El TTIP, o Acuerdo Trasatlántico de Libre Comercio (TAFTA), como su nombre apunta, representa la culminación de la liberalización del comercio y la inversión a ambos lados del Atlántico, la “carta blanca” a las corporaciones transnacionales que cada vez más gobiernan el mundo sin ambages.
A finales del siglo XVIII, en 1776, se publicó la obra de referencia de Adam Smith, An Inquiry into the Nature and Causes of the Wealth of Nations, más conocida como “La Riqueza de las Naciones”. En los albores del Capitalismo que conocemos, en su famoso y poco leído tratado, para salvar la cuestión social dentro del libre mercado, Smith afirmaba que el interés individual repercutía en último término en el interés social. Asumía así que el interés individual era inocente, es decir, que el preocuparse de uno mismo no lleva consigo hacer daño a los demás; al contrario, pues se puede tener interés en vender algo porque se obtiene beneficio de ello pero también porque interesa que alguien se beneficie, pues de este modo ganan ambas partes y la relación continúa. Aceptando esta máxima, puede decirse que algunos se hacen empresarios para ganar dinero y al mismo tiempo ofrecer a la sociedad productos y servicios que necesita, siendo mínimo el papel del estado. Paradójicamente, en la instauración del Contrato Social, ¡la mano invisible del mercado era en sí benevolente!
Sin embargo, casi dos siglos y medio de Capitalismo rampante después, en un mundo globalizado que se va configurando a modo de gigantesco tablero de juego geoestratégico a medida que, como civilización, nos vamos acercando cada vez más y más rápidamente a sus ya próximos límites físicos inquebrantables, la realidad que hemos venido construyendo desmiente tajantemente tales ideas del egoísmo benevolente y cuestiona profundamente el Contrato Social de Rousseau, y una de las mejores muestras de ello es el actual Acuerdo Trasatlántico de Comercio e Inversión (TTIP, por sus siglas en inglés) que se negocia en este mismo momento entre bastidores y de espaldas a la ciudadanía y a cualquier medio de supervisión y control democráticos.
El inicio de las negociaciones del TTIP data de Febrero de 2013, cuando Obama y los líderes de la UE se comprometieron en ellas como estrategia de defensa en un intento de recuperar la hegemonía Occidental seriamente amenazada y desplazada ante el avance de las economías emergentes de los BRICS (Brasil-Rusia-India-China-Sudáfrica), y las élites políticas y corporativas tienen la intención de culminarlas a finales de 2014.
Más allá de la eliminación de los aranceles y la apertura recíproca de los mercados a los inversores de cada parte del Atlántico, las negociaciones del TTIP se están centrando en eliminar lo que en realidad se interpone más profundamente en el camino hacia los beneficios corporativos, las mismas regulaciones que protegen a los trabajadores, a los consumidores, y al medioambiente. Con tal objetivo, la UE y EEUU quieren “armonizar” sus estándares y normas, “armonización” que solo puede ser a la baja dado el objetivo de profundizar en la liberalización del comercio y la inversión, lo que equivale a una reducción y degradación de las normas sociales y medioambientales a favor de los intereses de las corporaciones para que puedan mover libremente su capital, bienes y trabajo. Además, el acuerdo también busca crear nuevos mercados abriendo el sector de los servicios públicos y la adjudicación de contratos por parte de la administración a las corporaciones transnacionales, lo que amenaza con provocar más olas de privatizaciones en sectores clave como la sanidad y la educación. En tal sentido, por ejemplo, funcionarios del gobierno del Reino Unido han reconocido que una de las tres prioridades del TTIP es “completar el mercado único” dentro de la UE, en concreto abriendo el sector de los servicios públicos y su contratación a empresas privadas de otros Estados miembros.
Los principales temas objeto de las negociaciones, siempre cabildeadas por los lobbies de las corporaciones transnacionales y desarrolladas bajo su próximo y atento escrutinio, prácticamente supervisión, son los siguientes:
El TTIP, que se vende propagandísticamente como un medio para mejorar el crecimiento económico, con “espectaculares” aumentos del PIB de hasta el 1% y la creación de cientos de miles de puestos de trabajo, es en realidad un magnífico pufo, un engaño y un amaño, pues hasta el estudio llevado a cabo por la propia Comisión Europea desmiente tales cifras y las deja en un famélico e irrisorio crecimiento del PIB del 0’01% anual en los próximos 10 años.
Sin embargo, parece que la fe en la liberalización comercial es tan exagerada como los beneficios que pudiera reportar. Lo que emerge de todo esto es que el TTIP es en realidad un proyecto político transatlántico promovido por las élites políticas y corporativas sobre la promesa infundada de aumentar el comercio y el número de empleos, la misma que retrotraerá las protecciones regulatorias sociales y medioambientales, reducirá los derechos de los ciudadanos frente a las corporaciones, y tratará de consolidar el liderazgo geopolítico de EEUU y la UE en esta perniciosa globalización.
Además de conocer la dimensión del TTIP como proyecto político, es necesario reconocer sus importantes implicaciones a nivel doméstico. Tal como se está cociendo, el TTIP dejará a las corporaciones libres de cualquier restricción y atadura, constituidas éstas por los aranceles y la regulación en materia social y medioambiental, al tiempo que les permitirá demandar ante tribunales opacos y arbitrarios a cualquier gobierno que pudiera interferir con sus futuros beneficios, lo que debilitará adicionalmente las regulaciones socio‐económicas y medioambientales que salvaguardan el bienestar de las personas y el medioambiente ante las acciones corporativas.
La evidencia disponible sugiere que el TTIP debe ser entendido no sólo como un proyecto económico, sino también como un proyecto político, ideológico y de clase de una élite transatlántica cuyo objetivo estriba en revertir los logros conseguidos en materia social y ambiental en Occidente. De prosperar sin oposición, la consecuencia de este proyecto será la utopía de las corporaciones multinacionales, por supuesto, y la distopía de los ciudadanos y las clases trabajadoras, sin duda; justo en la antítesis de las medidas que necesitaríamos si el objetivo es construir alguna suerte de futuro inclusivo, democrático y consecuente con la situación geoecológica que hemos generado.
INFORMACIÓN ADICIONAL:
Ecologistas en Acción (2014): Dossier TTIP, Campaña NO AL TTIP (Tratado de Comercio e Inversiones Unión Europea – Estados Unidos) (http://noalttip.blogspot.com.es/p/documentos.html).
Hilary, J. (2014): El Acuerdo Transatlántico sobre Comercio e Inversión. Una Carta para la Desregulación, un Ataque al Empleo, el Final de la Democracia, Fundación Rosa Luxemburgo, Bruselas (http://rosalux-europa.info/userfiles/file/TTIP_ES.pdf).
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