lunes, 1 de julio de 2013

La manifestación más grande de la historia de la humanidad: un mensaje al mundo

Ayer 30 de junio, en casi todas las ciudades de Egipto, grandes o pequeñas, pudo haber entre 14 millones de manifestantes anti Mursi, según la agencia Reuters, que cita fuentes militares, y 33 millones según CNN o la BBC. En ambos casos, había más que en los 18 días sumados de la revolución de enero de 2011, que hizo caer a Mubarak. Es la manifestación más grande de la historia de Egipto y probablemente incluso de la historia de la humanidad.

Jacques Chastaing (fuente: NPA). Trad. del francés: D.Gil

Manifestaciones festivas

Las manifestaciones, verdaderos ríos humanos, no han conocido casi violencias. Según el Ministerio de Salud ha habido cinco muertos y 613 heridos (a menudo tras una provocación de los Hermanos Musulmanes), lo que es lamentable, pero escaso en relación con la considerable cantidad de personas que ha salido a la calle. Las manifestaciones han estado marcadas sobre todo por un inmenso ambiente festivo. La gente, sintiéndose simplemente feliz de verse tan numerosa, cantaba, reía, lanzaba fuegos artificiales. Para muchos, a pesar de los dos años y medio de luchas y protestas, era su primera manifestación. Llegaron familias enteras, niños y padres, incluso se han podido ver pueblos vaciarse casi por completo para ir a unirse, a pie, a las manifestaciones de las ciudades más cercanas.
También había cientos de miles de personas en las ventanas aplaudiendo los manifestantes, gritando y cantando con ellos o agitando banderas. Muchas personas mayores que no podían caminar decidieron manifestarse en la puerta de sus edificios, solos o en grupo, siempre con banderas o pancartas. Cientos de barcos de pesca se “manifestaron” sobre el agua en Damieta, igual que hicieron barcos de turistas en Lúxor. Agentes de la policía, incluso de las Fuerzas Especiales (antidisturbios), se han manifestado en gran número contra la dictadura.

El lema principal que todos esos millones de manifestantes dirigieron como un rugido a la atención de Mursi fue, de un extremo a otro de Egipto, unánime: “¡Lárgate!” [irhal]. Como lo fue la tarjeta roja que llevaban millones de esos manifestantes y en la que estaba escrita la misma palabra: “¡Lárgate!”.

Pero también podían oírse muchas otras cosas: "Queremos mujeres en todos los puestos de gobierno”, "musulmanes y cristianos unidos son la revolución", "las mujeres son el orgullo de Egipto"...

Expresiones de ira

Mezclada con el ambiente festivo, también estuvo presente en todas partes la ira.

Social, en primer lugar: el domingo, día laborable en Egipto (el festivo es el viernes), la mayoría de las fábricas, oficinas y tiendas cerraron, lo que añade profundidad a la magnitud de la movilización. Un sindicalista señaló que había una presencia de sólo un 10% en la fábrica más grande de Egipto, la textil Misr en Mahalla al-Kubra. La inmensa mayoría de los manifestantes afirmaba estar allí porque ya no aguantaban no tener trabajo, ni dinero, los cortes de agua y electricidad constantes, la escasez de gasolina... La manifestación unió y cristalizó las miles de protestas de carácter económico y social que han atravesado el país desde principios de año y que, ellas también, han alcanzado cifras récord en la historia mundial.

Después, política: muchas pancartas y banderas denunciaban el apoyo de Obama a los Hermanos Musulmanes, a los terroristas islamistas que, sin embargo, dice combatir. “Despierta, América, Obama sostiene un régimen fascista en Egipto”, se oía decir, lo que era válido para todos los regímenes occidentales o los medios de comunicación que han reconocido al régimen de los Hermanos Musulmanes y lo ayudan o son complacientes con él.

Era una clara advertencia también a todas las dictaduras islamistas del mundo árabe, y a todas las dictaduras, sin más. Muchas personas decían: “¡Que miren y que tiemblen!”.

Manifestaciones de desafío

A la fiesta y a la ira hay que sumarle una atmósfera de desafío a todos los partidos e instituciones.

Los manifestantes egipcios quieren imponer una especie de democracia directa en la que, cuando los dirigentes no cumplen su promesa, sean quienes sean y aunque hayan sido elegidos, deben ser relevados de sus funciones sin esperar al final de sus mandatos.

Muchos han señalado que bastantes manifestantes aplaudían a los militares en las calles o los helicópteros militares que sobrevolaban las manifestaciones. De hecho, muchos eran manifestantes primerizos que aún no habían despertado a la política cuando el Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas detentaba el poder. Sin embargo, otros muchos, más experimentados, gritaban “ni Hermanos ni ejército” y portaban enormes banderas con imágenes de las víctimas asesinadas en manifestaciones o en prisión cuando el ejército estaba en el poder después de la caída de Mubarak. La revolución, buscando su camino, ha juzgado inteligentemente que el 30 de junio no podía enfrentarse de manera directa a sus dos oponentes, los Hermanos Musulmanes y el ejército, y ha decidido aprovechar sus divisiones. Por lo tanto, si en los próximos días se ve a las fuerzas armadas desempeñar otra vez un papel político, habrá que comprender que su margen de maniobra será aún mucho más débil que antes, pues multitud de egipcios se hacen infinitamente menos ilusiones sobre el ejército que hace dos años.

¿Y ahora qué?

Todos los partidos, desde los Hermanos Musulmanes al opositor Frente de Salvación Nacional (FSN), pasando por el ejército, han quedado totalmente perplejos por esta salida masiva de los egipcios a la calle, que sobrepasa todas sus previsiones. Todos parecen estar desconcertados, mudos, casi incapacitados. Los únicos que se han atrevido a hablar han quedado en ridículo. Mursi dijo que estaba abierto al diálogo, a lo que la calle respondió que no quería ningún diálogo sino que se largara. Hamdin Sabbahi, dirigente de los socialistas naseristas, que quizás se vea a sí mismo como futuro ganador de unas eventuales elecciones presidenciales, ha pedido al ejército que tome el poder de manera provisional antes de la celebración de presidenciales anticipadas, en el caso de que Mursi no renuncie voluntariamente.

El movimiento Tamarrud ('rebelión'), que inició esta gigantesca manifestación después de prepararla con una petición de 22 millones de firmas exigiendo la dimisión de Mursi, respondió lanzando un ultimátum al poder: o Mursi se va antes del martes 2 de julio a las 17.00 o convocamos una huelga general indefinida y un movimiento de desobediencia civil hasta que caiga. Mientras, el Frente 30 de Junio, organizador de la manifestación y que bien podría sustituir en notoriedad y autoridad a la oposición institucional del FSN, ha insistido en que rechaza el poder del Ejército igual que el de los Hermanos Musulmanes y ha llamado a continuar ocupando calles y plazas hasta que Mursi se vaya. Y, de hecho, la noche de manifestaciones y sentadas ha proseguido por todas partes mientras que se levantaban acampadas en muchos lugares.

Es imposible predecir qué va a pasar. Pero ya se puede decir que el mensaje del pueblo egipcio contra todos los poderes opresivos del planeta se escuchará hoy mucho mejor que hace dos años, porque desde entonces, de Brasil a Turquía, de Grecia a Bangladesh, de Chile a Bulgaria o Bosnia, los pueblos han empezado a sacudirse el yugo que los oprime.

La revolución no ha hecho más que empezar.

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