CAMBIO CLIMÁTICO
“Nuestras observaciones aportan hoy la prueba de que un amplio sector del casquete glaciar del Antártico Oeste ha entrado en una fase de retroceso irreversible. El punto de no retorno se ha franqueado”. Esto es lo que ha declarado recientemente el glaciólogo Eric Rignot, profesor de la Universidad de California, Irvine, en declaraciones publicadas por el New York Times /1.
Daniel Tanuro, en LCR-La Gauche. Traducción: Faustino Eguberri para VIENTO SUR
El profesor Rignot coordina un programa de investigación sobre la evolución de seis glaciares que desembocan en el Mar de Amundsen (costa occidental del continente Antártico). La región tiene la forma de una taza, abierta del lado del océano. El zócalo rocoso sobre el que avanzan los glaciares está situado bajo el nivel del mar y no presenta asperezas significativas susceptible de frenarles. Debido al calentamiento de las aguas, la capa de glaciar se estrecha al nivel del borde de la taza. Debido a ello, la masas de hielo situadas hacia abajo aceleran su deslizamiento hacia las aguas más profundas, lo que acelera su deshielo y aumenta los riesgos de ruptura (ver el esquema de la foto).
De 1,2 a 4 metros
El casquete glaciar del Antártico Oeste alcanza hasta cuatro kilómetros de espesor en algunos lugares. Por lo tanto, los volúmenes de hielo implicados son enormes. Según el equipo del profesor Rignot, por si misma, la desaparición de los seis glaciares estudiados hará subir cuatro pies (1,2 metros) el nivel del agua de los océanos en algunos siglos. Eso no es todo: esta desaparición desestabilizará más que probablemente (most likely) a los sectores adyacentes del casquete, de forma que el nivel de los mares podría al final elevarse cerca de cuatro metros.
Estas conclusiones son confirmadas por otro estudio cuyos resultados han sido desvelados simultáneamente. Dirigida por el profesor Ian Joughin de la Universidad de Washington, trata sobre uno de los seis glaciares de la región, Thwaites; uno de los más importantes. Según este equipo de investigadores, la desaparición lenta de Thwaites es inevitable e irreversible. Según Ian Joughin, aunque las aguas cálidas se dispersaran de una u otra forma, sería “demasiado poco y demasiado tarde para estabilizar el casquete glaciar”. Y añade: “No hay mecanismo de estabilización”.
En efecto, como he explicado un día antes de la publicación de estos estudios /2, el único mecanismo susceptible de estabilizar la situación, e incluso de invertir la tendencia, sería una nueva glaciación. Ahora bien, según los astrofísicos, ésta no ocurrirá antes de 30 000 años...
35 años de advertencias
Las observaciones de Rignot y Joughin vienen a corroborar las alarmas lanzadas desde hace varios decenios por otros especialistas. Los autores del artículo del New York Times informan de que John H. Mercer, glaciólogo de la Universidad del Estado de Ohio, había lanzado en 1978 una primera alarma sobre la fragilidad del casquete. Según Mercer, el calentamiento debido a las emisiones de gas con efecto invernadero hacía planear una “amenaza de desastre”.
Este pronóstico había sido muy cuestionado en aquellos años. Pero diez años más tarde, y un año después del fallecimiento de Mercer, el climatólogo jefe de la NASA, James Hansen, lanzaba la misma advertencia ante una Comisión del Congreso de los Estados Unidos. Y también diez años más tarde, en 2008, Hansen y otros ocho científicos publicaban en Science un artículo que desmenuzaba al detalle la amenaza evocada por primera vez por Mercer.
Mercer llegaba a su conclusión mediante un razonamiento teórico sumado a un conocimiento detallado de las características del Antártico Oeste. Hansen y sus colegas llegaban a ella interrogando a los paleoclimas. Su demostración era impresionante: hace 65 millones de años, la Tierra no tenía hielo; la glaciación del Antártico se produjo hace treinta y cinco millones de años aproximadamente; en ese momento, se franqueó un umbral, caracterizado por parámetros precisos en términos de radiación solar, de albedo (el albedo es el porcentaje de radiación que cualquier superficie refleja respecto a la radiación que incide sobre la misma ndt) y de concentración atmosférica en gas con efecto invernadero; comparando los valores estimados de esos parámetros hoy y en el pasado, los autores concluían que estábamos probablemente franqueando el umbral en el otro sentido...
Una confirmación por observación
La novedad de los estudios que se publican hoy es que se basan en observaciones y medidas, no en razonamientos. Eric Rignot ha recurrido a observaciones por satélite, mientras que Ian Joughin ha concebido un modelo matemático sobre la evolución del glaciar Thwaites. El hecho de que esos métodos diferentes concluyan en resultados concordantes con las explicaciones teóricas no deja ninguna duda seria sobre la extrema gravedad de la situación. Sin embargo, nada permite esperar que quienes toman las decisiones saquen las conclusiones necesarias de ello.
En cuanto a las causas, Rignot y Joughin confirman el mecanismo ya puesto a la luz por otros investigadores antes que ellos: no es el calentamiento del aire sino el del agua el que provoca la dislocación del casquete. Los negacionistas climáticos, a sueldo de los lobbies petroleros y del carbón, se agarrarán evidentemente a ese elemento para clamar alto y fuerte que el cambio climático no tiene nada que ver con este tema. Los investigadores, por su parte, vinculan los dos fenómenos de la forma siguiente: la atmósfera que hay encima de la Antártida se mantiene a una temperatura muy baja debida a los violentos vientos que giran alrededor del continente; debido al calentamiento, la violencia de esos vientos aumenta, porque el diferencial de temperatura entre la Antártida y el resto del globo aumenta, y la fuerza del viento provoca un movimiento de las aguas que "arrastra", por así decirlo, las aguas más cálidas de los grandes fondos hacia la superficie.
De verdad, ¡ecosocialismo o barbarie!
Conviene precisar que las proyecciones avanzadas más arriba en lo que se refiere a la elevación del nivel de los mares (1,2 m y cerca de 4 m en algunos siglos) no concierne más que a los seis glaciares estudiados y la zona que les rodea de la Antártida Oeste. Sin embargo, la fragilización de los casquetes afecta también a otras regiones, en particular Groenlandia y la península antártica -la región del mundo en la que el calentamiento (y aquí se trata efectivamente de calentamiento del aire) es más rápido (0,5º C por decenio). Si los hielos acumulados en esas regiones desaparecieran totalmente, equivaldrían respectivamente a seis y cinco metros de subida del nivel de los océanos.
Conviene recordar también que, según el profesor Kevin Anderson, director de uno de los más prestigiosos centros de estudios del cambio climático (Tyndall Center on Climate Change Research), el ritmo actual de aumento de la concentración atmosférica en CO2 nos pone en el camino hacia un calentamiento de 6º C de aquí a fin de siglo. Según Anders Levermann, uno de los "lead authors" del GIEC, esto correspondería a una elevación del nivel de los mares de una docena de metros en los próximos mil a dos mil años/3.
Finalmente, y sobre todo, conviene recordar que los mecanismos capitalistas imaginados desde hace más de veinte años (Río 1992) por los neoliberales (primas, cuotas, derechos de emisión intercambiables, impuestos, y demás "internalizaciones de las externalidades", que sirven de pretexto a una gigantesca ola de apropiación de los recursos) han sido y son impotentes para cambiar la curva de las emisiones de gas con efecto invernadero; por el contrario, éstos ¡aumentan más rápidamente desde el cambio de siglo! Esta impotencia no puede sino aumentar en el futuro. Para hacer frente a la situación de urgencia absoluta cuya realidad acaba de ser confirmada por los investigadores, sería preciso:
1. que las emisiones de los países desarrollados disminuyeran inmediatamente al menos un 11% al año; y
2. que los responsables capitalistas del desastre sean obligados a financiar un gigantesco plan mundial de adaptación, incluyendo en particular la protección de las zonas costeras.
Sería insensato creer que objetivos tan ambiciosos puedan ser alcanzados en el marco del mercado. No se pueden alcanzar más que poniendo radicalmente en cuestión la acumulación capitalista y optando por la planificación de la transición ecológica. Para lograrla democráticamente y con justicia social es necesario, por lo menos, realizar la apropiación colectiva del sector de la energía, la expropiación del sector del crédito, la supresión de las producciones nocivas e inútiles, la localización de las producciones (en prioridad agrícolas), el libre acceso a las tecnologías verdes, una nueva organización del espacio y de la movilidad, así como la reducción radical del tiempo de trabajo, sin pérdida de salario, con contrataciones compensatorias y reducción de los ritmos de trabajo.
Hermanos humanos que viváis después que nosotros...
No es fácil acabar este artículo sin caer en la escatología catastrofista. Ciertamente, la catástrofe está ahí. Está en marcha, inexorable. Si Rignot y Joughin tienen razón -¡y creer que se equivocan sería el colmo de la sinrazón!- nada puede detenerla y es irreversible... por al menos 30.000 años. Para limitarla al máximo, saquemos las conclusiones que se imponen.
Rechacemos el nihilismo misantrópico de los cretinos para quienes la verdadera naturaleza, es la naturaleza sin el ser humano. Denunciemos el cinismo criminal de quienes prefieren imaginar el fin del género humano que la desaparición del capitalismo. Interpelemos a los científicos para que salgan de su torre de marfil y bajen a la arena social. Demos la voz de alarma sin tregua ni reposo, en nuestras asociaciones, en nuestros sindicatos, en todas partes.
La alternativa anticapitalista, ecosocialista, no es una postura "ideológica" sino una necesidad objetiva, imperiosa, insoslayable. Actuemos juntos para transformar esta necesidad en conciencia antes de que sea demasiado tarde. En caso contrario, de verdad, solo nos quedará implorar el perdón de nuestra descendencia, en la forma que plantea François Villon: "Hermanos humanos, que viváis después de nosotros, no tengáis endurecidos los corazones contra nosotros, pues, si tenéis piedad de nuestras pobres almas, Dios premiará vuestra consideración”.
1/ “Scientists Warn of Rising Oceans from Polar Melt”, New York Times, 12/05/2014. http://www.nytimes.com/2014/05/13/science/earth/collapse-of-parts-of-west-antarctica-ice-sheet-has-begun-scientists-say.html?_r=1.
2/ Discours au meeting de la LCR, 11 mai. http://www.youtube.com/watch?v=TzR6GkfTBYQ&list=PLWrLel4u0C80hJ8izacfzwrZcNEes0irH
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