación del individuo, una «descolonización del ser». Más importante que el colono que sabemos que hemos sido y somos es el colonizado que ignoramos ser. La revolución puede triunfar tan sólo si atacamos la servidumbre que nos habita.
Llegados a este punto me gusta mencionar, por referenciales, dos citas de dos individuos distantes y distintos y, sin embargo, coincidentes en sus diagnósticos. Uno de ellos fue Steve Biko, héroe y mártir en la lucha contra el apartheid en Sudáfrica, cuya fundación se encuentra hoy hermanada con la fundación Frantz Fanon. Decía Biko: "... El arma más potente entre las manos del opresor es la mentalidad del oprimido...". El otro fue el filósofo francés Michel Foucault quién decía: "El auténtico enigma no es, en efecto, saber porqué se han podido erigir formas delirantes de poder, sino qué es lo que las ha vuelto aceptables, soportables, deseables para los gobernados. El verdadero escándalo, no es el del poder, el del abuso de poder, sino el de la obediencia, el del exceso de obediencia...".
Otra de las referencias de la cita de la Fundación Fanon que abre este texto y contribuye a elaborar esa imagen en trazo grueso a la que antes nos referíamos, es la universalidad y el humanismo de su acción política y de su producción intelectual. El Hombre con mayúscula, en definitiva la humanidad, está en el centro del pensamiento de Fanon. El mismo dice en "Los condenados de la tierra": "... La descolonización debe conducir a la «sustitución de una "especie" de hombres por otra "especie" de hombres»...". Ya que el colonialismo asienta su dominación sobre el aplastamiento de los valores humanos, la descolonización se define necesariamente como un movimiento histórico de reapropiación del hombre, de esta forma, Fanon añade: "... No sólo hay que combatir por la libertad del pueblo, hace falta también, durante todo el tiempo que dure el combate, volver a enseñar a ese pueblo y antes que nada a uno mismo la dimensión del hombre...".
En definitiva, del enorme compromiso de Fanon entre su obra y su vida, de ahí el título de esta charla "La pasión actuante", dice mucho la frase siguiente escrita también en Los condenados de la tierra: «No merece la pena luchar si la situación no cambia radicalmente».
Nació Frantz Fanon el 20 de julio de 1925 en Fort-de-France, capital de la isla antillana de Martinica, colonia francesa que a partir de 1946 se convirtió, administrativamente hablando, en un Departamento de Ultramar perteneciente a Francia (un D.O.M. en sus siglas francesas). Una «departamentalización» que no era sino una forma alternativa de colonización, aun cuando buena parte de sus habitantes vivieran sintiéndose franceses de pleno derecho. Más adelante veremos las consecuencias que la evolución de este sentimiento tuvo en el propio Fanon.
De hecho en el capítulo 8 de su libro póstumo "Por la revolución africana. Escritos políticos", Fanon dice: «La liberación es la muerte del sistema colonial, desde la preeminencia de la lengua del opresor y la departamentalización, hasta la unión aduanera que mantiene en realidad al antiguo colonizado enredado en la cultura, la moda y el imaginario colonialista». Este texto es particularmente importante porque reúne los dos aspectos claves del pensamiento emancipatorio de Fanon, el político-militante y el psiquiátrico, la aparición entre comillas de la palabra départementalisation y su relación con conceptos como moda, cultura e imágenes colonialistas, parece querer apurar su significado, forzarlo y sugerirnos así uno nuevo (una nueva lectura del pensamiento de Fanon) que nos remita directamente a la alienación que supone el sistema colonial, a su "compartimentación de la mente y su consiguiente organización a antojo". Volveremos más adelante a referirnos a esto.
Fue Fanon el quinto de ocho hermanos: Mireille (quién sería también su madrina y, posteriormente, el nombre de su hija mayor y hoy presidenta de la Fundación Frantz Fanon), Felix, Gabrielle, Joby (su hermano más próximo), el propio Frantz, Marie-Flore, Marie Rose y Willy, miembros de una familia acomodada de orígenes negros, tamiles y blancos. Su padre, Casimir Fanon, era empleado de la aduana de Fort-de-France y su madre, Éléonore, mujer inteligente, emprendedora y de una generosidad extraordinaria, auténtica autoridad en la familia, abrió tienda en una de las principales calles de Fort-de-France, por lo que dos ingresos contribuían a dar a la familia un estatus más bien desahogado. Todos los hermanos recibieron una esmerada educación.
Los documentos en posesión de un tío de Fanon y las investigaciones de su hermano Joby, permiten remontar la historia de la familia hasta 1840. Los orígenes del apellido Fanon son oscuros pero, con toda probabilidad, fue otorgado por un amo a un esclavo africano llevado hasta Martinica en fecha lejana y desconocida. Así pues, la historia conocida de esta familia empieza en Martinica en los años cuarenta del siglo XIX, por ella sabemos que el bisabuelo de Fanon fue hijo de un esclavo de origen africano.
Miembro sin embargo de una familia acomodada y creyente, con casa en el centro de Fort-de-France y casa de verano en el interior de la isla, con servicio doméstico, símbolo por excelencia entonces de disfrutar de un estatus social, recibiendo una cuidada educación y protegido en definitiva de las inclemencias de la vida, nada en su infancia y primera adolescencia, por lo demás las de un niño normal, anticipaba la personalidad revolucionaria, esencia del tercermundismo, que se iría construyendo a lo largo de su corta pero intensa vida.
Murió el 6 de diciembre de 1961, a los treinta y seis años, víctima de una leucemia, en el hospital Bethesda, centro entonces de referencia mundial para el tratamiento de este tipo de cáncer, en el estado de Maryland en los Estados Unidos. Desde entonces, y por su propia voluntad, sus restos se encuentran enterrados en tierra argelina.
Tal y como nos cuenta David Macey en su biografía de referencia «Frantz Fanon, une vie», libro que nos sirve de hilo conductor de este relato, dos son las características claves de su personalidad que nos llevarán a entender la idiosincrasia de una vida y de una obra únicas en el siglo XX: la cólera y la generosidad. De ambas está llena la vida de Fanon, y ambas están en el origen de decisiones que detonarán profundos y acelerados cambios en su vida que, madurados por su extraordinaria lucidez, darían como resultado una de las obras más intensas, revolucionarias y perennes del pasado siglo.
1940 será el año que empezó a marcar el destino peculiar de Fanon. Este año fue el primero de un período conocido en la isla y en lengua criolla como Tan Robè, es decir, en francés Temps Robert ("El tiempo de Robert"), tiempo en el que el almirante francés Georges Robert, partidario acérrimo de Petain y, por lo tanto, del gobierno pronazi de Vichy, se instala con su flota en Fort-de-France y ya a partir de 1942, reconocido por los propios aliados a cambio de su neutralidad, asume los plenos poderes en Martinica.
La mayoría de los martiniqueses, incluidas las autoridades locales y el propio Fanon, estaban en contra del Almirante Robert y a favor de la Francia libre. Fue pues el tiempo de Robert y todo lo que supuso en la cotidianeidad de la isla, sobre todo el trato sumamente racista hacia los ciudadanos negros practicado por la flota francesa, lo que desencadenó lo que iba a ser un cambio enorme en el joven Fanon que, justo entonces atisbaba, empezaba a comprender, lo que significaba ser un Negro martiniqués oculto bajo una máscara blanca y francesa. Algo que, por otra parte, iba a ser el origen de su futuro primer libro titulado justamente "Piel negra, máscaras blancas".
En 1944, unos meses después de haber atravesado en patera y de noche, tras una de sus súbitas decisiones y con la intención de alistarse en el ejército libre francés para combatir el nazismo en Europa, el peligroso brazo de mar que separaba la entonces Martinica ocupada de la Dominicana libre y, tras ser devuelto a Fort-de-France por su edad, apenas 17 años, consigue finalmente alistarse como voluntario en el Ejército Libre Francés y, tras un breve paso de entrenamiento por Argelia en lo que sería su primer contacto con esta tierra que, años después, sería crucial en su vida y en su obra, se incorpora al combate en territorio francés en dónde sería condecorado en razón de su valor.
En 1943, todavía Frantz Fanon, como tantos otros jóvenes negros de las colonias francesas de ultramar, estaba convencido de que la causa de la Francia libre era también su causa. El país de la libertad, la igualdad y la fraternidad era, sin duda, su país. Hizo pues caso omiso, incluso respondió con acritud, a las advertencias de su profesor de filosofía en el Instituto Schoelcher, el antillano Joseph Henri, quién había estudiado en París y por lo tanto con conocimiento de causa, el mismo conocimiento que pocos años después adquiriría el propio Fanon, advertía a sus alumnos: «Señores, atención: el fuego quema, la guerra mata. Las mujeres de los héroes muertos se casan con hombres bien vivos. [...] Lo que pasa actualmente en Europa, no es nuestro principal problema. [...] Cuando los blancos se matan entre ellos, es una bendición para los negros». Y añadía: «Cuando oigáis hablar mal de los judíos, abrid bien los oídos, están hablando de vosotros».
Entonces Fanon, convencido de que la libertad era indivisible, no sólo rechazó estas advertencias, sino que las interpretó mal, tal y como él mismo cuenta años después en su primer libro "Piel negra, máscaras blancas": "... Fue mi profesor de filosofía, de origen antillano, quién me lo recordaría un día: «Cuando oigáis hablar mal de los judíos, abrid bien los oídos, están hablando de vosotros». Y yo pensé entonces que el tenía razón universalmente, entendiendo por ello que yo era responsable, en cuerpo y alma, de la suerte reservada a mi hermano. Más adelante comprendí, que lo que mi profesor había querido simplemente decir era: un antisemita es si ninguna duda un negrófobo...". Pero por entonces, 1943, Fanon creía que alistándose lucharía en Europa por su país y por los ideales que éste representaba. Nada sabía entonces, probablemente porque aún no había sido pronunciada, de la conocida frase del gran líder de la independencia vietnamita y buen conocedor de Francia, Ho Chi Ming, cuando dijo: "Francia es un curioso país. Es un foco de ideas admirables, pero cuando viaja no las lleva consigo".
Poco antes del fin de la contienda, es decir de la segunda guerra mundial, y decepcionado al comprobar que también en las filas de la "Francia libre" él no era más que otro negro, el 12 de abril de 1945, escribe la carta siguiente a sus padres, encontrada entre las pertenencias de su madre al poco de fallecer ésta y de la que extraemos algunos renglones: "Hoy, 12 de abril. Un año hace que dejé Fort-de-France. ¿Para qué?. Para luchar por un ideal obsoleto. [...] Si no vuelvo, si sabéis un día de mi muerte frente al enemigo, consolaos pero no digáis nunca: ha muerto por un hermoso ideal. Decid: Dios le ha llamado; pues esta falta de ideología, escudo de laicos y de políticos imbéciles, no debe guiarnos nunca más. ¡Me he equivocado! Nada aquí, nada que justifique aquella súbita decisión de convertirme en defensor de los intereses del granjero blanco cuando a ellos mismos nada les importa. [...] Parto mañana en una peligrosa misión, sé que moriré...". Afortunadamente no murió y dio tiempo a que Fanon pariese a Fanon.
Terminada la guerra en Europa, vuelve a Martinica en donde termina sus estudios de bachillerato asistiendo a clases de, entre otros grandes hombres, el poeta comunista fundador de la negritud, Aimé Césaire. En 1946, terminado el bachillerato y con una beca, parte de nuevo a Francia dónde, tras un breve paso por París decide, también de modo repentino, trasladarse a estudiar la carrera de medicina a la universidad de Lyon.
Otra experiencia racista, incluida en su libro "Piel negra, máscaras blancas" termina por hacer emerger en su conciencia su condición de negro. Fanon entonces, tras años de infancia y adolescencia normales, perfectamente integrado en su entorno, lo razonaba así: "Soy negro, pero naturalmente no lo sabía, justamente porque lo soy". Hizo falta un encuentro brutal con otro Blanco, además un niño, para destruir esa naturalidad impensada de su condición de negro. Sucedió una tarde, en una calle de Lyon, en la que un niño que paseaba agarrado de la mano de su madre se detuvo al verle y, angustiado, gritó a su madre: «¡Mamá, un negro!. [...] Mamá mira el negro, tengo miedo». La experiencia fue traumática y devastadora y así lo hace notar Fanon en el análisis detallado que hace de la misma en su libro. Una vez más, si creía ser un francés como cualquier otro, muchos de sus compatriotas sólo veían en él a un negro: un negro de Martinica portando un máscara blanca y francesa.
La cólera de Fanon fue entonces una reacción a su experiencia de hombre negro en un mundo definido como blanco, pero no ante el hecho de ser negro. Fue una reacción a la condición y a la situación de aquellos que posteriormente, y ya al final de su vida, van a darle el título de su última obra: "Los condenados de la tierra". Título que fue el único de todas sus obras íntegramente elegido por Fanon.
Este título de su última obra, escrita en el último año de su vida y publicada sólo tres días antes de su muerte e inmediatamente secuestrada por ser considerada un peligro para la seguridad del Estado, nació de una de las reivindicaciones militantes más provocadora de la época de la Negritud. Es evidente la alusión de este titular a la letra de la Internacional, pero el origen de esta elección está en la lectura, por parte de Fanon, de un texto escrito en 1938 o 1939 por Jacques Roumain, poeta y fundador del Partido Comunista de Haití, hombre comprometido que llegó a participar como brigadista en la Guerra Civil española de la que dejó escrito un excelente y emotivo poema, dedicado a la heroica resistencia de la capital, que lleva por título "Madrid". El texto de Roumain que inspira a Fanon, se titulaba "Sucios negros" y comienza así: «¡Eh, bien! / henos aquí / Nosotros los Negros, los Niggers, los sucios Negros / No aceptamos más / Así de simple / Se acabó / Ser en África / en América / Vuestros Negros, Vuestros Niggers, Vuestros sucios Negros». [...]
Y termina con estas palabras: «Negros / NIggers / sucios Negros / Es demasiado tarde, os lo digo / Pues hasta los tam-tam habrán aprendido la lengua de la Internacional / Pues hemos elegido nuestro día / el día de los sucios Negros / los sucios Indios / los sucios Hindúes / los sucios Indochinos / los sucios Malayos / los sucios Judíos / los sucios proletarios / y henos aquí de pie / Todos los condenados de la tierra / todos los justicieros / Andando al asalto de vuestros cuarteles / y de vuestros bancos / Como un bosque de antorchas fúnebres / Para terminar / Una vez por todas / Con este mundo de Negros / de Niggers / de sucios Negros».
La influencia de este texto en Fanon es patente en uno de sus propios textos incluido, precisamente, en su obra "Los Condenados de la tierra", cuando en su página 94 dice: "... Esta opulencia europea es literalmente escandalosa pues ha sido construida sobre la espalda de los esclavos, se ha alimentado de la sangre de los esclavos, viene directamente del suelo y del subsuelo de ese mundo subdesarrollado. El bienestar y el progreso de Europa han sido construidos con el sudor y los cadáveres de negros, árabes, indios y amarillos. Esto, hemos decidido no olvidarlo...".
Una vez terminados sus estudios de medicina y con ellos su especialidad en psiquiatría, Fanon trata de presentar como tesis doctoral el texto de su primer libro "Piel negra, máscaras blancas", pero es rechazado al ser considerado "poco académico". Fanon se doctora entonces, 1951, con otro trabajo y el libro rechazado será posteriormente publicado, en 1952, en la colección "Esprits" de las Ediciones du Seuil dirigida por Francis Jeanson. En "Piel negra, máscaras blancas" Fanon indaga en la alienación del hombre y de la mujer negros en un mundo de blancos y, por ende, en la dominación y la alienación blanca. Fanon busca romper con esta relación acomplejada, superioridad-inferioridad, y dice de su obra: "... Esta obra es un estudio clínico. Quienes se reconozcan en ella habrán, así lo creo, dado un paso adelante. Quiero sinceramente llevar a mi hermano, Negro o Blanco, a sacudirse lo más enérgicamente posible la lamentable librea construida por siglos de incomprensión...". Se trata, en definitiva, de un libro que analiza, detenidamente, el "estar en el mundo" de su autor a la vez que una afirmación de la autenticidad negra. De él ha dicho la escritora maliense Aminata Traoré, en su libro "La violación del imaginario": "Esta alienación no ha sido nunca observada de cerca desde la prematura desaparición del inolvidable Frantz Fanon, que la había revelado y descrito maravillosamente...".
En 1951, tras su paso por la excesivamente académica y tradicional facultad de medicina de Lyon y su no menos anquilosada especialidad en psiquiatría, cuya filosofía podría resumirse en una sola fórmula: tratamiento= internamiento, Fanon empezó a ejercer en Francia, en el hospital de St. Alban, junto al reputado médico y exiliado republicano español Francesc Tosquelles, a quién siempre reconoció como su maestro y de quién aprendió lo esencial de la novedosa psicoterapia institucional, una suerte de terapia que destacaba la importancia de lo social y de lo cultural en la psicopatología. El propio Fanon, siguiendo las enseñanzas de Tosquelles y sus otros colegas en St. Alban, describe la enfermedad mental como: "Una pérdida de la libertad individual que supone la exclusión y la alienación sociales del paciente. El objetivo de la llamada terapia social consiste en crear una nueva sociedad en la que la idea misma de locura será «proscrita». Se exigirá al paciente que se comporte de manera socialmente aceptable integrándolo en la comunidad terapéutica".
Se trata de un movimiento médico, previo a la antipsiquiatría, que teoriza y pone en práctica una crítica del hospital como lugar de encarcelación reproductor, en las relaciones médico-paciente, del mismo esquema que se da en prisión entre guardias y presos. St. Alban es un lugar, en palabras de Magali Bessone en su introducción a la reciente edición de las obras completas de Fanon: «... donde se repiensa el papel de la institución psiquiátrica en la cura, haciendo del lugar en el que uno es curado un lugar por el que uno es curado, ofreciendo al paciente una posición de agente muy alejada de su sola consideración como paciente» (intercambios con el exterior, encuentros periódicos con familiares y miembros del entorno social y cultural del paciente, participación en la administración y en la producción socio-cultural de propio hospital... etc.). Los pacientes, en definitiva, contribuían de forma activa a su restablecimiento.
Esta experiencia junto al Dr. Tosquelles en el hospital de St. Alban fue clave para el Dr. Fanon y su evolución posterior, tanto en psiquiatría como en su labor teórica y su praxis anticolonial.
Junto con la publicación en esa época, año 1952, de su libro "Piel negra, máscaras blancas", edita también en la revista "Esprit" un artículo, en cierto modo premonitorio de lo que iba a ser su tarea inmediatamente posterior a su estancia en St. Alban, titulado "El síndrome norteafricano". Se trata de uno de sus primeros textos en el que, asqueado por la forma profundamente racista de considerar al enfermo mental indígena de las colonias por parte de la psiquiatría tradicional francesa, denuncia la reducción de la psiquiatría a un planteamiento puramente organicista. De la lectura paralela de ambos textos, "El síndrome norteafricano" y "Piel negra, máscaras blancas", podemos apreciar como el compromiso de Fanon contra la alienación colonial es también una guerra contra la institución psiquiátrica que deshumaniza al enfermo. En el fondo es la misma preocupación de emancipación y de lucha por la no-dominación y, por lo tanto contra la alienación, la que inspira la acción política y la práctica clínica de Fanon.
Unas palabras del Dr. Tosquelles resumen, de forma impecable, el recuerdo que la profunda humanidad de Fanon dejó en St. Alban tras su paso de dos años por la institución: «Polemizar era su fuerte. [...] Fanon encarnaba antes que nada el respeto y la libertad de los otros. Su fraternidad activa presuponía la lúcida captación de la diferencia. Su presencia exigía vuestro compromiso, incitaba vuestro propio compromiso crítico. [...] Su mano y su voz estaban siempre tendidas hacia el otro y su sufrimiento».
En 1953, cuando Fanon ha cumplido ya dos años en St. Alban, solicita su traslado a Argelia. Se trata de una decisión igual de repentina que aquellas que unos años antes le habían llevado a La Dominicana en 1943 y a Lyon en 1946. Decisiones rápidas, tomadas a impulsos, pero de las que Fanon ya nunca vuelve atrás. En una carta enviada a su hermano Joby en esos días, podemos apreciar lo definitivo de la decisión tomada, así como el alejamiento y el desprecio a todo lo francés larvado en ella: «Parto a Argelia. Entiéndeme, los franceses tienen suficientes psiquiatras para curar a sus locos, prefiero ir a un país donde me necesiten».
Sin embargo, y del mismo modo que su infancia y su primera adolescencia no nos permitían deducir al Fanon revolucionario, líder y faro del tercermundismo, nada nos permite ahora sostener que Fanon creyese, en 1953, que Argelia debía de ser una nación independiente. Como dice David Macey en su biografía de Fanon: "... En ese momento, su ideal político se reducía a la solidaridad humanista que impregna su primera obra "Piel negra, máscaras blancas", y no pertenecía a ninguna organización o partido político. [...] Fanon no llegó a Argelia armado de verdades definitivas o de doctrinas revolucionarias. No iba como profeta apocalíptico del tercermundismo de "Los Condenados de la tierra". El Fanon de "Los Condenados de la tierra" fue un producto de Argelia y de su guerra de la independencia...".
Aceptada su petición de traslado, Fanon es nombrado, en 1953, médico-jefe del servicio de psiquiatría del hospital mental de Blida-Joinville en Argel donde, aplicando lo aprendido junto a Tosquelles, revoluciona todos los tratamientos. Inicia entonces la primera experiencia de terapia social o psicoterapia institucional en África del Norte, recibida en su entorno hospitalario con escepticismo y cierta hostilidad dado que, todo el personal psiquiátrico de la Argelia de entonces funcionaba siguiendo el paradigma de lo que se llamó la "Escuela de Argel", una versión, si cabe, todavía más casposa, prejuiciosa y racista de lo que era la psiquiatría tradicional francesa.
En un principio, la vida en Blida fue apacible hasta el empeoramiento de la guerra el año 1954. La progresiva implicación de Fanon en ella terminaría por volver imposible el desarrollo de una vida normal. La guerra de Argelia termina cambiando por completo a Fanon porque, al comprobar el tremendo desprecio hacia el indígena practicado por el colono francés, tanto en su institución psiquiátrica como en todos los dominios de la vida cotidiana argelina, Fanon no puede permanecer impasible y, comprometiéndose cada vez más con el Frente de Liberación Nacional (FLN), se expone a situaciones más y más peligrosas que terminan haciendo de él un activo militante revolucionario.
En medio de toda esa agitación, de toda esa violencia nace, en 1955, su hijo Olivier, fruto de su única relación estable con quién sería la mujer que le acompañaría hasta su muerte, Josie Fanon. Anteriormente, en 1948, en Lyon, había nacido su hija Mireille, actual presidente de la Fundación Frantz Fanon, fruto en este caso de una relación ocasional, entonces escandalosa, entre Fanon y una estudiante de la facultad de medicina llamada Michelle. En ambos casos se trataba también de relaciones mixtas entre Fanon negro y Michelle o Josie blancas.
En 1956, tras dos años ligado a las actividades del FLN y por lo tanto a la guerra de la independencia argelina y su revolución, redacta su famosa carta de dimisión al Ministro Residente, Robert Lacoste, máxima autoridad francesa en Argelia, en la que, entre otras cuestiones dice abandonar de forma irrevocable su puesto en el hospital de Blida porque los acontecimientos en Argelia son, literalmente: "... La consecuencia lógica de un intento abortado de descerebrar a un pueblo...". Y añade: "... Si la psiquiatría es la técnica médica que se propone permitir al hombre no permanecer ajeno a su entorno, tengo que afirmar que el Árabe, permanentemente alienado en su país, vive en un estado de despersonalización absoluto...". Y, refiriéndose a la sociedad impuesta por Francia a los argelinos, concluye: "... La función de una estructura social es erigir instituciones imbuidas de preocupación por el hombre. Una sociedad que condena a sus miembros a soluciones de desesperación es una sociedad inviable, una sociedad a reemplazar...".
Expulsado, a raíz de esta carta de dimisión, primero del territorio argelino y, poco después, de todo el territorio francés, Fanon se instala en Túnez, centro neurálgico de operaciones del FLN, desde donde continúa su doble actividad; la psiquiátrica, montando, con el apoyo de las autoridades tunecinas, la primera clínica psiquiátrica de día del continente africano, y la política, colaborando asiduamente con sus escritos, por supuesto anónimos, en las páginas del diario 'El Moudjahid', órgano de comunicación del FLN que con la independencia pasaría a ser el periódico del partido único. De esta forma, Fanon se convierte en uno de los mayores teóricos de la revolución argelina. Una recopilación de todos estos escritos, realizada en 1964, tres años después de su muerte, está en el origen de su obra póstuma "Por la revolución africana. Escritos políticos".
En 1957, y coincidiendo con un deterioro de la situación militar en Argelia. el recién formado GPRA (Gobierno Provisional de la Revolución Argelina) decide invertir buena parte de sus esfuerzos en las labores diplomáticas. Debido a su cada vez mayor implicación y ascendencia en la causa de una Argelia libre, Fanon es nombrado embajador itinerante para el África Negra con sede en Accra, capital de Ghana. Allí redobla su actividad de contactos que puedan apoyar la revolución en Argelia y, además de al presidente revolucionario y filósofo de esta Ghana recién independizada, el gran Kwame Nkrumah, frecuenta a nacionalistas y revolucionarios como pueden ser el camerunés Félix Moumié, el congoleño Patrice Lumumba, el keniata Tom Mboya y el angoleño Roberto Holden.
En Accra, tres años antes de la redacción de su obra maestra "Los Condenados de la tierra", en diciembre de 1958, pronuncia un discurso durante el I Congreso de los Pueblos Africanos en el que exalta la violencia y tiene amplia repercusión en la prensa internacional. Este éxito de su conferencia contribuyó a promover la imagen de Fanon como apóstol de la violencia.
Sin embargo, mostrando su coherencia en el empleo de la violencia, matriz de un discurso transformador que está en el origen de su obra principal y última; dos años después, en abril de 1960, también en Accra y bajo el título "Porqué empleamos la violencia", Fanon da otro discurso en el que, tras desplegar todo tipo de ejemplos de la desaforada y cruel violencia del colonialismo en general y de las atrocidades del colono francés particularmente en Argelia, en un alarde de generosidad y de humanidad, dice: "... Nosotros no decimos al colono: «Sois extranjeros, iros». Nosotros no le decimos: «Vamos a tomar la dirección del país y hacerte pagar tus crímenes y los de tus ancestros». Nosotros no le decimos que al odio pasado al Negro vamos a oponer el odio presente y futuro al Blanco. Nosotros le decimos: «Somos argelinos, expulsemos de nuestra tierra todo racismo, toda forma de opresión y trabajemos por el hombre, por la expansión del hombre y por el enriquecimiento de la humanidad»...".
Del mismo modo que el proletariado era la clase que llevaba en sí misma la realización de una sociedad sin clases, el Negro pertenece a la raza que lleva en sí misma la desaparición del racismo. Negro y proletario eran la misma cosa y así lo entendieron, no sólo Fanon sino también la mayoría de los escritores de la Negritud. Por todo ello, Fanon, al final de su primera obra "Piel negra, máscaras blancas", ya nos decía: "... Yo, hombre de color, sólo quiero una cosa: que acabe para siempre la servidumbre del hombre por el hombre, es decir de mí por otro...".
En medio de todas esas batallas, en plena revolución, Fanon publica, en otoño de 1959 el que iba a ser su tercer libro que, tras varios cambios de nombre terminaría titulándose "El Año V de la revolución argelina", contribución a lo que el propio Fanon llamaba "literatura de combate" argelina. Trata, en lo esencial, de los cambios producidos en el colonizado y en su sociedad, a partir de la lucha revolucionaria. Lo dice el propio Fanon al principio de su capítulo segundo: "... Tendremos ocasión de mostrar a lo largo de este libro, que la contestación del principio mismo de dominación extranjera supone mutaciones esenciales en la conciencia del colonizado, en la percepción que tiene del colonizador, en su situación de hombre en el mundo..."
La inclusión en el título de la expresión "Año V", en número romano, aludía al calendario revolucionario que hizo de 1789 "El Año I de la revolución francesa", expresando así el convencimiento de Fanon de que con los primeros atentados contra intereses franceses en Argelia del 1 de noviembre de 1954, inicio de lo que más tarde, a partir de septiembre de 1956 iba a ser la Batalla de Argel, una nueva época había comenzado. El "Año V" era un libro que buscaba fundamentalmente informar y convencer y que cumplió un importante papel en la percepción que la izquierda de la época tenía de la revolución argelina.
La violencia, permanentemente presente en la vida de Fanon desde su alistamiento en el Ejército de la Francia libre para luchar contra el nazismo en Europa, es un elemento central en su última obra "Los Condenados de la tierra". Al igual que para Marx y Engels era la partera de la Historia, para Fanon lo era de una nueva humanidad. El combate busca producir vida y tiene un función sanadora y constituyente. En primer lugar trata de destruir lo que destruye, aquello que nos convierte en cosas, que nos aliena cosificándonos. De ahí que Fanon, en su última obra, diga: "... El colonialismo no es una máquina de pensar, no es un cuerpo dotado de razón. Es violencia en estado puro y no puede inclinarse sino ante una violencia mayor...". Y añade: "... Para el colonizado, la vida sólo puede surgir del cadáver en descomposición del colono...". Y concluye: "... La descolonización no pasa nunca desapercibida pues afecta al ser, modifica fundamentalmente al ser, transforma a los espectadores machacados de inexistencia en actores privilegiados atrapados de forma casi grandiosa por los focos de la Historia. [...] La descolonización es auténtica creación de hombres nuevos. Pero esta creación no recibe su legitimidad de ninguna potencia sobrenatural: la «cosa» colonizada se transforma en hombre en el proceso mismo por el cual se libera...".
En segundo lugar, la violencia, como nos dice el politólogo camerunés Achille Mbembe en su prólogo a la reciente edición de las Obras completas de Fanon, tiene también como función cuidar y, eventualmente curar a aquellos y a aquellas a quienes el poder ha herido, violado, torturado o simplemente enloquecido y, en último término, la violencia para Fanon, tal y como ya hemos anticipado, tiene como finalidad suprema hacer surgir un sujeto humano inédito.
En cualquier caso, en el origen de las tesis de Fanon sobre la violencia encontramos, como nos dice el propio Achille Mbembe, la cuestión histórica de saber cómo llevar a buen término la descolonización de África. África es el lugar en el que Fanon habita y desde donde piensa profundamente decepcionado, desde hacía ya mucho tiempo, con Europa y con los europeos, incluyendo entre éstos a la izquierda europea obsesionada siempre con llegar a soluciones de compromiso que sólo conducen a la permanencia del estatus establecido.
Con relación a esta actitud conciliadora, Fanon tiene también palabras en "Los Condenados de la tierra", cuando dice: "... Estas concesiones, que no son otra cosa que concesiones, no afectan lo esencial y, en la perspectiva del colonizado, se puede afirmar que una concesión no afecta lo esencial cuando no golpea al régimen colonial en lo que tiene de específico. [...] El pueblo, el conjunto de los militantes deberán conocer esta ley histórica que estipula que ciertas concesiones son, en realidad, ataduras. [...] El colonizado debe persuadirse de que el colonialismo no le hace ningún regalo. [...] Sólo la violencia ejercida por el pueblo, violencia organizada y orientada por la dirección, permite a las masas descifrar la realidad social, les da la clave. Sin esta lucha, sin este conocimiento en la praxis, no hay más que carnaval y chinchín...".
África es pues el sujeto mismo del pensamiento de Fanon y la materia de su pensar. Fanon se dirige principalmente a África que es el punto de partida de su teoría revolucionaria y de su praxis anticolonial.
De hecho, entre sus escritos publicados en el diario del FLN 'El Moudjahid' que, como ya hemos destacado constituirían años después la materia con la que construir su obra póstuma "Por la revolución africana. Escritos políticos", podemos leer: "... Poner África en movimiento, colaborar en su reorganización, en su reagrupamiento tras principios revolucionarios. Participar en el movimiento ordenado de un continente, ese era, en definitiva, el trabajo que yo había elegido...".
Retomemos ahora de nuevo las palabras de Achille Mbembe: «... El discurso fanoniano sobre la violencia se desarrolla sobre una escena racial en donde Sudáfrica (con la lucha contra el apartheid) y Argelia (con su guerra de la independencia) son las referencias privilegiadas. Sus consideraciones sobre la burguesía nacional -su carácter parasitario y comprador- se forjan en el examen de las experiencias, entonces novedosas, de Guinea Conakry y de Ghana (que anticipaban, para el ojo lúcido de Fanon, lo que posteriormente serían las derivas de las independencias). La tragedia del Congo le sirve directamente de observatorio a partir del cual describir la política de fuerza tan característica de las relaciones internacionales en la época de la guerra fría...»
Esta alusión de Mbembe a la tragedia del Congo nos permite recordar algo que actualiza también, desde otra óptica, el pensamiento de Fanon. A raíz del asesinato de Patrice Lumumba, Fanon deja escrito un texto que bajo el título "La muerte de Lumumba: ¿podríamos haber actuado de otra forma?", nos ofrece una opinión bien actual de lo que para él era ya la ONU de su tiempo, dice así: "... La ONU no ha sido nunca capaz de solucionar de forma válida ninguno de los problemas planteados a la conciencia del hombre por el colonialismo, y cada vez que ha intervenido, ha sido para socorrer a la potencia colonialista del país opresor. [...] No es cierto que la ONU fracase porque las causas son difíciles. En realidad la ONU es la carta jurídica que utilizan los intereses imperialistas cuando la carta de la fuerza bruta ha fracasado...".
Leyendo este texto de Fanon podríamos concluir, de forma lamentable, que posiblemente hoy estemos aún peor pues, vistas las intervenciones del Consejo de Seguridad de la ONU, esta institución es hoy la carta jurídica que utilizan los intereses imperialistas para aplicar sin más la fuerza bruta, aunque sólo sea saltándose a conveniencia sus resoluciones inútiles.
Y ya para concluir este apartado, continuemos con las palabras de Achille Mbembe sobre la influencia de África en el discurso de Fanon que acabamos de dejar en suspenso: «... Sin sus reflexiones sobre el papel y la naturaleza del campesinado, el poder de las "masas" o el potencial revolucionario de las clases lumpen, la obra de Amilcar Cabral no habría tomado la forma que finalmente tuvo. La lucha armada contra el colonialismo en Guinea Bissau, Angola, Zimbabue y Mozambique tampoco, ni las tesis de Julius Nyerere sobre el socialismo africano: la universalidad de la obra de Fanon es pues inseparable de su africanidad.»
Pero, tal y como podemos venir apreciando en lo que llevamos dicho, Fanon no fue sólo un teórico, sino también un militante y un activista revolucionario. Al poco de esta conferencia de Abril de 1960 en Accra, la última dura, durísima prueba, del Fanon militante, guerrillero casi, fue su recorrido de más de 2000 kilómetros desde Malí hasta Argelia a través del desierto, en un intento de abrir una nueva vía de suministro de armas, desde el sur, para la revolución argelina.
Tras esta experiencia, realizada junto a algunos importantes cuadros del FLN, Fanon pierde mucho peso y se descubre agotado. Al cabo de un tiempo y ya en Túnez, él, que siempre había gozado de buena salud, ante su constante agotamiento y su total ausencia de recuperación decide hacerse unas pruebas que detectan la leucemia, el mal que, un año después, en diciembre de 1961, acabaría con su vida.
A lo largo de ese período, entre el descubrimiento de su enfermedad y su muerte, sabiéndose condenado, Fanon nos da una última y definitiva prueba de su cólera y de su generosidad, escribiendo a contra vida o a contra muerte, no sé muy bien como expresarlo, "Los Condenados de la tierra" y legando así, a las generaciones venideras, esa auténtica biblia del tercermundismo, obra sobre la dignidad, la emancipación y, en resumen, la revolución, todavía hoy pendiente, de todos los oprimidos sea cual sea el tipo de opresión.
Ahora que en Europa las clases medias se proletarizan cada vez más. Ahora que en el sur de Europa, países como el nuestro se hunden cada vez más en una suerte de tercermundismo, el pensamiento de Fanon cobra una actualidad asombrosa y se convierte en un instrumento necesario para entender y actuar sobre nuestra realidad.
De sus dos obras maestras, "Piel negra, máscaras blancas" y "Los Condenados de la tierra", principio y fin de su dedicación teórica, Aimé Césaire escribió a los pocos días de la muerte de Fanon: «Sobre el colonialismo, sobre las consecuencias humanas de la colonización y del racismo, el libro esencial es un libro de Fanon: "Piel negra, máscaras blancas". Sobre la descolonización, sus aspectos y problemas, el libro esencial es también un libro de Fanon: "Los Condenados de la tierra".»
Para concluir, sólo nos quedaría recordar como el nazismo y el colonialismo por una parte, junto con su amargo reencuentro con la Francia metropolitana y con los primeros destellos de las independencias africanas por otra, se constituyen no sólo en experiencias fundadoras de la vida de Fanon, sino también en claves de lectura de su trabajo y de su lenguaje. Como dice Achille Mbembe, es en «esas tres clínicas de lo real donde nace, crece y se agota el nombre de Fanon.»
Vivió en tres continentes: América, Europa y África, su obra recorre en lo esencial tres campos: la psiquiatría, la escritura y la acción política. De ninguna forma podemos separar ninguna de estas dimensiones de las otras, las tres juntas constituyen el hombre Fanon hasta tal punto que, en el homenaje que se le hizo en Fort-de-France veinte años después de su muerte, el doctor Aimé Charles-Nicolas, en su ponencia titulada "Frantz Fanon y la psiquiatría social", dijo: «El compromiso por liberar a los pueblos oprimidos y la pasión por liberar al enfermo de sus cadenas, nos devuelven la imagen especular de una obra y nos prohíben disociar la acción política de la acción psiquiátrica.» Esta conclusión de la ponencia del doctor Charles-Nicolas nos permite, según creo, afirmar que en Fanon, o tal vez a partir de Fanon, la acción política es acción psiquiátrica y la acción psiquiátrica, acción política. La auténtica política CURA y la CURA es auténtica sólo si es política. Lo decía unos cuantos años antes, a su manera, Rudolf Virchow, médico prusiano que en 1848 tras formar parte de una comisión encargada de investigar las causas de una epidemia de tifus declarada un año antes en Silesia, concluyó que los motivos eran más sociales que médicos, y que sólo el bienestar, la libertad y la instrucción, en definitiva una democracia completa e ilimitada, podrían aportar soluciones. De ahí su famosa y polémica frase incorporada a su informe: "La medicina es una ciencia social y la política no es más que medicina a gran escala."
Asumir el sentimiento del hombre que lucha, describirlo y comprenderlo de tal manera que de ese saber y de esa lucha surja un hombre nuevo fue, en palabras de Achille Mbembe, el proyecto de Frantz Fanon. Y más allá de que Fanon fuese un hombre completamente apegado a lo real, hasta el punto de decir: "... Pertenezco irreductiblemente a mi época. Y es por ella por la que debo vivir...", su ejemplo y su obra son hoy de una profunda actualidad porque, mientras sigan en pie las causas de la opresión y de la alienación, y esas causas siguen hoy irresueltas pues el propio Fanon las describe cuando dice: "... Lo que cuenta ahora, el problema que nos ensombrece el horizonte, es la necesidad de una redistribución de las riquezas. La humanidad, a riesgo de verse arrasada, debe responder a ese problema...". Mientras la dominación continúe pues de la misma forma, Fanon será un instrumento de enorme utilidad en esta lucha necesaria para que todo cambie.
De ahí las palabras de su hija Mireille Fanon: «En un mundo en el que el sistema de la opresión, del aplastamiento del ser humano no deja de renovarse y adaptarse y frente a aquello que, por todos los medios, busca destruir al hombre, el pensamiento de Fanon es un antídoto contra la renuncia y un arma de un apasionamiento lúcido para el combate incesante por la libertad, la justicia y la dignidad de las mujeres y de los hombres. La liberación de los pueblos y de los individuos de la servidumbre y de la alienación sigue siendo hoy un objetivo.»
Y ahora sí, ya para terminar, dos textos que dejan testimonio tanto de la generosidad como del coraje y la humanidad de Frantz Fanon: uno fue escrito por su editor Francis Jeanson nada más recibir la noticia de su muerte y dice así:
«No es de mi competencia expresar la pérdida que esta muerte representa para nuestros camaradas argelinos. Pero yo he conocido a Frantz Fanon en 1952, lo he vuelto a ver en diversas ocasiones, me han conmovido, permanentemente, tanto sus escritos como su acción y hoy me embarga el sentimiento de una pérdida irreparable: a título personal sin duda, pero también porque ningún otro hombre podía ser como él lo ha sido el símbolo perfecto de la lucha común de los pueblos por su liberación. Este martiniqués cuyo paso por la cultura francesa convirtió en un revolucionario argelino, permanecerá para nosotros siempre como el más vivo ejemplo de universalismo en acto y la más elevada aproximación a lo humano que se haya realizado en este mundo inhumano».
El otro texto, el segundo, son las casi últimas palabras de Fanon cuando, desde su cama de agonizante en Maryland, escribe a Roger, compañero de lucha en Túnez: "... Roger, desde que los médicos me han condenado, aunque inmerso en la confusión, pienso en ti y pienso también en el pueblo argelino: nada somos sobre esta tierra, si no somos antes que nada los esclavos de una causa: la de los pueblos, la de la justicia y la libertad...".
Palabras de despedida de una gran belleza y una enorme generosidad.
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