Diecisiete años después de la masacre de Acteal, la historia se repite ahora en La Realidad. Al igual que se hizo entonces, el asesinato de José Luis Solís quiere ser explicado como el producto de un conflicto comunitario.
No esperó mucho para actuar. El 14 de febrero de este año, la Central Independiente de Obreros Agrícolas y Campesinos Histórica (Cioac-H) anunció en Chiapas la formación de grupos de autodefensa. El 2 de mayo, sus integrantes asesinaron con arma de fuego y machetes al maestro José Luis Solís López, zapatista de la comunidad La Realidad, e hirieron a 15 rebeldes más.
En febrero, los cioaquistas informaron públicamente su acuerdo de armar sus autodefensas. Dijeron que lo hacían para garantizar la seguridad e integridad de su organización y sus dirigentes. “Queremos –señalaron– que se cree un clima de defensión.” Lo hicieron por boca de José Dolores López Barrios, su secretario de organización nacional. Lo divulgaron en su boletín con el nombre de Declaración de la C Región III Fronteriza.
El 2 de mayo, apenas dos meses y medio después de hacer pública su decisión, la banda de los Luises (como se conoce a los cioaquistas por los nombres de pila de sus dirigentes) emboscó a José Luis y a sus compañeros. Sus miembros en La Realidad dispararon contra él una bala calibre 22 en la pierna derecha y otra en el pecho, le propinaron un machetazo en la boca, garrotazos en la espalda y lo remataron con un tiro de gracia atrás de la cabeza. No fue sólo salvajismo. El crimen colectivo fue la forma en que los paramilitares sellaron un pacto de impunidad.
Diecisiete años después de la masacre de Acteal, la historia se repite ahora en La Realidad. Al igual que se hizo entonces, el asesinato de José Luis Solís quiere ser explicado como el producto de un conflicto comunitario originado por la explotación y aprovechamiento de una mina de arena. Según la Cioac, el problema se inició cuando los zapatistas extrajeron sin autorización material de construcción y dejaron abandonada una camioneta.
Lo cierto es que el homicidio del zapatista Galeano (como lo nombran sus compañeros) fue una agresión alevosa y premeditada, planeada, orquestada con lógica militar, y ejecutada con sevicia. Estuvo antecedida por la destrucción de una escuela y una clínica, y el robo de una camión. Fue una emboscada, una turbamulta paramilitar.
Lo cierto es que el homicidio del zapatista Galeano (como lo nombran sus compañeros) fue una agresión alevosa y premeditada, planeada, orquestada con lógica militar, y ejecutada con sevicia. Estuvo antecedida por la destrucción de una escuela y una clínica, y el robo de una camión. Fue una emboscada, una turbamulta paramilitar.
En el homicidio participaron militantes del Partido Verde Ecologista de México (PVEM) y del Partido Acción Nacional (PAN), herencia de la labor contrainsurgente de Luis H. Álvarez en la región.
No se trata de un hecho aislado, sino del último eslabón de una cadena de agresiones hacia los zapatistas por organizaciones campesinas ligadas al gobierno, tales como las distintas Cioac, la Orcao, la Oruga, la URPA y un mar de siglas más. Es una provocación en el corazón de un lugar emblemático para el EZLN: el caracol de La Realidad. Es un golpe artero en un momento en que los rebeldes están activamente comprometidos en la rearticulación del movimiento indígena nacional.
Hace ya muchos años que la Cioac-Histórica ha pactado todo tipo de compromisos con los distintos gobiernos de Chiapas. Su relación con Juan Sabines, el anterior mandatario que sigue moviendo hilos en el estado, fue excepcionalmente buena. Tanto así que él mismo lo reconoció públicamente al final de su periodo. “Lo que yo refrendo –dijo en diciembre de 2012– es mi admiración a la organización, mi cariño personal a la Cioac, mi gratitud por el respaldo recibido como candidato y después como gobernador, hasta el último día. Valoro mucho ese gesto, en mí tendrán siempre un amigo, un aliado”.
Ligada al PCM, al PSUM y al PMS, integrada por catequistas comprometidos con sus pueblos, promotora en Chiapas de la lucha por la tierra, la sindicalización de jornaleros agrícolas y la organización de productores de café, promotora de grandes movilizaciones en algunas regiones del estado, la Cioac entró en 1994 en un profundo proceso de descomposición.
El levantamiento del EZLN la fracturó. Muchas de sus bases la abandonaron para sumarse a las filas rebeldes. Buena parte de sus dirigentes se volvieron funcionales a las necesidades del gobierno. La organización dejó de lado sus antiguas ideales y se transformó en un aparato rural clientelar y corporativo, dedicado a negociar proyectos gubernamentales y buscar posiciones políticas.
La Cioac ha sufrido en Chiapas gran cantidad de rupturas, provocadas por la ambición de sus líderes. Las peleas entre ellos han sido, literalmente, a balazos y golpes. Con el nombre Cioac, pero con distintos apellidos, existen varias organizaciones: Histórica, Democrática, Independiente, Nueva Fuerza, Autónoma Región Quinta Norte Zoque-Tzotzil, más las que se acumulen en la rebatiña por la paga y los favores gubernamentales.
Aliada con un grupo de empresarios que rompió con el PRI y que se bautizaron como Auténticos Margaritenses, los dirigentes que conducen la Cioac-H ganaron la alcaldía de Las Margaritas (el municipio constitucional en el que se encuentra elcaracol de La Realidad) en 2001, en tres ocasiones seguidas.
Uno de sus dirigentes históricos, Alberto Alfaro, le resumió el proceso de claudicación y descomposición moral de la organización en Chiapas al investigador Guillermo Trejo (Popular movements in autocracies: religion, repression, and indigenous collective action in México):
Todo mundo se volvió corrupto. Antonio Hernández, otro de sus líderes originales, le confesó:
No hay más movimientos sociales en Las Margaritas, sólo hay maquinarias políticas. La democracia se ha convertido en un negocio en el que se cambian votos por recursos.
Sumergida sin escrúpulo alguno en el negocio de transar con el gobierno favores políticos por recursos económicos y prebendas, la Cioac-H y sus paramilitares se dedican ahora a golpear al EZLN. Al hacerlo están hundiendo en el fango de la ignominia un legado de grandes luchas campesinas.
También hará muy bien, porque 'el EZNL hace que cualquier traición a sí mismo y no se tiene en cuenta de provocar si 'mismo contra sí mismo 'en lugar de la relación mutua
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